Marcela Silva Núñez – Cuentos (II)
Marcela Silva Núñez*. LQSomos. Enero 2014
Rojo
Sin la lluvia no la hubiera conocido. Ella no se habría refugiado tiritando en aquel zaguán. Sin el retraso de su amigo, Iván no se habría aturdido con el perfume que emanaba esa piel húmeda. No habría percibido la respiración agitada. Atisbos de contornos acariciables. Seda bajo una seda que insistía en delinear el cuerpo de su dueña.
Sin la lluvia, sin retrasos, no habría dicho aquella estupidez:
–Tiempo loco, ¿eh?
Sin la lluvia, sin retrasos, ella no habría soltado esa risa que lo hechizó para siempre. Iván nunca se habría deslumbrado con esos ojos. Porque ella no tenía cara. Era sólo ojos.
Ahora… ya fue. No debería haberlo firmado –pensó Iván con el pincel aún en el aire– tendría que haber retardado este momento, inventar excusas, ¡qué sé yo…!. Ya es tarde, ya está hecho…
En el fatal instante de plasmar su rúbrica el tiempo se detuvo. Iván y ella comprendieron que todo estaba concluido. Última estocada. Garabato mortal que la liberaba de infinitas tardes compartidas. Cientos de pruebas hasta el mágico instante. Por fin, el color exacto parecía hacer justicia a la expresión burlona de sus ojos negros o al tono preciso de unos labios mordidos. Al sabor a frutillas maduras de esa sonrisa que lo enloquecía lenta y golosamente.
… nostalgias / de escuchar su risa loca / y sentir junto a mi boca / como un fuego su respiración…[i]
La voz de Julio Sosa llegaba desde la radio para poner palabras en dos por cuatro a sus pensamientos.
…angustia… de sentirme abandonado / y pensar que otro a su lado / pronto… pronto le hablará de amor…
Las manos aún manchadas de Iván dejaban huellas coloridas en sus mejillas cuando, mecánicamente, se secaba alguna lágrima. No podía apartar la vista del lienzo.
Ninguno de sus pigmentos captó esos matices irrepetibles: el imposible carmín de aquella peonía o el fugaz rubor aceptando temblorosa el agasajo cursi del pintor. Vanas pinceladas sustituyendo sonidos por colores, aromas por tonalidades. La oscuridad de su mirada escapaba del encuadre, la expresión de sus ojos se burlaba del claroscuro tan perseguido. Líneas caprichosas buscando el eco de su risa.
Registrar sensaciones para que otros la admiren, para que todos amen esa imagen.
Pero ya nadie… nadie le hablará de amor.
– … desde mi triste soledad veré caer / las rosas muertas… –cantaba Iván mientras restregaba sus dedos bajo el chorro de agua que se diluía, girando. Amarillo, perezoso… azul, tibio… rojo, rojo, rojo…
[i] Nostalgias – Tango (Argentina, 1936)
Música: Juan Carlos Cobián – Letra: Enrique Cadícamo.
Un regalo distinto
Lo primero que observan son mis zapatos. Siempre taconazos, pasos apresurados rumbo a la puerta de embarque. Falda tubo, negra, largo couture. Camisa blanca, pendientes de argolla, maquillaje perfecto…
–Bienvenido, Mr. Marshall –me dice la azafata con su sonrisa número cinco y su cortesía de manual–, su asiento es el 1B, pasillo como siempre. Buen viaje.
–Muchos viajes, aviones… –había dicho la adivina, sin sonreír, mientras daba vuelta las cartas–. Éste es usted –y señaló una carta con su perfecta uña postiza–, lo veo con traje, corbata… ¿tiene un trabajo importante?… ¡No! ¡No me diga nada!… –iba poniendo cartas alrededor de esa que había indicado–, mire… hombres de negro, lo rodean, lo persiguen…buscan a un ejecutivo. Pero no le pasará nada –afirmó con estudiado dramatismo–, siempre y cuando viaje siempre en Business class… y no se aparte de la alfombra vip–. Clavó sus ojos de esmeralda en los míos.
Tras la cena de empresa, nos acercamos al árbol de navidad a abrir los regalos. Dos esferas color esmeralda reflejaban una caja blanca con mi nombre. Yo ya sabía su contenido. No sólo porque la etiqueta de Manolo Blahnik me resultara familiar sino porque yo mismo la había depositado allí esa tarde, después de consultar a la bruja.
–¿Zapatos rojos de tacón? –dije con toda la sorpresa que pude fingir–. Parece que Papá Noel se ha equivocado…
Se produjo un silencio incómodo entre los presentes. Algunos trataron de esconder unas risitas nerviosas, otros intercambiaron miradas desorientadas.
–No… no se preocupen… ejem…yo mismo me puedo encargar de cambiarlos –trataba de parecer convincente.
–Ya me parecía que este era “amigo de Dorita”…-alcancé a oír un cuchicheo a mis espaldas.
Desde entonces, nunca subo a un avión sin antes golpear mis talones.
Sobre la autora
En el Otoño, a veces es Buenos Aires.
Desde que nací (en el Otoño, en el Buenos Aires de 1961) supe que volvería a España.
Nadie me prometió días de felicidad, pero cualquier tristeza o dolor se desvanecen si miro el horizonte del Mediterráneo y el Noi me cuenta sus pequeñas cosas.
A veces la luna va rodando por Gran Vía y la Cibeles baila un tango… Pongamos que hablo de… los buenos aires madrileños.
Fui Profesora hasta que me cansé de hacer beneficencia. Productora y Directora para Radio y Televisión, desde que decidí trabajar en lo que antes eran mis hobbies. Profiler en Barajas, desde que pasé a ser “legal” en España (no sé vivir sin comer). Redactora para que me inviten… (no sé vivir sin teatro)
Libros: siempre uno en el bolso, de papel y subrayado.
No quiero defraudarlos. Para no contradecir al arquetipo siempre digo que soy argentina, y lo ejerzo: yo antes tenía un defecto, era pedante; ahora lo corregí, soy perfecta.