México. Un balance sobre la despenalización del aborto

El 24 de abril se cumplieron cinco años de la despenalización del aborto en el Distrito Federal. El balance de lo que ha sido esta experiencia es sumamente positivo, especialmente por las “buenas prácticas” que se instauraron para hacer valer el derecho a decidir de las mujeres. Las cifras, con información del 27 de abril de 2007 al 16 de abril de 2012, son impactantes: 120 mil 541 mujeres solicitaron información sobre la Interrupción Legal del Embarazo (ILE); 99 mil 858 hicieron su solicitud de procedimiento, pero únicamente se realizaron 77 mil 524. Eso significa que 20 mil 683 mujeres que pidieron información ya no hicieron la solicitud de procedimiento, y que de quienes sí la hicieron 22 mil 334 ya no se realizaron la ILE, tal vez porque cambiaron de opinión o porque tenían más semanas de embarazo que las reglamentadas. Es una lástima que no exista la posibilidad de conocer las razones por las cuales tantas mujeres se desistieron.

En este lapso se confirman varias tendencias. Una es la procedencia de las usuarias: 17 mil 872 (23%) vino del Edomex; 2 mil 567 (3.31%), de otros estados, y 57 mil 85 (73.6%) son del DF. También se sostiene la tendencia de que las mujeres llegan a solicitar el servicio de ILE en promedio con ocho semanas de embarazo. Esto ha favorecido el hecho de que el 85% de las usuarias del servicio puedan ser atendidas con pastillas. Este tipo de procedimiento (también llamado “aborto farmacológico” o “aborto medicamentoso”) permite interrumpir un embarazo sin necesidad de hospitalización ni intervención quirúrgica. Es un método seguro, de alta efectividad, y los estudios al respecto demuestran que 95% de los abortos inducidos por esta vía son exitosos.

Entre las buenas prácticas que implementó la Secretaría de Salud del Gobierno del DF se encuentra indudablemente la adopción de esta tecnología médica de punta. Recomendado por la Organización Mundial de la Salud, este fármaco se utiliza ampliamente en Europa, pues la política sanitaria de los gobiernos ha sido promover la “píldora abortiva” (nada que ver con la pastilla del día después) para reducir los abortos quirúrgicos. También se usa en China, Israel, Canadá, Nueva Zelanda y Estados Unidos. La Food and Drug Administration (FDA) de EU aprobó el aborto con medicamento en septiembre del 2000, 20 años después de su creación, con lo cual se convirtió en el ejemplo más escandaloso de un medicamento que tarda más de dos décadas en estar a disposición de los usuarios estadounidenses, acostumbrados a contar con los adelantos científicos tan pronto se producen. Que las autoridades sanitarias de EU la permitieran, aunque con tanto retraso, fue una victoria política para Clinton y los demócratas.

Aunque las razones para abortar vienen dictadas por las circunstancias personales de las mujeres, y no por la supuesta facilidad de los métodos, los grupos conservadores consideran que la “comodidad” de este método incrementa el número de abortos. También sueltan la amenaza de que las mujeres se van a administrar solas el medicamento y no van a acudir a la imprescindible revisión posterior. Pero lo notable de la experiencia del GDF es que las mujeres han mostrado ser muy responsables, y han comprendido perfectamente la importancia de regresar a consulta a realizarse el ultrasonido que confirmará que el procedimiento ha sido completado exitosamente.

Los estudios realizados antes de la despenalización sobre las actitudes de los médicos mexicanos en relación con el aborto voluntario mostraban la pobre opinión que éstos tenían de las mujeres que abortan, por compartir la estigmatización social que existe. En una encuesta nacional del Population Council, Silva et al (2009) encontraron que más de la mitad de los médicos encuestados calificaron a las mujeres que buscan abortar como “irresponsables”. Sin embargo, la ILE con pastillas ha transformado la actitud del médico hacia la usuaria, pues tiene que confiar en que ella realizará adecuadamente el procedimiento en su casa y que, responsablemente, regresará a revisión.

Tal vez la confianza que se depositó en las usuarias es la más relevante de las buenas prácticas que la Secretaría de Salud del GDF ha desarrollado estos cinco años. Tratar a las usuarias del servicio de ILE como sujetos capaces de asumir la parte que les toca tiene efectos muy positivos desde donde se vea. En paralelo, la legalidad de la ILE ha ido generando una desdramatización del proceso de aborto, y es patente cómo muchísimas mujeres se han desculpabilizado, y las “pecadoras” han pasado a ser ciudadanas que exigen un servicio.

Son varias las aportaciones que este modelo de atención de ILE ha introducido en un campo por demás lleno de tensiones, como lo es el de los servicios de salud. Pese a la existencia de personal objetor de conciencia, la Secretaría de Salud ha sabido sortear potenciales conflictos y dar un servicio impresionantemente seguro y tranquilo. Las buenas prácticas suelen generar buenos resultados. Es indudable que la transformación de las actitudes y comportamientos de un número importante del personal de salud y de las propias usuarias del servicio representa un avance cultural relevante, que tendrá positivas consecuencias en materia de servicios de salud y de ejercicio de derechos ciudadanos.

* Proceso

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