La verdad y la demokracia o la cabeza de Perseo , ,

La verdad y la demokracia o la cabeza de Perseo  ,  ,
He aquí, tú amas la verdad.
Salmo 51: 6
Amaste el mal. . .la mentira más que la verdad.
Salmo 52: 3 [i]
Vamos a hablar de la esencia de la verdad.
Martin Heidegger
¿Cuánta verdad puede soportar un espíritu?
Federico Nietzsche
¿Cuánta poesía de verdad puede soportar un hombre? ¿Y cuánta verdad de poesía puede soportar un espíritu? ¿Cuánto ser puede soportar un individuo? [ii] La verdad, pese a todo, es como un sueño en donde se puede matar por la libertá que se es. Un sueño en donde se puede escuchar divinamente la voz del inconsciente.
La verdad es el espacio en donde los puertorriqueños pueden renunciar a ser-los-mercenarios-de-la-demokracia. El arte de esta verdad, terrible en todo su sentido, es una verdad consciente o que inconscientemente avanza latinoamericanamente y que nos ayuda a luchar contra la mentira política del otro (del derechismo, la demokracia, del costumbrismo, etc.). Quien posea tras bastidoramente todos los medios propagandísticos de una demokracia de mercado intentará cerrar las puertas. Esta verdad-del-ser-del-arte que somos nos ayuda a defendernos contra un mundo que se ha dividido entre los “amadores de la verdad indefinible”, absurda, valiente, y los “adoradores de la mentira” capitalista que no pueden definir ni una ni la otra.
La verdad crece.[iii]
Amar la mentira contra la verdad es tan terrible como amar la verdad contra lo disoluto. El hombre que ama la mentira no define nunca la verdad. La manipula, la elimina, la amaña, porque en el fondo lo que está haciendo es eludirla, esquivarla y, aunque parezca espantoso, odiarla. Su silencio, su indefinición, o sus “micro-ensayos”, son el símbolo del status quo. Porque hablar de la verdad es hablar siempre de un conflicto (¡este ensayo!) que él, el “representante”, el “retraído”, el “protegido”,  no puede asumir aunque lo conteste. El mentiroso es, pues, el castrado: el bugarrón de la idea. El mentiroso es el uranista. Y los necrofílicos adoran bucodonosoramente la mentira en el ejercicio de desmontando la verdad. La verdad es espantosamente arbitraria. ¿Habrá que ir a la guerra para sostenerla? Esto es lo que han hecho los capitalistas. Y esto es lo que han hecho los-“intelectuales”-de-la-demokracia “voluble”, “veleidosa”, “absurda”, “insostenible”.
Los mentirosos, los que deforman la verdad terrible de los hechos, cacarean, babean y charlan en los cafés y en las librerías, o en las oficinas que yacen detrás de las cortinas, detrás de los biombos, detrás de los retretes, detrás de los podios de la “polis”, o de esa necrofilia que corroe y que recorre toda la colonia instituida en la crisis de la libertá. El necrofílico, ese pensador de la colonia, habita caninamente entre los prolegómenos de lo incierto y aquellos que edifican escasamente los “ensayitos” de lo falso.[iv] La tragedia, aunque el lector no la vea, es obvia.
Preguntar por la esencia de la verdad (Heidegger, Nietzsche, Cioran, Onfray, Ramos, Cabanillas, Muñoz—Unamuno, Ortega y Gasset, Ferrater, Trías, Dushesne, Savater, Zambrano, etc.–) es comenzar a pensar en lo insólito, en lo sorprendente, en lo inquietante y en lo irritante de ella. La verdad es el asombro de sí misma. La verdad desborda a los pensadores, o los deja ser furiosamente, o los desaparece incrédulamente en su no decir nada. La demokracia serestá en crisis de su “verdad”. El ser es una verdad que produce escandalosamente su propia esencia: ¡Soy lo que tengo que ser originalmente! ¡Soy lo que nadie puede ser por mí! Porque no existe nadie que habite mi verdad de ser-yo (o mi verdad de serme). Mi novedad es desconcertante. Lo verdadero mío irrumpe contra todas las cosas. Esta es una verdad espantosa. Es como pensar en los residuos de la historia: los españoles degollaron a los indios descaradamente, los pasaron por espada y los cocinaron como cerdos a la vara en nombre del cristianismo, la civilización y el desenfreno del oro.
Esta verdad de la “muerte que es el hombre” es una verdad espantosa e irreductible que los historiadores derechistas han tratado de ocultar y que nadie puede negar, ni siquiera los negadores de la verdad misma. El movimiento oscuro por erradicar la verdad los denuncia, y los señala. El palimpsesto histórico no permite reescribirla, ni decirla, ni enfrentarla. La verdad, afortunadamente, atenta contra nosotros. (La ley de la gravedad es extremadamente pequeña. Y hay una energía oscura que es brutalmente enorme.) La verdad nunca ha existido como ambigua, porque la verdad es una hipótesis de sí misma. ¿Cuál es el nombre de la verdad? ¡La verdad se llama Hécate! Pero ella ha acontecido siempre como un desafío de la incertidumbre: ¿la muerte de la madre es cierta o es falsa? El genocidio español,[v] ese movimiento cristiano que inventó el terror modernamente, delata a los que la ocultan, y al ocultarla la develan como cosa monstruosa; por ejemplo, los hornos de Hitler. ¿Cómo se piensa, entonces, lo horrendo de la historia sin pervertir a la verdad misma? Huimos nosotros, no la verdad, del espanto que somos y del espanto que hemos sido. Quien huye de la verdad somos nosotros. Quien escapa de la verdad somos nosotros. Los pensadores europeos se equivocan: no es el ser quien se retira de nosotros (Derrida). Somos nosotros los que nos retiramos del ser.
¿Quién huye, entonces? Esta es una pregunta fundamental, porque esta pregunta establecerá la diferencia entre lo verosímil de lo subversivo y lo inverosímil de la reacción (del simulacro, de lo incierto y de lo falso). ¿Pienso, luego, existo? ¿O poesío y, luego, existo? ¿Río y, luego, existo? ¿Zeno y, luego, existo? A la mentira no le queda otro recurso que fingir que es cierta. A la mentira no le queda otro recurso que pensar que “es”. Su no-ser aspira a su “ser”. La mentira ha querido siempre ser verdadera, pero la muerte-radical-de-los-hombres la fulmina. Porque la virtud de los hombres sabios (José Martí, por ejemplo, Miguel Hernández, Vladimir Mayakovski, Martín Adán, Paul Celan, Jersy Kosinski, Cesare Pavese, Anne Sexton, etc.) siempre se le ha opuesto. La sangre es superior a la palabra. La mayoría de estos héroes o de estos suicidas se opusieron a la mentira de su sociedad. El suicida, como los héroes, siempre yace delante del mentiroso. El onanismo de la mentira, de los maniquíes de la cultura profesoral, de la argucia y de los falsearios, es insoportable para la verdad. La verdad se torna terriblemente política. La verdad ataca. La verdad misma los delata. Los trefes huelen a chotas. Los trefes (los deformados, los enclenques del espíritu), los-“intelectuales”-de-la-pacotilla, huelen a comemierdas (a los coprófagos, y su variante en inglés: los bullshiter: los narradores de las mentiras.[vi]) Obviamente la colonia es la fosa séptica del status quo. Y por eso mismo, ¡la verdad de la república y la república de la verdad son inevitables! La libertá a veces puede ser monstruosa: Alemania o Nagasaki. Esta es una verdad terrible: la demokracia y el nazismo cometiendo los “mismos” crímenes.[vii] La bomba atómica es el espanto de una verdad insoportable. Los campos de concentración son la verdad de una utopía intolerable.[viii]
Poseer la verdad, poseer la capacidad de pensarla insólitamente, de serla, es ser el contemporáneo radical de la fetén. La verdad es lo-fetenero. Es ser contemporáneo de su propia capacidad de serse. Poseer la verdad, serla, es convertirse en lo innegable. La verdad es lo que no se puede tachar. La verdad es lo que está manifiesto para ser nombrado: dos por dos es una verdad apodíctica. Es una verdad necesariamente válida. Los límites están establecidos: matar o morir. Los hechos fuerzan el acontecer de la verdad (el asesinato de Pedro Albizu Campos, el asesinato de John F. Kennedy), aunque ésta sea destruida por el poder que la originó y “ahora” intenta deformarla. ¿Dónde está el cerebro de Kennedy? ¿Cuánto valía la guerra de Vietnam para la derecha? ¿Cuánto valía Waterloo?[ix] Hay “intelectuales” que padecen radicalmente de la verdadfobia.
Para que sea ella misma, la verdad tiene que convertirse en la negadora o en el no-ser de la mentira. La verdad tiene que serse como un acto furioso e inevitable: la independencia de Puerto Rico. La verdad no puede ser cierta y ser falsa al mismo tiempo. Las “proposiciones lógicas” (Wittgenstein) no lo permiten. Robar la verdad es un crimen anexionista. Los anexionistas son los bugarrones de la libertá.[x] Porque si la verdad es no-ser de alguien, este mismo “alguien” ha mentido cínicamente. Luis mató a Pedro. Pero María, su querida, ha dicho que este crimen no es cierto. Esta negación de María se parece al robo de las primarias en Puerto Rico. Alguien robó las primarias en Guaynabo y los estadistas dicen que no es cierto. La verdad política de saber la certeza está en peligro. Los politólogos mienten, los periodistas mienten. La mentira produce dinero. Los bonistas procuran el poder. La colonia los alimenta y los enriquece. Los intereses creados, abstractos y concretos, son los fabricantes de la mentira. Alguien desea que la verdad sea falsa. Porque algunos alcaldes, como algunos “filósofos-sociales”, están comprometidos con el derechismo y con la reacción. El fracaso de la verdad es la maldad (la vileza, lo execrable, lo abyecto —la excreta misma— de la colonia). La mentira es lo vil.[xi] Ella es (sin ser) el intento de deformar los hechos.  Ella es el intento de apropiarse de la verdad falsamente en el disparate anexionista: los cleptómanos como los defensores del ideal-falso. ¡Esto es así, porque la estadidad no es un ideal! ¡Celebrar a los invasores (1898-2013) no es un ideal! Someterse a la voluntad demokrática de Obama-Hitler no es un ideal.[xii]
La verdad ha salido a combatir quijotescamente por el ser que la constituye novedosa, esquiza y subversivamente. La resistencia a la mentira (o a la colonia) no podrá soportar la pasión de la verdad. La colonia no tiene alternativa: o tendrá que retirarse, o tendrá que hacernos desaparecer. Los puertorriqueños siempre hemos vivido al borde de la guerra civil y siempre hemos vivido al borde de la desaparición. Desde esa posibilidad el Frente Unido nos reclama históricamente. La virtud es el reclamo absoluto de la verdad.
Ésta, la verdad, es, pues, lo que ilumina lo que está sucediendo o lo que está por suceder suzukimente. El zen acontece: ¡la rosa me está mirado! Esta verdad es demasiado budista y demasiado profunda: o morimos o no morimos; o somos o no somos.[xiii] Esta verdad es demasiado poética y demasiado sospechosa. La verdad también es como el suicidio. Pero si la verdad está siempre en fuga, es porque la verdad no puede atraparse a sí misma en los museos coloniales. ¿Quién huye, repetimos? ¡Huyo yo, huyes tú, huye él, huimos nosotros! La huida es el asco a la verdad. La huida es el asco de la mentira a sí misma. Ella es el “poder” de los que sostienen calcomaníamente la “verdad” de lo falso (o el empuje brutal y académico de lo falso contra la verdad misma). Los cobardes pretenden escribir.
La verdad, pese a todo, deviene y continuará deviniendo. La verdad paradoja. La verdad es extraña y terrible. ¿Quién podría retenerla eckhartmente como nada de Dios? ¿Quién podría hacerla Cioran o nietzscheanamente cierta? El cadáver del suicida será cierto o será falso, pero no puede ser ambiguo. Porque esta verdad es el elemento mismo de la poesía. La verdad es lo que concuerda violentamente con su objeto. La verdad es lo inevitable de algo: que yo sea como soy, y que tú seas como eres. Esto no se puede esconder por mucho tiempo. La verdad es lo que no puede ser no dicho. La verdad es lo verdaderamente importante del ser: que un árbol sea frondoso y dé cerezos en marzo y en julio dé caribeñamente flores rojas o amarillas y se llame flamboyán. (El que éste haya venido de Madagascar y se haya prendido hermosamente a las tardes del ocaso y de las lunas no lo torna incierto.) El flamboyán es una verdad esplendorosa (como las gaviotas en las playas de los otoños neoyorquinos). La verdad es la poesía de todos los hechos de las cosas. Vulgarizada a veces, pero asombrada siempre en la boca de un niño, en la boca de un poeta, en la boca de una amante o en los ojos conspicuos de un extranjero.
La verdad es el límite mismo del lenguaje del mundo (Wittgenstein). Si te mato, ¿será cierto o será falso? ¿Quién se hallará en fuga? ¿Quién ha matado a Dios? ¿Los sacerdotes pedófilos o los historiadores postmodernos? ¿Quién mató a quién? No hay verdad postmoderna, porque todo está en fuga. Todo es relativo, todo es nihilista, todo es universitario. Alguien siempre se reirá de los terroristas de la lengua o de la lengua que habla de su propia fuga. La verdad ha sido arrojada del ágora de la plaza pública y de los centros comerciales. Las discusiones populares han sido canceladas demokráticamente. La verdad es como un revólver. La verdad es como el placer del alma: ni puede ser repetida, ni puede ser convencional.
La verdad, pase lo que pase, no dejará de ser extraordinaria. Una verdad estrecha es una verdad suicidada en el manoseo de la demokracia. Para salvar a la verdad contemporánea hay que enamorarse de ella como  de una estatua de Milos o como de una Biblis. (Psiquis se ha enamorado de Eros hasta desfigurarlo.) Si la verdad pierde su clítoris, pierde también su escándalo. Si la verdad pierde su extraoridinariedad, pierde su clítoris. La oblación política de la verdad es un crimen que realizan los intelectuales del capitalismo cafre e indomesticado. Ambiguarla es un delito. La verdad de Mefisto se parece a la verdad de Catete.  “El clítoris cayó al suelo.”[xiv]
La verdad radical es la casa apolillada del mundo. Los politólogos se mudan, mientras los poesiólogos enfrentan la gramática, la realidad y la mentira. Los poesiólogos enfrentan el status quo. Pero los inquilinos que huyen de la verdad supuran pus oscura y secretamente. Los costumbristas defenderán la “casa” como los reaccionarios ambiguarán la verdad. Asterión supera la “dicha”-demokrática de estar ensangrentado. Éste cambia coágulos por orgasmos.[xv] Los bugarrones lo vigilan. Los politólogos  no se atreven a ensayar el sentido inédito de la verdad. Los metafilósofos necesitan de la verdad para instituir el escándalo y erguir la verdad contra las sombras de la cueva platónica. El que diga la verdad de lo cierto morirá.
La verdad es una especie de climaxpatológico, lo esquizo mismo, con lo que ni el poder ni las zonas populares  del status quo pueden bregar.[xvi] Hipostasio [xvii] (en la verdad) todo lo que creo de mi ser. Intuyo que Dios es el genio que soy.[xviii] Yo genio cuando escribo y cuando poesío también genio. La realidad transformada (Marx/Bakunin, Lenin/los anarquistas: los decadentes, las vanguardias antiburguesas)[xix] nos ubica en la verdad de la no-huida.La realidad cambia, pero el capitalismo se defiende real, mercenaria e intelectualmente. Pese a todo, la demokracia está acorralada en su agonía. Democratizar a la demokracia es destruir la vesania del capitalismo.[xx] El superhombre se ha suicidado en la parodia capitalista de Supermán: Batman, Flash Gordon, Mickey Mouse: Walt Disney. El nihilismo agoniza en las caricaturas de la propaganda.
Lo accidental no se distingue, se separa o huye de lo hispostasiado (o de lo hipostasiante). La verdad no puede huir de sí misma. Este intento de huir de sí es su mito. La verdad cuando huye (en eso se parece al ser y a la realidad) mitiza. El bodorio o el himeneo de Tenatos/Eros es inevitable. El “yo realido” y el “yo mito”[xxi] ocurren simultáneamente, aunque los “intelectuales” y la gramática-Estado, este ente del orden, los resistan. La gramática y los “intelectuales” están enfermos del espanto de lo verdadfóbico.
La verdad del profesor Fulano está igualmente en fuga. La verdad de las claques, de los gángsters, está igualmente en fuga. Ahora se mata relativamente a nombre de la verdad pabonista llamada la demokracia-capitalista de la furia. Roma se plagia estadounidensemente. ¿Es la “verdad” de Pabón, acaso, la verdad de la fuga? ¿Es Pabón el profeta de los invasores, de los derrotados o de los nadie? ¿Quién ha vendido la verdad en el mercado siniestro de la demokracia capitalista? ¿Quién ha vendido tu cabeza (tu prepucio o tu sangre derramada)? ¿No es la afirmación pabonista tan fundamentalista como la verdad de una demokracia no pensada? Las contradicciones avanzan paradójicamente. Los que cayeron en la guerra civil española son una verdad implacable. Los vietnamitas que cayeron en Vietnam son una verdad imborrable. Los niños que cayeron en Hiroshima y en Nagasaki son una verdad inexorable. Cayó Franco, cayó Nixon, cayó la demokracia. La muerte del presidente norteamericano John F. Kennedy es una verdad espantosa, aunque los capitalistas hayan querido pervertirla. La verdad de la demokracia hiede: ¿dónde está el cerebro de Kennedy?
Las contradicciones no dejarán de alcanzarte. ¿Cómo cazar la verdad con la “verdad” propia, alquilada, empeñada, con la-verdad-de-los-clichés acumulados, o con los prolegómenos de la nada misma? La verdad de la “política del saber” tiene que ser medida por un país y por una universidad que no estén invadidos y que no estén intervenidos. La “verdad” de los “doctos”, piénsese en Nietzsche, es también una verdad subversiva que está en fuga, porque lo real acontece demasiado vertiginosamente en los apellidos extranjeros: Smith, Hunter, Williams, Roosevelt, Reagan, Bush, Obama, etc.
La verdad se mueve a la velocidad de la luz. ¿Qué haremos hoy con la verdad de tu cadáver? ¿Enterrarlo o dejar que los pájaros lo devoren a ver si el cadáver huye? ¿Se puede, entonces, hablar de la verdad “absoluta” de los profesores que presentan la identidad de los que no tienen entidad? La nada está vacía de ser. Y las preguntas se quedan guindando de los ganchos: ¿cuál es el ser colonial de los puertorriqueños en la verdad que huye? ¡Nadie habla, nadie dice y nadie piensa! ¡Ninguno posee una verdad que lo sostenga en los erebos de la colonia que hiede en los discursos! Porque estos, ustedes, tú, lector, no poseen verdad. La angustia ha resultado ser demasiado profunda. La identidad demasiado breve. La contestación es janista. Pero el que lee no entiende. Porque la universidad, como el país invadido, está vacía. Nadie define. Nadie piensa. Todos censuran. La “nueva” verdad en fuga habla de sí misma como si fuera otra. Hécate la contempla con todo su desprecio. Las verdades han sido suspendidas. Porque la nueva verdad no hace otra cosa que justificar a la fuga de su propia evasión. La “nueva” verdad ha resultado cobarde. La “nueva” verdad no hace otra cosa que justificar la fuga de su propio no-ser. Su verdad le ha resultado ajena. Los glotones que describen o que palimpsestan están de gula y no hacen otra cosa que justificar su propia eucaristía.
—¿Qué es la verdad?—preguntó Pilato.
Los hombres de los bleachers aplauden estúpidamente, porque no pueden hacer otra cosa que justificar la verdad del no-pensamiento. Justificar la no-definición. El cadáver te lee con los ojos cosidos. El cadáver te lee muerto. Esto no parece una verdad. La verdad no se parece a la verdad. Alguien se ríe. Los circos están vacíos; las legislaturas están vacías, los salones están vacíos. La historia también se ha tornado miseria. El cadáver del historiador se ha llenado de rosas. ¿Se puede, acaso, hablar aquí de una verdad que no dice nada de sí misma y que no se define por miedo a la definición misma? ¿Y que no dice quién, ni dice tampoco dónde o cuál es el sentido de la fuga, o cuál es el sentido de pensarla? La verdad puede ser derrotada, enterrada, palimpsestada, pero jamás será borrada. La verdad jamás dejará de ser escandalosa. Matarla es asumir inconscientemente su resurrección.  El hijo de Mirra es de una belleza escandalosa. Su belleza nacía del incesto. El sentido común no retrocede. Lo verdadero tampoco retrocede. La verdad es un ruido:
Asclepio resucitó a Hipólito.
La verdad es extraña, fantástica y maravillosamenteincierta. La verdad ha extraviado el sentido mismo de la nada. La Muerte, esquelética, cadavérica, sidística lee su iPad en las esquinas de Union Square, pero no mira a nadie. La verdad de ser ella la corroe. Las ardillas saltan. Los perros ladran y las palomas revolotean. La verdad no ha dejado de ser una tormenta. Oigamos la alegoría: la muerte está sepultando a la verdad. El día de mañana será diferente. Dios será diferente. La verdad será diferente.[xxii]
Abril 2013, Puerto Rico.
Bibliografía:
  • Cicerón: La república. Aguilar, Buenos Aires, 1967
  • De las Casas, Bartolomé: Brevísima relación de las destrucción de las Indias. Cátedra, Madrid, 1993
  • Fanon, Franz: Los condenados de la tierra. Fondo de Cultura Económica, México, D. F., 1969
  • Heidegger, Martin: ¿Qué es la metafísica? Ediciones Siglo Veinte, Buenos Aires, 1974
  • Nietzsche, Federico: Así habló Zaratustra. Alianza Editorial, Madrid, 1983
  • Ovidio Nasón, Publio: Metamorfosis. Cátedra, Madrid, 2007
  • Platón: La república: Alianza Editorial, Madrid, 1991
  • Popol Vuh: Fondo de Cultura Económica, 1999
  • Shakespeare, William: Hamlet. Cátedra, 2008
  • Silén, Yván: La poesía piensa. Editorial Tiempo Nuevo, San Juan, 2010
  • —–El maricón o los señores de la noche. Editorial Tiempo Nuevo, San Juan, 2012
  • Wittgenstein, Ludwig: Tratactus Logico-Philosophicus. Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1975
Notas:
[i] ¡La estadidad es un crimen!…..
[ii] Amar la verdad es amar la angustia. Amar la angustia es amar la verdad. La verdad es todo lo sublime del ser. La verdad es lo aplastante del ser.
[iii] ¡La verdad es radicalmente terrible hasta el sentido mismo de la muerte!
[iv] La afasia es el “orden” sistemático de los profesores de la colonia. La afasia del sistema económico del Estado Libre Asociado, o de su sustituto hipercolonial, la estadidad, produce bugarrones. (Dios está en huelga de hambre. Dios es la multiplicación del infinito para el cumplimiento de la verdad.)
[v ] Véase a Bartolomé de las Casas.
[vi] Aquí, obviamente, no estamos hablando de los novelistas ni de los cuentistas, sino de los defensores del status quo.
[vii] Dios no puede violar esta libertá concedida.
[viii] Platón expulsaba a los poetas de la “república”. La lucha por el “saber político” estaba instituido.  ¿Cuánto valía el silencio de Platón? (¿Cuánto costó el silencio de Cicerón?) El creador de los diálogos terminaría siendo vendido como esclavo. Cicerón terminaría siendo asesinado. Las paradojas de la filosofía y lo real estaban establecidas. El poeta caería, pero conjuntamente con él caerían los filósofos y los sofistas. Atenas estaba en peligro. Roma tropezaba con sus propios derechos y con su propia corrupción. El cristianismo avanzaba furiosamente.
[ix] Los anacronismos son míos y están establecidos estética y políticamente.
[x] Véase “Los  maricones  o los señores de la noche” y  “Las novias de la aurora” de Yván Silén.
[xi] En inglés, “depravity”.
[xii] El congreso yanqui, ¿ha dejado de ser? Éste, y no el presidente Obama (ladrón del Premio Nobel de la Paz), es el único que puede imponerle imperialistamente un plebiscito a Puerto Rico. ¿Dónde están los condenados demokráticos de la tierra? (Véase Los condenados de la tierra de F. Fanon.)
[xiii] Véase Hamlet.
[xiv] Véase mi cuento “Nandirí” (http://odiseoenelerebo.blogspot.com/2012_09_01_archive.html).  Véase también la crítica del profesor Francisco Cabanillas a dicho cuento: http://odiseoenelerebo.blogspot.com/2013/04/el-efecto-nandiri-el-cuento-africano-de.html.
[xv] Véase “La casa de Asterión” de Jorge Luis Borges.
[xvi] Bregar aquí, para entrar a la zona de lo popular, es tener los cojones en su sitio.
[xvii] Yo hipostasio, tú hipostasias, él hipostasia, nosotros hipostasiamos, ellos hipostasian.
[xviii] Yo genio, tú genias, él genia, nosotros geniamos, ellos genian.
[xix] Benjamin, Sartre, Fanon, Bonhoeffer, García Lorca, Matos Paoli, etc.
[xx] El hitlerismo de la demokracia en Vietnam y el bombardeo despiadado de la demokracia en Iraq y en Afganistán. Democratizar la demokracia es sustituírla por una utopía radical en donde el hombre reine como Dios. El “reino de la tierra” lo llamaba Nietzsche sin sospechar una Primera Guerra Mundial y una Segunda Guerra Mundial.
[xxi] Verbos creados por Yván Silén: yo mito, tú mitas, él mita, nosotros mitamos, ellos mitan; yo realido, tú realidas, él realida, nosotros realidamos, ellos realidan; yo serestoy, tú serestás, él serestá, nosotros serestamos, ellos serestán; yo dios, tú diosas, él diosa, nosotros diosamos, ellos diosan. La gramática se halla en peligro. ¡La gramática bastilliza!…..
[xxii] Este es el color de la muerte y este es el color de Zaratustra.

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