En la cuneta

En la cuneta

Nicomedes Emilio Fernández Rubiano tenía 33 años cuando lo asesinaron. Había nacido en Nerva, Huelva, y era minero en la explotación de Río Tinto. Sus manos nunca estuvieron manchadas de sangre. Su delito, como el de tantos otros, era tener un pasado de compromiso político y sindical "de izquierdas". Era dirigente sindical de la CNT.

Trabajó para la Rio Tinto Minera Company Limited hasta el 18 de octubre de 1934, según confirma un documento familiar. Se trata de una una nota de la compañía minera refiriéndose a un encuentro a tiros con la guardia de la mina durante la huelga del 4 de octubre de 1934. De hecho, a raíz de este suceso Nicomedes y su hermano Benito fueron despedidos y desterrados de Nerva.

Posteriormente les readmitieron por gracias al decreto de amnistía y fueron indemnizados. El 10 de julio de 1936 Nicomedes se reincorporó a su trabajo. Según los datos que averiguados por la familia solo trabajó hasta el  17 julio de 1936.

Nicomedes tenía novia y planes para el futuro, que tuvieron que ser pospuestos al ser asesinado su hermano Benito en diciembre de 1936, en plena sierra de Nerva, donde se escondió tras el golpe.

Cuando las tropas del caudilloporlagraciadedios tomaron la ciudad de Huelva al mando de Queipo de Llano, huyó al monte en busca de refugio, pero el temor de que los golpistas actuaran contra su madre y sus dos hermanas, le hizo volver de nuevo a su casa, donde permaneció escondido en un altillo durante un tiempo. La promesa de no recibir ninguna represalia le hizo decidir que lo mejor era ponerse a disposición de la autoridad. 

El 9 de febrero de 1938 Nicomedes se encaminó al cuartel acompañado por su hermana mayor. Le habían dicho que no le pasaría nada. Unas horas después fue asesinado en una cuneta de la carretera de El Álamo (Sevilla), junto a José María Martín García, de 29 años, natural de Villalba de Alcor. Fueron ejecutados probablemente por la unidad militar especial Harca,  de las tropas franquistas procedente de Marruecos.  comandada por el capitán de la guardia civil José Robles Alés y dirigida por un mando apellidado Montijano. Estas tropas estaban especializadas en luchar contra actividades de la guerrilla. Ambos cayeron en la trampa de “los que no tuvieran las manos manchadas de sangre no les pasaría nada“.

Los asesinos dejaron los cuerpos al aire y  Francisco, tío de Nicomedes, los enterró allí mismo, parece ser que después de llegar a algún tipo de acuerdo con la autoridad.  A Nicomedes lo  envolvió en un capote de ganadero.

Sus restos fueron encontrados, junto a los de su compañero  en esa misma cuneta del pequeño municipio de Él Álamo en noviembre de 2011 tras tres días de trabajo y gracias al empeño de sus familiares y al valioso trabajo de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), sin subvenciones.

Desde que fueron exhumados, los restos Emilio y su compañero José María Martín, han permanecido en Astorga (León). Los ácidos del suelo donde estuvieron tirados han impedido identificarlos mediante el ADN. Pero las investigaciones, confirman que son ellos.

Durante los 77 años que Nicomedes permaneció enterrado en la cuneta, vivió en el recuerdo de su familia. Su hermana Hipólita, a la que siempre le acompañó el dolor, le hizo prometer a su hijo Santiago, que rescataría su cuerpo y ese fue el empeño de Santiago durante años.

El pasado sábado 19 de octubre, los restos de los dos mineros fueron enterrados en el cementerio de Osuna (Sevilla).

No dejemos de ser militantes en reivindicar la memoria de los silenciados con las balas.

* Publicado en “Búscame en el ciclo de la vida”

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