¿Qué es la patria?

¿Qué es la patria?

Por Urariano Mota*

“Buscamos la patria por lo que no es. Identificamos la patria en lo que no es. Mi patria no es la negación de otras patrias. Mi lugar en el mundo no es la destrucción del mundo”

La pregunta volvió esta mañana, cuando me desperté, poniendo el pie en esta víspera del 7 de septiembre (1). Lo primero que se me ocurrió, al despertarme de mi sueño matutino, fue escribir frases para no olvidar el sueño. En un rápido garabato, escribí:

“Buscamos la patria por lo que no es. Identificamos la patria en lo que no es. Mi patria no es la negación de otras patrias. Mi lugar en el mundo no es la destrucción del mundo. Lluvia y tanajura desde la infancia”.

Y a partir de estos garabatos hago la columna.

Buscamos la patria en lo que no es. La identificamos en lo que no puede ser. Tal como en la novela “La más larga duración de la juventud”, en las últimas horas de Vargas:

Se va de Sete de Setembro sin mirar a su alrededor. Si lo siguen, si está perdido, no tiene sentido. Avanza por el suelo que quieras con firmeza hasta la parada de autobús. ¿Quién sabe? ¿Quién sabe si no le queda un poquito más de vida? Se siente alentado por las condiciones finales de quienes ya no tienen esperanzas. ¿Vas a morir? Morirás. ‘Es parte de lo revolucionario’. ¿Qué carajo es esta revolución que te deja solo en el último momento? ‘Vagas, la revolución no tiene la culpa’, le llega otra voz. ‘Eso no pasa, pero a mí soy a quien le importa un carajo, sin nadie’. Vivir no es caminar por un jardín, recuerda un poema de Bóris Pasternak. ‘¡Qué consuelo!’, y mete la cara entre sus frías manos. Un autobús se detiene y la gente sube. Él también entra, sin saber adónde va. ¿Qué importa? será ejecutado mañana. Y a través de la ventana se ve el Conde da Boa Vista, el puente Duarte Coelho, la Avenida Guararapes, el río Capibaribe, como por primera vez. Qué amargo encanto. ‘Qué hermosa es mi ciudad. Sólo ahora lo entiendo. Perdóname, Recife, por ser tan brutal. Para mí sois el mundo, el lugar de fraternidad que aún no tenemos. Pero un día lo tendremos y tú serás el compañero y camarada de la revolución. Y junta las manos como si estuviera rezando, luego él, ateo sectario, junta las manos por un viejo reflejo, desde la infancia: ‘Te amo, sólo a ti, sobre todas las cosas’. Te amo como mi último cariño. Estás por encima de lo que más amo, mi patria”

Como en “Soledad no Recife”, donde la patria no es la negación de otras patrias. Nuestro lugar en el mundo tampoco es la destrucción del mundo:

“Gran y tierno poeta Mario Benedetti, la Soledad que conociste en Buenos Aires, en Montevideo, la mujer hermosa, graciosa y feliz, porque vivió lo que creía, porque luchó por un mundo fraterno, porque se entregó al mundo. como alguien que se entrega a una fraternidad, realmente lo era, cuando por cobardía fue sorprendida, sin cerrar los ojos. La suya era una cámara que reflejaba el brillo de las luces en un instante. ‘Soledad tenía los ojos bien abiertos, con una expresión de mucho terror’, así registró esta instantánea la abogada Mércia Albuquerque. Desde el país donde te encontrabas, Benedetti, con sólo el dolor de la pérdida y el recuerdo de la vida de Soledad, es natural que sólo pudieras escribir, en el calor de la urgencia, cuando te referías a esas dos cámaras en el rostro de Sol, con el amor que despertaron en ti:

‘Tus ojos donde la mejor violencia
permitía treguas razonables
para volver a una bondad increíble’.

Silencio. Ingrese la romance para violín y orquesta núm. 2 y terror. Lo más piadoso es el silencio. Una pausa, un párrafo. Saltémoslo, si queremos, el siguiente párrafo se puede saltar de una vez, tal como editamos una imagen en bruto en el cine con nuestros ojos.

‘Lo que más me impresionó fue la gran cantidad de sangre coagulada. Tengo la impresión que la mataron y estaba acostada, y la trajeron después, y la sangre al coagularse se le quedó pegada en las piernas, porque había mucha cantidad. El feto estaba a sus pies. No puedo saber cómo llegó ahí, o si fue ahí mismo en la morgue donde cayó, que nació, en ese horror’”.

Y como en “El hijo de Dios renegado”, cuando llegan la lluvia y los tanajuras de la infancia:

“Algo así como una patria imposible, utópica, que un día se hizo realidad. El callejón, doña María en el callejón, olía a tanajura frita en una sartén con manteca. Qué felicidad en el olor, en el regusto, en la prelibación de esas apetitosas pimientas negras con condimentos de justa suavidad y bondad. Comerlos, antes de terminar el festín, era un festín continuo que no cansaba ni llegaba al agotamiento. Las tanajuras fritas se las comía, para el niño, como justa coronación de una obra de curumim, como si fuera un niño indio libre, que cazaba con el canto de ‘cai, cai, tanajura, tu culo es dulce’.

Lo curioso y bueno es que antes del tanajura estuvo la lluvia, la tormenta, la pequeña tormenta que bajó del cielo amplio y gris, un color gris que para los chicos fue una fiesta, pues transformó el callejón en un gran ducha, baño colectivo. Oh, sus madres permitían que los niños en pantalones cortos o desnudos saltaran bajo la lluvia, se ensuciaran y gritaran ‘la playa, la playa’. Los niños resbalaron en el barro que hicieron con arena junto al mar. Si hubieran sabido entonces que existía una piscina, habrían llamado piscina al buceo en el barro. Estaban todos mojados hasta los huesos, pero no fríos, porque jugar bajo la lluvia era ejercicio, una gimnasia que implicaba saltar y gritar. Bajo el agua se peleaban por una alcantarilla, un tubo grueso que bajaba de un edificio en construcción. Durante la lluvia, el desagüe brotaba, y por eso metían la cabeza bajo esta abundante lluvia, agachándose, para disfrutar mejor de la abundante alegría”.

Esta es la patria soñada, tan distinta a la oficial el 7 de septiembre.

Notas:
1.- El 7 de septiembre, Brasil conmemora 202 años de su independencia de Portugal.
*.- Urariano Mota es un escritor y periodista brasileño. Autor de las novelas “Soledad no Recife”, “O Filho Renegado de Deus” y “A Mais Longa Duração da Juventude” ( “La vida más larga de la juventud”), traducido al inglés como “Never-Ending Youth,” por Peter Lownds, y publicado en Estados Unidos por International Publishers.
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