Wilāyat Daesh Khorasan, una vigorosa y peligrosa voluntad
Por Guadi Calvo*
Tras el ataque al Crocus City Hall, de Moscú, el viernes 22 de marzo, que dejó cerca de 150 muertos y quinientos heridos (Ver: Rusia, El Laberinto de Crocus), la prensa y los servicios de inteligencia occidentales, antes que se extinga el incendio provocado por los terroristas, ya habían señalado como responsable a la Wilāyat Daesh Khorasan o WDK (Estados Islámico para la provincia de Khorasan). Un armado de la CIA, de 2015, con algunas docenas de milicianos del ad-dawla al-islāmīya fi-l3iraq wash-sham (Estado Islámico de Irak y el Levante), extraídos de la guerra siria. La operación de la CIA, denunciada en su momento por la inteligencia iraní, intentaba partir al movimiento talibán que estaba resurgiendo en el interior afgano.
La presencia de Wilāyat Khorasan agrega un jugador más al inquietante contexto de la seguridad
La mítica provincia o Wilāyat de Khorasan, (tierra del oeste o tierra del sol) que, según los autores, abarcaría Afganistán, Pakistán, norte de India, este de Irán y algunos sectores de Turkmenistán, Uzbekistán y Tayikistán y remite de inmediato, por eso su valor simbólico, a la era de oro de la expansión islámica.
La presencia de muyahidines del Daesh en la Wilāyat Khorasan representaría una de las primeras apariciónes internacionales de la organización fundada por Abu Bakr al-Baghdadi o el Califa Ibrahim, tras romper con al-Qaeda a principios de 2014. La que más tarde se instalaría en muchas naciones africanas, llegando incluso al corazón de la jungla filipina.
Mientras que a pesar de que a pocas horas de lo de Crocus, los servicios de seguridad rusos ya habían detectado y detenido a once de los involucrados, por lo menos cuatro de ellos en cercanías de la frontera con Ucrania, donde agentes de seguridad de Kiev los esperaban para ejecutarlos y así borrar pruebas, todas las evidencias señalan a la GUR, (Dirección Principal de Inteligencia del Ministerio de Defensa de Ucrania), como, por lo menos, organizadora y financiadora de los ataques.
Así todo, occidente mantiene la versión lanzada inicialmente, lo que claro, como es de uso de todas las organizaciones de este tipo, el Daesh inmediatamente se adjudicó el ataque e incluso redoblando la apuesta. Anunció nuevo y más sangrientos ataques, ya no solo en Rusia, sino también en el resto de Europa. Lo que hasta ahora no se ha verificado más que con ataques esporádicos de apuñalamientos en París, Londres y Sídney, que ha provocado algún muerto y varios heridos. Hechos que todavía no se pueden atribuir a ninguna organización terrorista, ni siquiera a lobos solitarios o espontáneos, como los sucedidos en varios países europeos a lo largo del 2015 y tendrían más que ver con problemáticas sociales.
De todos modos, el hecho de haber llamado, irresponsablemente, al escenario internacional a la Wilāyat Khorasan, agrega un jugador más al inquietante contexto de la seguridad, más cuando se aproximan nada menos que los Juegos Olímpicos de París 2024, (26 julio al 11 de agosto). Lo que para cualquier organización terrorista es una tentación irrefrenable, ya no solo de origen islámico, sino para las tantas filo-nazis que con tanto esfuerzo los políticos europeos han inventado.
La Wilāyat Khorasan, hasta el pasado marzo, solo había tenía presencia real en Afganistán, donde tras la retirada norteamericana de agosto del 2021 se convirtió en el único grupo armado con alguna posibilidad de dañar al Talibán, habiendo producido principalmente atentados explosivos en Kabul y algunas ciudades del interior, apuntando a mandos medios y tropas de los talibanes y organismos sociales, mezquitas, madrassas pertenecientes a la comunidad chiita del país, los que ya han sumado un importante número de muertos. Aunque el verdadero valor estratégico del grupo sigue siendo el mismo por lo que fue creado hace nueve años, desestabilizar el régimen de los Mullahs, lo que hasta ahora siguen estando muy lejos de alcanzar, pero como lo ejemplificó el exdictador paquistaní el general Mohamed Zia-ul-Haq a este tipo de estrategias “necesarias para mantener la olla hirviendo”.
Como tantas veces le ha sucedido a occidente la creación de grupos insurgentes para intervenir a la manera de las conocidas proxy war o guerras por delegación, no siempre, o mejor dicho, prácticamente nunca les ha salido tal cual lo habían planeado.
Solo por nombrar los ejemplos más evidentes se podrían mencionar al mismísimo al-Qaeda, la Primavera Árabe e incluso Ucrania.
¿Ahora sí, la expansión?
Más allá de las amenazas, de difícil concreción, contra Europa y Estados Unidos, sí son ciertos los ataque de la Wilāyat Khorasan en la sureña ciudad iraní de Kerman, donde un doble atentado suicida el pasado tres de enero dejó más de cien muertos y al menos doscientos heridos, durante la conmemoración popular por el cuarto aniversario del asesinato del general Qasem Soleimani, líder de la poderosa fuerza al-Quds sorprendido por misiles norteamericanos en las cercanías del Aeropuerto Internacional de Bagdad (Iraq).
Investigaciones posteriores al ataque, tanto la inteligencia iraní, como las de los propios talibanes, concluyeron que los atacantes provenían de Tayikistán, país donde operan reclutadores de la Wilāyat con cierta frecuencia. Es importante señalar que la mayoría de los detenidos tras el ataque de Crocus, contratados por Ucrania, también son tayikos.
Tanto el Daesh global, la Wilāyat Khorasan e incluso al-Qaeda y el resto de este tipo de organizaciones practicantes del sunismo wahabita, tienen a Irán entre sus principales enemigos por considerarlo culpables de apostasía o takfir por practicar el chiismo, considerado por los fundamentalistas wahabitas una corriente herética del islām. Incluso, un pecado peor al de no ser creyente.
En este contexto y obviamente por la profunda enemistad que Estados Unidos mantiene con la República Islámica de Irán desde la Revolución de 1979, todos los grupos wahabitas, financiados por Arabia Saudita, algunas monarquías del golfo y los Estados Unidos e Israel, han concentrado sus acciones contra Irán y sus intereses dentro y fuera del país, como se ve en Siria y Yemen.
Los ataques wahabitas que se produjeron durante los homenajes al general Qasem Soleimani no han sido los primeros que sufre la nación persa, ya en agosto del año pasado un hombre disparó contra los fieles en el santuario de Shah Cheragh en la ciudad de Shiraz, un centro de grandes peregrinaciones chiitas, matando a una e hiriendo a tres fieles más. En octubre de 2022, en el mismo sitio, un ciudadano, en este caso de origen uzbeko, asesinó a trece peregrinos e hirió a cuarenta.
Para septiembre de 2018, un ataque en medio de un desfile militar, en la ciudad el suroccidente de Ahvaz, dejó veinticinco personas muertas, la mitad pertenecientes al Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), aunque en este caso no solo fue reivindicado por la Wilāyat, sino también por el grupo Resistencia Nacional Ahvaz, de afinados lazos con Tel Aviv.
En previsión de ataques, como estos últimos, se vuelvan a producir, Teherán ha establecido medidas extremas de seguridad, lo que dio como resultado numerosas detenciones durante 2023 y 2024, cuyos datos esenciales no se han revelado por extremas razones de seguridad.
Días después del último ataque a la ciudad iraní de Kerman, exactamente el domingo 28 de aquel mes, muyahidines de la Wilāyat abrieron fuego contra la iglesia católica de Santa María en el barrio de Sariyer de la ciudad de Estambul, en Turquía, donde murió al menos una persona.
Inmediatamente después del ataque se realizaron decenas de operaciones policiales en diferentes provincias del país, dando como resultado más de 350 detenidos de origen tayiko, uzbeko, caucásico, sirio e iraquí. Es importante señalar que desde el comienzo de la invasión a Siria, en el marco de la Primavera Árabe, comenzaron a llegar a Turquía millones de refugiados y migrantes, ya no solo desde Siria e Irak, sino también proveniente de las ex repúblicas soviéticas de Asía Central, Afganistán y Pakistán, que se dirigían a Europa, lo que llevó a la Unión Europea (UE) a firmar multimillonarios acuerdos con Recep Erdogan para que impida la continuidad de ese flujo. Por los que hoy, Turquía mantiene en su territorio entre cinco o seis millones de refugiados, las posibilidades aumentan que en tal cantidad de personas se encuentren infiltrados terroristas pertenecientes a algunas de las tantas khatibas que operan en esa vasta región. En las redadas posteriores al ataque a la iglesia de Santa María, las autoridades turcas informaron que, entre los detenidos, con vínculos con organizaciones terroristas había ciudadanos tayikos, uzbekos, turcomanos, uigures y afganos.
En vista de los “éxitos” logrados, algunos analistas consideran que esta nueva estrategia de atacar fuera de sus límites naturales (Afganistán), se prolongue y se extienda en los próximos meses, apuntando además de a Irán, a Turquía y tenga objetivos europeos.
Muchas organizaciones tributarias tanto del Daesh como de al-Qaeda, en vista del genocidio en desarrollo por parte del gobierno de Benjamín Netanyahu en Gaza, han llamado a atacar dentro de Israel y contra embajadas sionista en todo el mundo. Por lo que la Wilāyat Daesh Khorasan habría canalizado hacia diferentes objetivos en países occidentales que dan apoyo financiero, político y militar al engendro sionista. Es en este contexto que tanto el Daesh global cómo la Wilāyat Khorasan han pedido acciones contra las poblaciones occidentales y sionista, donde sea y lo que sea, con los medios que se tengan a la mano desde cuchillos a vehículos para atropellos masivos, como ya han sucedido varios en la campaña de 2015. Por lo que tanto la Copa de Europa en Alemania y los Juegos Olímpicos de París pueden ser escenario “extraordinarios”.
Se ha detectado que antes del ataque al centro comercial de Crocus, a la Wilāyat se la relacionó con al menos con unos veintidós planes de ataques en una decena de países, frente a los ocho del 2022, lo que, si bien no marca un incremento operativo, sí una vigorosa y peligrosa voluntad.
* Escritor y periodista argentino. Publicado en Línea Internacional
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