Ventajas y desventajas del dinero
Antoni Puig Solé*. LQSomos. Febrero 2013
Esta es una explicación muy breve para introducir el debate del Capítulo 3 de ‘El Capital’, en los círculos de lectura que estoy coordinando recientemente.
Todas las mercancías tienen dos aspectos diferentes: 1) su destino es ser utilizadas, pero antes 2) deben producirse. Por eso tienen valor de uso y al mismo tiempo llevan trabajo incorporado. De esta unidad se desprende precisamente su valor de cambio. Se trata de una unidad que conlleva una sucesión de problemas, que como veremos a continuación, el dinero quiere atenuar.
A lo largo de la historia, ha habido muchos productos que se han utilizado como dinero. Parece que en un primer momento fueron las conchas, la sal…, luego vino el oro y al final el dinero tomó la forma de papel moneda, billetes de banco e instrumentos de crédito.
Una vez un producto es aceptado socialmente como dinero, ya puede jugar el papel de equivalente universal, es decir, la sociedad ya dispone del material que permite expresar los valores de todas las mercancías. Pero bajo el capitalismo, el valor, a pesar de formar parte del cuerpo de la mercancía, queda escondido: las mercancías no se nos presentan en las tiendas en forma de valor, sino que se asocian a un precio y entonces el dinero también sirven de prototipo de estos precios.
La diferencia que hace de Marx entre valor y precio es muy interesante. Si ambos coincidiesen, automáticamente se sabría el trabajo socialmente necesario que cada mercadería incorpora y se daría por sentado que el valor de uso creado con este trabajo es aceptado por la sociedad y que, por lo tanto, la gente lo comprará. Pero el capitalismo funciona de una manera anárquica. El trabajo socialmente necesario que la mercancía incorpora y la cantidad demandada generalmente se desconocen.
Sabemos que el valor se crea en la producción a través del trabajo humano, pero se presentan en sociedad bajo la forma de valores de uso concretos (mercancías) a los que los vendedores les cuelgan un precio. En la asignación de este precio, además del valor, influyen otros factores sociales.
Pero si una mercancía se vende por encima de su valor, esto no quiere decir que con la venta se esté creando más valor del que inicialmente se incorporó a ella. En el momento de la venta el valor no se crea, sólo cambia de manos.
La diferencia entre valor y precio puede tener efectos diversos sobre el sistema, ya sea en el corto o en el largo plazo. Por ejemplo, si alguien vende algunos productos por encima de sus valores, otros tienen que vender otros productos por debajo, o vender posteriormente estos mismos productos por su valor real. Este equiparamiento se puede producir en el mismo momento o más adelante.
El dinero no sólo se utiliza para medir el valor y como patrón de precios. También empuja y hace circular las mercancías. Al expresar el valor de las mercancías el dinero facilita la relación entre todas y cada una de ellas en cualquier lugar y en cualquier momento del tiempo.
El dinero tiene otra ventaja asociada: se pueden atesorar. El ahorro es una forma de atesoramiento. Al acumularse, el dinero se convierte en un depósito de valor. Es decir, tenemos un montón de valor depositado, por ejemplo, dentro de una caja fuerte.
El crédito recorre el camino inverso: podemos adquirir mercancías prescindiendo del dinero hasta que llegue el momento de pagar la deuda. Esto ayuda a comprar y vender, incluso sin que el comprador tenga dinero. Pero sólo se trata de una operación temporal ya que después la deuda se deberá devolver con dinero de verdad. Así, el dinero se convierte en un medio de pago para saldar deudas. Como medio de pago, también sirven para afrontar otro tipo de obligaciones puntuales, como el pago de impuestos.
Gracias a esta pluralidad de funciones, el dinero contribuye a que el sistema capitalista funcione y se expanda. Pero bajo el capitalismo, también genera una serie de problemas.
El endeudamiento, por ejemplo, impulsa el consumo de mercancías. Este consumo, que suele ser muy beneficioso para el sistema, puede poner las bases para una burbuja especulativa al inflar los precios por encima de su valor intrínseco, como vimos hace unos años en el mercado inmobiliario. Con ello se incentiva la contradicción entre valor y precio. Este desfase, en algún momento, se debe corregir y la corrección suele ser bastante dolorosa, sobre todo para aquellos que han comprado las mercancías por encima de su valor. Además, existe otro problema asociado: el crédito concedido se basa en una promesa futura de pago, pero no existe la certeza de que este pago se realizará, lo que puede conllevar un grave problema a las entidades que han cedido el crédito. Todavía hay un tercer problema: al conceder crédito se presupone que el valor del dinero se mantendrá constante hasta que llegue el momento de pagar la deuda. Pero no pasa siempre y a veces la inflación se dispara. Esto también es un problema para aquellos que han atesorado dinero. He aquí la razón por la que las entidades financieras y los más ricos suelen estar muy interesados en poner por delante de todo el control de la inflación.
El atesoramiento también crea sus propios problemas: si se almacenan muchos valores acaparando dinero, entonces el dinero no circula y por tanto la compra y venta se ralentiza. En este caso, el percance no está en la falta de dinero. De dinero hay, pero no circula adecuadamente y entonces tampoco circula a la producción y a la venta de las mercancías con la misma fuerza con la que circulaba antes. Todo esto puede crear crisis o agravar las ya existentes, como estamos viendo ahora mismo.