Picasso en el Museo del Prado
Por Arturo del Villar*. LQSomos
La mitad del rostro mira de frente al espectador, y la otra mitad de perfil, como una alegoría de los resistentes que debieron camuflarse durante la ocupación
Entra Picasso en el Museo del Prado, que él había dirigido durante la guerra librada por el pueblo español para defender sus libertades contra la agresión de los militares monárquicos sublevados contra la República. El Real Patronato del Museo (ahora en España todo es real de nombre) ha aceptado el depósito durante cinco años, ofrecido por los American Friends of the Prado Museum, de Buste de femme 43, un retrato angustiado, hecho durante la guerra mundial, que Picasso quiso pasar en París.
Pertenece a una serie dedicada a plasmar el espanto de vivir bajo amenaza. Es el corolario derivado de la máxima descripción del horror causado por la guerra sobre la población civil, plasmado en su obra más conocida, Guernica, pintada en 1937 como protesta contra la destrucción de la villa foral por el bombardeo de los aviones alemanes al servicio de los militares monárquicos rebeldes. Estaba distorsionando las figuras humanas desde noviembre de 1906, cuando empezó a pintar Les Demoiselles d’Avignon, por el deseo de librar a la pintura de sus lazos burgueses. Las prostitutas iniciadoras del cubismo lucen unos rasgos deformados, pero amables, incluso simpáticos, lo mismo que los retratos posteriores. El autor era un artista, no una máquina fotográfica, por lo que recreaba la realidad.
Sin embargo, los retratos realizados durante la guerra en España y su secuela la internacional, son feroces. En ellos el artista no se postula contra el mal gusto burgués, sino que expresa su airada protesta contra el espanto de todas las guerras antihumanas. Por muy bellas que fueran las modelos, su transcripción las convertía en tristes dolorosas semejantes a las vírgenes catolicorromanas, en versión cubista.
Y no solamente los personajes humanos, sino también los animales introducidos en sus obras. Por ejemplo, es terrible el Gato devorando un pájaro, fechado en 1939, cuando el final de la guerra en España fue sucedido por el comienzo de la internacional. Ya el tema elegido es desagradable, pero sobre todo la figura del gato es impresionante para mal, todo lleno de dientes y garras, un verdadero monstruo salvaje, en nada semejante a los cariñosos mininos que acompañan a muchas personas y juegan con los niños. Este gato representa al nazifascismo arrogante y criminal, que devora a un pobre pajarillo. Es una alegoría de la pretensión de los estados totalitarios de dominar a los democráticos. La postura de Picasso quedó siempre aliada con los defensores de las libertades humanas, hasta culminar en su afiliación al Partido Comunista Francés en octubre de 1944.
La mujer pintada el año anterior, que ahora podremos admirar en el Museo de Prado, muestra una cara deforme, así como lo poco que puede observarse del cuerpo. En cierto modo es lícito decir que está así a consecuencia de la guerra, que ha impactado la angustia sobre su figura. Expresa el miedo padecido durante la ocupación de los nazis sobre París, observado diariamente por Picasso. La mitad del rostro mira de frente al espectador, y la otra mitad de perfil, como una alegoría de los resistentes que debieron camuflarse durante la ocupación, en la que tantos héroes fueron sacrificados por la barbarie nazi.
En el Museo del Prado es donde quería Picasso que se colgara el Guernica, cuando confirmó que era propiedad de la República Española, que lo había comprado por una cantidad simbólica de 150.000 francos franceses en 1937, operación realizada por el expreso deseo del Gobierno legítimo de España, en prevención de posibles discusiones posteriores. Además, en 1940 depositó el mural en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, en espera de ser entregado algún día a su legítima propietaria, la República Española, para que lo expusiera en el Museo del Prado, del que fue director honorario durante la guerra. Muerto Picasso en 1973, su albacea Roland Dumas autorizó en 1981que fuese entregado a la monarquía española, en contra de las instrucciones muy claras del pintor. No está instalado en el Museo del Prado, como él quería, sino en el Centro de Arte Reina Sofía, un insulto a su memoria.
* Presidente del Colectivo Republicano Tercer Milenio
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