Radicalización de la Iglesia Católica

Radicalización de la Iglesia Católica

Píldora amarga para creyentes.

En tiempos complicados con elecciones al canto es preciso recordar a los ciudadanos unas cuantas verdades históricas asombrosas que desgraciadamente se han repetido siglo tras siglo. El aporte al conocimiento de hechos tan violentos e irreprensibles es más que necesario cara a una democracia española incumplida y en muchos aspectos sorda y desconcienciada. También es cierto que los pueblos tienen siempre problemas con su historia como con sus creencias, porque lo que se afirma depende del lugar donde el observador se sitúa para contarlo; pero no cabe duda, cuando se trata de la Iglesia católica española no se pueden rechazar los argumentos subrayados porque los hechos históricos no se los inventa uno, se imponen a todos los protagonistas cueste lo que cueste.    

Desde tiempos remotos, una de las preocupaciones del hombre ha sido tratar de saber qué va suceder en el futuro y, de hecho, cómo podría evolucionar la humanidad. Porque en un mundo difícilmente previsible había que arriesgarse por narices, este plan no convenía a la Iglesia católica, tradicionalista y antiprogresista. Así, las malas tiranías históricas de la Iglesia con sus ideas y dogmas dominaron siempre y eso que tuvo la oportunidad de reformarse cuando, en el siglo XVIII, unos filósofos católicos del movimiento reformista y racionalista pusieron en tela de juicio los valores del régimen vigente, reivindicando la felicidad del pueblo como objetivo, denunciando la ignorancia y la irracionalidad de la humanidad por mantener pobreza y atraso. Con todo y con eso, la Iglesia española nunca superó el trauma de la destrozadora Santa Inquisición; así, esperó 500 años para pedir disculpas a judíos perseguidos y expulsados de España, 400 años para pedir perdón a Galileo y aún quedan en la cuneta del olvido los indígenas de América, los Moriscos y los Republicanos. Pero para qué sirven perdones como indultos papales si las prácticas conservadoras y el oscurantismo persisten.   

En la política básica de apertura hacia el mundo no ha cambiado hoy la Iglesia, pues les parece aún muy cómodo imponer dogmas y disciplina en vez de medir la intensidad de las necesidades humanas. La Iglesia católica española, poderosa e autoritaria, nunca se preocupó de reducir ni incoherencias ni incomprensiones. Por eso, en el universo cristiano hay miradas nuevas y aunque el grado de contestación sea mínimo, unos fieles quieren salir del oscurantismo latente para mirar con otros al prójimo de cara al futuro, olvidándose de cuestionar las autoridades. Es cierto que la actualidad revive unas cuantas luchas hasta ahora muy calladas dentro de la cristiandad y reaviva el malestar de muchos cristianos, como la amargura de aquellos que han sufrido en su carne el posicionamiento de la jerarquía católica, que no sólo en su tiempo no condenó el nazismo, sino, lo que es peor, que alentó la cruzada franquista contra la legitimidad republicana española. Un aluvión de declaraciones demuestran el apoyo incondicional del clero al fascismo; aquí les van las más destacadas:

1. A finales de septiembre del 1936, Enrique Pla y Daniel, obispo de Salamanca, autor de una pastoral, pide por primera vez la cruzada contra la República, apoyo incondicional e ideológico sin concesión a los rebeldes.

2. El Cardenal Gomá y Tomás, el 1° de julio de 1937, bajo la presión de la Santa Sede, redacta una carta colectiva en nombre de los obispos de España a todos los obispos del mundo… denunciando los excesos revolucionarios, justificando el golpe militar y la alineación de la iglesia con los insurgentes.  

3. Mensaje del 24 de abril de 1939 del Papa Pío XII a Franco, 23 días después de su victoria: "Es con inmensa alegría que nos dirigimos a nuestro querido hijo de la España católica expresándole nuestras felicitaciones paternas por la paz y la victoria con la que Dios se ha dignado coronar el heroísmo de su fe y de su caridad”.

4. Declaración del cardenal Gomá y Tomás, primado de España, en abril de 1939 santificando la espada de la victoria, símbolo de lucha de la Iglesia Católica y de la Santa Sede contra los republicanos españoles. Él dice: "No puede haber paz que no sea por las armas, conviene eliminar cualquiera pudrición de la legislación laica".                                                      

5. Declaración de 1939 de Díaz Gomera, entonces Obispo de Cartagena: "Benditos sean los cañones si en los huecos que abren florece el Evangelio”.      

Dichos prelados apoyaron al régimen de Franco y participaron durante y después de la guerra de España en la erradicación del riesgo republicano, programando la eliminación física de las personas, preservando así poderes y propiedades en contra de todos los que se atrevieron a reclamar libertad, justicia y fraternidad. La Iglesia Católica española escribió entonces las páginas más oscuras y más sanguinarias del cristianismo contemporáneo y uno no puede dejar de pensar que en esos tiempos sus cruces eran esvásticas y gamadas a la vez. Con el fin de no traicionar la historia recuerdo que algunos sacerdotes, principalmente vascos (lo pagaron con su vida), se opusieron a la jerarquía poderosa tal como el canónigo catalán de Tarragona Monseny Llorens, autor del libro publicado en los años 60: La Contra  Esglesia la República espagnyola.          

¿Y hoy día, qué? Negando la modernidad, la Iglesia margina y rechaza muchos creyentes y reformadores lúcidos porque ellos ven cambiar el mundo, descubriendo injusticias insoportables.

¿Pero cuánto tiempo podrá la Iglesia católica negar el progreso sostenible de la humanidad? Probable que su jerarquía no tenga la capacidad o la voluntad de cambiar ritos de otros tiempos, así como la estrategia planteada.

Porque si no es así, cómo puede uno interpretar las homilías papales ayatolescas y conservadoras, por no decir integristas, negando siempre cualquier progreso, despreciando pobres y míseros cada día más numerosos en este mundo y defendiendo fieramente posiciones que ni siquiera Dios entiende. Pero lo peor se manifiesta en su injerencia continua en la política del gobierno de España. Lo más extraño es que no suelta ni siquiera una palabra en lo que se refiere a los escándalos financieros que contaminan la vida pública española.        

Siguiendo la misma manera insidiosa que siempre usó, la Iglesia no busca la grandeza que permanece latente en cada ser humano; se olvida de tal fundamento cuando a pesar de ser cristianos, la Iglesia no tiene compasión por las víctimas de la pobreza rampante contemplada en las mismísimas puertas de Roma. Como si el oscurantismo no fuera suficiente, el fundamentalismo ha vuelto a la Sede; círculos sectarios, consejeros del Papa, siguen alimentando cruzadas de otros tiempos para garantizar, como siempre lo hicieron, privilegios y poderíos al entorno clerical como a caciques privados; así evidencian la permanencia del radicalismo con amenazas, declaraciones extravagantes, oposiciones sistemáticas, diatribas sacadas de tiempos amargos y del sectarismo que les define, poniendo en tela de juicio a jóvenes, a mujeres, a costumbres, a progresos y, como si fuera poco, a la inteligencia. Este fenómeno es universal e intrínseco a ambos colapsos sociales inherentes a la doctrina católica y que desgraciadamente seguimos viviendo insidiosamente hoy.    

Y justamente con relación al presente, creo que mucho tiene que reformarse la Iglesia para integrar la visión de la realidad en que vivimos. Porque es que la iglesia no se levanta para defender a hombres y mujeres atropellados en este mundo injusto, ni mira por sus fieles sometidos y avasallados por leyes del mercado que los vuelven egoístas e individualistas, ni condena el sistema que facilita el crédito y su terrible dependencia, ni denuncia esa insensata creencia de que estamos en un paraíso viviendo el triunfo y el mejor estatuto donde cada cual corre hacia metas virtuales e ilusorias, santificando gozos de Don Dinero, única motivación vigente. La iglesia, a ejemplo de los políticos bipartidistas, queda callada, muy callada. Esta realidad es muy cruel para nuestro pueblo mayoritariamente católico e impone a ambos superar unas cuantas dificultades, como repensar los valores íntimos y silenciados que han guiado vidas enteras.

No cabe duda de que la iglesia se ha quedado atrás frente a muchas evoluciones, pero es consciente de todo lo que ocurre, aunque voluntariamente impotente. Tendría  que recordar los nobles principios cristianos que movilizaron a generaciones enteras y darse cuenta de que ya no cuajan frente al individualismo y al egoísmo que se ha instalado en nuestra sociedad. Tendría entonces que arriesgarse y limpiar el polvo acumulado en las tablas de la Cristiandad para que vuelvan dichos valores a ser visibles tanto por creyentes como por no creyentes, para que mañana escriban todos con una misma tinta: humanidad, solidaridad y justicia. Contar las cosas sin ambages es la obligación de cada ciudadano, como abandonar invocaciones mágicas porque irrealizables para acercarse a lo real y a lo posible con ética y firmeza sin resentimientos ni rencillas cada uno con sus sentimientos, sus convicciones y sus creencias es el único camino posible.      

José Saramago, premio Nobel, fustigó a la Iglesia católica cuando escribió: "Dios es silencioso y el hombre es el grito que da sentido al silencio". ¿Qué? No es esto un desafío a fieles para que despierten; a estos mismos que ni Dios quiere ya oír gritar ni lamentarse. Como el futuro avanza mas rápido que las ideas, quiero evitar la trampa de la demagogia y recordar que creyentes sensatos y honestos se enfrentan cada día a la radicalización inaguantable de la Iglesia o, mejor dicho, de su jerarquía. Píldora amarga que tienen que tragar los más espabilados, educados hasta ahora para no cuestionar la autoridad. Píldora que les abre el apetito, dándoles ganas de concienciarse y denunciar el malestar vivido en la Iglesia de hoy; entonces sí que se atreven sin remordimientos en levantar dudas y temores intentando dar futuro a sus creencias íntimas. Pero muchos, muchísimos otros quedan atrapados por la acaparadora fe sin saber el camino que emprender para excomulgar frustraciones, humillaciones y mentiras. Tienen que luchar contra sí mismo para mantener encendida la luz de la sabiduría y del discernimiento pues “cuando mas apuro se va, más lejos deben iluminar los faros”. Yo les recomiendo humildemente que no miren hacia cielo, que el cielo es la tierra que cada día pisamos, que no se dejen encerrar en la jaula pastoral pues no sólo vale cantar en la vida, también es necesario levantar la cabeza, mirar al otro sin ningún a priori, cambiarse ideas y crecer juntos.

Hay salidas para todos, porque finalmente que sean cristianos o no cristianos el sentido de lo humano es la virtud primordial para cambiar este mundo.

Por eso les puedo confiar cuánto admiro a esos compañeros del silencio: civiles, voluntarios del 15-M, como unos cuantos sacerdotes por volcarse en ayudar a los sin voz, a los que tienen hambre de justicia, a los que sólo les queda esperar más miseria.

“Uno existe porque los otros también viven.

* rsgcat(arroba)hotmail.fr

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