Poemas a la Defensa de Madrid, capital de la Republica: 75 años
7 de noviembre, organizado por la Agrupación Ateneísta Juan Negrín, en el Salón de Actos del Ateneo de Madrid, a las 19.00 horas.
Agrupación Ateneísta “Juan Negrin”, en colaboracion con la Coordinadora para la Memoria Histórica y Democrática de Madrid. “Homenaje a la Defensa de Madrid, capital de la Republica: 75 Aniversario”.
Madrid, corazón de España
Rafael Alberti
Madrid, corazón de España,
late con pulsos de fiebre.
Si ayer la sangre le hervía,
hoy con más calor le hierve.
Ya nunca podrá dormirse,
porque si Madrid se duerme,
querrá despertarse un día
y el alba no vendrá a verle.
No olvides, Madrid, la guerra;
jamás olvides que enfrente
los ojos del enemigo
te echan miradas de muerte.
Rondan por tu cielo halcones
que precipitarse quieren
sobre tus rojos tejados,
tus calles, tu brava gente.
Madrid: que nunca se diga,
nunca se publique o piense
que en el corazón de España
la sangre se volvió nieve.
Fuentes de valor y hombría
las guardas tú donde siempre.
Atroces ríos de asombro
han de correr de esas fuentes.
Que cada barrio, a su hora,
si esa mal hora viniere
-hora que no vendrá- sea
más que la plaza más fuerte.
Los hombres, como castillos;
igual que almenas, sus frentes,
grandes murallas sus brazos,
puertas que nadie penetre.
Quien al corazón de España
quiera asomarse, que llegue,
¡Pronto! Madrid está lejos.
Madrid sabe defenderse
con uñas, con pies, con codos,
con empujones, con dientes,
panza arriba, arisco, recto,
duro, al pie del agua verde
del Tajo, en Navalperal,
en Sigüenza, en donde suenen
balas y balas que busquen
helar su sangre caliente.
Madrid, corazón de España,
que es de tierra, dentro tiene,
si se le escarbara, un gran hoyo,
profundo, grande, imponente,
como un barranco que aguarda…
Sólo en él cabe la muerte.
Capital de la gloria. Madrid-otoño, de Rafael Alberti
Ciudad de los más turbios siniestros provocados,
de la angustia nocturna que ordena hundirse al miedo
en los sótanos lívidos con ojos desvelados,
yo quisiera furiosa, pero impasiblemente
arrancarme de cuajo la voz, pero no puedo,
para pisarte toda tan silenciosamente,
que la sangre tirada
mordiera, sin protesta, mi llanto y mi pisada.
Por tus desnivelados terrenos y arrabales,
iudad, por tus lluviosas y ateridas afueras
voy las hojas difuntas pisando entre trincheras,
charcos y barrizales.
Los árboles acodan, desprovistos, las ramas
por bardas y tapiales
donde con ojos fijos espían las troneras
un cielo temeroso de explosiones y llamas.
Capital ya madura para los bombardeos,
avenidas de escombros y barrios en ruinas,
corre un escalofrío al pensar tus museos
tras de las barricadas que impiden las esquinas.
Hay casas cuyos muros humildes, levantados
a la escena del aire, representan la escena
del mantel y los lechos todavía ordenados,
el drama silencioso de los trajes vacíos,
in nadie, en la alacena
que los biseles fríos
de la menguada luna de los pobres roperos
recogen y barajan con los sacos terreros.
Más que nunca mirada,
como ciudad que en tierra reposa al descubierto,
la frente de tu frente se alza tiroteada, tus costados de árboles y llanuras, heridos;
pero tu corazón no lo taparán muerto,
aunque montes de escombros le paren sus latidos.
Ciudad, ciudad presente,
guardas en tus entrañas de catástrofe y gloria
el germen más hermoso de tu vida futura.
Bajo la dinamita de tus cielos, crujiente,
se oye el nacer del nuevo hijo de la victoria.
Gritando y a empujones la tierra lo inaugura.
¡Palacios, bibliotecas! Estos libros tirados
que la yerba arrasada recibe y no comprende,
estos descoloridos sofás desvencijados
que ya tan sólo el frío los usa y los defiende;
estos inesperados
retratos familiares
en donde los varones de la casa, vestidos
los más innecesarios jaeces militares
nos contemplan, partidos,
sucios, pisoteados,
con ese inexpresable gesto fijo y obscuro
del que al nacer ya lleva contra su espalda el muro
de los ejecutados;
este cuadro, este libro, este furor que ahora
me arranca lo que tienes para mí de elegía
son pedazos de sangre de tu terrible aurora.
Ciudad, quiero ayudarte a dar a luz tu día.
El miliciano desconocido (Frente de Madrid), de Vicente Aleixandre
No me preguntéis su nombre.
Le tenéis ahí en el frente,
por las orillas del río: toda la ciudad lo tiene.
Cada mañana se alza,
cuando la aurora lo envuelve
con un resplandor de vida
y otro resplandor de muerte.
Cada mañana se alza,
como un acero se yergue,
y donde pone sus ojos
una luz mortal esplende.
No me preguntéis su nombre,
que no habrá quien lo recuerde
Cada día se levanta
con la aurora o el poniente,
salta, empuña, avanza, arrolla,
mata, pasa, vuela, vence;
donde se planta, allí queda;
como la roca, no cede;
aplasta como montaña,
y como la flecha, hiere.
Madrid entero lo adivina;
Madrid late por sus sienes;
sus pulsos vibran hirviendo
de hermosa sangre caliente,
y en su corazón, rugiendo
cantan millones de seres.
No sé quién fue, quién ha sido:
¡toda la ciudad lo tiene!
Madrid, a su espalda, le alienta;
¡Madrid entero le sostiene!
¡Un cuerpo, un alma, una vida,
romo un gigante se yerguen
a las puertas del Madrid
del miliciano valiente!
¿Es alto, rubio, delgado?
Moreno, apretado, fuerte?
Es como todos. ¡Es todos!
¿Su nombre? Su nombre ruede
sobre el estrépito ronco;
ruede vivo entre la muerte;
ruede como una flor viva,
siempreviva para siempre.
Se llama Andrés o Francisco,
se llama Pedro Gutiérrez,
Luis o Juan, Manuel, Ricardo,
José, Lorenzo, Vicente…
Pero, no. ¡Se llama sólo
Pueblo Invicto para siempre!
Oda a los niños de Madrid muertos por la metralla, de Vicente Aleixandre
Se ven pobres mujeres que corren en las calles
como bultos o espanto entre la niebla.
Las casas contraídas,
las casas rotas, salpicadas de sangre:
as habitaciones donde un grito quedó temblando,
donde la nada estalló de repente,
polvo lívido de paredes flotantes, asoman su fantasma pasado por la muerte.
Son las oscuras casas donde murieron niños.
Miradlas. Como gajos
se abrieron en la noche bajo la luz terrible.
Niños dormían, blancos en su oscuro.
Niños nacidos con rumor a vida.
Niños o blandos cuerpos ofrecidos
que, callados los vientos, descansaban.
Las mujeres corrieron.
Por las ventanas salpicó la sangre.
¿Quién vio, quién vio un bracito
salir roto en la noche
con la luz de sangre o estrella apuñalada?
¿Quién vio la sangre niña
en mil gotas gritando:
¡crimen, crimen!,
alzada hasta los cielos
como un puñito inmenso, clamoroso?
Rostros pequeños, las mejillas, los pechos,
El inocente vientre que respira:
La metralla los busca,
La metralla, la súbita serpiente,
Muerte estrellada para su martirio.
Ríos de niños muertos van buscando
Un destino final, un mundo alto.
Bajo la luz de la luna se vieron
Las hediondas aves de la muerte;
viones, motores, buitres oscuros cuyo plumaje encierra
La destrucción de la carne que late,
La horrible muerte a pedazos que palpitan
Y esta voz de las las víctimas
Rota por las gargantas, que irrumpe en la ciudad como un
gemido.
Todos la oímos.
Los niños han gritado.
Su voz está sonando.
¿No ois? Suena en lo oscuro.
Suena en la luz.
Suena en las calles.
Todas las casas gritan.
Pasais, y de esa ventana rota sale un grito de muerte.
Seguís. De ese hueco sin puerta
Sale una sangre y grita.
as ventanas, las puertas, las torres, los tejados
Gritan, gritan. Son niños que murieron.
Por la ciudad gritando,
un río pasa: un río clamoroso de dolor que no acaba.
No lo mireis; sentidlo.
Pequeños corazones, pechos difuntos, caritas destrozadas.
No los miréis; oídlos.
Por la ciudad un río de dolor grita y convoca.
Sube y sube y nos llama.
La ciudad anegada se alza por los tejados y alza un brazo
terrible.
Un solo brazo. Mutilación heroica de la ciudad o su pecho.
Un puño clamoroso, rojo de sangre libre,
que la ciudad esgrime, iracunda y dispara.
Alarma, de Rosa Chacel
Por tejas y chimeneas,
entre veletas y agujas,
por aceras y calzadas,
por callejuelas oscuras,
corre la Alarma de noche,
corre en un grito,
Ojos de fuego, y melena
al viento entregada, aúlla.
Asoma por las esquinas
en rauda, indecible fuga;
con su grito llama al pecho,
que adormecido no escucha;
con su insistente lamento
en desvelo, el sueño muda.
Los lechos abren su flor,
su calor de lana o pluma;
los brazos de los amantes,
reacios, se desanudan.
Pesados cuerpos de niños,
arrancados de las cunas,
estremecidos, se acogen,
al seno que los refugia.
Las escaleras prolongan,
bajo las plantas desnudas,
desnuda.se libra bajo la luna,
su espiral interminable
hacia las cuevas profundas.
Y el lamento de la Alarma,
deidad de la noche oscura,
ya se aproxima o se aleja,
ya se pierde o se dibuja,
ya parece que su boca,
con su voz, el aire inunda,
y agigantada habla al alma
de la inaudita aventura;
una batalla de arcángeles
Sus alas, rojas o negras,
veloces el cielo surcan
con maléficos destellos,
con claras estelas puras.
Sus fragorosos alientos
con ira pasando zumban.
Lanzas de fuego se arrojan,
que encendidas se entrecruzan;
meteoros de la tierra
brotan, siguiendo su ruta.
Y las aves de la noche,
sus pupilas desmesuran
mirando el sin par combate
de férrea y rígida pluma.
Los murciélagos que habitan
las viejas arquitecturas
no osan alzar el vuelo
de los nichos o las urnas.
Perros negros, gatos negros,
cola y lomo despeluznan.
Y en el palomar, insomne,
el ave amorosa arrulla
por recobrar de su nido
la cálida compostura.
Prende la llama en un cuerpo
que inflamado se derrumba;
huye la negra bandada
a tierras que llama suyas.
Y aquella, de la Victoria,
faz melancólica y pura,
más alta que las estrellas
y más clara se columbra.
Alas serenas, triunfantes,
con pausa el espacio cruzan
y van a posar su vuelo
en la propicia llanura.
a Alarma traga su grito
y atenta su puesto ocupa
con el oído en la antena,
que, en lo alto, el aire escucha.
Sabiendo que ella vigila,
la ciudad duerme segura.
El Mono Azul, 15 de octubre de 1936. Arenga, de Miguel Altolaguirre
Madrid, capital de Europa,
eje de la lucha obrera,
tantos ojos hoy te miran,
que debes estar de fiesta;
vístete con tus hazañas,
adórnate con proezas,
sea tu canto el más valiente,
sean tus luces las más bellas;
cuando una ciudad gloriosa
ante el mundo así se eleva,
debe cuidar su atavío,
debe mostrar que en sus venas
iene sangre que hasta el rostro
no subirá con vergüenza,
sí con la fiebre que da
el vigor en la contienda.
Madrid, te muerden las faldas
canes de mala ralea,
vuelan cuervos que vomitan
sucia metralla extranjera.
Lucha alegre lucha, vence,
envuélvete en tu bandera;
te están mirando, te miran;
que no te olviden con pena.
Alerta los madrileños, de Miguel Altolaguirre
Pueblo de Madrid valiente,
pueblo de paz y trabajo,
defiéndete contra aquellas
fieras que te están cercando;
ellas tienen por oficio
la destrucción y el estrago,
ellos hacen de la guerra
un arte para tu daño.
Si por amor a la paz
estuvimos desarmados,
por amor a la justicia
ahora el fusil empuñamos.
Demuéstrale al enemigo
que no quieres ser esclavo;
más vale morir de pie
que vivir arrodillados;
cadenas, las que formemos
unidos por nuestros brazos,
unión que nunca se rompa,
vínculo firme de hermanos.
Muros de sacos terreros,
surcos hondos, no de arados,
sí con picos y con palas,
con corazones sembrados
semilla roja seremos
en las trincheras del campo.
Cuando brote la victoria,
con sus palmas y sus ramos,
el mundo verá en nosotros
su más brillante pasado;
seamos la aurora, la fuente,
demos los primeros pasos
del porvenir que en Europa
merece el proletariado.
Este poema lo firmó con el seudónimo de Manuel Bolín.
El Mono Azul, n.- 10, 29 de octubre de 1936.
Juegan los niños en Madrid, de Erich Weinert
María está sentada sobre una piedra. ¿Estás sola, María? ¡Ven
conmigo a mi jardín!
Pero ¿y la puerta?
¡Ah, búscala!
Cantan y saltan los niños en el corro
y se excitan y alegran con su griterío.
Y María está sola en su piedra;
con sólo una pierna no puede bailar,
con la pierna buena marca la cadencia,
y con la otra media la quiere marcar.
Con cautela llega Pedrito hasta el corro
y a tientas, busca, ligero, entre las caras,
con los ojos grandes busca en derredor,
los ojos de Pedro no verán ya más.
María está sentada sobre una piedra. ¿Estás sola, María? ¡Ven
conmigo a mi jardín!
Pero ¿y la puerta?
¡Ah, búscala!
Y apenas ha empezado a oscurecer
truena y ulula de nuevo sobre la ciudad.
Y el miedo agranda los ojos de los niños,
y sus acaloradas manos se desunen,
tiembla la única pierna de María,
y Pedrito el ciego, se encoge y palidece.
Pero cuando se aleja el último estampido,
la calle de nuevo se llena de niños,
y donde la muerte descargó su mazazo
canta la vida invencible:
María está sentada sobre una piedra. ¿Estás sola, María? ¡Ven
conmigo a mi jardín!
pero ¿y la puerta?
¡Ah, búscala!
Explico algunas cosas, de Pablo Neruda
Preguntaréis: ¿Y dónde están las lilas?
¿Y la metafísica cubierta de amapolas?
¿Y la lluvia que a menudo golpeaba
sus palabras llenándolas
de agujeros y pájaros?
Os voy a contar todo lo que me pasa.
Yo vivía en un barrio
de Madrid, con campanas,
con relojes, con árboles.
Desde allí se veía
el rostro seco de Castilla
como un océano de cuero.
Mi casa era llamada
la casa de las flores, porque por todas partes
estallaban geranios: era
una bella casa
con perros y chiquillos.
Raúl; ¿te acuerdas?
¿Te acuerdas, Rafael?
Federico, ¿te acuerdas
debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa con balcones en donde
la luz de Junio ahogaba flores en tu boca?
¡Hermano, hermano!
Todo eran grandes voces, sal de mercaderías,
aglomeraciones de pan palpitante,
mercados de mi barrio de Argüelles con su estatua
como un tintero pálido entre las merluzas:
el aceite llegaba a las cucharas,
un profundo latido
de pies y manos llenaba las calles,
metros, litros, esencia
aguda de la vida,
pescados hacinados,
contextura de techos con sol frío en el cual
la flecha se fatiga,
delirante marfil fino de las patatas,
tomates repetidos basta el mar.
Y una mañana todo estaba ardiendo
y una mañana las hogueras
salían de la tierra
devorando seres,
desde entonces fuego,
pólvora desde entonces,
desde entonces sangre.
Bandidos con aviones y con moros,
Bandidos con sortijas y duquesas,
Bandidos con frailes negros bendiciendo
venían por el cielo a matar niños,
por las calles la sangre de los niños
corría simplemente, como sangre de niños.
¡Chacales que el chacal rechazaría,
piedras que cardo seco mordería escupiendo
víboras que las víboras odiaran!
¡Frente a vosotros he visto la sangre
de España levantarse
para ahogaros en una sola ola
de orgullo y de cuchillos!
Generales
traidores:
mirad mi casa muerta,
mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo
en vez de flores,
pero de cada hueco de España
sale España,
pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas
que os hallarán un día el sitio
del corazón.
Preguntaréis ¿por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?
¡Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!
El Mono Azul, n.° 22, 1 de julio de 1937.
La avenida de los obuses, de Inés Montero
La metralla luminosa
de los anuncios azules
corría por las cornisas,
ascendía a las techumbres,
hablaba horizontalmente
o comentaba en las nubes.
Lo azul hacíase rojo
el negro ponía tules,
las figuras se quebraban
en millares de vislumbres.
¡Qué ardiente estampa nocturna,
enemigos de la urbe!
La habéis roto con el fuego
aullador de los obuses.
Obscura la noche larga,
tiene apretado pespunte
de tronidos bebedores
de sangre y de olor a azufre.
Se desparraman silbando
las aristas de su herrumbre
como espadas que buscasen
vidas de las multitudes,
para cortarlas al borde
de los anuncios azules.
¡La Gran Vía del cinema
apagó todas sus luces!
La chiquilla cayó muerta,
la vieja murió de bruces,
el chaval quedó en pedazos,
la calle se perdió en nubes.
Los anuncios luminosos
se volvieron ataúdes,
el brío ardiente de antaño
quedóse en sombra de hules.
Sordo paso de sandalias,
notas lentas de laúdes;
¡ha muerto la niña aquella,
blanca madrileña núbil;
la anciana de los periódicos
dio su vida como un púgil,
con arrogancia gitana,
sonriente la boca dulce!
El cine perdió su farsa,
sus trucos, boato y luces,
pero el cine de la calle
es inmortal, no sucumbe…
En la avenida moderna
estallan miles de obuses.
Nueva Galicia, n.° 5, 13 de julio de 1937.
“Homenaje a la Defensa de Madrid, capital de la Republica: 75 Aniversario”
7 noviembre, a las 19:00 h. Homenaje organizada/o por la Agrupación Ateneísta Juan Negrín, en el Salón de Actos del Eteneo de Madrid.
Agrupación Ateneísta “Juan Negrin”, en colaboracion con la Coordinadora para la Memoria Histórica y Democrática de Madrid. “Homenaje a la Defensa de Madrid, capital de la Republica: 75 Aniversario”. Proyección de documental, música y poesía. Lectura de Manifiesto Unitario, por Pedro García Bilbao, Ludivina García Arias y Miguel Pastrana. Salón de Actos. 19.00 horas.
En el 7 de Noviembre
«Aquí en Madrid se encuentra la frontera universal que separa la libertad de la esclavitud. Aquí en Madrid se enfrentan en su lucha dos civilizaciones incompatibles : el amor contra el odio, la paz contra la guerra, la fraternidad de Cristo contra la tiranía de la Iglesia… Esto es Madrid. Es la lucha por España, por la humanidad, por la justicia, que, con su manto de sangre, cubre a todos los seres humanos. ¡Madrid! ¡Madrid!».
Fernando Valera, 8 de noviembre, desde Radio Madrid.
En este lugar al menos, la dignidad de los hombres corrientes se ha mantenido firme ante al mundo.
Vincent Jimmy Sheean
La batalla y la Resistencia de Madrid, que comenzaron el 7 de noviembre de 1936 hasta 1939, fueron unos de los hechos históricos más extraordinarias de la historia reciente.
Un ejército bien equipado, al mando del general Mola, compuesto por unos 20.000 hombres, en su mayor parte extranjeros mercenarios: legionarios y marroquíes, apoyados por italianos y alemanes enviados por Hitler y Mussolini, se enfrentó contra el mal armado pueblo de Madrid. Pensaban ilusamente que sería el asalto final a la República.
La Legión Cóndor, compuesta de escuadrillas de bombarderos Junkers 52, y de aviones de caza, Heinkels 51 y Messerschmidts 109, se encargó de la agresión aérea contra Madrid.
Nunca antes de la II Guerra Mundial una gran ciudad fue tan intensamente bombardeada. Desde el 29 de octubre, comenzó el ataque continuo y selectivo de los barrios de Madrid, con bombas incendiarias.
La intención de los alemanes nazis era experimentar minuciosamente la reacción de una población civil ante el incendio de su ciudad, de sus hogares, barrio por barrio, de sus hospitales, museos,y otros edificios civiles y extender así el pánico entre los ciudadanos.
Durante largos meses murieron miles de personas inocentes. Tan sólo en el ataque sobre Getafe del 30 de octubre hubo decenas de niños entre los muertos.
Inicialmente hubo desaliento, pero los ciudadanos y trabajadores se dirigieron hacia el frente, muchos de ellos sin armas, preparados a sustituir a quienes caían muertos o heridos. Las mujeres se manifestaron exigiendo que todos los hombres fuesen al frente; muchas de ellas lucharon, como en el Puente de Segovia, y, junto con los niños, construyeron barricadas.
Los milicianos no retrocedieron siguiendo la proclama del ¡No pasarán!
El 7 de noviembre las primeras unidades de las brigadas internacionales desfilaron por la Gran Vía, camino del frente. Alemanes, franceses y belgas, polacos, ingleses, irlandeses, mexicanos, palestinos, australianos, argentinos…, voluntarios llegados de todos los continentes, de todas las religiones y razas, convencidos de que en España se libraba la primera batalla contra la barbarie totalitaria. También, por primera vez en la guerra, aparecieron los aviones y tanques soviéticos que protegieron a Madrid contra los bombarderos nazis alemanes y fascistas italianos.
Los Brigadistas internacionales contribuyeron, durante los largos meses del asedio, a la resistencia de Madrid y mostraron a sus habitantes el significado del internacionalismo y la idea universal de libertad, pero la victoria fue del pueblo de Madrid. Su espíritu de lucha, valor y paciencia detuvieron al General asesino Varela y a otros fascistas el 7 de noviembre antes de la llegada de las Brigadas.
Deseamos que la conmemoración, del 7 de Noviembre se convierta en un Día Oficial de la Comunidad de Madrid, como lo ha sido el recuerdo del 2 de Mayo frente a la invasión francesa en 1808.
El 7 de Noviembre afirma la fidelidad y compromiso de los ciudadanos madrileños con los valores universales, resumidos en los conceptos de Libertad, Igualdad y Fraternidad y de respeto a los derechos humanos,
Fueron las mismas ideas que mantuvieron la esperanza, dieron sentido, a la lucha y a la Resistencia en otros países europeos, contra la brutalidad nazifascista, cuatro años después, durante la II Guerra Mundial.
Las mismas ideas que permitieron, a las naciones europeas, al norte de España, después de 1945, reconstruir una sociedad pacífica y próspera que fue el fruto de los esfuerzos y sacrificios de aquel pasado reciente.
El recuerdo y reconocimiento oficial del 7 de Noviembre, de esa misma lucha y de quienes perdieron por ello la vida, nos incorpora a la historia europea y a su Memoria colectiva, de la que sin duda formamos parte.
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