Renombrarse las vestiduras
Vestirse. ¿Qué reflexión cabe sobre un acto de pura cotidianeidad? Un trámite social o un ritual de estética, a lo sumo. Sin embargo, es una acción que toma cada vez más partido en la representación de identidades: desde tribus urbanas a códigos protocolarios. Inocente será quien se remita únicamente a una cuestión ornamental cuando de ponerse una pieza de ropa u otra se trate.
La moda perpetuó un binarismo de género hasta que, desde hace unas temporadas, tachuelas, lentejuelas, purpurina y colores flúor se aliaron y permitieron que resultara satisfactoriamente complicado establecer con plena determinación la etiqueta “masculina” o “femenina” para una camisa. Esta estética nace del arte y tuvo su reflejo en él hasta la aparición de los medios de comunicación convencionales a finales del siglo XIX. “La moda es inmediata, asimila los cambios sociales -indica Amabel González, investigadora y doctoranda en Historia del Arte-. Por eso, no es de extrañar que ahora mismo se estilen los pinchos y las tonalidades de corte militar; simbolizan la vuelta a las barricadas, una situación de crisis”. Por su parte, la feminista queer María José Belbel recuerda que “en la época de la movida española hubo una gran rebelión en la moda y en el modo de vida propiciada por mujeres y gays desde las subculturas, que empleaban el estilo como resistencia”.
Una nueva estética en el arte pasado
“Las pasarelas y los diseños que triunfan actualmente se retrotraen en el tiempo y toman elementos de la Historia del Arte, porque el arte fue la prensa de la época hasta el nacimiento de la televisión. El caso más claro se encuentra en la colección de la primavera 2011 de Chanel, inspirada en la ornamentación sobrecargada de Bizancio”, subraya Amabel González, que incide en señalar que “no sorprende que grandes diseñadoras y diseñadores como Yves Saint Laurent se convirtiesen a su vez grandes coleccionistas de arte”.
Sobre esta faceta del arte como representación de una época trabaja Medusa Mediación. Este colectivo desarrolló durante el año pasado el proyecto con ánimo de continuidad ‘¿Quién da la vuelta a la tortilla?‘, en los museos provinciales de Murcia, León y Lugo, con el fin de suscitar pensamiento crítico a un centenar de personas interesadas y de artistas, empleando para ello obras de corte clásico. “Creemos en la mediación y en la educación como herramienta de transformación social y queremos utilizarla como una experiencia vivencial con todo tipo de colectivos, no solo con los ya sensibilizados”, explica Aurora Lema, antropóloga social y cultural, miembro de Medusa Mediación: “Consideramos el arte como una estrategia de reflexión para visibilizar ciertos pensamientos, así que nos hemos servido de obras de los fondos de estos museos para que las personas se planteasen algo que se toma como natural, como puede ser el caso de vestirse de una determinada manera. La moda forma parte de la construcción de la propia imagen y por lo tanto de la construcción de la identidad”.
Gracias a los retratos decimonónicos de los tres fondos museísticos, los asistentes al taller pudieron replantearse los roles de género representados en las obras frente a artistas como Paula Cabaleiro, quienes a su vez reinterpretaron esas mismas piezas bajo una lectura feminista.
Tras la experiencia de ‘¿Quién da la vuelta a la tortilla?’, Aurora Lema califica como “muy enriquecedor” el trabajo educativo con colecciones de arte clásico, “puesto que estas parecen ser las sustentadoras de una ideología hegemónica patriarcal. Podemos evidenciar el pensamiento sobre el cuerpo, la belleza o lo femenino y lo masculino en otras épocas, cómo la peluca era un símbolo distintivo utilizado por reyes y reinas sin ningún pudor, cómo los leotardos eran usados por hombres o los vestidos de mujer llevaban un abultamiento en la tripa para hacerlas más atractivas. Si todo esto lo contextualizamos con imágenes de artistas contemporáneos y de la cultura popular, podemos hacerlo aún más significativo y reflexionar en conjunto sacando nuevos consensos”, sentencia Lema.
Interior’, de Leopoldo Villaamil, es la obra que la artista Paula Cabaleiro reformuló para los talleres. “La vestimenta a la que hago referencia modifica los aspectos que remiten a la clase social, de manera que este nuevo envoltorio podría parecer, frente a la anciana retratada por Leopoldo, un símbolo de libertad, de estatus socioeconómico que otorga al sujeto femenino una visibilidad en el espacio público, mayor notoriedad y valorización colectiva. Sin embargo, ¿cuál de las dos mujeres parece más libre? ¿Cuál debe someterse a una crítica prejuiciosa de carácter patriarcal que va a escrutar muy de cerca cada una de sus actitudes?”, cuestiona la creadora. Esta propuesta de reflexión es recogida por José Antonio Ruiz, miembro de la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género y participante en el taller. Según Ruiz, “lo más importante ha sido explorar la educación desde un sentido reflexivo, rompiendo la mirada de la sexualidad como algo dicotómico y apoyándose en el arte como herramienta para desdibujar los límites del pensamiento cotidiano”.
“El estilo como resistencia”
INDISORDER, definido como “proyecto de arte urbano itinerante” por una de sus promotoras, Barbara Tassi, toma el testigo de la labor de Medusa Mediación y postula una reformulación de la moda. ¿Cómo? Mediante la venta de ediciones seriadas de camisetas unisex, creadas en algodón orgánico y diseñadas por artistas con visión de género. Tassi sintetiza la filosofía de INDISORDER en “usar las camisetas/lienzos como piezas de activación social”. El concepto quiere ser lo contrario a las firmas de moda, puesto que “no buscan cubrir cuerpos, sino descubrirlos: las obras intervienen en la calle creando modificaciones a través de interacciones, nuevas miradas y nuevas posibilidades de socializar inquietudes y de cuestionar el orden establecido”.
Una camiseta -para ser exacta, 220 de cada edición- con mensaje, pero algo más. INDISORDER quiere que el proyecto continúe mediante un código QR en cada prenda. Este código permite el acceso a la web, donde se recopilan las vivencias de todas las personas que definen el WEARING ART, alejado de la moda dominante “que influencia las identidades individuales a través de mensajes subliminales de lo que es bello o feo, bueno o malo y que pide a cuerpos reales hablar de idiomas de cuerpos irreales”, explica Tassi. Coco Riot, artista queer, amplía el concepto de cuerpos idealizados alejados de la realidad en el sistema de tallas, “donde no solo hay una marcación por género, porque hay menos tallaje grande para mujeres, sino que hay una intención muy clara de marcar los cánones de belleza y la opresión que eso conlleva en unas medidas que exaltan la flaqueza”.
Coco elaboró un diseño de camiseta para INDISORDER, ‘Minotaura‘, con el objetivo de “reivindicar ese papel de monstruo que las sociedad nos impone por no entrar en sus estrictas casillas”. En su opinión, la moda, en la que incluye el arte, “ayuda a reinventar el género y, en general, quiénes somos en la sociedad. Lo bonito e importante de la moda es su aspecto cotidiano: nos vestimos cada día y por tanto cada día podemos reivindicar nuestro género, entre otras muchas cosas. El poder no está en lxs que crean la ropa, sino en lxs que la llevan”.
De las pasarelas de la calle de INDISORDER a las de la gran industria de la moda. Entremedias, la lectura de la artista Chiaru Shiota con sus vestidos de diez metros de altura, alineados en salas inmensas. Performance. “Las pasarelas de hoy en día son pura performance”, apunta Amabel González, unas performances que tienen su difusión en las revistas de moda femeninas, “que han propagado una idea de mujer de clase alta, blanca, delgada y joven que nada tiene que ver con la construcción de la propia imagen, la expresión política, los estados de ánimo o la creatividad: esto es lo importante”, recuerda María José Belbel.
¿Vas a representar a la misma persona la próxima vez que abras el armario?
* Publicado en Pikara Magazine
Imagen: Interior de Leopoldo Villamil y la reinterpretación de la artista Paula Cabaleiro.