La OTAN contra Rusia: enésima pelea entre cristianos

La OTAN contra Rusia: enésima pelea entre cristianos

Por Nònimo Lustre. LQSomos.

Me preguntan por la actual guerra fría por Ucrania. Si lo que quieren mis amistades es un análisis de la actualidad, les remito a un artículo de Armanian, excelente como todos los suyos (ver La ‘yugoslavización’ de Ucrania aún puede esperar, Nazanin Armanian, 24.I.2022, aquí ) No tengo nada que añadir ni que quitar. Pero, para no quedarme callado, estudio, especulo y encuentro en la no-tan-remota Cuarta Cruzada el, hoy, más pertinente de los muchos precedentes históricos a la sempiterna confrontación entre cristianos y ortodoxos –o, si lo prefieren, entre lo romano y lo griego.

La susodicha Cuarta Cruzada (en adelante, 4C) es muy incómoda para la propaganda occidental sobre las Cruzadas, seguramente porque retrata con fidelidad lo que realmente significaron aquellas invasiones: pura conspiración europea que consolidó definitivamente el Cisma de los Latinos –Cisma de Oriente en la jerga europea. Y, además, terrorismo contra un modelo de comercio libre y de coexistencia multi-religiosa que durante varios siglos había demostrado, en la cuenca mediterránea e incluso más allá, su fertilidad y buena gobernanza global. Resumámosla en los hechos nudos: la 4C nunca intentó siquiera llegar a Tierra Santa sino que, siguiendo los planes dictados por Venecia, se quedó expoliando en el año 1204 la riquísima ciudad de Constantinopla. [Repárese en que la Edad Moderna se suele comenzar con la conquista y saqueo de Constantinopla en 1453 –otras fuentes, en 1492- pero podríamos proponer que, rapiña por rapiña, la Modernidad comenzara en el primer saqueo que sufrió la hoy llamada Estambul, el ocurrido 250 años antes de la fecha consagrada]

Antes de que sigan con la lectura, sepan que, para el abajo firmante, etno-históricamente hablando (cf. infra), Ucrania es tan rusa como Aragón es español. Y que, el golpe de estado de febrero 2014 entregó ese país a una sádica minoría de neo-fascistas (banderistas, cf. passim): gracias, Obama, destrozaste Ucrania mediante una de las muchas guerras proxy ‘por intermediarios’ en las que te especializaste. Y, finalmente, que entre Obama-Biden y Putin no veo mayores diferencias –están de acuerdo en que ambos quieren apropiarse de Ucrania. Igual que tampoco la veo entre la aplastante y ubicua propaganda de Jólibu y la minoritaria propaganda gringo-ucraniana que exhibe esa venenosa película Donbass (Sergei Loznitsa, 2018) cuyo lema publicitario es un plagio de Orwell: “Cuando se llama paz a la guerra, cuando la propaganda es presentada como la verdad, cuando se llama amor al odio, es ahí donde la misma vida comienza a parecerse a la muerte”. Dicho lo cual, si siguen leyendo este documentando pasquín que pudo llamarse “Europa contra Bizancio”, es bajo su responsabilidad.

A mi juicio, Ucrania es una país de cultura rusa que conoció los extremos políticos: desde el kanato medieval de Kiev hasta la revolución libertaria de Nestor Majno y ahora, la hegemonía poco disimulada del neo-nazismo banderista. Es un país de religión ortodoxa fraccionado ‘equitativamente’ entre el Oriente y el Occidente. Antes de que el matrimonio no-demasiado-contra-natura entre Obama y los banderistas indujera la llamada ‘revolución del Maidán’ de 2014, un estudioso de la identidad ucraniana, escribió: “Mientras Ucrania permanezca siendo zona fronteriza entre civilizaciones, su seguridad a largo plazo dependerá del reconocimiento externo y dcl apoyo de esas civilizaciones, un proceso en el que Ucrania puede influir a lo sumo, indirectamente. Un retomo a la bipolaridad en Europa podría ser catastrófico para la seguridad y la estatalidad de Ucrania” (I. Prizel.1998. National Identity and Foreign Policy. Nationalism and Leadership in Poland, Russia and Ukraine, Cambridge)

Katolikós contra katolikós

La 4C remachó una plurisecular disputatio interna –y sangrienta- entre dos ramas del Cristianismo: la Iglesia Católica Apostólica Romana (Occidental) y la Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa (Oriental) Ambas se autodefinen como católicas porque katolikós significa universal. Sin contar las innumerables herejías perseguidas ni tampoco las herejías que fueron integradas por alguna de las partes, la guerra entre estas dos ramas ‘cristianas’ es consustancial al cristianismo -éste, presumirá de universal pero su concepto de Universo es ridículamente proselitista, imperialista, mezquino y provinciano. Las primeras escaramuzas de esa batalla comienzan con la dispersión de los Doce Apóstoles pero, para fecharlas aproximadamente, podríamos decir que datan del siglo IV. Cuando ya nadie recordaba los motivos teológicos originarios (¿se acepta la palabra Filioque?; Jesús ¿era divino o humano o poseía ambas naturalezas?), pasaron a ser importantísimas la organización de los respectivos cleros (¿célibes o casados?) y el espectáculo o liturgia (¿el pan ázimo es judaizante?), dilemas ininteligibles para el común pero cruciales para los sacerdotes de ambas religiones a quienes seguramente sólo les interesaba saber si su Papa era el que vivía a Levante o el que vivía a Poniente. Así se pasaron varios siglos hasta que, en el año 1.054, se sancionó ese Cisma que Occidente etiquetó como ‘de Oriente’ y Constantinopla como ‘de los Latinos’.

Medio siglo después del estallido del Cisma, en ese mismo corto siglo XII, Roma tenía 40.000 habitantes, hacinados cerca del río pues los acueductos estaban destruidos y estaba protegida por 300 torres que fueron demolidas durante el Renacimiento. El Papa era un condotiero más y no de los mayores. Puesto que no disponía de muchos mercenarios, su cometido era como el de la ONU actual: propalar sermones manidos e inanes para disimular las violaciones de sus cascos azules o, peor aún, para unirlos militarmente a las potencias agresoras –léase, lo que hizo durante la guerra de Corea de 1950-1953. Aun así, Urbano II, entonces Papa de Roma, organizó al grito de Deus vult! (Dios lo quiere) aquella Primera Cruzada que culminó en Jerusalén con la primera matanza cristiana occidental de moros y de ortodoxos. En 1.099, dicen dos hagiográficas crónicas occidentales que:

1) “Cuando se aproximaba la hora en la que Nuestro Señor Jesucristo se entregó para sufrir por la Humanidad en la Cruz, nuestros caballeros comenzaron a luchar bravamente… matando e hiriendo [a los jerosolimitanos] incluso en el Templo de Salomón donde la matanza fue tan grande que nuestros hombres chapoteaban en sangre hasta los tobillos… los peregrinos entraron en la ciudad persiguiendo y matando a los Sarracenos… Cuando los paganos fueron derrotados, nuestros hombres apresaron a multitud de hombres y de mujeres matándoles o bien esclavizándoles… nuestro ejército se desplegó por la ciudad apoderándose del oro y de la plata, de los caballos y las mulas y de las casas repletas de oro… algunos de nuestros soldados ascendieron cautelosamente hasta el tejado del Templo de Salomón y atacaron a los Sarracenos, hombres y mujeres, decapitándoles con sus espadas; los restantes, escogieron la muerte saltando al patio del Templo” (versión Gesta)

2) “El ejército del Conde había conquistado muchos pueblos y castillos sarracenos esclavizando a sus moradores [quienes] trabajaron coordinadamente, sin pereza, ninguna mano estuvo renuente… excepto los artesanos que eran pagados por una colecta popular, los sarracenos trabajaban sin salario… 60.000 guerreros albergaba la ciudad [mientras que] nosotros sólo teníamos 12.000 soldados pero muchos eran pobres o estaban enfermos. Sólo teníamos 1.200 o 1.300 caballeros… Dos mujeres intentaron embrujar (to bewitch) una de las catapultas pero fueron lapidadas al igual que tres esclavos de manera que sus vidas fueron eliminadas y abortadas sus satánicas salmodias… Por piedad, varios de nuestros soldados decapitaron a los enemigos… el día de hoy justifica a todo el cristianismo y representa la humillación del paganismo” (versión Raymond)

Lo que no dicen ninguna de estas dos versiones es que las víctimas no eran sólo ‘sarracenos’ sino también judíos y multitud de cristianos ortodoxos (Krey: 256-262) Pero, por la pacatería de estos cronicones, no podemos saber si las brujas era mahométicas u ortodoxas ni tampoco si los urbanitas locales eran griegos, judíos, armenios, árabes, etc. (ver August C. Krey. 1921. The First Crusade: The Accounts of Eyewitnesses and Participants, Princeton, aquí)

Entrée des Croisés à Constantinople, E. Delacroix, 498 × 410 mts., año 1840, Louvre. Balduino I encabeza a los cruzados saqueadores

Pero, ya desde esta Primera Cruzada, asomó la verdad: so pretextos teológico-litúrgicos, eran expediciones para robar a los ortodoxos –y, de paso, a los turcos. Ejemplo: el insigne cruzado Bohemundo conquistó Antioquía pero, en lugar de reintegrarla tal como había sido acordado al emperador bizantino Alejo, se la quedó para sí. En cuanto a la actual lucha literalmente greco-romana entre cristianos, si Ucrania termina integrada en la OTAN como ya lo están Rumania y Bulgaria, ¿violentarán los 29 países miembros de la guerrerista Alianza del Atlántico Norte a la Ucrania ortodoxa (griega)? Matanzas como la primera de Jerusalén, ¿será lo que les espera a los ‘separatistas pro-rusos’ del Donbass?

Constantinopla destruida por la Cuarta Cruzada

En el año 1.204, Constantinopla era la ciudad más rica del Mediterráneo –Venecia era la más populosa. Las afamadas ‘murallas de Teodosio’ delimitaban un área urbana de 13 km2. Intramuros, contaba con 50.000 habitantes (griegos, turcos, balcánicos, etc.) aunque siglos atrás había tenido 500.000 y aunque llegaría a 1 millón un siglo después.

El imperialismo veneciano desde la 4C. Además de Constantinopla, el dux Enrico Dandolo invadió la actual Albania y las islas Jónicas y las Cícladas

Un siglo después de la primera matanza de Jerusalén, estalló la 4C, una aventura promocionada por Venecia que arrancó con dificultades pues el Papa desconfiaba de la Serenissima. Venecia tenía 80.000 habitantes que la convertían en la ciudad más populosa de Europa –en esos años, China tenía ciudades con más de 1 millón de personas y la población de Fez ascendía a 200.000 almas mahométicas. La 4C no pretendía rescatar Tierra Santa pues sólo buscaba arrebatar sus riquezas a los ortodoxos. Tras infinitos regateos crematísticos, finalmente, en abril de 1201, se llegó a un acuerdo entre los feudales Cruzados y Venecia: la República se encargaba del transporte hasta Egipto de un ejército de 33.500 cruzados y unos 4.500 caballos, por el módico precio de 85.000 marcos de plata. Pero los cruzados -muchos menos de lo previsto-, no consiguieron reunir esa fortuna en plata. Venecia se negó a transportarles así que los cristianos romanos (Francos o Franks en la literatura) veranearon en la isla del Lido hasta que finalmente Bonifacio de Montferrat llegó a un acuerdo con el Dux. Enrico Dandolo (Venecia, c. 1107- Constantinopla, 1205), miembro de una dinastía que monopolizó la República durante generaciones, fue el Dux –o Dogo-, fue el verdadero poder detrás de la 4C. Dicho crudamente, fue quien logró desviarla hacia la conquista de Zara -para los serenísimos una plaza crucial- y, si se terciaba, expoliar Constantinopla.

La 4C y el borrador del grotesco y efímero Imperio Latino que parió

Los cruzados conquistaron Zara inmediatamente pero el Papa, lógicamente molesto por haber sido olvidado, excomulgó a todos los expedicionarios, aunque más adelante perdonó a los cruzados –pero no a sus competidores más peligrosos, los venecianos.

La única consecuencia de la 4C –el saqueo merece parágrafo aparte, cf. infra- fue la creación del Imperio Latino dominado por los cristianos occidentales y exterminador en potencia de cuanto ortodoxo anduviera cerca. En aquel tiempo, llegaron a coexistir tres autodenominados imperios romanos al mismo tiempo: el Imperio Latino, el Sacro Imperio Romano (germánico) y los restos dispersos del antiguo Imperio bizantino. Ninguno controlaba Roma que seguía siendo propiedad del Papa. En los 90 años anteriores a 1204, la meca de la Cristiandad padeció a 16 Papas –algunos fueron asesinados, uno era inglés, otro medio judío, todos ellos entreverados con 12 anti-Papas.

Balduino I (o IX) apresado por Kalojan

Balduino I de Constantinopla (o Balduino IX conde de Flandes; 1171-1205), fue el primer emperador del Imperio Latino porque ascendió a ser uno de los jefes de la 4C, al que, tras incontables disputas familiares (ver infra, la versión rusa) le hicieron emperador. Estableció una suerte de Estado feudal obsesionado con aplastar a los ortodoxos. Hizo frente al contraataque de los bizantinos apoyados por el rey (zar) búlgaro Juan II Kalojan quien le derrotó en Adrianópolis (hoy Edirne, Turquía europea) Balduino murió según alguna de estas versiones: en el campo de batalla, envenenado por sus pares, vendido como esclavo en Siria o asesinado en la prisión búlgara de la actual Veliko Tarnovo.

El saqueo

El emperador cruzado-bizantino anunciando un jugo de carne

Durante la 4C, Constantinopla padeció tres incendios simultáneos que arrasaron unas 250 has. de las 1.500 que conformaban su tejido urbano. Para no molestarme en traducir, entre las copiosas narrativas del saco de aquella urbe, he seleccionado la de un decimonónico autor español, nada sospechoso de izquierdismo:

“Cuando se verificó el asalto y saqueo de aquella célebre ciudad en marzo de 1204 [europeos occidentales todavía ignorantes, inciviles y feroces, Navarrete dixit], dejaron además perpetuada su barbaridad entregándose a los excesos más atroces. Tres horrorosos incendios arruinaron e hicieron desaparecer para siempre las venerables iglesias, los magníficos palacios y edificios, las reliquias santas, los altares, los vasos y ornamentos sagrados que la devoción religiosa, el lujo oriental y el buen gusto de tantos príncipes ilustrados habían erigido y consagrado durante muchos siglos: nada pudo escapar de la sacrílega rapacidad de estos soldados cristianos… Entonces pereció probablemente la célebre biblioteca que el patriarca Focio había formado y reunido casi dos siglos antes de la llegada de los latinos, y por cuyos extractos y noticias sabemos que se conservaban en ella muchas obras clásicas y completas de Teopompo, de Arriano, de Ctesias, de Agatárquides, de Diodoro, de Polibio, de Dionisio Halicarnaso, de Demóstenes, de su maestro Iseo, de Lísias maestro de éste y de otros insignes escritores griegos, hoy del todo desconocidas o infelizmente desfiguradas e incompletas. Entonces se destruyeron las bellas estatuas y bajorrelieves y otros preciosos monumentos de las artes que Constantino había salvado de la antigüedad para el ornato y magnificencia de la capital de su imperio. Nicetas, historiador griego y testigo ocular, describe prolijamente las obras más notables por su excelencia y su valor que entonces perecieron. La estatua colosal de Juno erigida en la plaza pública de Constantino: la de Paris en pie junto a Venus entregándole la manzana de oro: la de Belerofonte montado sobre el Pegaso: la de Hércules pensativo, trabajada por el famoso Lisipo: las de dos célebres figuras del hombre y del asno, que Augusto mandó hacer después de la victoria de Accio: la de la loba que crió a Rómulo y Remo: la de Helena, de hermosura extraordinaria, adornada de cuantos primores es capaz el arte: un obelisco cuadrado de gran elevación, cubierto de excelentes bajorrelieves, en cuyo remate había colocada una figura para señalar el viento: y una obra de Apolonio de Tiana representando una águila en acción de despedazar una serpiente: todas fueron objeto del ciego furor de la bárbara estupidez de los cruzados, quienes destruyeron y aniquilaron los mármoles y las piedras, e hicieron fundir los metales para labrar moneda y satisfacer la insaciable codicia de los soldados” (ver Martín Fernández de Navarrete, Españoles en las cruzadas, 1815)

Demostración del proverbial respeto cristiano occidental por el patrimonio de los ortodoxos

Navarrete cita unas obras maestras de la cultura Antigua pero le era imposible enumerar muchas más pues son innumerables –y todavía difíciles de localizar porque se encuentran en cientos de museos y de mansiones europeas. Por citar algunas excepcionales:

Además de una astilla de la Lignum Crucis y de uno de los clavos de la Crucifixión, la catedral de Notre-Dame (París) exhibe una de las más veneradas reliquias del Cristianismo: la Corona de Espinas. No llegó a París directamente desde el saco de Constantinopla sino un poco después, cuando el emperador Balduino II la pignoró al veneciano Niccolo Quirino quien terminó vendiéndola al rey francés Luis IX por un precio exorbitado -la deuda externa que atenazaba al bisoño Imperio Latino.

El botín de 4C está no sólo en Notre-Dame sino, sobre todo, en Venecia –elemental, fue su financiera e inductora-, especialmente en el Tesoro de su catedral. Allí se cobijan los consabidos Lignum Crucis –caray, la cruz del Gólgota debía ser colosal-, la sangre de Cristo y reliquias de Juan el Bautista y de san Jorge. Amén de activos no estrictamente religiosos pero sí valiosos como estatuas, monumentos enteros, incensarios, relicarios, copas, retablos, altares y, por descontado, los afamados iconos ortodoxos. Otrosí, aquel botín también se encuentra en Amalfi, Amiens, Halberstadt, Colonia, Limburg, Somme, Maastricht, Viena, Trier, Troyes y, para hacer el cuento corto, París (no sólo en la citada Notre-Dame) sino también en el Louvre. Etcétera etcétera. Sin olvidar al más nutrido pero también el más ignoto: el Vaticano (para una lista necesariamente reducida del arte bizantino que fue ‘exportado’ tras el 4C, ver List of looted art from the sack of Constantinople in 1204, en aquí )

Otra muestra de cultura popular: “¿No crees que esto no es Jerusalén? -¡Qué más nos da!, aquí hay Oro!”

Dicho en breve: el mercadeo del botín de cualquier invasión, goza de excelente salud –que se lo pregunten a los irakíes que se han quedado sin su pasado mesopotámico gracias a la infame doctrina “responsabilidad para proteger” (R2P) cuya versión artística-anticuaria popularizó el neoyorkino Ashton Hawkins (n. 1937)

[Traducida al castellano, la obra más conocida sobre el saqueo de Constantinopla 1204 es probablemente la de Jonathan Phillips: La Cuarta Cruzada y el saco de Constantinopla. 2005. ISBN 9788484326434. Pero, por problemillas cibernéticos, he utilizado un trabajo similar y más reciente: David M. Perry. 2015. Sacred Plunder: Venice and the Aftermath of the Fourth Crusade, aquí]

Menos de dos siglos después, las consecuencias de este saqueo fueron que el Renacimiento se expandió a partir de las ciudades italianas especializadas en la especulación bancaria. Venecia y Florencia contrataron académicos y artistas para que interpretaran –léase, falsificaran-, el tesoro bizantino saqueado en la 4C. Esas joyas encarnaban la colosal herencia del Asia Menor; la misma que, después de 1204, fueron tergiversadas al imponerse la etiqueta “Imperio Romano Oriental” sobre una supuesta ‘filosofía griega’ que, en realidad, era asiática –si me apuran, mesopotámica y, en última instancia, china.

El clan imperial en versión rusa

Si olvidamos el pequeño detalle de que compartía la fe ortodoxa con los bizantinos, Rusia no tuvo arte ni parte en la 4C. Aun así, citamos una de sus antañonas fuentes porque conviene disponer de dos opiniones y porque sobre Rusia ha caído una feroz campaña propagandística –como decía la División Azul que Franco envió a luchar con Hitler contra los soviéticos- ahora parece que “Rusia es la única culpable”. Y porque, como dijimos supra, Ucrania es etno-históricamente Rusia, sentencia que debe leerse sabiendo que el conflicto actual es histórico sólo en su sentido cronológico, que no es étnico ni causal ni principalmente religioso sino geopolítico -y ajeno al común de los ucranianos, salvo a los abducidos por la machacona propaganda occidental, bandas neo-nazis incluidas.

Los caballos que estaban en el Hipódromo de Bizancio, ahora ocupan un lugar de honor en Venecia

Dice un informe ruso de la época: los cruzados, “cuando llegaron al Cuerno de Oro, rompieron la cadena de hierro e incendiaron cuatro barrios de la ciudad. El emperador Alejo III vio las llamas pero declinó entrar en combate; llamó a su hermano Isaac II (a quien había cegado) y le sentó en el trono consolándole con estas palabras: “Aunque no seas responsable de esto, querido hermano, perdóname; este trono es tuyo”. Y huyó de Constantinopla. Pero el futuro Alejo IV, hijo de Isaac II, sacó a su padre del trono espetándole: “Eres un ciego, no puedes ser emperador, ¡yo soy el emperador!” –y, poco después, murió. Así se las gastaba el clan bizantino y así, entre envenenamientos y cegamientos entre parientes, duró varios siglos. Páginas adelante, el informe detalla el saqueo que les ahorro por ser episodios similares a los ya narrados a propósito de la primera matanza de Jerusalén –todos los saqueos lo son (ver The Tale of the Capture of Constantinople by the Franks (Повесть о взятии Царьграда фрягами), en David Savignac. 2016-2020. The Medieval Russian Account of the Fourth Crusade, aquí )

Pinceladas de actualidad

“El presidente de EEUU apuesta por la diplomacia como vía para solucionar la crisis. XXX descarta una acción militar de EEUU en el conflicto de Ucrania: “No vamos a hacer una incursión militar en Ucrania… Hay un camino mejor. Lo que estamos haciendo es movilizar todos nuestros recursos diplomáticos para asegurarnos de que tenemos una coalición internacional fuerte… Vladimir Putin, en esta crisis muestra debilidad y no fuerza”. Esta noticia no es actual sino que tiene ocho años -XXX es Obama. Pero, obviamente, podría ser de hoy.

La confrontación entre los cristianos occidentales y los ortodoxos que hemos propuesto como hipótesis, no es rigurosa. No sólo porque Ucrania es mayoritariamente ortodoxa pero contiene bolsas de cristianos romanos sino también porque el paralelo entre aquella 4C y la actual agresión al Donbass debe destacar que los actuales occidentales que odian a los cristianos ortodoxos no son estrictamente católicos romanos sino herejes en buena parte. Por lo demás, la entrañable amistad entre Putin y Víktor Orban, el neo-nazi presidente de Hungría, es la excepción que confirma la regla de que la guerra fría por Ucrania es el más reciente episodio en la plurisecular lucha entre cristianos y ortodoxos. Si Washington 2022 es la Venecia del siglo XIII y Orban tiene buenos inluencers historiográficos, sabrá que su similitud con el dux Enrico Dandolo sólo coincide en que a Orban le gustaría reconquistar Zara (hoy Zadar), ayer posesión húngara y hoy puerto croata. Pero, como eso sería imposible, el déspota de Budapest se une a todos: a los católicos occidentales pero también a los ortodoxos de Moscú. Quizá, Orban cree que los cristianos pelean por cuestiones anacrónicas y que el futuro será pagano concretamente, al estilo nazi-banderista.

En el año 2000, el Papa Juan Pablo II pidió perdón a los cristianos ortodoxos por las matanzas y saqueos sufridos. Y, en mayo 2001, por primera vez desde el cisma de Oriente, un Papa romano pisó Grecia para mercadear la unidad entre la Iglesia católica y la ortodoxa –religión de Estado en ese país. Como no lo consiguió, hoy, el Vaticano aborrece cualquier recuerdo de la guerra contra los ortodoxos; de ahí que prefiera apostar por eso que han etiquetado como guerra híbrida; un eufemismo para ocultar con chips, boicots y batallas delegadas a terceros (proxy) lo que es exactamente como la Guerra Fría del siglo XX -una guerra comercial entre hegemones que pagan como siempre los desheredados de siempre, algunos pocos de los cuales no ven el nacionalismo entreverado entre las mercancías pese a que campea en sus etiquetas.

Apéndice para republicanos españoles

En 2014, la guerra de ‘Independencia’ de Ucrania fue una copia fiel de la Revolución española de 1936. Para empezar, su origen es el mismo: déspotas que perpetran un golpe de Estado contra un gobierno democrático-burgués. En España fueron los nazi-católicos y, en Ucrania, los nazis banderistas (herederos de Stepan Bandera, el títere que puso Hitler cuando invadió ese país) dirigidos por mercenarios pagados por los EEUU, armados por la OTAN, apoyados por Alemania y coreados por los medios de desinformación occidentales. Y para continuar, el desarrollo de la guerra fue idéntico en ambas historias: los demócratas hubieron de replegarse a un rincón oriental de Ucrania siendo denostados como “separatistas prorrusos”, una etiqueta tan falsa como cuando se insultó a los republicanos españoles tildándoles de “esbirros de Moscú”.

Lo cierto es que la Resistencia ucraniana, materializada en la confederación de las Repúblicas Populares de Donest y Lugansk (Crimea tuvo siempre su propio estatus), sólo busca impedir la proliferación de la hidra nazi-gringa y construir unas autonomías ligeramente similares a la Majnovina –revolución libertaria de Nestor Majno-, la república que, en esa misma geografía, combatió a los rusos, primero a los “blancos” y luego a los “rojos” comandados por Trostky quienes así la pagaron el que salvara a Moscú gracias a la derrota que los majnovistas habían infligido a los zaristas.

En 2014, Moscú utilizó a los revolucionarios del Donbás como carne de cañón en el juego que mantenía y mantiene con la OTAN –“juego”, no guerra. Incluso, contaminado por la frívola terminología de la cooperación al desarrollo, reconoció que les enviaba camiones de “ayuda humanitaria”. Sin embargo, la realidad es infinitamente más grave. Rusia juega en la cuenca del Don el mismo papel que jugó la URSS en la España revolucionaria: vendedora de armas a precio de oro y exportadora de comisarios políticos especializados en la caza de disidentes. La OTAN jamás abandonará al nazismo ucraniano pero, ¿cuánto durará la ayuda “humanitaria” de Rusia al Donbás?, ¿ejecutará a los descendientes de Nestor Majno y expulsará a los brigadistas internacionalistas como hizo en España? (redactado en 2014)

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Imagen de cabecera: Los actuales milicos ucranianos homenajeando a Stepan Bandera ante una de las docenas de estatuas del esbirro de Hitler. Ese trapo rojinegro es antagónico del rojinegro anarquista –crear esa confusión ya lo hizo el falangista español José Antonio Primo de Rivera cuando plagió la parafernalia del anarquismo.

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