María (2017): desde la diáspora
Francisco Cabanillas. LQSomos. Octubre 2017
I have just met a girl named Maria,
and suddenly that name
would never be the same
to me.
West Side Story
La María, qué le importa padecer,
llegar a palidecer
en su loca fantasía.
Héctor Lavoe
Los taínos consideraban a Juracán una manifestación
de la furia de la diosa de los vientos, Guabancex.
Félix Cruz
I. De martes a miércoles
De una catástrofe a otra. Horror y espanto, como en una pesadilla de David Lynch o de Alejandro Jorodowsky.
Podredumbre. La poesía apesta como el estiércol.
Las imágenes en YouTube desafían la realidad euclideana. Lo que veo parece mentira.
Locura. Violencia. Temblor; rechinar de dientes.
Martes, 19 de septiembre; víspera de una hecatombe boricua en el contexto de un desastre mexicano.
II. México
Frente a la cámara que lo filma para un video casero, demasiado casero, el muchacho que posa pronto se da cuenta de que algo anda mal. Inmediatamente, la amiga que filma reacciona con espanto: el edificio que está detrás del mexicano se ha empezado a mover. Zigzagueo del hormigón; pedazos del inmueble se desprenden desde lo alto. La cámara que graba tiembla. El muchacho se voltea. Culebreo del horror. “¡Ay Dios mío!, ay Dios mío!,” las invocaciones de la muchacha que filma resultan puntuales: el edificio de fondo se desploma como si hubiera sido implosionado.
Polvareda; cámara en negro. Gritos a granel.
Navegando por el ciberespacio en busca de más información sobre el terremoto que acababa de ocurrir en México, un salto en la navegación cibernética me lleva a Puerto Rico.
Enfoco: el huracán María, que, el lunes 18 de septiembre por la noche, había castigado a la isla de Dominica, enfila en dirección hacia la isla de Rafael Tufiño, cuyo grabado ciclónico, Temporal (1953-55), recuerda el espanto del huracán San Felipe de 1928: “Santa María, líbranos de todo mal, ampáranos señora de ese terrible animal.”
Ella sopla con fuerza. Dice Félix Cruz: “Para ellos [los taínos] Guabancex, ‘la que con su furia lo destruye todo’, generaba los huracanes agitando sus manos. De hecho, la mayoría de los cemí asociados a la diosa la representaban como un rostro aterrador moviendo sus brazos” (2017).
III. 20 de septiembre
Puerto Rico, isla del embate. María: ¿madre de todas las madres?
De vuelta a la pantalla de YouTube, miércoles de mierda, ahora para ver el espanto de la fiera, desde el escritorio (con el café en la mano), encima de la isla de Palés Matos. ¡Las palmas se quieren partir! ¿Vuelan las planchas de zinc por la Ponce de León?
El animal destroza a quemarropa el paisaje creado colonialmente —¡nuestra modernidad!— por el Estado Libre Asociado (1952), tantas veces socavado desde que, en 2015, el impase de la deuda pública, brutalidad neoliberal, estalla en el seno de la administración de Obama (que, a pesar de la liberación de Oscar López Rivera, nos pasa por la piedra del colonialismo rancio, al reafirmar nuestra subalternidad bajo la ley PROMESA; sin vaselina, como diría el lenguaje machista de Octavio Paz).
De Manos a la Obra (1947) a PROMESA (2016-17); frente a YouTube, todo, como en un video clip dañado, fuera de ritmo, se aceleraba con el viento. Las imágenes se alargaban. La realidad se estiraba hasta el límite del viento y la violencia, a diferencia, según Frank Mújica-Baker, del peor de todos los huracanes: “La mayor tragedia humana que ha sufrido Puerto Rico fue cuando el 8 de agosto de 1899 en el Huracán San Ciriaco murieron en Puerto Rico alrededor de 3,300 personas. San Ciriaco no fue en realidad de tanta intensidad como San Felipe II, pero la producción de lluvia fue extrema y según la historia fue el agua y no el viento lo que ocasionó tantas muertes” (sf).
Estremecido bajo la lluvia y el viento —el agua de la playa se mete por el Parque del Indio en Condado; la avenida Isla Verde es una calle abandonada enfurecida consigo misma; Puerto Nuevo se inunda—, María sacaba a Puerto Rico de sus definiciones, transformándolo en una maldición bíblica; atroz y atea. Radicalidad. Turbulencia. Ferocidad.
Entre noticias de Radio Isla y Radio Universidad vía internet… artículos periodísticos… YouTube… miércoles infinito… ráfaga tras ráfaga… la patria de Betances, Hostos y Albizu… el ruido… los pedazos… estirones del demonio… alargamientos… tenacidad… insistencia… violencia de una velocidad que pega en la madre.
Del 20 aa 23 de septiembre: tres días sin poder hablar con Puerto Rico.
IV. Poesía de mierda
Ella ha roto la política neoliberal que nos impuso Obama; madre encabronada con la furia de los plutócratas que empobrecen la isla con su kakocracia.
Como el hijo, quien, iracundo, amonestó a los mercaderes que habían hecho del templo un mercado, por lo pronto, les rompió el negocio a los de Wall Street y su Junta de Control Fiscal.
Ahora no juega nadie, dijo mientras se relamía los labios como si fuera un personaje de La casa de Ulimar (1988), novela perversa de Iván Silén que empieza también con un huracán: “María tocó la rata con la punta del pie. Estaba muerta. Las primeras moscas verdes la poblaban.”
Un acto de amor, dice, Eros en vez de Tánatos, para que los buitres pasen hambre y no se puedan enriquecer robándole el alma a Puerto Rico con una deuda odiosa e impagable. Ahora, como el culo, que coman caca.
Madre de todas las madres: María, “la más puta de todas la señoras, la más señora de todas las putas” (Sabina).
Más artículos del autor
* Francisco Cabanillas (1959, Puerto Rico) enseña lengua española, cultura y literatura hispanoamericana en Bowling Green State University, Ohio. Ha publicado cuatro libros de ensayo: Escrito sobre Severo (1995), Pedreira nunca hizo esto (2007), K-lores del trópico: ensayos transboricuas (2012) y Ensayos silenistas (2014). Miembro de LoQueSomos