Se acabaron las elecciones, menos mal
Y con ello inicia de nuevo el día a día. La aburrida y opaca rutina, pero que al menos no estará contaminada por los mensajes y las proclamas, que no son más que una barbuda pantomima. Por fin libres de encuestas, carteles, pancartas, mítines, debates y de océanos de retórica sintética. Por fin pasaron las agónicas semanas en las que, dos barbudos nos han prometido mucha felicidad y buenos alimentos. Ya cesó la canción machacona y plasta que lleva sonando desde hace tres décadas a intervalos de cuatro años. Esta vez, en formato 2.0 y canturreada por el dueto con barba.
Bienvenida la paz… al fin la rutina… lo de siempre… cinco millones de parados, nuevos desahucios, millones de hambrientos en el cuerno de África, revueltas en tal país, recortes en sanidad, o en educación, o en lo que sea con tal que se recorte y/o se privatice, crisis agrícola, los cinturones con nuevos agujeros para apretárselos más si cabe, crisis ecológica, las reuniones de los pajarracos del G20, las emisiones de CO2, las imágenes de un pueblo griego humillado, la prima de riesgo por las nubes, crisis económica, las grandes ciudades contaminadas, los exorbitantes balances siempre positivos de transnacionales, bancos y fondos de inversión, y uno de los barbudos visiblemente excitado desde su púlpito que nos advierte: “Populacho, necesitamos de ustedes un nuevo agujero en el cinturón”.
Ummmm que aroma, como el buen café, por fin… normalidad. Bueno, los ecos se escucharán unos días más. El bipartidismo barbudo se felicitará por el civismo del pueblo votador. Presumirán al mundo de estado de derecho. Sin decir que sus partidos consiguieron tres diputados con un puñado de votos en Melilla, Ceuta y Soria, mientras a los pequeños les tocó sudar la gota por uno. Bendito sistema electoral fraudulento, hijo del reino de los bancos y de la prima de riesgo.
Volvemos a la costumbre, menos mal. El barbudo perdedor apenas saldrá en los medios y el ganador lo hará menos. Más noticias ganan espacio en los periodos entre elecciones. Otra vez el planeta seguirá ecológicamente agonizando, los residuos aumentarán vertiginosamente, los recursos naturales se seguirán derrochando y el aire que se respira en algunas ciudades volverá a estar contaminado. Pero por el contrario, otras cosas que pasan apenas se contarán, como es el caso del enjuiciamiento de Esther Vivas, activista social y experta en la crisis agroalimentaria. Su delito consistió en ocupar una sucursal de Caixa Catalunya. Pretendía protestar, entre otras cosas, porque esta entidad ofrece a sus clientes un instrumento financiero denominado “100% natural”, con el que se invierte en los mercados de futuros alimentarios.
Y es que en la democracia barbuda, como se imaginarán, el supuesto delincuente es el inconformista que se indigna porque la inversión financiera alentó un aumento en los precios de los alimentos que a su vez provocó 75 millones de hambrientos más. En la democracia barbuda se protege al que fabrica hambre, al que especula con ella, al que se enriquece. Se recortan los impuestos al que tiene, como se recortan los servicios sociales al resto en nombre de la estabilidad económica. La prima de riesgo manda, es el verdadero sufragio universal, aunque los barbudos jueguen con nosotros a que decidimos algo en todo este desaguisado. El resto es la misma milonga de siempre. La misma cantinela desafinada y cada vez más putrefacta. Esta vez, en formato 2.0 y canturreada por Don Mariano y Don Alfredo.
* Investigador asociado de la Cátedra “Tierra Ciudadana – Fondation Charles Léopold Mayer”, de la Universitat Politècnica de València. Autor del libro El parque de las hamacas.