“La guerra social ha existido siempre pero uno de los bandos a veces se duerme”
El histórico militante antifranquista Manuel Blanco Chivite publica 'Fuera del rebaño no hay salvación', una obra que el autor califica de "panfleto estético" y que recoge imágenes de grafitis callejeros combinados con reflexiones, cuentos y experiencias del ex militante del FRAP.
Manuel Blanco Chivite fue condenado a muerte el 12 de septiembre de 1975 en consejo de guerra acusado de pertenecer al FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota). Tenía entonces 30 años y la fiscalía le acusaba de haber participado de manera indirecta en el asesinato del policía Lucio Rodríguez. Horas antes de ser ejecutado su abogado le comunicó que el Consejo de Ministros le había conmutado su pena de muerte por 30 años de prisión. “¿Qué pasa con los demás?”, pregunto de inmediato. Los también integrantes del FRAP Ramón García Sanz, José Luis Sánchez Bravo y José Humberto Baena serían ejecutados junto a los miembros de ETA Ángel Otaegi y Juan Paredes, Txiki, el 27 de septiembre de 1975. Serían los últimos cinco asesinatos de la dictadura.
Ahora, casi 39 años después de aquel momento, Manuel Blanco Chivite, periodista de carrera, dirige la pequeña editorial El Garaje, que acaba de lanzar su nueva colección de libros Texto Imágen (TIM). La obra que inaugura esta colección es Fuera del rebaño no hay salvación, un libro que firma el propio Chivite y que califica como un "panfleto estético"."La obra es una crítica al rebaño y una apología de los que se sitúan fuera de él. En términos generales, el concepto de rebaño es el concepto de una sociedad degradada, la sociedad que dimite de sus propias responsabilidades, de hacerse cargo de su destino y que trata de demonizar a los que se sitúan fuera del rebaño", avanza el autor.
En la obra se habla de guerra social, de lucha, de confrontación, de subversión… ¿Tiene usted la opinión o la sensación de que vivimos en una guerra continua?
Claro que vivimos en una guerra continua donde, además, no siempre hay dos combatientes. Es como lo que dice Warren Buffet, el millonario que decía que su clase estaba ganando la lucha de clases. La guerra social ha existido siempre lo que ocurre es que hay temporadas donde uno de los bandos vive dulcemente sometido y plácidamente dormido. En la última etapa, tras la II Guerra Mundial, el papá Estado ha concedido o le hemos arrancado determinados derechos para los sectores populares. Había una especie de pacto. Estos pactos son los que hoy, los propios dueños del Estado, es decir, el capital financiero, ha decidido acabar con ellos. No se trata de decirle a los dueños del Estado que lo hagan mejor, se trata de combatir para que se vayan y arrebatarles su poder.
¿El campo de batalla de esta guerra social que describes es la conciencia de los ciudadanos?
La lucha por la conquista de las conciencias es clave y es importantísima. La religión católica, por ejemplo, lo aprendió muy rápido: conquistar la conciencia de una persona es conquistar su vida y tenerlo en la palma de la mano. De ahí surge el rebaño, de cuando uno tiene sometida su conciencia a los posicionamientos e ideas de otros, que además son sus enemigos. Fíjate que la religión católica tiene hasta sus destacamentos de pobres profesionalizados: los sacerdotes, curas o religiosos que se han especializado en la conquista de la conciencia de los pobres. Cuando se consigue someter la conciencia puedes hacer lo que quieras con el pueblo y ese es uno de los problemas vitales hoy día.
¿La principal manifestación de la conquista de la conciencia de una clase social sobre otra es la no identificación del enemigo y del amigo?
Quien te domina la conciencia te marca y te dicta quien es tu enemigo y tu amigo. ¿Cómo? Simplificando mucho, lo hace dando la vuelta a la situación. Te dicta que tu amigo es tu enemigo y que tu potencial amigo es tu enemigo y que tu enemigo es tu amigo. El dominador es tu enemigo, sin embargo, trata de presentarse en tu mente como tu amigo.
Usted vivió la dictadura y luchó activamente para derrocarla. Pasados casi 40 años desde la muerte del dictador, ¿mereció la pena luchar por tumbar esa dictadura que acabó con el dictador en la cama y traer esta democracia?
La lucha por la dictadura mereció la pena y hoy, quizá, valga aún más la pena continuar luchando. Las perspectivas por las que uno lucha son siempre máximas pero luego se consigue lo que las circunstancias permiten conseguir. Pero sin esa lucha no se habría conseguido lo que las circunstancias permitían. Por lo tanto, mereció la pena aunque se consiguió lo que se consiguió. Hoy estamos en una nueva etapa donde eso que no se consiguió, al cabo de 37 años, resurge de alguna manera en forma de nuevos proyectos. El modelo transaccional constituyente de 1978 es un modelo que se ha convertido en una monarquía bananera y estamos ante el surgimiento de nuevos modelos, nuevas tentativas, nuevos movimientos que tratan de cambiarlo y quienes criticamos el modelo del 78 en su momento nos encontramos muy cómodos con estos nuevos movimientos.
¿Es el movimiento 15M una continuación de la lucha antifranquista?
De algún modo es una continuación, sí, pero a su manera y con sus propios planteamientos. Cada periodo histórico exige una no repetición de métodos y modelos organizativos. La nueva época exige nuevos modelos con todo lo positivo y con todo lo negativo que tiene la exigencia de reinvención continua. Los nuevos tiempos exigen nuevas formas de lucha, de relación, etc.
Define en la obra a la persona como "unidad mínima de consumo y unidad mínima objeto de explotación" y al grupo de personas como "peligro potencial a videovigilar".
En las sociedades occidentales se tiende a que los trabajadores se sientan personalizados. Yo decía antes que lo personal es lo tuyo y lo personalizado es lo que te venden a ti y a diez millones más. Te personalizan para que sientas al que es semejante como el otro, el diferente a ti y potencialmente sospechoso. Por lo tanto, tú eres simplemente la unidad mínima de consumo y tu personalización se materializa en tu consumo. Sin embargo, toda esa cantidad de personas fragmentadas y atomizadas constituyen una masa crítica que si por alguna especie de milagro se unieran se convertirían en el gran enemigo a batir. De ahí que haya medidas de control y seguridad que abarcan a todos. La videovigilancia de las calles está destinada al 100% de la población. Por eso digo en el libro que quien pide vigilancia pide ser vigilado. El enemigo sabe que potencialmente todos somos peligrosos si estamos juntos. Y si estas medidas de control y vigilancia no fueran suficientes para tenernos vigilados aparecerá algún extraño atentado terrorista con bombas caseras, a poder ser, para implantar el miedo y que la sociedad acepte ser vigilada y que su libertad sea cercenada.
¿Es usted de los que piensan que no hay más libertad que la de consumir?
Bueno, ahí entramos en el terreno de la conquista. La libertad que tenemos es la que somos capaces de conquistar. La libertad es un riesgo y vivir libre es un riesgo que hay que asumir.
Escribe usted en la obra: "Cada verdad desaparece con la aparición de cada versión oficial. Los grandes medios y los telediarios, por ejemplo, sólo dan versiones oficiales". ¿Tú verdad, la de tus compañeros de lucha, la de los compañeros fusilados, la de los detenidos y la de la España antifranquista que luchó por tumbar el régimen ha sido sustituida?
Ha sido sustituida por una verdad oficial que viene desde los gabinetes de prensa de los ministerios hasta los gabinetes de prensa de los partidos políticos pasando, por supuesto, por los intelectuales e los historiadores orgánicos del poder que dan la versión oficial. A veces te compras un libro y no estás comprando un libro sino una verdad oficial. Todo régimen, salvo las dictaduras abiertas y claras, se apoya siempre en dos pies: uno izquierdo y otro derecho. En las versiones oficiales entran los dos: las del derecho y la del izquierdo. Luego están las versiones de los demonizados, de la disidencia.
Dice en la obra que a partir de la muerte de Franco el número de antifranquistas creció exponencialmente. ¿Cómo vivió usted ese proceso en el que la misma gente que le reprimió, encarceló y torturó pasó a ser demócrata de toda la vida y fue condecorada por la España democrática?
Este es el caso, especialmente, de los torturadores. Tal y como hemos visto recientemente con el capitán de la Guardia Civil Jesús Muñecas y con Antonio González Pacheco. En términos generales, tras la muerte de Franco esto se llenó de antifranquistas. Había quien decía que le habían prohibido una obra, otro que una escena, etc. Y en el caso de los servicios de represión tuvieron una continuidad perfecta. Uno por uno, los más significados torturadores del franquismo fueron recompensados y condecorados oficialmente por todos los gobiernos que ha habido en España. Incluso algunos miembros de los tribunales militares y consejos de guerra han llegado al generalato y ahí están posando de demócratas. Por eso digo que si Franco hubiese muerto 15 años antes esto sería un jardín democrático. El paraíso de la democracia.
"Las convicciones más firmes, suelen ser los errores más firmes", escribe. ¿Te has arrepentido alguna vez de haber participado en la lucha contra el franquismo en el FRAP?
No, no me he arrepentido. Todos tenemos límites y vivimos con nuestros límites. Entonces vivía con unos límites y ahora vivo con otros. La cuestión es tener siempre un margen razonable de poner en cuestión tus convicciones y hasta tus gustos y sentir la vida como una evolución permanente. La vida es cambio y los únicos carentes de contradicciones son los difuntos. Cuando veo un muerto siempre digo ahí hay una persona carente de contradicciones. Si tienes unas convicciones inamovibles eres un muerto en vida.
Si pudiera volver atrás en el tiempo, ¿volvería a militar en el FRAP?
En las mismas circunstancias, sí. Esa ha sido mi vida y no me arrepiento. Como decía un amigo mío, no me arrepiento de lo que he hecho, me arrepiento de no haber hecho más. Me arrepiento de no haber podido causar más daño a la dictadura.
* Publicado en el diario digital “Público”