Marcela Silva Núñez – Cuentos V
Marcela Silva Núñez*. LQSomos. Junio 2015
Sentidos
El calor que desprendían los cuerpos se podía ver. Una aureola rodeaba a cada persona y cada una tenía algo en común con las de los otros pasajeros, como en los diagramas de Venn, lo único que recordaba del colegio.
El túnel entró en el metro. Las sombras se comieron las luces del vagón después de parpadear un par de veces, como resistiéndose. Apagón. Conjunto vacío.
Y de pronto, entre todas las voces, Ella reconoció aquella que erizaba su piel cada noche, anticipándose en cada frase a sus deseos. Esa voz que la acariciaba y que, a la distancia, guiaba sus propias manos…
–Te beso delicadamente el cuello… y mi mano sobrevuela tu vientre, lentamente, sobre la seda del pijama… ¿lo sientes?
–Sííí…. ¿cómo sigues?
Y Él seguía, complaciéndola, saboreando en su oído los susurros, paladeando en sus propios labios una piel que se le antojaba con aroma de vainilla o, a veces, ligeramente salada. Sospechaba un cuerpo sudoroso, idealizaba una cara resplandeciente en la penumbra de su cuarto…
En la oscuridad, en el metro, Él hablaba con su compañero de trabajo. Los datos de expedientes y archivos no impedían que su tono, su vibración le produjeran a Ella el mismo efecto que en la oscuridad, en su dormitorio.
–Espero que esto se solucione pronto, la gente está empezando a ponerse nerviosa. Empiecen sin mí. Hasta luego.–dijo la voz conocida, reconocida, entre muchas otras que protestaban, informaban, justificaban.
Sin pensarlo, a pura pasión, Ella sacó de su bolso el teléfono móvil y marcó el número de Él.
– Hola, ¡quiero jugar!– ordenó en un estremecimiento.
– ¿Ahora? No puedo, estoy en el metro…
– Yo también.
… y después…
Él cierra la puerta de entrada con llave y la tira a la alcantarilla.
Irene: –¿Por qué hiciste eso?
Él: –No vaya a ser que a algún pobre diablo se le ocurra robar y se meta en la casa, a esta hora y con la casa tomada. Vamos… alejémonos.
Irene: –¿A dónde? ¿Qué vamos a hacer ahora?
Él: –No sé, pero se me ocurre que no es conveniente que hablemos aquí, pueden oírnos.
Irene: –Tengo miedo… ya es muy tarde.
Él: –Es lo único que podemos hacer ahora. Mañana hablaremos con la abogada. Ella siempre tuvo la solución para los problemas de la familia.
Irene: –Pero ellos tienen mucho poder. Se fueron adueñando de todo cuanto quisieron… y ahora nuestra casa…
Él: –No podrán con nosotros. Tenemos que ser fuertes hasta el final.
Irene: –¿No es éste el final?
Él: –Todavía no… todavía no.
Irene: –Pero ellos tienen la casa… todo lo que nos pertenece. No soporto ni siquiera la idea de que miren nuestras cosas… imagino sus manos tocando mis tejidos, tus libros y me siento humillada, es como una violación. No tienen derecho.
Él: –Calmate, todo se va a solucionar.
Los dos hermanos se detienen frente a una librería.
Él: –Mirá, este es el libro que estaba buscando… mañana mismo lo compro, cuando salga a buscar las lanas que me pediste. Quiero que me termines de tejer ese chaleco.
Irene: –¿Cómo podés hablar así, como si no pasara nada…? Estoy muy cansada, ¿podemos detenernos un minuto?
Él: –No, ya casi llegamos a Rodríguez Peña.
Irene: –Es cierto… ¿por qué volvimos al mismo lugar?
Él: –Porque es el único lugar al que pertenecemos. La puerta de atrás está abierta… no han tenido la precaución de cerrarla… no imaginaron que alguien podía tomar la casa… entremos.
* En el Otoño, a veces es Buenos Aires.
Desde que nací (en el Otoño, en el Buenos Aires de 1961) supe que volvería a España.
Nadie me prometió días de felicidad, pero cualquier tristeza o dolor se desvanecen si miro el horizonte del Mediterráneo y el Noi me cuenta sus pequeñas cosas.
A veces la luna va rodando por Gran Vía y la Cibeles baila un tango… Pongamos que hablo de… los buenos aires madrileños.
Fui Profesora hasta que me cansé de hacer beneficencia. Productora y Directora para Radio y Televisión, desde que decidí trabajar en lo que antes eran mis hobbies. Profiler en Barajas, desde que pasé a ser “legal” en España (no sé vivir sin comer). Redactora para que me inviten… (no sé vivir sin teatro)
Libros: siempre uno en el bolso, de papel y subrayado.
No quiero defraudarlos. Para no contradecir al arquetipo siempre digo que soy argentina, y lo ejerzo: yo antes tenía un defecto, era pedante; ahora lo corregí, soy perfecta.