Ministra Montero, ordene corregir los trámites aberrantes. Por favor

Ministra Montero, ordene corregir los trámites aberrantes. Por favor
Foto: Fernando Villar (EFE)

Por Domingo Sanz

¿Recuerda usted aquel médico jubilado que hace ahora tres años consiguió reunir 600.000 firmas en Internet? Se llama Carlos San Juan, tenía 78 años y la prensa se hizo eco. Lucía Franco, el 8 de febrero de 2022 en “El Confidencial”: “Precisamente, el motivo de su viaje a la capital era entregar las firmas en el Ministerio de Economía y en el Banco de España y ha conseguido que la vicepresidenta primera, Nadia Calviño, le prometa que a final de mes habrá un plan específico para que las entidades garanticen un trato humano”.

No voy a hablar bien de unos bancos que baten récords de beneficios a base, también, de cerrar oficinas, pero tampoco ocultaré la verdad, pues solo respetándola se puede hacer justicia.

Hace un mes me llamaron del banco donde tengo las deudas colocadas para avisarme que venía un cargo de Hacienda correspondiente al primer plazo de un IVA antiguo que considero improcedente además de prescrito y que, aunque reclamaré por vía judicial, debo pagar para evitar males mayores.
Me dijeron que, al no figurar el deudor en la cuenta bancaria notificada para pagar el plazo, o se realizaba el cargo en una cuenta en la que sí apareciera su nombre o devolverían el recibo. Como dio la casualidad de que sí existía esa cuenta, en cinco minutos resolvimos el trámite.

En un primer momento pensé que los cargos de los siguientes plazos habrían quedado automáticamente domiciliados en la nueva cuenta, pues deduje que al realizar el cambio en el banco sería suficiente, más aún por la coordinación existente entre Hacienda y los bancos, pero pasaban los días y mis dudas sobre tanta eficacia fueron creciendo al mismo ritmo al que se acercaba la fecha del siguiente pago.

Entonces fui al banco y me dijeron que ese trámite se tenía que formalizar con Hacienda o, de lo contrario, habría que proceder como en la ocasión anterior. Entonces llamé a Hacienda, expliqué el motivo y pedí cita previa. Me la dieron para el día siguiente y allí, en persona, y muy correctamente atendido, tuve que escuchar del funcionario que los cambios de las cuentas corrientes para pagar a Hacienda había que hacerlos por teléfono.
Sorprendido, pregunté si es que al Ministerio de Hacienda le parece más fiable una conversación telefónica para modificar el dato de una cuenta bancaria que la presencia física de la persona interesada, o autorizada, en su propia sede, y se me contestó con algo que, sin duda, era cierto: “Son órdenes”.

Le dije que me parecía aberrante no poder hacer esa gestión en persona y en ese momento, pues era para lo que yo había pedido la cita expresamente. Y también manifesté que, en cualquier caso, siempre será menos seguro decir el número de una cuenta bancaria por teléfono. Como su única respuesta seguía siendo “son órdenes”, supuse que siguió cumpliéndolas cuando me dio un impreso para que comunicara mi queja, aunque también me advirtió que no serviría para resolver el problema, por lo que agradecí una sinceridad quizás provocada por mi espontánea sorpresa ante la situación.
Me fui a una mesa allí mismo para rellenarlo, pero ni empecé, pues pude ver que era el mismo modelo que había rellenado y entregado por registro de entrada dos meses antes para solicitar que respetaran los plazos que yo había elegido para el pago de la deuda y no los que me habían concedido. En aquel trámite lo peor fue la respuesta que, más de un mes después, recibí, pues voy a intentar que su texto no se quede en el cajón de las impertinencias que a veces comete la Administración a la hora de dirigirse, incluso por escrito, al administrado. Hasta el punto de que lo que menos me dolió fue que denegaran la petición.

Desde aquella entrega de firmas de Carlos San Juan estoy bastante atento al comportamiento de los bancos y, lo reconozco, a pesar de haber dirigido una empresa de software durante 20 años, alguna vez voy a las sucursales para hacer algo que quizás podría resolver con la app en el móvil.
Pero lo que no me podía esperar es que, tres años después de que la ministra de Economía se comprometiera con aquel médico para mejorar el trato humano que ofrecen los bancos, ocurrieran cosas como las que acabo de contar dentro del ministerio más parecido al que dirigió Calviño.
¿Puede usted proceder, ministra Montero? ¿O prefiere que consigan gobernar unos impresentables armados de motosierras para convencer a los votantes?

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