Suramérica: se confirmó la gira de Roger Waters

Suramérica: se confirmó la gira de Roger Waters

Por Ramiro Giganti*. LQSomos.

Desde sus redes sociales confirmó tres fechas en noviembre, una de ellas en Buenos Aires. Será el 21 de noviembre en River. La confirmación generó el festejo de gran parte de sus seguidores, lamentos por falta de dinero para poder comprar una entrada, y comentarios de odio infundados por el pronunciamiento político del artista. Diversos comentarios aparecieron debajo de la noticia publicada en diversos medios. Ante todo se disparan preguntas sobre un género hoy en crisis: ¿Se puede pensar en el Rock como desprovisto de crítica y rebeldía? Mientras tanto, Waters continúa su gira europea, llenando estadios y habiendo logrado un fallo favorable contra los intentos fallidos de censura a su futura presentación en Frankfurt. Un anticipo de lo que se viene y un repaso de la historia reciente

Mientras continúa su gira europea, desde sus redes sociales, el artista confirmó tres fechas en Suramérica para noviembre: el 17 en Uruguay, en el Estadio Centenario, el 21 en Buenos Aires, en River, y el 25 en Santiago de Chile. Será la 12da vez que el ex Pink Floyd se va a presentar en el estadio de Núñez, igualando el récord acumulado que hoy tienen los Rolling Stones. Calificarlo como “hombre récord” podrá ser elogioso pero muchas veces oculta contenidos. Si bien es cierto que en 2012 fue el primero en llenar 9 veces ese estadio, y que sumado a las dos presentaciones en 2007 lleva un acumulado de 11, y efectivamente va a igualar a la banda que más veces había actuado allí, hay otras cuestiones que pueden llevar a su visita más allá de un simple hecho artístico.
El espectáculo que va a traer en noviembre

This Is Not a Drill (esto no es un simulacro) es el nombre de la gira que está realizando desde julio del año pasado, cuando dio su primera presentación en Pittsburgh, y que durante casi todo el segundo semestre del año pasado recorrió decenas de ciudades en Norteamérica.

En el mismo se mantiene el concepto de “obra conceptual” muy presente en los años 70 con producciones como Tommy o Quadrophenia de The Who, The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars de David Bowie, The Lamb Lies Down on Broadway de Genesis, y prácticamente toda la producción de The Alan Parsons Project. En esta idea se encuentra la tetralogía de Pink Floyd Iniciada con el hoy, quincuagenario The Dark Side of the Moon y siguiendo con Wish You Were Here, Animals, y obviamente The Wall, quizás el ejemplo más recurrente y claro a la hora de explicar la idea de “obra conceptual”.

Roger Waters llevó esa idea al vivo, o mejor dicho revivió esa idea cuando hace algo más de una década hizo una gira mundial con The Wall. Allí, tomando la música y la idea original de la obra, le dio una vuelta de tuerca ajustando el espectáculo a la coyuntura, lo que mostró la vigencia que mantenía (y mantiene) la obra. Aquella gira pasó por España poco tiempo antes de la irrupción de los “Indignados”, visitó Grecia mientras las calles estallaban y se presentó en Nueva York mientras el movimiento Occupy acampaba en Wall Street. También llegó a Sudamérica siendo noticia el récord de los 9 River, pero reuniéndose con estudiantes en Chile que habían tomado las calles. También lo recibió Piñera sin lograr convencerlo de sus motivos sobre la represión y la política que en aquel entonces tenía el país trasandino y que desembocaron en las insurrecciones de 2019.

Aquel espectáculo mantenía la esencia y los mensajes de la obra de 1979, pero incorporaba referencias más recientes, tanto a la opresión al pueblo palestino, las guerras en Iraq, mostrando aquel video difundido por Julian Assange donde solados estadounidenses asesinan sin motivo a civiles iraquíes. También se mostraron y referencias al daño ambiental y críticas en sí al capitalismo (una pintada de Banksy decoraba al muro). Aquel concierto terminaba con la imagen de una niña judía abrasada a un niño árabe tras la interpretación de Outside the Wall que también cerraba la película de 1980, en aquel entonces con niñeces de distintas etnias juntando los escombros tras la explosión del muro. Hay mucho de todo esto en This Is Not a Drill y se verá en noviembre.

La idea conceptual de un mundo distópico atraviesa las mas de dos horas que dura el concierto. Por mencionar solo fragmentos, el espectáculo comienza con una novedad pero que también honra a la historia: una versión distinta de Comfortably Numb empieza a sonar, las pantallas muestran una ciudad desolada, devastada, una suerte de escenario distópico o post apocalíptico que también rememora los días de confinamiento por la pandemia en 2020. Tras algunos minutos Waters irrumpe en el escenario junto a la banda con un arranque contundente que rompe la calma de la introducción.

El repertorio incluye fragmentos de The Wall, algunos mantienen la teatralidad escénica de aquel show que llenó 9 veces River, en otros casos adaptado a la actualidad. También repasa otros momentos de la historia de Pink Floyd y sus otros discos más recordados, integrado a canciones de la última etapa solista de Waters. Todo va encajando conformando una obra conceptual con un contundente mensaje crítico sobre la actualidad: desde las violaciones a los Derecho Humanos, la represión, la construcción de una narrativa autoritaria expresada en los ascensos de la extrema derecha, pero también la introspectiva filosófica existencial planteada en The Dark Side of the Moon, o la distopía orweliana también presente en Animals.

Por solo mencionar algo de lo distinto, interpreta The Powers That Be, una canción de su disco Radio Kaos, entrado ya en años, pero donde muestra desde la pantalla imágenes actuales de represiones policiales y placas con los nombres de víctimas de la represión institucional en distintas partes del mundo sucedidas en los últimos años. Allí se menciona tanto a George Floyd y Breona Taylor, como Marielle Franco y otros casos surgidos en el mundo. Está también presente Shireen Abu Akleh, la periodista palestina de Al Jazeera asesinada hace un año por fuerzas israelíes. Mientras Waters estaba realizando la gira norteamericana, la muerte de Mahsa Amini en Irán conmovió al mundo. Pocos días después su nombre se incorporó en los escenarios. Su presencia da respuesta y confronta con la comunicación agrietada que solo denuncias casos en uno u otro país según simpatías.

Otra novedad, también en lo musical, es su nueva canción The Bar, compuesta durante la pandemia y presente en este espectáculo. Mientras Waters la interpreta sentado en el piano, se ven imágenes de movilizaciones indígenas en Estados Unidos en defensa del ambiente. En la previa el artista recuerda una anécdota de una mujer Sioux que en la ciudad cruzo la calle para asistir a otra mujer afrodescendiente que se encontraba en situación de calle y llevar a un bar para que junto a otras personas puedan ayudarla. Allí la idea de “bar” que promueve Waters es esa ilusión de un lugar comunitario de un espacio donde las personas se ayudan sin discriminar por etnia o nacionalidad.

La canción reaparece cuando el show está por finalizar y conecta a la perfección con Outside the Wall, luego de la cantidad de mensajes antifascistas y de los estímulos que el concierto muestra. Detrás de la violencia denunciada y exhibida hay un desenlace posible.

Los intentos de censura y la ira de los “haters”

Ya desde su inicio el año pasado la gira despertó la polémica. Primero por los mensajes políticos presentes, pero también reflotando los ya conocidos ataques el hay contra Waters por pronunciarse en defensa del pueblo palestino contra el accionar del Estado de Israel. Calificar a numerosos ex presidentes norteamericanos como “criminales de guerra”, y hacerlo en ese territorio, fue otro disparador. Sus críticas a la OTAN en relación a la invasión de Rusia a Ucrania también chocaron con el discurso único que se reduce a repudiar a Putin evadiendo otras responsabilidades. Todo eso generó que se le acusa tanto de antisemita como de comunista (incluyendo la falacia de considerar a Putin comunista y el reduccionismo de creer que “Waters apoya a Putin” algo que el artista jamás expresó). De hecho aparece la imagen de Putin, junto a Donald Trump, en un momento, mostrando el disenso también con el polémico mandatario ruso.

Aparece el clásico comentario de censura de que alguien con ideas de izquierda no tiene derecho a ganar dinero o tener un celular. Ese violento discurso muchas veces utilizado solo para silenciar voces disidentes. Si es cierto que el precio de la entrada, por ser un artista internacional será de difícil acceso en un país con la moneda local y su salario promedio por el piso, pero ya se puede apreciar una intensidad en esa crítica mayor a la ejercida sobre otros artistas de renombre. El “no te metás” aparece encriptado en estas agresiones: el que se la juega deberá asumir las consecuencias.

Curiosamente el espectáculo también incluye referencias a los mensajes de odio en redes sociales y a como se va configurando el discurso a favor del “martillo” que representa a la mano dura. Pero los ataques a esta gira no se limitan a mensajes en redes sociales.

En febrero, pocos días antes de dar comienzo a la gira europea, autoridades de la ciudad de Frankfurt decidieron, sin respaldo legal, cancelar el concierto que el artista tiene previsto para el próximo 28 de mayo y para el que ya se habían vendido varias entradas. El motivo, en un principio había sido acusar a Waters de antisemita pro sus críticas al Estado de Israel, pero cuando el músico presentó una acción legal el descargo de los censores fue totalmente distinto: presentaron un documento de 28 páginas intentando argumentar que la censura era porque en un momento del espectáculo Waters se disfraza de nazi, algo que viene haciendo desde hace más de 40 años cuando salió a la luz The Wall. El insólito argumento fue refutado fácilmente al expresar que se trata de una parodia que además alerta sobre el resurgimiento del fascismo en el mundo.

Pero había algo más detrás de esa cancelación que no prosperó: la intención de que la censura se expanda hacia otras ciudades. Nada de eso se concretó. El pasado 17 de marzo la gira dio inicio en Lisboa. Todos los conciertos previstos hasta la fecha se realizaron con éxito de taquilla y críticas favorables. Ninguna otra ciudad ni en Alemania ni en Europa se sumó a la iniciativa propuesta por los censores de Frankfurt. Como si eso fuera poco, recientemente la Corte de Frankfurt se pronunció a favor de la realización del concierto para el 28 de mayo, con un fallo que refuta las acusaciones y expresa que no hay motivos para la cancelación. Casualmente el artista se encuentra en este momento en Alemania para dar un concierto en Hamburgo, luego en Colonia, y seguir con la gira europea que finaliza el 10 de junio en Manchester.

Un debate sobre la actualidad del Rock

Los debates o reflexiones surgidos muestran algo que no es habitual incluso en otras visitas o giras de artistas con una masividad similar. Un género musical que ya tiene mas de 7 décadas, y que surgió como una expresión de rebeldía parece haber abandonado esa característica. De aquellos «jopos» y movimientos de caderas que tanto irritaron a los sectores conservadores, la influencia «diabólica» del blues, las melenas de los años 60, o grandes conciertos anti beligerantes como Woodstock, los mensajes contra la guerra de Vietnam, o las canciones de protesta parecen haber quedado en el olvido. También la irrupción del punk, el movimiento Riot Grrl o las letras incisivas de Rage Against The Machine, por mencionar solo algunos casos. Aquella interpretación provocadora del himno estadounidense por Jimi Hendrix, quien desde los efectos con su guitarra recreaban las bombas que caían, las explosiones fueron reemplazadas por celebridades cantando y tocando el himno en eventos deportivos.

Los artistas vienen, tocan sus canciones, posan con la camiseta de Argentina, reciben una ovación, quizás algún cantito que les haga decir que este «es el mejor público del mundo», y se llevan los dólares. No hay mucho mas que eso. Todo muy políticamente correcto. No hay criticas, no hay rebeldía ¿es eso el rock? Sucede también con los artistas locales donde nuestras problemáticas deberían afectarles mas profundamente. Afortunadamente hay excepciones y el rock no se limita a las «ovejas» que nada cuestionan.

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