Taxonomía del futuro

Taxonomía del futuro

Por Nònimo Lustre

Para la plebe vulgar, Harvard es la mejor Universidad del mundo. Lo cree porque así la bombardean a diario como si una difusa Harvard fuera una Tierra Prometida que no distingue entre sus institutos, facultades, profesores, curricula y planes de estudios, etc. De cara al vulgo, la propaganda harvardiana insiste en ‘descubrir’ clasificaciones en cualquier trivialidad y, peor aún, en incrustar jerarquías en materias a cual más dispar y elusiva -ejemplo, Los ocho consejos de la Universidad de Harvard para ser más inteligente.

Sin embargo, un día al año, el más pomposo salón del reputadísimo MIT (The Massachusetts Institute of Technology; Cambridge, Massachusetts) alberga una ceremonia que, desde 1991, espero con divertida ansiedad: la entrega de los premios Ig Nobel (a veces, Ig Noble, viniendo Ig de Ignatius, el necio conjurado) que promueve la humorística revista científica Annals of Improbable Research (AIR) Sus premios distinguen sarcásticamente a “las investigaciones que no pueden o no deben ser reproducidos” -a veces, subtitulado “ensayos que primero nos hacen reír y después llorar”.

En su edición nº 34, este año 2024, AIR otorgó diez galardones entre los que destacó el Peace Prize (Nobel de la Paz) que recibió la hija del finado psicólogo behaviorista B.F. Skinner por un artículo publicado en 1960 (Pigeons in a Pelican) donde evaluaba la posibilidad de que unas palomas vivas guiaran desde dentro de los misiles su letal trayectoria. Pese a su (dudoso) interés histórico, la prensa española ha destacado otro premio, el que se llevó una pseudo-investigación japonesa sobre los cerdos que respiran por el ano -por enésima vez, se manifestaba así que España padece el conocido complejo infantil-anal. Y, de paso, la prensa ha olvidado otro Ig Prize, el de Demografía representado dignamente por el ensayo Supercentenarians and the Oldest-Old Are Concentrated into Regions with No Birth Certificates and Short Lifespans (Saul Justin Newman, 2019) donde se informa que muchas personas ‘centenarias’ viven en lugares con pésimos registros de nacimiento y/o habitados por poblaciones con corta esperanza de vida, concluyendo con prácticas y oportunas alusiones a los infames archivos eclesiales y los fraudes en las pensiones.

No obstante, el premio que me ha conmovido ha sido el Ig Nobel de Botánica concedido al paper Boquila trifoliolata Mimics Leaves of an Artificial Plastic Host Plant (Jacob White y Felipe Yamashita 2022), por haber encontrado evidencias (¿) de que una planta real imita el perfil de las plantas artificiales que la rodean. La susodicha especie de Boquila, una liana perenne, es conocida en Chile y países aledaños como pilpilvoqui o voqui blanco, boquil blanco, cogul de Chile, pipilboquil, ​ pilpilvoqui, voqui blanco o voqui pilpil.

Boquila t. en un antiguo registro botánico.

Lo que, a primera vista, parece un chascarrillo, entre otras profundidades nos pregunta sobre aspectos anatómicos y fisiológicos que constituyen un admitido patrimonio de los animales… pero no de las plantas. Ejemplo: ¿las vegetaciones ven?, las plantas ¿tienen ojos, oculli u ocelos? Entre otras muchas mímesis, el heliotropismo de algunas plantas es suficientemente conocido -en los girasoles, por ejemplo. Pero este ensayo va más allá cuando sugiere que no es sólo el Sol quien guía algunas matas sino también la vecindad de especímenes artificiales, en muchos casos, de plástico -aunque no en este caso.

Diseño del experimento de White y Yamashita

Antecedente

El paper sobre la Boquila representa un avance particular en el campo de la científicamente descrita Botánica Artificial que inauguró en 2008 una sesuda investigación, también publicada por AIR: “Artificae Plantae: The Taxonomy, Ecology, and Ethnobotany of the Simulacraceae” (Kurt Allerslev Reynertson, Julie Velasquez Runk y Nat Bletter) Según el resumen de AIR, “los autores introducen las plantas artificiales y de plástico en el fondo de la Botánica”. Con un lenguaje apenas irónico y, desde luego, suscribiendo un aparataje (scholarship) rigurosamente ortodoxo, Reynertson et al crean varias categorías taxonómicas inéditas hasta su ‘descubrimiento’:  Artificae y Simulacraceae. Como sabemos, los seres vivos se clasifican en Dominioreinofilo o divisiónclaseordenfamiliagénero y especie -subdividida a su vez en subespecie, variedad y cultivar- que se identifican con sus propios sufijos. El sufijo “ae” designa a la Familia, ergo se han inventado dos nuevas Familias. Si no es habitual encontrar nuevas especies de vegetales y de animales, descubrir la existencia de dos Familias es absolutamente genial.

Prophylactica saintpaulia (holotipo) se mantiene saludable pese a estar rodeada por verduras y condones en una tienda de regalos en Bangkok, Tailandia

Coda

Zoologías fantásticas ha habido muchas y siguen siendo un género de moda. Al personal le encantan los trasgos, las culebras de cuatro ojos y las quimeras híbridas. Incluso podría decir que la Humanidad también ha sido fantástica -los blemias de las Yndias- y lo sigue siendo después de haber pasado la moda de los amerindios sólo que ahora son los migrantes y hasta los pérfidos orientales, los que son imaginados como delincuentes natos -aunque todavía no son retratados con antifaz y cimitarra. En el pasado y en la actualidad, la mayoría de estas fantasías ha sido (lamentablemente) financiada por dinero público pero, en raras ocasiones, no hacen propaganda del Poder colonial sino que lo toman con humor.

Sin embargo, nadie piensa en el auténtico peligro real: el plástico. En un planeta invadido por Él, no cabe la fantasía sino la alarma. Hoy, no sabemos distinguir entre un rosal real y otro de plástico y, vistos estos ensayos Ig Nobel, nadie duda de que la mímesis vegetal corre el riesgo de ampliarse a especímenes contagiados no sólo por las invasiones industriales -transgénicos invadiendo los cultivos tradicionales- sino también por el plástico mimético. Por ello, pese a que la fantasía científica es una ostentosa contradicción, bienvenida sea. Ya era hora de que la Ciencia descendiera de su pedestal, no sólo porque ha perpetrado muchas infamias sino también porque no atiende a los más urgentes de los problemas reales -léase, de plástico.

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