Yo también quiero tocar la luna de Galicia
Por Domingo Sanz
Me refiero a algún escaño en el Parlamento gallego, pues hace mucho tiempo que se esfumó aquel cielo soñado que, en realidad, solo podía consistir en residir durante un tiempo limitado en un palacio que hay, saliendo de Madrid, junto a una carretera que termina en A Coruña, qué ya es casualidad.
Pronto se cumplirá una década desde aquel deslumbrante 20 de diciembre de 2015, pero era del verbo cegar, y nada confunde más que lo de convertir en paraísos lo que son cosas normales, y en ocasiones infiernos.
Yo también quiero tocar la luna, pero defiendo hacer política en libertad porque es condición necesaria para recibir premios por los éxitos y pagar si se fracasa.
Por tanto, no estoy a favor de limitar la decisión que pueda tomar quien sea para poder concurrir a unas elecciones, pero, como libertad es debate y para tocar la luna tendría que alcanzarla primero, nunca viajaría en un cohete que, según las encuestas, tuviera un 90% de posibilidades de quedar vagando entre satélites y planetas hasta caer junto a los cráteres lunares mientras “Fly me to the moon” suena más eterna que nunca hasta posarnos, maravillosamente despacio, junto al astronauta que sacrificó los días contados que le quedaban para que sus compañeros pudieran regresar a casa… y porque cuando un final lo hemos visto todos, no es delito contarlo.
Como usted ya sabe que el cohete del que estoy hablando es al que se han subido algunas candidaturas a las elecciones gallegas que pueden estrellarse porque los obstáculos legales son más difíciles de esquivar, al pedirme la cabeza que regresara a La Tierra he elegido este Colectivo de Pensamiento y Debate Crítico Ateneo Republicano, donde entre varios hemos decidido atacar lo de la normativa electoral vigente.
He propuesto en el Ateneo, y espero que a usted también le guste la idea, lo de introducir en la Ley Electoral un artículo que, sin modificar la tan sacrosanta como inamovible Constitución, garantice el respeto a lo esencial en cualquier democracia frente al riesgo de unos autoritarismos que son más peligrosos cuando llegan a los gobiernos cumpliendo la ley. Si no, que se lo pregunten a los alemanes que votaron a un tal Hitler en 1933.
Para respetar la Constitución comenzaré reproduciendo su artículo 68.2, que dice esto: “La circunscripción electoral es la provincia. Las poblaciones de Ceuta y Melilla estarán representadas cada una de ellas por un diputado. La ley distribuirá el número total de Diputados, asignando una representación mínima inicial a cada circunscripción y distribuyendo los demás en proporción a la población”.
Leído lo anterior, propongo debatir sobre si existe inconstitucionalidad en una nueva disposición transitoria de la LOREG que, vigente hasta una reforma de mayor calado y de efectos legales inmediatos sobre toda la legislación electoral autonómica derivada, diga lo siguiente:
“Realizados los recuentos de todos los votos, a ninguna candidatura se le podrá adjudicar un número de escaños que suponga la mayoría absoluta en el órgano legislativo correspondiente si el total de votos que ha recibido en las urnas convocadas para su elección no alcanza, al menos, el 50% más uno de todos los que se hayan considerado válidos”.
Y, por si las diputadas y los diputados del Congreso tuvieran una agenda repleta de tareas mucho más importantes hasta el final de esta legislatura, para facilitarles el arreglo de esta “minucia” propongo que seamos más generosos y les enviemos también el borrador de la exposición de motivos que toda ley o reforma necesita incluir. Podría decir lo siguiente:
“Con el fin de garantizar el derecho fundamental a la igualdad ante la ley sin excepciones establecido en el artículo 14 de la Constitución, y también el de la igualdad electoral ante las urnas establecido en su artículo 68.1, se incluye en la presente reforma de la ley electoral una condición de observancia obligada y efectos inmediatos que impedirá la formación de mayorías parlamentarias superiores al 50% de los escaños que no correspondan a mayorías absolutas de los votos depositados en las urnas”.
A nadie se le escapa que el 50% más uno es otro mundo y, de paso, no está de más recordar que de las once elecciones celebradas en Galicia, en cinco de ellas el PP consiguió mayoría absoluta de escaños con menos del 50% de los votos depositados en las urnas. Y de esas cinco, cuatro han sido las últimas de forma sucesiva, en 2009, 2012, 2016 y 2020. Otro día hablaremos de la misma desigualdad en varias elecciones al Congreso y en las de otras CCAA.
¿Dónde hay mayor desigualdad inconstitucional, en la propuesta que debate el Ateneo o en la situación actual?
Resumiendo: solo si aseguramos que la gobernabilidad se renueve cada vez sin trampas ni atajos, conseguiremos evitar la proliferación de autoritarismos que se van instalando en la sociedad mucho antes de hacerse con el poder.
¿O acaso alguien defiende que lo de gobernar es tan poco interesante como para no poner de acuerdo a tirios y troyanos? En España hubo que repetir dos elecciones generales, pero no las terceras, porque hemos aprendido.
Hay candidaturas que, o no llegarán a tocar esta luna gallega o, aun tocándola, pagarán el viaje a un precio muy caro, siendo tal fiasco el resultado de una libertad cegada por rencillas del pasado reciente y, también, por la ausencia del sentido de la oportunidad que les hizo olvidar que las ocasiones se pintan más calvas en política que en ninguna otra actividad humana.
Por tanto, necesito preguntarlo. “Pagasteis” por cada escaño muchos más votos que el partido con el que habéis firmado dos coaliciones de Gobierno. ¿Se puede saber por qué no le habéis exigido al PSOE una reforma legal como la que está debatiendo este humilde Ateneo?
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