Salir del euro: la rebelión de los de abajo

Salir del euro: la rebelión de los de abajo

No he estudiado Derecho ni Economía. No he realizado un máster en Ciencias Políticas ni en Ciencias Empresariales, pero me atrevo a seguir el ejemplo de George Orwell, “panfletista” por imperativo moral. Soy profesor de filosofía y escribo crítica literaria, pero yo también experimento ese “sentimiento de injusticia” que movilizaba a Orwell y le animaba a entrometerse en materias que sólo conocía por su experiencia personal o por sus abundantes lecturas. Creo que transformar la política en un campo reservado a los especialistas produce verdaderas aberraciones, pues de entrada expulsa a los ciudadanos del Ágora, cuestionando su competencia para ejercer su derecho natural de soberanía.

De la sociedad de la opulencia a la pobreza

Si miramos al pasado reciente, descubriremos que los expertos casi siempre se equivocan o no son capaces de apreciar lo que se avecina. John Kenneth Galbraith publicó en 1960 La sociedad opulenta, donde manifestaba que el capitalismo había conseguido neutralizar las crisis cíclicas, aplicando un mecanismo cruel. 2/3 de la población disfrutaba de un buen nivel de vida y nada indicaba que eso pudiera cambiar. Eran los “satisfechos”, los pequeños y grandes propietarios, con una capacidad de consumo que garantizaba una economía sana y dinámica. 1/3 vivía y viviría en la precariedad. El paro era el mecanismo utilizado para contener la inflación y no provocar graves desequilibrios entre la oferta y la demanda. Después del crack del 29, se habían adoptado las medidas necesarias para evitar un nuevo descalabro. Los bancos no volverían a sufrir problemas de liquidez y solvencia. En esas mismas fechas, la segunda generación de la Escuela de Frankfurt se quejaba de la alienación del hombre común por culpa del Estado del bienestar. Herbert Marcuse hablaba del “hombre unidimensional”, enajenado, despersonalizado y esclavizado por necesidades ficticias. Aunque la tasa de ganancia del capitalismo se desplomaba por múltiples razones, ni Galbraith ni Marcuse sospechaban que la contrarrevolución neoliberal devolvería a Europa a un cuadro de miseria y precariedad semejante al del siglo XIX. La sociedad de 2/3 se ha convertido en la sociedad de 1/3 y el rumbo de la economía augura que las diferencias sociales se agudizarán en los próximos años. Alemania es el buque insignia de la UE, pero su prosperidad sólo repercute en unos pocos. El trabajador alemán, con salarios raquíticos y escasa protección social, soporta el mismo cuadro de explotación y precariedad que los trabajadores de los países GIPSY. En la actualidad, uno de cada cinco alemanes es pobre (no puede pagar el alquiler, se alimenta de forma deficiente, no puede viajar o hacer frente a gastos imprevistos) y siete millones trabajan en régimen de mini empleo (los célebres mini jobs), con salarios de 400 euros y sin derecho a seguridad social o seguro de desempleo. En cambio, los alemanes ricos duplicaron su patrimonio en las dos últimas décadas. Un 10% posee la mitad de la riqueza del país. Al final, todo se reduce a la eterna lucha de clases, con masas empobrecidas y una minoría que acumula bienes y recursos.

La guerra del euro contra la soberanía de los pueblos

Salir del euro inspira miedo, pero continuar en él nos aboca a cumplir el Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza, que ha fijado como fecha límite el 2020 para reducir el déficit al 3% y la deuda a un 60% del PIB. La reforma del artículo 135 de la Constitución española ha establecido que “los créditos para satisfacer los intereses y el capital de la deuda pública de las Administraciones se entenderán siempre incluidos en el estado de gastos de sus presupuestos y su  pago gozará de prioridad absoluta”. La reforma del artículo 135 contempla el desarrollo de sus puntos mediante una ley orgánica, que se promulgó en 2012, con el nombre de Ley Orgánica 2/2012, de 27 de abril, de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera, según la cual se disolverán los Ayuntamientos que no cumplan el objetivo del déficit cero y se intervendrán las Comunidades Autónomas que se desvíen de un déficit estructural del 0’4%. No es la única ley que afianza el control del déficit por encima de cualquier consideración ética, política o social. La Ley 27/2013 de racionalización y sostenibilidad de la Administración Local reduce la autonomía local a una vergonzosa impotencia. Andrés Boix Palop, profesor de Derecho administrativo de la Universitat de València, afirma que la ley 27/2013 “refleja con crudeza […] el efectivo vaciamiento de contenido de la garantía institucional de la autonomía local”. Su aplicación implica “liquidar en gran parte la efectiva autonomía local de los municipios (con lo que ello supone desde muchos planos: subsidiariedad, control democrático, posibilidades de participación…)”. Boix Palop habla de “jibarización de los entes locales”, que son despojados de muchas de sus competencias y sometidos a la tutela de la Administración central. El Real Decreto Ley 8/2013 obliga a Comunidades Autónomas y Entes Locales a realizar los ajustes necesarios para garantizar el pago a los proveedores y faculta al Ministerio de Hacienda para imponer un nuevo plan de ajuste, si el aplicado resulta insuficiente. A veces los árboles no dejan ver el bosque y en este caso el bosque es una suma de 400.000 millones de euros de ajuste en un plazo de seis años. Ese dinero saldrá de recortes en sanidad, educación, pensiones, salarios, transportes, y servirá de pretexto para privatizar los servicios públicos, alegando su insostenibilidad con fondos de la Administración. Si no salimos del euro y la UE, no podremos cuestionar los ajustes o exigir una expansión del gasto social. En el mejor de los casos, acabaremos como Alemania, con un 20% del pueblo trabajador sumido en la pobreza y una oligarquía cada vez más rica y poderosa. No creo que a nadie le emocione esa perspectiva.

La salida del euro según Vicenç Navarro

Se afirma que la salida del euro provocaría un auténtico shock: hundimiento del PIB, fin del crédito internacional, fuga de capitales, devaluación de la moneda, crecimiento desorbitado de la deuda pública, hiperinflación, bajada vertiginosa de los salarios, colapso institucional y social. Fuera de la UE, nos espera el apocalipsis, con sus cuatro jinetes dispuestos a devastar España y devolverla a la edad de piedra, con masas hambrientas y depauperadas. Vicenç Navarro, catedrático de Ciencias Políticas y Sociales de la Universitat Pompeu Fabra y Premio Anagrama de Ensayo por su obra Bienestar insuficiente, democracia incompleta. Sobre lo que no se habla en nuestro país (2002), nos ofrece una visión diferente en su artículo ¿Salirse o no salirse del euro? Un debate necesario (Público, 01-08-13): “Desde el principio tuve reservas sobre el establecimiento del euro, [pues] la arquitectura que sustentaba el euro estaba basada en unos principios profundamente neoliberales. [La nueva moneda] era el intento de debilitar a los Estados y potenciar a los mercados, sobre todo financieros, que impondrían su voluntad sobre las instituciones encargadas de la gobernanza del euro. Esta predicción, por desgracia, adquirió su pleno desarrollo en el ataque frontal al Estado del Bienestar en cada país de la Eurozona que estamos hoy viendo. País tras país, se está desmantelando la protección social y se están debilitando, cuando no destruyendo, los instrumentos en defensa de las clases populares, tales como los sindicatos. En realidad, país tras país, las derechas están consiguiendo lo que siempre han deseado: la reducción de los salarios y el empobreciendo de las transferencias y servicios públicos del Estado del Bienestar. Y todo esto era previsible. […] A todos los Estados de la Eurozona se les han quitado los mecanismos de defensa, no solo la imposibilidad de controlar y devaluar su moneda, sino también la de protegerse frente a la especulación de los mercados financieros, al no tener su propio Banco Central. Debería ser obvio a estas alturas admitir que el Banco Central Europeo no es un banco central, sino un lobby del capital financiero, altamente influenciado por el capital financiero alemán”. Prosigue el profesor Navarro: “la crisis es la manera escogida para alcanzar, con el apoyo del gran capital, lo que siempre ha deseado: el gran debilitamiento del mundo del trabajo y el desmantelamiento del Estado del Bienestar”. Cuando se acumulan objeciones para no salir del euro, se olvida que el euro es “un pilar” del actual sistema de explotación. Un sistema de explotación que “no es de nación a nación, sino de clase contra clase, con una alianza de las clases dominantes contra las clases dominadas (la mayoría de la población) en cada país. Y el euro es un instrumento para ello. La evidencia científica que avala tal postura es enorme, aún cuando continúa siendo ignorada u ocultada en los mayores medios de difusión. De ahí la necesidad de iniciar un debate para salirse del euro como posibilidad. La amenaza de terminar con el euro dará fuerza a las izquierdas en su negociación con las derechas. Y para mantener la credibilidad en esta amenaza, hace falta prepararse para salirse del euro que, siendo un proceso difícil, no es imposible, y puede facilitar la salida de España y otros países de la recesión. Sin minimizar los problemas de salida, el hecho es que otros países han roto con monedas equivalentes al euro, y les ha ido bien, tal como es el caso de Argentina. […] El peor de todos los escenarios es mantenerse donde estamos; la población ya ha perdido su apego a la Eurozona y están clamando un “¡Basta Ya!”. Y llevan razón”.

El euro como herramienta de expolio y represión

Los bancos alemanes tienen 700.000 millones de euros en los países periféricos del Sur de Europa en deuda pública y privada. Por eso, se opondrán airadamente a la salida del euro y el impago de la deuda, pese a que lancen bravatas sobre las relaciones entre el centro y la periferia de la UE. Saben que si un país se atreve a dar ese paso, otros imitarán su ejemplo y se producirá un auténtico tsunami. Sienten pánico ante esa perspectiva. Por eso, los grandes medios de comunicación –controlados con mano de hierro por el capital- recurren a sus intelectuales venales para advertir sobre el cataclismo que se produciría, si los GIPSY cometieran esa presunta locura. Nuestra circunstancia histórica no constituye una novedad. Es un capítulo más de la lucha de clases. Por ese motivo, no entiendo que se menosprecie o relegue el legado marxista, pues constituye la herramienta más eficaz para interpretar la realidad y posibilitar una transformación popular. Los líderes políticos no deben buscar el voto fácil, sino hacer pedagogía y, en esa cuestión, me incluyo no ya como profesor, sino como alumno. Escribo por rabia e indignación y cada día estoy más convencido de que salir del euro es la única alternativa para escapar de la UE, una creación del capitalismo para oprimir al mundo del trabajo y encadenarlo a las aventuras criminales de Estados Unidos. Estoy de acuerdo con la plataforma Podemos, cuando en su Manifiesto Mover Ficha afirma: “Estamos ante un golpe de Estado financiero contra los pueblos del sur de la Eurozona. Los que mandan están vendiendo el país y nuestro futuro a trozos. El aumento de la represión (con leyes más autoritarias, incremento de las multas en un escenario de empobrecimiento económico e, incluso, dificultades para el ejercicio de derechos civiles y políticos) termina de completar un paisaje dominado por el agravamiento de las desigualdades sociales y de género y una mayor depredación de los recursos naturales. No es extraño el pesimismo y el derrotismo que parecen mostrar sectores a los que, sin embargo, les bastará una chispa de ilusión para salir de esa trampa de la desesperanza”. No entiendo por qué el Manifiesto no denuncia que el euro es la camisa de fuerza diseñada por la UE para despojarnos de nuestra libertad y soberanía. Esa omisión le resta fuerza y credibilidad en sus planteamientos.

Salir del euro y no pagar la deuda representaría un gesto de rebelión que tal vez despertaría los pueblos del Sur de la Eurozona. Entiendo que Podemos no quiere asustar al votante descontento, pero reacio a revoluciones y utopías. Podemos afirma que no es un partido político, aunque mantiene contacto con IU y Pablo Iglesias Turrión pide que el diputado y economista Alberto Garzón reemplace a Cayo Lara. Además, Podemos manifiesta su intención de presentarse a las elecciones europeas. Tal vez yo soy un pobre idiota, con un conocimiento deficiente de las cosas, pero cuando leo “Convertir la indignación en cambio político”, presumo que ese objetivo no es viable sin transformarse en una fuerza política y presentarse a las elecciones parlamentarias. Cuando hablo de la convergencia de IU y Podemos en un duunvirato compuesto por Alberto Garzón y Pablo Iglesias Turrión, no especulo, sino que me limito a reproducir sus declaraciones. No tengo ninguna constancia de conversaciones entre ese duunvirato y un PSOE liderado y renovado por Eduardo Madina, pero creo firmemente que sería la mejor opción electoral para derrotar al PP, que buscará el apoyo de UPyD, CiU y PNV para conservar el poder. Si no hay coaliciones, no habrá gobierno. Tampoco hay que descartar un gran pacto nacional entre PP y PSOE, pero no me parece probable. Si al final se impone la izquierda, tendrá que plantearse salir del euro o seguir con los recortes para cumplir los objetivos impuestos por la UE para 2020, verdadero punto de no retorno.

Por desgracia, solo fuerzas políticas marginales o intelectuales honestos como Vicenç Navarro (que sin ser un radical ha sido excluido de los grandes diarios nacionales en papel), cometen la herejía de pedir o debatir la salida del euro. Podemos pide salir de la OTAN, sin apuntar que la UE es su filial más devota, siempre dispuesta a embarcarse en sus agresiones militares (Irak, Afganistán, Libia, Siria o lo que convenga para defender la libertad y la democracia). No se puede reformar una trama de dominación que ha atado todos sus cabos para destruir los derechos laborales y sociales del pueblo trabajador. Un sistema educativo alienante, una prensa canalla y un bienestar basado en el endeudamiento privado han desmovilizado a una sociedad que en los años 60 y 70 aún soñaba con asaltar los cielos. Nuestra vida diaria ya incluye un paisaje de niños malnutridos, familias desahuciadas, personas buscando comida en los contenedores, parados sin esperanza de regresar al mundo laboral, hogares sin recursos para pagar la luz y la calefacción. ¿Nos hemos resignado a convivir con esa iniquidad? Creo que no, pero ¿por qué no protestamos con más contundencia? Es muy sencillo. Por miedo. Las Fuerzas de Seguridad del Estado no cometen excesos. Simplemente, actúan con la brutalidad que les exige el gobierno. Cuando hace unas semanas la Guardia Civil disparó contra los inmigrantes que intentaban llegar a la costa española, los agentes –como demuestra un conocido vídeo- gritaban “¡Vamos, cabrones!”, mientras pinchaban sus flotadores con balas de goma y, según algunos testigos presenciales, munición real. Ese cobarde exabrupto es el rostro desnudo del poder. El lumpen no es un obrero sin conciencia social, sino un obrero con cualquiera de los uniformes del Ejército o las Fuerzas de Seguridad del Estado. Sabemos que la Casa Real, la mayoría de los políticos y las cúpulas de los bancos actúan como verdaderos ladrones, obteniendo su botín a costa del pueblo trabajador, pero las bocachas, las pelotas de goma, los botes de humo, las porras y las sentencias de la Audiencia Nacional reprimen nuestra justificada ira. Da igual lo que votemos. Las promesas electorales se hacen para incumplirlas. Es un viejo adagio de la democracia burguesa. Si falla ese principio, hay un plan B, que cambia de nombre (dictadura, golpe de estado, red Gladio, leyes antiterroristas, torturas, desapariciones), pero que siempre obedece a una misma estrategia: salvaguardar los intereses del gran capital. La viuda de Aldo Moro ha narrado varias veces el encuentro de su marido con Henry Kissinger y un oficial de inteligencia norteamericano cuando se hablaba de un compromiso histórico entre la democracia cristiana y el eurocomunismo de Enrico Berlinguer. Kissinger, uno de los mayores terroristas de la historia reciente, advirtió a Moro: “Debe abandonar la idea de colaborar con todas las fuerzas políticas de su país… o lo pagará más caro que el chileno Salvador Allende; nosotros jamás perdonamos”. Después de ser secuestrado por las Brigadas Rojas, el cadáver de Aldo Moro apareció acribillado en el maletero de un Renault-4 rojo en la Via Caetani, un lugar situado entre las oficinas de la Democracia Cristiana y el Partido Comunista Italiano. La familia nunca creyó la versión oficial del asesinato.

La rebelión del pueblo trabajador

Estamos muy lejos de las condiciones históricas que posibilitaron la insurrección de la Comuna de París, pero sus 60 días de gobierno aún encarnan la dignidad del pueblo trabajador, luchando heroicamente por un mundo mejor. Escribió Marx: “El viejo mundo se retorció en convulsiones de rabia ante el espectáculo de la Bandera Roja, símbolo de la república del trabajo, ondeando sobre el Hôtel de Ville”. La represión fue de una ferocidad inaudita. Después de una lucha desigual que duró una semana, el Ejército de Versalles derrotó a los comuneros y fusiló al menos a 30.000 rebeldes, sin respetar la vida de ancianos, mujeres y niños, implicados también en los combates. Más de 40.000 personas fueron deportadas a las colonias y muchas murieron de hambre, agotamiento y malos tratos. Adolphe Thiers, que más tarde sería Presidente de la Tercera República, exclamó: “El socialismo no volverá a molestarnos en mucho tiempo”. En 1911, Lenin evocó los hechos en un famoso artículo: “La Comuna no luchó por un objetivo local o estrechamente nacional, sino por la emancipación de toda la humanidad trabajadora, de todos los humillados y ofendidos”. No creo que a corto plazo puedan surgir ejemplos semejantes de heroísmo y resistencia, pero no dudo que los ejércitos de la UE –siempre bajo el mando de la OTAN- reprimirían a los rebeldes con la misma brutalidad despiadada que el Ejército de Versalles. Pese a todo, no hay que caer en el desánimo. La gente ya ha empezado a luchar. No sólo en Gamonal. En Alcázar de San Juan, los vecinos se encerraron en el Ayuntamiento y se enfrentaron con la policía para evitar que se privatizara el servicio de abastecimiento de agua. Las protestas resultaron infructuosas, pero reflejan un cambio de mentalidad. A veces me preguntan qué haría yo si fuera político. Nunca se me ha pasado por la cabeza, pero creo que diría la verdad, sin ocultar las fuerzas colosales que luchan conjuntamente para mantener a la clase trabajadora en la pobreza, la precariedad y la exclusión social. Tengo 50 años. Soy un profesor de instituto jubilado anticipadamente por enfermedad. Vivo en el campo y mi rutina consiste en leer, escribir y pasear. No busco comida en la basura ni tengo problemas para llegar a fin de mes. Sin embargo, cada vez que reprimo mi deseo de arrojarme a la calle y protestar sin miedo, siento que mi dignidad se encoge miserablemente y miro hacia el suelo, con los ojos húmedos y avergonzados.

* Rafael Narbona

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