Breve historia del plagio

Breve historia del plagio

Sí, el escritor español que más caras ha cruzado ha sido acusado de plagio. Pérez Reverte entra en la historia de esta práctica milenaria.

Pérez-Reverte ha sido condenado a pagar más de doscientos mil euros por plagio. No puedo decir la cifra exacta porque yo a partir de cincuenta euros me mareo. En todo caso, no se trata de la primera vez que un escritor copia. He aquí unos cuantos ejemplos:

Jorge Luis Borges decía que, en cierto sentido, siempre estamos escribiendo la misma página. Pero no explicaba que esa página era de un amigo suyo del bachillerato, que mostraba a quien quisiera escucharle los trozos de papel que había dejado Borges en su cuaderno, al arrancarla torpemente.

Umberto Eco montó en cólera cuando vio que Jean-Jacques Annaud había copiado tramas y personajes de El nombre de la rosa en su película El nombre de la rosa. Todo se arregló después de una serie de embarazosas explicaciones que Eco acabaría desarrollando en su famosa conferencia El difuso concepto de autoría en la literatura medieval.

No se trata propiamente de un plagio, pero cuando alguien le llevaba la contraria a Homero, él repetía lo mismo que le habían dicho, pero con voz de tonto, lo que daba mucha rabia a sus adversarios.

Fiódor Dostoievsky fue un escritor ruso nacido en 1821. Liev Tolstói, que nació en 1828, también fue un escritor ruso. Ambos firmaron algunas de las mejores novelas de la historia de la literatura. Los dos en ruso. Visto esto, queda claro que Tolstói no hizo más que imitar a su antecesor y que, por tanto, es un farsante.

El Paraíso Perdido, de John Milton, presenta sospechosos paralelismos con algunos capítulos del Génesis.

La guerra del fin del mundo, de Mario Vargas Llosa, es, como su propio nombre indica, un plagio de La guerra de los mundos, de H. G. Wells. Para ocultar la copia descarada, el escritor peruano apenas cambió algunos detalles. Así, en la novela de Wells unos marcianos invaden la Tierra, mientras que en el libro de Vargas Llosa, el gobierno brasileño envía a los militares a un pueblo para sofocar una revuelta campesina y mesianista. Aparte de eso, las historias son prácticamente idénticas: ambas transcurren a finales del siglo XIX y muere mucha gente.

Lostes calcada a The Third Policeman, de Flann O’Brien, pero los guionistas no entendieron el final y pasó lo que pasó.

En 1837 Charles Baudelaire salió a la calle bajo la lluvia y pronunció la hoy conocida frase: “Vaya, he olvidado el paraguas”, causando un revuelo en la sociedad literaria parisina, ya que apenas dos días antes Honoré de Balzac había pronunciado la misma frase en una situación similar. Ambos escritores pasaron años sin dirigirse la palabra, hasta que se conocieron en 1840. (En una ocasión, Pérez-Reverte se dejó el paraguas en casa, pero él se limitó a matar a un venado y a ponérselo de capucha).

El famoso monólogo de Hamlet que comienza con las palabras “ser o no ser” es de William Shakespeare. Pero es lo único que escribió, porque como todo el mundo sabe, sus obras en realidad son de Edward de Vere, de Christopher Marlowe, de John Lily, de Anthony Munday o de Francis Bacon, dependiendo de las teorías que se sigan. La excepción es justamente este monólogo de Hamlet, que sí habría escrito Shakespeare y que por tanto habría plagiado el verdadero autor del resto de sus obras.

Queda claro que Pérez-Reverte no es nada original: ya se ha hecho antes eso de hacer algo que ya estaba hecho antes. En todo caso, esperamos que, cuando se ponga a escribir su próxima novela, no le salga Luz de agosto, con la devoción que hay en este pueblo por Faulkner.

* Publicado en el periódico “Diagonal”

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