Una impunidad como la del franquismo para todos y todos para una
Estaba prevista la declaración, en el interior de la embajada de la República Argentina en Madrid, suelo argentino, de un grupo de víctimas de la dictadura que iban a prestar su testimonio por videoconferencia ante una jueza que desde Buenos Aires, aplicando el principio de justicia universal, investiga el franquismo. No era la primera vez que se toman en ese lugar declaraciones por videoconferencia; en el caso de los juicios que se celebran en Argentina contra los genocidas han declarado testigos del mismo modo.
Pero la intervención del Ministerio de Asuntos Exteriores, que vela por nuestra seguridad y nuestro bienestar, se dirigió verbalmente a la embajada argentina para protestar por el supuesto incumplimiento de un acuerdo bilateral que obliga a solicitar permiso para llevar a cabo ese tipo de actuaciones. El truco era que ese acuerdo opera cuando las acciones judiciales se llevan a cabo de suelo a suelo, es decir de un país a otro. Pero en este caso, la jueza desde Buenos Aires iba a tomar el testimonio de ciudadanos que estaban en suelo argentino, el de la embajada. El embajador argentino y Exteriores fueron los que incumplieron el respeto de suelo, paralizando la primera oportunidad de las víctimas para declarar en un juicio en el que se trataba de dar justicia a quienes padecieron las graves violaciones de derechos humanos del franquismo.
Un día antes se presentaba en un centro cultural de Bruselas la exposición “Exhumando fosas, recuperando dignidades” que cuenta el proceso de búsqueda de los desaparecidos de la dictadura franquista, desde el momento en que un familia se decide a buscarlo hasta que le son entregados sus restos identificados en un homenaje público.
La exposición debería haberse instalado dentro del Parlamento Europeo el pasado mes de febrero pero la intervención del Partido Popular consiguió que fuera vetada días antes de su instalación, con el argumento de que sus fotografías eran impactantes. La exhibición iba a tener lugar en el mismo lugar donde se han expuesto imágenes muy duras del holocausto, de unas cuantas guerras o de misiones humanitarias en las que participa la UE.
En más de una ocasión en los últimos años, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha rechazado demandas de descendientes de asesinados por el franquismo con el reproche de que no habían hecho nada por resolver esos crímenes. Se trata de decisiones incomprensibles para un tribunal humanitario que en todo caso a quien debería darle un tirón de orejas es al Estado español por no haber hecho nada por resolver delitos que son imprescriptibles.
La embajada argentina en la que se iba a llevar a cabo las vídeo conferencias tiene en su callejero una Plaza del Caudillo y muy cerca de la residencia del presidente del Gobierno un arco de la victoria que celebra la conquista del poder que llevaron a cabo con una tremenda violencia los golpistas del 18 de julio de 1936. Se trata de un síntoma que define la falta de higiene democrática de nuestra sociedad y un reflejo del poder que ha tenido una élite franquista blanqueada por la transición que ha protegido en diferentes ámbitos y con el ejercicio de una gran influencia jurídica y política la impunidad de la que han disfrutado quienes construyeron privilegios en o gracias a la dictadura.
Muchos de los actuales problemas políticos nacen de las estrecheces y de una cultura de la impunidad construida en la transición. Barrer debajo de la alfombra tantos crímenes, robos, torturas, negocios corruptos y privilegios económicos o académicos ha hecho caminar a nuestra democracia sobre un suelo inestable.
La élite que ha controlado el poder durante tres décadas, formada fundamentalmente en universidades franquistas, ha caminado con naturalidad sobre ese espacio rugoso que sostenía sus privilegios. Amplios sectores sociales la han acompañado mientras la opulencia vestía de oropeles nuestra democracia. Pero cuando la crisis ha enseñado al emperador desnudo, cuando se ha podido ver lo que había bajo la carrocería, ha despertado para mucha gente la indignación.
La impunidad para los franquistas forma parte de la argamasa en la que se mezclan los privilegios de la iglesia católica, tramas como la Gürtel, el poder que tiene y sostiene la ignorancia en nuestra sociedad, un poder judicial sumiso al político y económico y todas las limitaciones que nos impiden profundizar y mejorar nuestra democracia. Sobre esas deficiencias, sobre esas carencias, se sostienen privilegios, prebendas, grandes negocios, concesiones amañadas, delitos sin pena, cotidianos incumplimientos de programa, delitos sin consecuencias y una falta de cultura política que separe con límites intocables la frontera entre lo público y lo privado.
La lucha de las víctimas del franquismo para obtener justicia no es algo que competa exclusivamente a quienes sufrieron la violencia de la dictadura o sus consecuencias. Se trata de acudir a la raíz de buena parte de nuestros actuales problemas y una vez allí extirpar el principal obstáculo que hace que nuestra democracia tenga zonas de sombra en las que habita un enorme poder político y económico que no está sometido a la soberanía popular.
En las cunetas en las que la violencia franquista cavó por todo el Estado hizo desaparecer a decenas de miles de personas pero con ellas también están desaparecidas muchas de las necesidades que tenemos para mejorar nuestra débil democracia. Por eso, en el Parlamento Europeo, ante la embajada argentina o en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, la élite que mantiene privilegios pone tanto empeño en que la impunidad muera en la cama y sin una sola grieta. Eso sí, esas instituciones aplaudirán la condena en Guatemala contra Rios Montt, un país que ha decidido no hacer una transición ejemplar.