La desmesura del terror: Burkina Faso
Burkina Faso
Por Guadi Calvo*. LQSomos.
Desde 2015, los ataques han dejado más de diez mil muertos, sólo cinco mil en estos últimos dos años, lo que marca en crecimientos de las acciones, además de haber obligado el desplazamiento de más de dos millones de personas, el cierre de escuelas, ya que los maestros se convirtieron en uno de los objetivos fundamentales para los rigoristas
Desde que en 2012 el fenómeno del terrorismo integrista islámico estalló en el norte de Mali, ha ido en constante crecimiento, desbordando las fronteras del Sahel, principalmente hacia Níger y Burkina Faso, país al que llegó en 2015 y desde entonces, no ha detenido sus acciones cada vez más arriesgadas y sangrientas, alentadas por la inoperancia de los ejércitos nacionales, la misiones de Naciones Unidas, y particularmente por la Operación Barkhane, una fuerza de cinco mil hombres del ejército francés, que nada hizo desde su llegada a la región en 2012.
Ese incremento desmesurado de las bandas takfiristas tanto en Mali como en Burkina Faso, provocó que la oficialidad joven asaltase el poder reclamando la inacción de sus gobiernos. En Mali, donde en realidad hubo dos golpes de estado el primero en agosto del 2020 y el segundo en mayo del 2021, no solo arrastró a los gobiernos del presidente Ibrahim Boubacar Keïta y menos de un año después al del presidente Ba N’Daou, sino también la presencia militar francesa, a la que rápidamente los coroneles encabezados por Assimi Goita, reemplazaron por la empresa de seguridad rusa conocía como Grupo Wagner.
El proceso en Burkina Faso, fue muy similar, ya que tras la caída de Roch Marc Kaboré, el Movimiento Patriótico para la Salvaguardia y la Restauración (MPSR), dirigido por el teniente coronel Paul-Henri Sandaogo, tomaron el control del país en enero pasado y desde entonces, como lo han prometido justificando el golpe, llevan la lucha contra los fundamentalistas, mientras están manteniendo negociaciones para convocar a los mercenarios rusos. (Ver: Burkina Faso ¿Más coroneles para África?).
A seis meses de aquellas promesas, poco y nada han avanzado en la lucha contra las franquicias de al-Qaeda y el Daesh. Lo que les está provocando una notoria pérdida de apoyo de la sociedad civil.
Por lo que el asalto de hace dos fines de semana a la aldea de Seytenga, en la norteña provincia burkinesa de Séno, fronteriza con Mali, donde operan khatibas integristas, donde fueron asesinadas 86 personas, otras fuentes menciona que la cifra llegaría hasta los 165 muertos, además de haber obligado a más de tres mil personas, de la misma aldea y otras cercanas a refugiarse en la ciudad Dori, la capital saheliana de Burkina Faso, con cerca de 55 mil habitantes, es un fuerte desafió a la disminuida confianza en el gobierno del MPSR.
El ataque a Seytenga, del que ninguna de las khatibas que operan en el área se ha adjudicado, se considera que podría ser el más brutal después del registrado en junio de 2021, en Solhan, un poblado al noroeste del país en el que murieron 132 personas, al que le siguió, en noviembre, la matanza de 57 gendarmes en Inata, otro pueblo del norte, que funcionó como detonante para el golpe de enero.
Pocos días antes de la matanza de la aldea Seytenga, en esa misma región, habían muerto once gendarmes, por lo que el coronel Sandaogo, visitó la aldea cuyas habitantes reclamaron por la falta de seguridad y la falta de resultados a pesar de que el gobierno había anunciado que fueron neutralizados cerca de cuarenta muyahidines, en dos ataques: el primero tras el intento de toma del puesto militar de la localidad de Barani en la región de Boucle du Mouhoun y el segundo, cuando quisieron asaltar la mina de oro de Karma en la provincia de Yatenga.
El pasado veintiséis de mayo las fuerzas de seguridad burkinesas, eliminaron a Tidiane Djibrilou Dicko, uno de los emires del Jama’at Nasr al-Islam wal Muslimin (Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes) o JNIM la franquicia de al-Qaeda en el Sahel, tras un ataque aéreo en la comuna de Tongomayel, en la provincia de Soum, Tidiane era un importante cuadro del terrorismo, responsable de docenas de ataques y cientos de muertos, quien hasta hace pocos meses había pertenecido al Estado Islámico en el Gran Sáhara, (Daesh) Tidiane Djibrilou Dicko, era prácticamente un mito para los jóvenes muyahidines quien lo seguían como a un verdadero profeta.
Hasta la operación del fin de semana los integristas, en los últimos tres meses habían provocado la muerte de trescientas personas entre civiles y fuerzas de seguridad, lo que significa un incremento de un siete por ciento si se compara con los tres meses anteriores, según el Proyecto de Datos de Eventos y Ubicación de Conflictos Armados (ACLED). Además, los terroristas han saboteado antenas de telefonía y las líneas eléctricas dejando incomunicados grandes sectores del norte y este, al tiempo que han tomado el control de las principales rutas de la región y bloquearon los accesos a los municipios de Djibo, Titao y Madjoari.
Desde abril una treintena de efectivos de las fuerzas de seguridad fueron asesinados y una religiosa norteamericana y un ciudadano polaco, han sido secuestrados, sin que nada se sepa de ellos hasta ahora.
Desde 2015, los ataques han dejado más de diez mil muertos, sólo cinco mil en estos últimos dos años, lo que marca en crecimientos de las acciones, además de haber obligado el desplazamiento de más de dos millones de personas, el cierre de escuelas, ya que los maestros se convirtieron en uno de los objetivos fundamentales para los rigoristas y también la clausura de muchísimas dependencias oficiales, incluidos todo tipo de centros sanitarios, en el norte y este del país.
En el marco del incremento de los ataques y el descontento popular el presidente Sandaogo, les ha pedido a los ciudadanos: “que le den tiempo hasta septiembre para ver una mejoría”. Al tiempo ha creado una unidad central de coordinación para operaciones militares, con oficiales veteranos en la lucha contra los integristas, mientras incentiva diálogos entre las comunidades y los salafistas para convencer a los combatientes que abandonen la lucha. Conversaciones que el gobierno anterior se había negado rotundamente a realizar, aunque para las elecciones presidenciales de noviembre de 2020, intentó un acercamiento con fines netamente electoralistas.
Una respuesta urgente
La instalación de estos grupos vinculados a al-Qaeda al Daesh en Burkina Faso, fue la llave para que accediera a países como Benín, Ghana, Costa de Marfil y Togo, donde la actividad de los wahabitas se va incrementando, destacándose las exitosas campañas de reclutamiento y hasta ahora, algunas pocas operaciones (Ver: África Occidental, en la ruta del terror.) Recordemos que, en 2015, también había sido muy tibia la aparición del terrorismo en Burkina Faso y hoy el país se ha convertido en uno de los más activos de África.
Los muyahidines han agregado una nueva arma a su completo y moderno arsenal, casi siempre muy superior al de los ejércitos regulares, la destrucción de las fuentes de agua potable. En lo que va del año ya han destruido una treintena de instalaciones, lo que ha dejado prácticamente sin agua a casi 300 mil personas y sus animales. La mayoría de los ataques a fuentes potabilizadoras se han producido en cercanías de Djibo, uno de los sectores más áridos de toda la región del Sahel y donde se han instalado la mayor cantidad de desplazados del país.
Si bien la mayoría de las operaciones las realizan militantes de las dos grandes organizaciones del terror wahabita, Burkina Faso cuenta con un grupo nativo, Ansarul Islam (Defensores del Islam), con ramificaciones en Mali, fundado en 2016 por el Malam en hausa maestro) Ibrahim Dicko, un líder de la etnia de pastores fulani, que comenzó a operar en el norte de Burkina Faso e incursionó también en Mali y Níger. El bautismo de fuego de su grupo fue en diciembre de 2016, cuando el malam junto a treinta hombres atacó el puesto militar de Nassoumbou, un poblado próximo a la frontera malí, en la provincia de Soum, donde asesinaron a una docena de soldados burkineses.
Según algunos informes, el Malam Dicko murió en mayo de 2017, de sed y agotamiento, mientras escapaba de una operación de los efectivos franceses, contra un campamento integrista en el bosque de Foulsaré, en el sur de Mali, junto a la frontera burkinesa.
Tras su muerte el malam fue reemplazado por su hermano, Jafar Dicko, quien dirige la organización hasta hoy. El nuevo emir, al carecer de la personalidad de su hermano, ha provocado varios cismas en la organización, lo que acarreó una notoria disminución de operaciones, junto a la deserción de cientos de sus hombres que habrían pasado a formar parte o bien del JNIM o la potente filial del Daesh local.
Ahora se cree que Ansaroul Islam, cuenta apenas con unos cientos de combatientes activos y una acotada red de informantes y cuadros logísticos en el norte del país en la provincia de Soum al norte del país, mientras se desconoce si opera junto a alguno de los grandes grupos terrorista, intentando dar más calibre al desmesurado terror que vive Burkina Faso.
* Escritor y periodista argentino. Publicado en Línea Internacional
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