Mi Bukowski
Infancia difícil. Maltratado por su padre. Bebedor a los 13 años para olvidar las amarguras de la vida familiar. Estudiante de arte, periodismo y literatura. Empleado en un matadero o como matón de burdel. Siempre empleos de un día, a lo sumo una semana. A los 39 años un puesto en la oficina de Correos de LA. Colaboraciones en revistas alternativas y periódicos independientes. 1967, aparece su ángel de la guardia, se llama John Martin y le promete 100 dólares semanales de por vida a cambio de sus palabras. “Tengo dos opciones, permanecer en la oficina de Correos y volverme loco… o quedarme fuera y jugar a ser escritor y morirme de hambre. He decidido morir de hambre”. Buena elección. Pasaporte al otro barrio sellado por la leucemia. En la lápida una recomendación: “Don’t try” (No lo intentes). Henry Chinaski o Heinrich Karl Bukowski, como ustedes lo prefieran. Borracho, preso en una sociedad cuyos valores le asquean, dolorido, descarnado, sucinto, vagabundo ácido que va de una mujer a otra. Sus obras huelen a cerveza y a fluidos sexuales y saben a crudeza dramática. Sin piedad. Con tristeza. Su fama de escritor maldito es injusta. Bukowski no admite etiquetas.
* Cierzo