Yin y Yang

Bordón va al centro de masaje más cercano, él, que es casado con una mujer amancebada, a estirar su Yin con aceites naturales y pendas herbales calentadas al vapor, aparentando lo que no es.
Como quien planta un árbol se pone sobre la camilla en línea recta, su lechetrezna en comedio o centro de algún sitio, toda vez que deja la inflexión que toman algunos cuerpos cuando se encorvan por causa de la lucha interior del ánimo, lucha de pasiones que son beneficiadas con otras, como pasa en la misma iglesia, en las cuadras y corrales, o espacios descubiertos en que la manceba del casado, o Yang, se abraza al amancebado con casada, o Yin, sobre vasija en que se pone de comer a las aves.
Sobre este alboroto es el coloquio de la gallina y el gallo, en paraje, pandero, papalote, volantín, barrilete, comida y rama y capote que sustente y abrigue al pollo y no le sobre, como cuando el cura entra en la casa, y el gallo se alborota, alea y cloquea, como entendiendo la gallina a lo que viene, estando ya comidos a las tres de la tarde.
Yang tiene más conchas que un galápago. Yin se introduce en la concha o casilla donde se coloca el apuntador en el teatro.
Se les oye:
Yin: -Clo clo
Yang: -Me hago pi pi.