Marxistas en un callejón de difícil salida
En 1965, Louis Althusser, en el prefacio de “Pour Marx” hizo una crítica fulminante a los intelectuales marxistas franceses de la época. Lamentaba que destinaran “la mayor parte del tiempo a militar, cuándo también habrían debido de defender el derecho y el deber de conocer”. Esta conducta había ocasionado “la ausencia de una real cultura teórica”. Para superarlo, se necesitaban“hombres filosóficamente bastante formados para considerar que el marxismo debía de ser no solamente una doctrina política, un “método” de análisis y de acción, de las sociedades y de las diversas “ciencias humanas” sino también de las ciencias de la naturaleza y de la filosofía”.
En los últimos tiempos hemos vivido algunas situaciones que colocan de nuevo en el centro de la actualidad la crítica que en su momento formuló Louis Althusser:
En primer lugar, es fácil darse cuenta de que ahora hay un puñado de intelectuales especializados en temas sectoriales, que se dedican única y exclusivamente a cooperar en las tareas de elaboración programática y a suministrar ideas sobre los contenidos y las consignas de las campañas electorales y las movidas diarias. Una parte significativa de estos intelectuales, actualmente ni siquiera se consideran marxistas.
Por el contrario, a los que nos reivindicamos marxistas, se nos está conduciendo a un callejón sin salida: o bien nos enclaustramos en un debate escolástico que no interesa casi a nadie y en el cual no participan la mayor parte de los activistas sociales o bien nos sumergimos en el activismo irreflexivo y nos colocamos detrás las barricadas.
Paradójicamente en los últimos años se ha produciendo una simbiosis entre estas dos opciones : Los estudiosos académicos del marxismo con más renombre han ido publicando libros y revistas mientras patrocinaban el hiperactivismo e incluso se apuntaban a las campañas de desprestigio y acoso contra las organizaciones políticas de las izquierdas realmente existentes y contra los sindicatos de masas. De este modo, los activistas sociales más radicalizados, se han encontrado muy cómodos, ya que estos intelectuales los han mitificado y les han ofrecido garantías de no interferir en sus decisiones y en su punto de vista ideológico, sea el que sea.
De hecho, estos “intelectuales marxistas” estás haciendo más o menos lo mismo que los intelectuales académicos que cooperan con los partidos de izquierdas y con los sindicatos de masas: aportan ideas programáticas y consignas fáciles de digerir para los llamados movimientos sociales sin prestar mucha atención a la corrección o incorrección de sus acciones y a las consignas que formulan.
Un caso ejemplificador lo tenemos en algunos de los planteamientos que han llevado a cabo los movimientos sociales de más éxito en los últimos tiempos. Fijémonos, en primer lugar, en la afirmación: “no somos una mercancía”. Es llamativa, pero niega a la teoría laboral del valor tal como Marx la formuló y esto tiene consecuencias ideológicas y políticas profundas. Sin embargo, para la mayoría de los activistas sociales y para los intelectuales marxistas que los apoyan de forma acrítica, esta consigna era y es una maravilla.
Otro ejemplo, más reciente, lo tenemos en la consigna “no nos representan” que hace referencia a los cargos públicos electos y que se ha escuchado reiteradamente en las plazas de pueblos y ciudades de todo el Estado español. Es una consigna que, por cierto, no hace distinción entre cargos públicos al servicio de las clases dominantes y cargos públicos al servicio de las clases trabajadoras. Pero la realidad desmiente esta consigna. La hegemonía de las ideas de la burguesía monopolista acompañada de un sistema electoral perverso y de una izquierda impotente condujeron después de las elecciones generales de hace cuatro años a una realidad parlamentaría donde los enemigos de las clases trabajadoras han alcanzado unos niveles de representación a los que en el Estado español nunca se habían llegado en regímenes de democracia burguesa. Esto ha dejado muy desvalidas a las clases trabajadoras cuando ha llegado el momento de afrontar la crisis económica.
En el escrito que mencionaba al comienzo, Louis Althusser, parafraseando Lenin, recordaba que la ideología “espontánea del movimiento obrero no podía producir por sí mismo sino el socialismo utópico, el trade-unionismo, el anarquismo y el anarco-sindicalismo”. Esta advertencia también es válida en nuestros días.
Sin embargo, la formulación de Althusser con la que he iniciado este escrito pecaba de teoricismo y el propio Althusser lo supo reconocer años después. En otras palabras, no daba la importancia que merece al vínculo entre teoría y práctica aunque intentaba atenuar esta carencia inventándose un nuevo concepto que denominó práctica teórica.
De hecho Althusser criticaba una visión limitada de la militancia que está muy extendida en nuestros días y en la que, o bien no se toma en consideración la elaboración teórica, o bien se delega la responsabilidad en terceros. Por lo tanto, a nivel general su crítica era y es correcta.
A estas alturas ya debería ser evidente que una práctica ausente de teoría no conduce a ninguna parte. Ahora bien, esta manera de actuar sí que puede ser de mucha utilidad para aquellos que de nuevo se están instalados en la creencia de que “el movimiento lo es todo mientras que el fin no es nada”.