La victoria de Trump y las izquierdas

La victoria de Trump y las izquierdas

elecciones-usa-loquesomosAntoni Puig Solé*. LQSomos. Noviembre 2016

Al inicio de la crisis, escribí un artículo (1) sobre lo erróneo que era analizar la crisis económica y sus consecuencias a través de la búsqueda de chivos expiatorios.

Los resultados electorales recientes en EE.UU. me reafirman en esa misma opinión y la reivindico de nuevo. Ahora acabamos de ver cómo el descontento, el rechazo de las “élites” y la corrupción de los políticos, han sido canalizadas por un bocazas de extrema derecha.

El fracaso de Hillary pone de manifiesto una cierta crisis en la política burguesa de las últimas décadas. Los desposeídos, los parados, los marginados, los millones de personas de la clase trabajadora norteamericana que se han sentido abandonados… han dicho que están hartos.

Hillary Clinton, disfrazada ahora de feminista, ofrecía continuidad. Más austeridad, más paro, más precariedad, más cárceles y, sobre todo, más guerra. Con este programa, ha perdido la confianza, incluso de una parte de su electorado clásico, entre los cuales también hay rabia por el trato recibido durante décadas, unas décadas que se inauguraron con la presidencia de su marido. ¡No más mentiras! Este ha sido el mensaje de la gente trabajadora. Un mensaje que parece que en Cataluña algunos no acaban de entender cuando todavía nos quieren presentar la derrota de una mujer ambiciosa, como si se tratara de la derrota del feminismo.

Ahora parece que se reconoce que si el Partido Demócrata hubiera apostado por Bernie Sanders, Trump no habría ganado. Pero Bernie Sanders fue apartado para apostar por una estafadora. He aquí el problema.

Clinton esperaba el voto de un amplio espectro de las minorías más marginadas, pero muchas de esas minorías están avergonzadas por cómo se las ha tratado. Trump, en cambio, ha tenido la habilidad de apropiarse de toda la furia y el descontento de los desposeídos. Sus argumentos son falsos. Pero el problema es que en las últimas décadas, no se ha sabido poner al descubierto las verdaderas causas de las crisis y del incremento de las desigualdades sociales. Así las cosas, ha podido decir lo que le daba la gana.

Como suelen hacer las derechas y la demagogia fascista, Trump dijo barbaridades de las minorías, de los migrantes y de las personas vulnerables a fin de sembrar divisiones entre las masas trabajadoras, neutralizando así cualquier amenaza que pudiera cuestionar la continuación del sistema capitalista.

Las pretensiones más reaccionarias de Trump, se pueden parar como en el pasado se han detenido otros peligros. De eso no tengo duda. Ahora bien, estoy convencido de que no lo harán los medios de comunicación que lo han detestado en la campaña. Ya veréis cómo dentro de poco, estos mismos medios le tratarán de manera respetuosa e incluso, puede que le propongan como candidato al premio Nobel.

Ahora mismo la xenofobia prevalece sobre la sociedad burguesa en todos los lugares. La cuestión no queda limitada a Trump en Estados Unidos o Erdogan en Turquía, como quieren hacer creer ciertos medios. Encuentra fuertes ramificaciones en la Unión Europea y las tuvo también durante las presidencias demócratas de Billy Clinton y de Obama.

Ya es hora de que todos nos demos cuenta de que el odio a las “élites”, los chivos expiatorios, la adoración a “la eficacia del capital” –que difunde el neoliberalismo y que parecen compartir casi todas las formaciones políticas– y la incapacidad para poner el descubierto donde se encuentran las verdaderas causas de las crisis, es la vía que alimenta el fascismo.

Ahora bien, por el momento no estamos todavía en la presencia de un movimiento fascista como el que se vivió antes de la Segunda Guerra Mundial. Para que esto ocurra, Trump debería movilizar una milicia similar a las de las camisas marrones o negras como hicieron Hitler y Mussolini. A Trump, de momento, le basta con el espectáculo.

Trump, por otra parte, no ha disuelto el Parlamento como hizo Hitler, ni ha encarcelado a los diputados incómodos. Esto difícilmente ocurrirá porque no hay ninguna amenaza para el sistema capitalista. No hay una izquierda revolucionaria con fuerza de masas. La izquierda que existe al capitalismo le hace cosquillas.

En estas condiciones, a la clase dirigente de los Estados Unidos, la victoria de Trump le va bien. Permite neutralizar y destruir cualquier movilización y descontento que proponga cambiar el sistema político estadounidense en un sentido igualitario. Por otra parte, los medios de comunicación también avalan esta pretensión, acentuando el espectáculo. Sin duda, el mandato de Trump será un mandato más autoritario y degradante que el anterior y tendrá consecuencias en otras partes del planeta.

Pero hay que tener en cuenta que no debemos personalizar. Trump y los magnates de la prensa capitalista, no son los únicos miembros de la clase dirigente de los Estados Unidos. Hay peces más grandes en las filas de la clase dirigente y estos peces no buscan otra cosa más que mejorar la tasa de ganancia y vender sus mercancías, entre ellas las de las industrias armamentistas.

Uno de los errores de cierta izquierda es ver el problema en la actitud de la gente, en lugar de hacerse su propia autocrítica. Lo que corresponde ahora es poner al descubierto los verdaderos intentos de la clase dirigente y canalizar el descontento hacia una dirección contraria a la que ha tomado recientemente.

Por tanto, la situación actual nos dice que hay posibilidades reales para la apertura de un frente unitario contra el sistema. El gran debate, debe ser: ¿cómo lo hacemos?

Nota:
1.- Crisis económica capitalista y chivos expiatorios

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