Trabajo productivo y clase obrera actual

Trabajo productivo y clase obrera actual

Antoni Puig Solé*. LQS. Junio 2021

El trabajo productivo en general

Al hablar de trabajo productivo empleamos dos palabras que parece que siempre deben unirse, pues todo trabajo pretende producir algo.

Trabajamos y producimos porque la naturaleza, por si sola, no nos garantiza la subsistencia y reproducción, lo que nos obliga a transformarla para disponer de valores de uso. En este trabajo empleamos tecnologías, que con el tiempo mejoran y establecemos distintas relaciones sociales, dando lugar a uno u otro modo de producción. Pero las maneras de trabajar, la tecnología, la división del trabajo y las características de los productos mutan. Y en los últimos tiempos lo han hecho a tal extremo que a veces ni se sabe qué producto final se va a crear.

Tomemos de ejemplo de estos cambios la edificación de viviendas. En el pasado se partía de un diseño mental, que se materializaba empleando herramientas sencillas y lo que la naturaleza suministra (barro, cañas, piedras, pieles, madera, etc.). Hoy, en cambio, al construir un bloque de pisos participan personas de variadas profesiones y algunas ni pisan la obra. Los arquitectos hacen un trabajo intelectual y una parte lo suelen subcontratar. Los obreros que levantan la obra pertenecen a varias empresas y algunos son autónomos. Los materiales y la tecnología salen de procesos de trabajo realizados en otras partes. También participan trabajadores púbicos y empresas “de servicios” habilitando el entorno y facilitando que llegue electricidad, agua o gas, dando paso a empresas que suministran “estos servicios”. Al desplazarse a la obra, los trabajadores utilizan “servicios” de transporte, públicos o privados, detrás de los cuales también hay actividad productiva. No sería de extrañar que la comida les llegara a través de una empresa de catering que a su vez deriva el transporte de forma externa a una plataforma que desplazará algún joven en precario en bicicleta o moto. Y podríamos extendernos a otras actividades productivas.

Todo esto que nos parece tan nuevo, Marx ya lo tenía en cuenta cuando afirmaba:

“El producto, antes fruto directo del productor individual, se transforma en general en el producto colectivo de un personal combinado de trabajo, cuyos miembros están más cerca o más lejos del manejo del objeto de trabajo. Al ampliarse el carácter cooperativo del proceso laboral mismo, se amplía necesariamente, por consiguiente, el concepto de trabajo productivo y de su portador, el obrero productivo.” (Marx) {Todas la citas que, como esta, vamos a reproducir, corresponden a alguno de los tres libros de El Capital, al VI capitulo “inédito” y a las Teorías sobre la plusvalía}

Lo que aquí se dice es que el trabajo productivo toma el rostro del obrero colectivo, con una profunda división de tareas que hay que contextualizar en el sistema de relaciones sociales vigente.

El trabajo productivo según el capital

Bajo el modo de producción capitalista, el capital organiza y domina la producción y este capital opera como dinero que se valoriza, o sea, que crece con la explotación del trabajador. De ahí que Marx añada:

“Pero, por otra parte, el concepto de trabajo productivo se vuelve más restringido. La producción capitalista no sólo es producción de mercancía; es, en esencia, producción de plusvalía. El obrero no produce para sí, sino para el capital. Por tanto, ya no basta con que produzca en general. Tiene que producir plusvalía. Sólo es productivo el trabajador que produce plusvalor para el capitalista o que sirve para la autovalorización del capital.” (Marx)

Al contextualizar, Marx agrega que el capital considera subsidiario y a veces innecesario o incluso despreciable, todo trabajo que no aporta plusvalía, ya que la plusvalía es lo que lo mueve. Por consiguiente, un programador de ordenadores, un artista de un gran circo internacional, un ayudante que cocina en una cadena de restaurantes, o un obrero de una empresa armamentística pueden considerarse por el capital, como productivos, siempre que con sus tareas produzcan plusvalía. Por contra, una médica o un enfermero de un hospital público, que atienden gratis y salvan vidas, para el capital no serán productivos.

Así, pese a que la definición de trabajo productivo, desde la óptica del capital sigue siendo aplicable para el obrero colectivo, ya no se cumple para cada uno de sus miembros y la producción capitalista ya no se basa en la simple creación de valores de uso, sino que se basa, fundamentalmente, en la generación de plusvalía.

Trabajo productivo en general: · Produce valores de uso.
Trabajo productivo para el capital: · Produce mercancías. · Produce plusvalía.

Este punto de vista no responde a los intereses de los trabajadores y las trabajadoras ni está arraigado en la mayoría de la población. Debe ser eliminado a la hora de construir una sociedad alternativa, no sujeta al dominio del capital, en la cual la producción tenga como objetivo satisfacer las necesidades de la gente. Sin embargo, bajo el capitalismo:“

…el trabajo productivo e improductivo se conciben desde el punto de vista del poseedor del dinero, des del punto de vista del capitalista, no desde el del obrero”. (Marx)

Trabajos para la reproducción y circulación del capital

Esto no significa que el trabajo que no produce directamente plusvalía, pierda influencia en el capitalismo actual. Como se verá más adelante, el capital queda obligado a potenciar actividades que, si bien no contribuyen directamente a la producción de mercancías, son necesarias para la realización de la plusvalía o para la reproducción de la relación social capitalista. Con algunas de ellas, los capitalistas que las impulsan, valorizan su inversión.

Cabe recordar que cuando Marx habla del capital, establece una diferencia entre capital industrial, capital comercial y capital bancario. Este último se incrementa con el cobro de intereses. Si bien sólo es el capital industrial el que genera plusvalía, todos ellos operan bajo el modo de producción capitalista y se apropian de fracciones de la plusvalía producida.

Del capital industrial se desprende la primera característica del modo de producción capitalista, pero no la única. Lo que ocurre es que la definición marxista de capital industrial no va asociada, en exclusiva, a la actividad fabril o a la industria de tipo fordista, como a veces se cree. Es más amplia. Entender su amplitud es necesario en unos momentos en los que las actividades denominadas servicios han pasado a ocupar un espacio cuantitativamente notorio en la producción mercantil.

El capital industrial

En el desarrollo del capital industrial fueron relevantes las grandes fábricas cuando la energía motriz era el vapor, especialmente en las primeras acumulaciones de capital y en la creación del mercado interior que favoreció la formación del estado-nación. Esto explica que en ocasiones -pero no siempre- Marx tome la fábrica para ejemplificar los supuestos teóricos. Tal ejemplificación ocasiona que muchos asocien el capitalismo con los países llamados industriales -antaño con grandes fábricas- olvidando que el capitalismo va más allá. Olvidan también que la fábrica y los centros de trabajo mutan y cambian su ubicación al hacerlo la tecnología y la organización del trabajo. No debemos interpretar estos cambios como la desaparición del capitalismo sino todo lo contrario: su expansión. Lo mismo acontece con la clase obrera que también muta, se diversifica y se expande a la sombra del capital que la explota.

Marx, para ejemplificar la figura del trabajador productivo, no elige a un trabajador fabril, sino a uno de los que ahora se incluye en el llamado “sector servicios”.

“Si se nos permite ofrecer un ejemplo al margen de la esfera de la producción material, digamos que un maestro de escuela, por ejemplo, es un trabajador productivo cuando, además de cultivar las cabezas infantiles, se mata trabajando para enriquecer al empresario. Que este último haya invertido su capital en una fábrica de enseñanza en vez de hacerlo en una fábrica de embutidos, no altera en nada la relación. El concepto de trabajador productivo, por ende, en modo alguno implica meramente una relación entre actividad y efecto útil, entre trabajador y producto del trabajo, sino además una relación de producción específicamente social, que pone en el trabajador la impronta de medio directo de valorización del capital. De ahí que ser trabajador productivo no constituya ninguna dicha, sino una maldición.” (Marx)

Este ejemplo adquiere ahora más relevancia cuando “los servicios” de educación se están mercantilizando cada vez más como ocurre con otros valores de uso. Prueba de ello son las campañas para convencer a las familias que la universidad pública no garantiza una formación adecuada ni un futuro prometedor. Y lo mismo podríamos decir, por ejemplo, de la sanidad.

El capital industrial en Marx

Marx puso el acento sobre el capital industrial en los dos primeros libros de El Capital. El primero se centra en el proceso de producción del capital industrial, desvelando como se extrae plusvalía. El segundo se centra en el proceso de circulación de este mismo capital industrial, analizando sus mutaciones. El estudio del capital comercial y del capital bancario corresponden al Libro 3º, que también aborda el capital ficticio y la renta de la tierra.

¿Qué es para Marx el capital industrial? De entrada, hay que señalar que no es lo mismo capital industrial que capital productivo. Como veremos, el capital productivo es un momento del capital industrial en el cual opera el trabajo productivo. Para alcanzar este momento, el capital industrial debe dar unos pasos previos y otros posteriores. En ambos, este capital industrial aparece bajo sus formas elementales de dinero y mercancía.

El Libro segundo de El capital describe el capital industrial y su necesaria mutación a partir del siguiente recorrido: D – M [mP+fT] … P … M’ – D’.
Este recorrido del capital industrial, involucra la siguiente secuencia:

1. El capitalista aporta una determinada suma de dinero (D).

2. Este dinero permite comprar las mercancías (M) fuerza de trabajo (fT) y medios de producción (mP). Con ello, el dinero es intercambiado tanto por la capacidad de trabajo como por las condiciones objetivas para su utilización.

3. A partir de este momento puede prosperar el proceso productivo del que salen mercancías. Este proceso es la unidad de proceso de trabajo y proceso de valorización y se sitúa en el momento en el cual el capital se transmuta en capital productivo (P).

4. Una vez producidas, las mercancías (M’) ya incorporan la plusvalía (m) producida en el momento de la producción, siendo M’= M+m, donde M representa el valor de las mercancías fuerza de trabajo y medios de producción empleadas y m la plusvalía.

5. Finalmente, las mercancías, que una vez producidas ya son capital mercantil, al venderse reportarán un monto de dinero (D’) por encima del inicial, ya que, D’= D + d, siendo d la monetización de la plusvalía, monetizándose con ella el capital inicial consumido (D).

Prescindir conceptualmente del capital industrial y referirse al capital productivo, sin ubicarlo como momento del capital industrial, impide ver que las explotación del trabajo productivo no es posible sin la relación social capitalista y sin una sociedad mercantilizada y monetizada.

De manera resumida, podemos decir que es capital industrial el dinero destinado a la compra de fuerza de trabajo, productora de plusvalía con producción mercantil. Este capital industrial debe transitar el recorrido antes descrito.

La mercancía

Llegados a este punto cabe hacer una aclaración sobre la mercancía. Como que Marx a veces habla del “cuerpo de la mercancía” o de “la producción material”, ha prosperado una visión que la limita a los valores de uso producidos que podemos ver y tocar. Al resto se los excluye y tipifica como servicios o se los asocia al mal llamado “trabajo inmaterial”. Se trata de una visión equivocada, ya que, a fin de cuentas, el trabajo siempre se hace con la materialidad del cuerpo y una mercancía satisface necesidades, sean naturales o construidas socialmente, sean corporales o imaginarias, sean materiales o espirituales.

En este sentido, el enfoque de Marx difiere del de los fisiócratas y de Smith, Malthus y Ricardo, que equiparan la producción con los valores de uso físicos y definen el trabajo productivo como trabajo dedicado a producir este tipo de valores de uso. Tal definición fisicalista excluye actividades que, como veremos, Marx considera productivas.

No se trata, pues, de dedicarse a observar la mercancía y darle vueltas para definir el trabajo como productivo o improductivo, o como material o inmaterial, en función de su cuerpo visible, lo cual es una manifestación más del fetichismo de la mercancía.

“El valor de uso de la mercancía en que se encarna el trabajo de un obrero productivo puede ser del tipo más inútil. (…)la forma material determinada del trabajo y. por consiguiente de su producto, nada tiene que ver en si misma con esta distinción entre trabajo productivo e improductivo.”(Marx).

En conclusión, cabe decir que el capital industrial y el trabajo productivo que explota no dependen de la forma final del producto, ni se limita a la producción física de un valor de uso tangible, ni corresponden en exclusivo, al trabajo de fábrica o mina. Depende de la relación social especifica a través de la cual la mercancía se produce y circula. De ahí que Marx diga que “un trabajo de idéntico contenido puede ser productivo e improductivo”.

El sector terciario

Estamos habituados a la división convencional de los sectores productivos entre primario, secundario y terciario. Marx no utilizó tal división; se centró en poner al descubierto cuál es la función del capital, si bien también hizo menciones puntuales a los servicios.

El “sector terciario” abarca actividades heterogéneas, incluidas aquellas donde se producen directamente plusvalía, también las que facilitan la producción de plusvalías en otros lugares, aquellas necesarias para la realización de la plusvalía y actividades ajenas al circuito del capital.

La concepción del capital industrial de Marx es aplicable, por tanto, a muchas de estas actividades, incluyendo parte de las que reúnen la condición de servicios. Otras tienen que ver con el capital dinerario y el comercial. Hay un tercer bloque que, ciertamente, corresponde a servicios no productivos y que, en la época de Marx eran muy numerosos.

Veamos tres casos particulares de actividades insertadas en el sector terciario que pueden ser consideradas como actividades propias de capital industrial y que presentan características extensibles a otros supuestos de este mismo sector terciario.

Hotelería, restauración y turismo

Hotelería, restauración y turismo vienen experimentando un gran crecimiento desde hace décadas y se han convertido en uno de los grandes motores de la llamada tercerización. Son sectores muy fragmentados, integrados en su mayor parte por pequeñas y medianas empresas, pero también incorporan a grandes centros de trabajo, especialmente en la hotelería, por lo que, con buen criterio, se habla de industria hotelera. Algunas lumbreras les atribuyen la condición de “sectores con amplia intensidad de mano de obra y bajo valor añadido”, lo cual es un oxímoron. Ello pone al descubierto su incomprensión de la ley del valor, lo que los lleva incuso a avergonzarse por lo que ocurre en los países donde estas actividades ocupan a mucha población trabajadora y a tratarlas como actividades de “orden inferior”. Estamos ante un sector que mueve mucha mano de obra y que, por ello, produce mucho valor añadido y plusvalía. Todo lo contrario de lo que algunos sostienen. El trabajo en estos sectores, por lo general, es altamente productivo.

Transporte y comunicaciones

El transporte no afecta a las propiedades físicas de la mercancía, salvo si durante el traslado se trabaja en ellas. La validación de la mercancía como valor de uso requiere su movimiento de un lugar a otro (por ejemplo, desde la fábrica asiática hasta los estantes de la gran superficie de los EE.UU.), acercándola a los lugares de su consumo.

Marx considera el transporte como una rama de producción y como un componente particular del capital industrial y, por consiguiente, tipifica como productivo al trabajo de este sector. Su actividad da continuidad al proceso de producción, aunque ello tiene lugar sobre la circulación y forma parte de ella. El circuito del capital que impulsa esta actividad tiene unas particularidades que lo abrevian: D-M [mP+fT] … P … D’.

Este circuito se acopla a los supuestos específicos donde no se obtiene un producto objeto, como ocurre en el transporte de todo tipo (moviendo mercancías y personas, con trenes, aviones, camiones o bicicletas) o en la comunicación (envío de cartas y telegramas,…). Lo mismo ocurre con los servicios (un corte de pelo, una representación teatral, una visita turística, etc.). En estos supuestos la producción y el consumo se superponen y el producto se paga en el momento en que se origina (o por adelantado). De ahí que el último paso no sea M’-D’, sino que quede reducido a D’ ya que, ciertamente, M’ es inmaterial, sin que por ello el trabajo que la produce lo sea.

Sin embargo, el valor de estos productos, como en las otras mercancías, viene de la suma del valor de los elementos (muchos de ellos materiales) utilizados en su producción y la plusvalía obtenida. Por ello, D’= D+d, siendo D=M . En cuanto al consumo de este valor, si es individual, el valor desaparece con el acto de consumo; si es productivo, se transfiere al bien producido, con lo que el proceso se asemeja al del resto de mercancías.

Los gastos de almacenamiento

Con las nuevas formas de organización del trabajo, el almacenamiento de materias primas y productos acabados se ha externalizado en mucho supuestos. Las empresas que lo llevan a cabo son movidas por el capital industrial.

El almacenamiento no modifica ni agranda las mercancías. En todo caso evita que disminuyan debido a robos, roturas o deterioros. Su función consiste en conservar, en la medida de lo posible, valor ya creado. Aunque la mercancía ni cambia ni aumenta, el almacenamiento le añade trabajo vivo al que se destina una parte del capital variable. Se trata de un caso particular de trabajo, que pese a no modificar el producto y aparentemente no aportarle nada, puede catalogarse, al igual que el transporte, como productivo.

Los servicios

Marx define la producción de servicios como un tipo de trabajo que no permite que los productos existan de manera independiente de los trabajadores que los producen y que, por lo tanto, existan como mercancías autónomas de forma separada de estos trabajadores. Es decir, la concepción de Marx no parece girar en torno a la forma final del producto (si es o no material), sino en torno a la relación social específica a través de la cual el producto se crea y circula. Esta no separación, esta no autonomía de los productos respecto de sus productores y respecto a la forma como se consumen, no impide que dichos productos adquieran carácter mercantil y que con su producción se arranque plusvalía.

Sin embargo, cuando Marx habla de “servicios” con frecuencia se refiere a las actividades no capitalistas y a las actividades capitalistas que ponen en movimiento trabajo no productivo, ambas predominantes en su tiempo.

Como ya se ha explicado, Marx se ocupó del transporte y las comunicaciones y con ello dejó muchas pistas.

Hemos visto más arriba el ejemplo del maestro que puede ser productivo o no para el capital, en función de si trabaja en una escuela pública o privada. Al observar los transportes y las comunicaciones, hemos observado que las particularidades de su circuito del capital son extensibles a los servicios. Otro ejemplo que pone Marx es el del actor.

“Un actor, incluso un clown, puede ser, por tanto, un obrero productivo si trabaja al servicio de un capitalista, de un patrón, y entrega a éste una cantidad mayor en trabajo de la que recibe de él en forma de salario. En cambio, un sastre que trabaja a domicilio por días, para reparar los pantalones del capitalista, no crea más que un valor de uso y no es, por tanto, más que un obrero improductivo. El trabajo del actor se cambia por capital, el del sastre por renta. El primero crea plusvalía; el segundo no hace más que consumir renta” (Marx).

También amplía sus ejemplos con referencias a la cantante y al escritor, sea o no asalariado:

“Una cantante que vende su canto por su propia cuenta es un trabajador improductivo. Pero la misma cantante si recibe de un empresario el encargo de cantar con el fin de hacer dinero para él, es un trabajador productivo, pues produce capital.” (Marx) .

“Un escritor es un trabajador productivo, no en la medida en que produce ideas, sino en la medida que enriquece al editor que comercia con sus libros, o cuando es un trabajador asalariado al servicio de un capitalista.” (Marx)

Los ejemplos, especialmente el que contrapone el clown al sastre, permiten ver las determinaciones que llevan al capital a distinguir entre trabajo producto o improductivo, y que, de hecho, amplían lo que avanzó Adam Smith: un trabajador es productivo cuando produce capital, o sea, si agranda la inversión inicial con una plusvalía. No es productivo, cuando su actividad no hace otro cosa que absorber renta, limitándose a suministrar un valor de uso a quien lo adquiere.

“Los cocineros y los camareros de un hotel serán obreros productivos siempre y cuando su trabajo se traduzca en capital para su patrón, y obreros improductivos si sus servicios representan simplemente la absorción de renta.” (Marx).

Siendo cierto que Marx da poca relevancia a estos servicios e indica que en su época sólo un número minúsculo podía considerarse productivos, advierte que a medida que entramos en una sociedad cada vez más monetizada y mercantilizada, la cosa cambiará.

“cuanto más prospera la producción en general como producción de mercancías, tanto más cada uno quiere y debe convertirse en vendedor de mercancías, hacer dinero, sea con su producto, sea con su servicios —cuando su producto, debido a su naturaleza, sólo existe bajo la forma de servicio— y ese hacer dinero aparece como el objetivo último de todo género de actividad”. (Marx)

Servicios de educación y salud. Reproducción de la relación social

La pandemia evidencia de nuevo que el servicios de salud – y en menor grado de educación- son imprescindibles. Su privatización, movida por la ambición de plusvalía, al igual que las campañas para recortar los costes a ellos asociados, son perversas. Tal perversión es difícil de entender sin entender a su vez, la concepción del capital sobre el trabajo productivo. Cuando estos servicios los prestan empresas capitalistas y son rentables para el capital, se los considera trabajo productivo. Cuando se prestan de manera gratuita por el sector público, incluso si son producidas por asalariados, no son considerados productivos.

¿Qué ocurre con la profesora que da clases particulares o con el personal sanitario que trabaja por cuenta propia?

La primero presenta pocas dudas. Para el capital, no es productivo, al no aportarle plusvalía. Sus ingresos salen de la remuneración pagada con la renta de quienes lo contratan. Eso no niega su función positiva en la reproducción de la relación social capitalista: las clases al obrero o su prole, mejoran su formación y el coste de ello recae sobre el salario del propio obrero, con lo que al capital le sale gratis. La diferencia, con las actividades públicas, como la sanidad o la educación, radica en que, en estos últimos casos, el capital puede verse obligado a financiarlas parcialmente con pago de impuestos.

Lo del personal sanitario por cuenta propia es más delicado y coincide con las particularidades de otros trabajadores autónomos. Entre ellos hay trabajo de todo tipo. Unos subsumidos al capital, otros no. Los primeros realizan un trabajo que “coagula” más tiempo de trabajo socialmente necesario que el que coagula lo que cobran por su prestación. La diferencia revierte a favor del capital, operando, así como trabajo productivo. Por esta razón, no resulta acertado decir que estos trabajadores se auto explotan. Lo que hacen es gestionar directamente las condiciones de su trabajo para su explotación por el capital.

Los servicios financieros y la actividad comercial

En la época de Marx la organización capitalista de los servicios estaba poco avanzada. Las ramas más consistentes eran las improductivas tales como el comercio y la banca. Estas ramas se han seguido desarrollando y se han modificado con celeridad, con igual o incluso mayor intensidad que las vinculadas directamente al capital industrial.

Al tratar estos servicios, abandonamos el terreno del capital industrial, pese a estar vinculados indirectamente a él y vamos al capital comercial y al que se valoriza con intereses. Se trata de dos modalidades del capital previas al capital industrial. Marx las definió como prediluvianas, insinuando que el diluvio (capitalista) cayó una vez el capital penetró en la esfera de la producción, dando lugar a la aparición del modo de producción capitalista y al capital industrial. Llegados aquí, las actividades prediluvianas del capital, se amoldan a la situación propiciada “por el diluvio universal” que las ha “regado” y agrandado continuamente, mientras el capitalismo, también se agranda.

En tiempos de Marx, la actividad bancaria consistía en prestar dinero con interés. En estos casos el capital se valoriza sin mutar en capital productivo y su circuito (D-D’) se acorta. El milagro está en la absorción de plusvalía procedente de otras modalidades del capital, a las que facilita liquidez, o con el arrebato de parte de los ingresos salariales, a cambio de préstamos. A esta actividad, se destina un tiempo de trabajo superior al de la reproducción de los trabajadores asalariados (y algunos falsos autónomos) que la realizan. Así, a los capitales que con ella se valorizan, les sale a cuenta llevarlas acabo con asalariados.

Ahora las entidades financieras realizan una variedad de tareas (ventas de seguros, asesoramiento financiero, cobros de recibo, gestión de salarios, etc.), operando como un puzle con actividades, algunas de las cuales ya corresponden al trabajo productivo, mientras otras siguen ubicadas en el trabajo improductivo.

El circuito del capital comercial (D-M-D’) es más simple que el del capital industrial, pero incorpora una mutación (D-M), que el capital dinerario se salta. Su actividad corresponde a gastos de circulación que en este caso el capital industrial pone en manos de este capital comercial. A cambio entrega una fracción de plusvalía.

“El cambio de estado[M-D y D-M]cuesta tiempo y fuerza de trabajo, pero no para crear valor, sino para provocar la conversión del valor de una a otra forma, y esto no cambia en nada por el intento recíproco de apropiarse, en este caso, de una cantidad extra de valor. Este trabajo, acrecentado por las malas intenciones de ambas partes, no crea valor, así́ como el trabajo que se lleva a cabo en un proceso judicial no aumenta la magnitud de valor del objeto litigioso”. (Marx)

Al igual que el capital dinerario, estas actividades requieren tiempo de trabajo. De nuevo, el tiempo que los asalariados les dedican sobrepasa al necesario para su reproducción.

“Del mismo modo que el trabajo no retribuido del obrero crea directamente plusvalía para el capital productivo, el trabajo no retribuido de los obreros asalariados comerciales crea para el capital comercial una participación en aquella plusvalía”

Marx acota la consideración de esta actividad como improductiva, a la transmisión del derecho de propiedad sobre la mercancía. La mayoría de empresas que hoy tipificamos como capital comercial realizan varias tareas. Los obreros de una gran superficie, por ejemplo, se encargan de trabajos previos al cambio de propiedad: trasladan mercancías a los almacenes, las mueven hacia las estanterías, limpian el pescado, cortan, pesan y envasan los embutidos, entregan mercancías a domicilio, etc… Son actividades vinculadas al traslado de las mercancías o a su mantenimiento o modificación. Se trata, en la mayoría de los casos, de trabajo productivo, como lo es la fabricación de papel para embalar las mercancías compradas, la de las bolsas de plástico o de papel dentro de la cuales los clientes colocan la mercancía, o la de los palés sobre las cuales las mercancías se mueven.

Por contra, un abogado privado o un notario serán trabajadores no productivos.

Trabajos no subsumidos al capital

Hay trabajos que quedan al margen de la relación social capitalista. Su particularidad es que, si bien producen valores de uso mercantilizados, no lo hacen para el capital. Por lo tanto, para el capital no son trabajadores productivos, sin que ello los sume al listado de los improductivos. Participan en el mercado, en condición de vendedores, pero no como vendedores de fuerza de trabajo. Su venta, por consiguiente, no corresponde al intercambio entre trabajo y capital, por lo que no les son de aplicación las categorías de trabajadores productivos e improductivos. Como trabajadores, son productores de mercancías, a través de una actividad que no corresponde directamente a la forma capitalista de producción. No obstante, no operan en el limbo, sino en un mercado capitalista donde, la mayoría de ellos -salvo los artesanos, quizás- deben competir con las mercancías producidas de forma capitalista, lo que los coloca en una posición difícil.

¿Qué es trabajo asalariado?

Marx relaciona el trabajo productivo con el trabajo asalariado:

“Trabajo productivo, en el sentido de la producción capitalista, es el trabajo asalariado, que, al ser intercambiado por la parte variable del capital (la parte del capital invertida en salarios) no sólo reproduce esta parte del capital (o el valor de su propia capacidad de trabajo), sino que produce, además un plusvalor para el capitalista. […] Solamente es productivo el trabajo asalariado que produce capital. […] [Y] esto sólo en el caso de que la capacidad de trabajo cuya valorización es mayor que su valor.” (Marx)

Marx añade que no todo el trabajo asalariado es productivo, con lo cual, el número de asalariados supera al de los trabajadores productivos. Parecería que lo dicho puede resumirse diciendo que trabajo productivo es aquel que produce plusvalía con trabajo asalariado explotado directamente por el capital industrial, si bien, en nuestros días puede serlo por lo que se tipifica como capital comercial e incluso por el capital bancario, ya que todos estos capitales se interrelacionan y se implican en actividades variopintas. El resto caería en la categoría de trabajo improductivo.

¿Tiene sentido esta teorización marxista sobre el trabajo productivo cuando en la producción capitalista hay partes del trabajo productor de mercancías donde la relación entre el capital y el trabajo asalariado no existe de manera transparente y aparecen a diario nuevas modalidades de trabajo, lejanas de las tradicionales?

Un exponente del alejamiento lo tenemos en algunos trabajos por cuenta propia. Por ejemplo, un autónomo que hace trabajo de carpintería en un bloque de pisos en construcción, opera con sus herramientas, compra los materiales que emplea y al final cobra “el servicio” parece no confrontarse con el capital. Sin embargo, lo contrata el capitalista propietario del bloque que vende los pisos con el trabajo de carpintería incluido. Este trabajador, pese a llevar acabo una actividad directamente no organizada por el capital, está subsumido a él. Muchos autónomos son tan productivos como los asalariados con contrato de trabajo directo. El suyo es un trabajo con los aspectos perversos del trabajo asalariado, sin los positivos derivados de la negociación colectiva laboral y de otros derechos. De ahí que el movimiento sindical de clase, los tipifique de “falsos autónomos” y los podamos considerar como perceptores de salario “por piezas”.

Como es sabido, el tema del trabajo asalariado Marx no lo abordó con la amplitud que deseaba. Quería dedicarle un libro aparte, pero la muerte, que le llegó a los 64 años, lo impidió. Sin embargo, dejó muchas páginas y folletos sobre el tema.

Hoy prosperan nuevas formas de empleo, pero en muchos supuestos, se trata de trabajo asalariado (informal), que además es trabajo productivo.

La clase obrera, como clase, agrupa tanto a los trabajadores productivos como a los improductivos. Un trabajador de un banco, una empresa de seguros o un comercio son tan proletarios como burgués es el patrono que los contrata. Como se ha visto, este patrón se enriquece gracias a su trabajo. Está clase obrera, formada por trabajadores productivos e improductivos, incluyendo a una parte considerable de los trabajadores públicos, no desaparece, sino que crece y se diversifica. Todo ello complica la defensa de sus intereses, su unidad y su lucha y exige percatarse bien de cada uno de los aspectos de su diversidad y también de todos los elementos que inciden sobre su subjetividad. La burguesía no sólo esta interesada en explotarla. Necesita reproducirla para perpetuar la relación social capitalista. Para subsumirla al completo, empela estímulos de todo tipo, incluyendo los tratos diferenciados, si bien la tendencia general que hoy impulsa el capital, va hacia la precarización generalizada de la mayor parte de la clase.

¿Hacia donde va la relación social capitalista?

Para acabar, quiero señalar que Marx, en cierto momento se interroga sobre un mundo con toda la producción subsumida al capital. Concluye que, en este extremo, todo el trabajo podría reunir ya la condición de trabajo asalariado, añadiendo que esto puede ser formal o realmente:

“… podemos pues suponer que todo el mundo de las mercancías, todas las ramas de la producción… están sujetas (formal o realmente) al modo de producción capitalista (una tendencia que cada día se hace más real…). De acuerdo con ese presupuesto, que denota el límite y tiende a ser cada vez más la expresión exacta de la realidad, todos los trabajadores ocupados en la producción de mercancías son asalariados…” (Marx)

En otro momento, también se interroga sobre un mundo previsiblemente subsumido por completo al capital, con prácticamente todo el trabajo productor de valores de usos mercantilizando, incluidos los servicios personales y a domicilio. En este estadio, para el capital, prácticamente todo el trabajo podría ser productivo, siendo subsidiario el improductivo:

En la misma proporción que el capital domina toda la producción, es decir, en la misma proporción en que desaparece la forma de industria a pequeña escala y doméstica, dirigida al consumo personal que no produce mercancías, está claro que los trabajadores improductivos, cuyos servicios son cambiados directamente por renta, realizarán gran parte de los servicios personales exclusivamente, y exclusivamente la mínima parte de ellos (como cocineras, costureras, sastres, etc.) producirán valores de uso objetivos. El hecho de que no produzcan mercancías está en la naturaleza de las cosas. Pues la mercancía en cuanto tal no es nunca la manera inmediata objeto de consumo, sino soporte de valor de cambio. En consecuencia, sólo una parte totalmente insignificante de estos trabajadores improductivos puede participar de manera inmediata en la producción material de un modo de producción capitalista más desarrollado. Únicamente mediante el cambio de sus servicios por renta participan en este. Esto no es obstáculo para que, como observa A. Smith, el valor de los servicios de estos trabajadores improductivos sea determinado o determinable del mismo (o análogo) modo en que lo es el de los trabajadores productivos. A saber: mediante los costes de producción que cuesta el mantenimiento o producción de los mismos.”.

La pregunta final que podríamos formular, y que dejo abierta, sería: ¿Nos acercamos a una realidad como la que Marx sitúa como tendencia?

Articulo publicado en “BOLIVIA DE PIE”

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