Vicente Cuervo, otra víctima de la modélica transición que no debe ser olvidado
Por Angelo Nero*. LQSomos.
En la mañana del 10 de febrero de 1980, la Fuerza Nacional del Trabajo (FNT), una organización sindical de extrema derecha, dirigido por un antiguo jefe provincial de Falange Española (lo había sido hasta dos años antes), José Antonio Assiego –que decía perlas como: “La huelga es un instrumento político del marxismo para cargarse el sistema económico”-, había convocado un mitin en Vallecas, en el Cine París. La FNT era en realidad un satélite de Fuerza Nueva, el partido ultraderechista liderado por Blas Piñar, que fuera consejero nacional en las cortes franquistas durante dos décadas, y tenía cómo “requisitos para sindicarse la creencia en la existencia de Dios, la defensa de la unidad de la Patria y la defensa de la justicia social”. Eran los tiempos del tercer gobierno de Adolfo Suarez, y el propio Gobierno Civil, dirigido por Juan José Rosón, que también había sido fue secretario general del Sindicato Español Universitario (SEU) franquista, había desautorizado el acto.
Pocos días antes, el primero de febrero, se había producido el secuestro y asesinato de la joven militante del Partido Socialista de los Trabajadores (PST), Yolanda González, por un comando ultra entre los que estaban Emilio Hellín, afiliado a Fuerza Nueva, y que había sido ordenado por el jefe de seguridad de la misma formación, David Martínez Loza, y realmente era toda una provocación que los ultras de FN organizaran un mitin precisamente en la barriada obrera de Vallecas, donde estudiaba la joven asesinada.
Organizaciones de izquierdas, estudiantes y vecinos se movilizaron contra la presencia de los ultraderechistas, y en las inmediaciones aparecieron pintadas como “Vallecas zona roja, los fachas no pasaran” y “FN asesinos”, y se manifestaron ante las inmediaciones del cine donde los acólitos de Blas Piñar y José Antonio Assiego tenían previsto realizar el mitin. El gobernador civil envió a la policía para disolverlos, pero no a los fascistas que se habían congregado en un acto desautorizado, si no a los vecinos, militantes y simpatizantes de izquierdas, que sufrieron la dureza de la carga policial, y la agresión indiscriminada de los ultras, que utilizaban cadenas, bates y navajas.
Entre los antifas estaba Vicente Cuervo Calvo, acompañado de su novia Paz León, y otros compañeros. Este joven de 21 años, que había estudiado en la Escuela Técnica de Ingeniería, por donde también había varios acólitos de Emilio Hellín, era un trabajador de la fábrica de Telefunken, militante del sindicato anarquista CNT, que por entonces contaba con cerca de 200.000 afiliados, y colaboraba también con la revista libertaria Ajoblanco y con el semanario satírico Hermano Lobo. Además era colaborador del Laboratorio Colectivo de Chueca, donde diseño cientos de carteles de conciertos de grupos como Burning o Kaka de Luxe.
Ante la carga combinada de la policía y los matones de Fuerza Nueva, Vicente y el resto de los manifestantes corrieron por las calles aledañas, en busca de refugio, y en un callejón, frente al bar Dones, en la esquina de las calles Martín Álvarez y Sierra Bermeja, uno de los fascistas, de unos cincuenta años, ante la mirada horrorizada de varios testigos, le disparó a corta distancia. “Le subimos al coche y aún respiraba”, contó su novia Paz León.
El periodista Iñaki Alrui, que había participado en la manifestación antifascista ese día, hacía en 2005, un relato de aquella jornada, titulado “La memoria sigue vive, ni olvido, ni perdón”, del que reproducimos un fragmento:
Según pasan las cargas policiales, volvemos a la calle. Vallecas está tomada, y es casi imposible permanecer en las cercanías de la plaza del Cine París.
Protegidos por los antidisturbios, empiezan a abandonar la zona todos los fascistas, en flotas de taxis que se encargan de proteger, e incluso les abren la puerta, los mismos policías. Por fin se van. Sentimos buen sabor de boca, pues, a pesar de la provocación, se les ha expulsado del barrio. Nuestro ¡No pasaran! ha tenido efecto.
Ya es mediodía y, de repente, corre la voz, como un reguero de pólvora, de que ha sido asesinado Vicente Cuervo Calvo, de 21 años. Y, como siempre, entre el ruido de los botes de humo, las balas de goma y las de metal, no sabes lo que disparan, pero si sabes quién dispara. Ha sido un fascista bien vestido, de 50 años, con pelo corto. Ha disparado varios tiros, con frialdad, apuntando. Un crimen más que se podía haber evitado suspendiendo el acto de provocación. Vicente es trasladado a la antigua Casa de Socorro del Bulevar; de allí le llevan al hospital, donde comprueban que la bala le ha barrido por dentro.
El parte médico especificó que el proyectil que le causó la muerte “entró por el hemitórax derecho, perforó la pared torácica, pulmón derecho, diafragma, hígado, desgarró el peritoneo, vasos renales, y salió por la región lumbar izquierda.
Hubo dos detenciones, las de los fascistas Félix del Yelmo e Ignacio Ortega, a los que les incautaron una pistola y otras armas, pero fueron puestos en libertad. Tras tres meses del asesinato se cerró la investigación, sin haber identificado al asesino. Lo que se abrió a continuación fue un duro calvario para su familia, que fue amenazada para no continuar con el proceso judicial, y a la que llamó el mismo gobernador civil, Juan José Rosón, primero, como contó Manuel Cuervo, hermano del asesinado: “Quería evitar un entierro masivo como el de Yolanda, una semana antes. Se ofreció a financiar el sepelio si tenía lugar en la intimidad. Se hizo de tapadillo, al día siguiente. Ni mi madre ni los más allegados pudimos asistir”.
El secretario general de la Fuerza Nacional del Trabajo (FNT), Juan Antonio Assiego, continuó prodigándose en las redes de la ultraderecha, y figuró en el sumario del golpe de estado del 23F, pues mantuvo contacto con la familia del Teniente Coronel Antonio Tejero, mientras este mantenía secuestrado el Congreso. Un año después del asesinato de Vicente Cuervo, cuando Assiego ya había sido expulsado de la FNT, y fundado un nuevo sindicato fascista, la Acción Sindicalista Nacional del trabajo, fue detenido por tenencia ilícita de armas y explosivos, pero no tardó en ser puesto en libertad, el ministro del interior era entonces el antiguo gobernador civil de Madrid, Juan José Rosón. Qué casualidad.
El ex dirigente del sindicalismo ultra, tiene hoy 75 años, los que Vicente nunca podrá cumplir, y sigue soltando soflamas fascistas desde su blog, donde no esconde sus simpatías políticas: “VOX el único partido político al que debemos de votar quienes non sentimos ante todo patriotas”.
* Angelo Nero es director del digital alternativo Nueva Revolución
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