Collage. Arte canoro y emasculación infantil

Collage. Arte canoro y emasculación infantil

Por Nònimo Lustre. LQSomos.

Esquina superior izqda, El papa Borgia, Alejandro VI, según Cola y Egidio de Orte, 1500-1503; museo de Arte Sacro, Orte. Esquina inferior drcha, Felipe II. Abajo, izqda, senadores romanos escuchando la filípica de Cicerón contra Catilina, por Cesari Maccari; palacio Madama, Roma. Centro, Farinelli canta al sucesor de Felipe V el rey rana, según Corrado Giaquinto.

Glosa del collage: en 1439, una bula del papa Eugenio IV autorizó que los ‘niños cantores’ actuaran en Sevilla. No nos extrañe que uno de sus sucesores, el papa Alejandro VI, contemple admirado a Farinelli. ¿Por qué iba a burlarse de su castración si probablemente alguno de su cuerda la organizó y este papa Borgia seguramente se benefició della? En cuanto a la imagen de Felipe II, idem eadem idem -seguro que no vertió ninguna filípica contra esa católica obsesión, recóndito engrudo del Imperio hispano.

El caso de los Niños Cantores -en España, llamados seises- personifica la arqueología de los castratti. In illo tempore, conocimos a uno que fungía de seise en la catedral de Toledo. En nuestra banda, no teníamos ni idea de la emasculación pero estábamos convencidos de que ese niño era un capón y, en consecuencia, no le dejamos entrar en nuestra pandilla; al contrario, le apalizábamos y le gastábamos mil bromas pesadas. Aunque no las leerá -quizá ni siquiera esté vivo-, vayan estas notas como retrospectivo desagravio.Seise de Toledo con el antiguo y ha mucho tiempo desusado, traje de la Danza y Canto de la Sibila. En Juan Moraleda y Esteban. 1911. Los Seises de la catedral de Toledo

En aquella (proto) Italia aherrojada por vecinos poderosos y en aquellos tiempos ‘artísticos e ilustrados’ administrados por la Iglesia más que por el Palacio, el bel canto estaba bien pagado. Por ello, se permitía emascular a los niños menores de 12 años -aunque teóricamente estaba prohibido. Las familias pobres, llevaban a sus hijos al castradero esperando que, cuando fueran famosos cantantes, les sacaran de la miseria -su esperanza de vida no llegaba a los 30 años. Si el niño no triunfaba, se le ordenaba sacerdote para cantar en los coros parroquiales.

Película dirigida en 1994 por Gérard Corbiau. Escasamente fiel a la peripecia del gran Il castrato

Según su propia confesión, Carlo Maria Michelangelo Nicola Broschi (1705-1782), alias Farinelli, de buena familia, fue drogado con opio y mutilado por un pariente cercano: “Fue mi hermano Riccardo el que, después de la muerte de mi padre decidió mi castración. Él mismo, aprovechando que yo estaba enfermo, me suministró opio y en mi estado de inconsciencia y delirio, no dudó en convertirme en lo que soy”.
Farinelli tuvo suerte y triunfó porque “Tenía una voz de soprano penetrante, completa, rica, luminosa y bien modulada, con un rango en ese momento desde La debajo de Do medio a Re tres octavas por encima de Do medio… Su entonación era pura, su vibración maravillosa, su control de la respiración extraordinario y su garganta muy ágil, por lo que cantó los intervalos más amplios rápidamente y con la mayor de las facilidades y seguridad. Los pasajes de la obra y todo tipo de melismas no representaron dificultades para él. En la invención de ornamentación libre, en el adagio, fue muy fértil” (J.J. Quantz, compositor)

Después de haber debutado en Roma 1722 y actuado en Viena, Venecia, Nápoles, Milán y Bolonia, Farinelli llevaba residiendo tres años en Londres cuando, en 1737, Isabel de Farnesio, reina y esposa de Felipe V, le pidió que viajara a España “durante unos días” (al final, se quedó un cuarto de siglo) para que mitigara con su arte la melancolía que padecía su egregio esposo. Tras una escala política en París, llegó a Madrid donde tuvo un rimbombante debut terapéutico: se dice que il castrato cantó unas arias desde la antecámara real pero el monarca no reaccionó. A la cuarta, el rey hizo entrar al artista y le dijo: “¿Qué pides por cantarme así todas las noches?”. Farinelli le respondió: “Que su majestad se levante de la cama, se afeite, se vista y cumpla sus deberes de rey”. Después de varios años letárgicos, a la mañana siguiente, Felipe V estaba en pie. Y el rapsoda cantó para el psicopático monarca 3212 noches -hasta que murió el rey que se creía rana. En el apogeo de su influencia en la Corte, dirigió en Madrid el Colegio Real de Niños Músicos -vulgo, la Casa de los Capones, sito en la calle Leganitos. Asimismo, estaba secretamente enamorado de una joven, quizá jóvenes, de la nobleza. De ella o ellas, sólo sabemos que una era la célebre soprano Teresa Castellini pero, si existió, de la otra sólo se conocen sus iniciales, S.I.L. En todo caso, la ópera no agradó a Carlos III, sucesor del sucesor, quien destituyó a Farinelli en 1759 aunque le mantuvo una asignación de 135.000 reales anuales que siguió cobrando hasta que el cantante murió en Bolonia.

Siempre hubo dudas sobre si Farinelli fue capado total o sólo parcialmente. Hasta que, en 2006, un equipo de paleoantropólogos forenses, examinó en profundidad los restos óseos del gran soprano y encontró que sí había sido emasculado como demostraba evidentemente que había desarrollado una hiperostosis frontal interna, un engrosamiento del hueso frontal de la bóveda craneal que, a menudo, se manifiesta en mujeres post-menopáusicas… y en hombres con alteraciones hormonales.

Por lo demás, “entre los castrati, hubo heterosexuales y homosexuales. La emasculación infantil no marcaba su sexualidad, sólo condicionaba su actividad sexual. Paradójicamente, para algunos castrados la carencia de atributos masculinos fue una insólita ventaja pues las mujeres de la alta sociedad les perseguían creyendo [ignorante o imprudentemente] que no correrían el riesgo de quedar embarazadas. Alguna se llevó un disgusto cuando algún [medio] capón la dejó preñada” (cf. Patrick Barbier, Historia de los castrati)

La castración masculina

En el antiguo Egipto, el muchacho era atado a una mesa donde se le amputaban no sólo los testículos sino también el pene. La herida era cauterizada y luego se le insertaba una pequeña pieza metálica en la uretra dizque por higiene. Además, se le enterraba hasta el ombligo en arena caliente durante 5-6 días, sin agua y sin comida -se cree que sólo sobrevivían un 20-40%. En la India eran menos drásticos. El niño era atiborrado de opio, se le emasculaba con una navaja, esterilizaban con aceites la herida y se le alimentaba con leche hasta que se recuperara. En la mitología griega, Gea y Urano tuvieron algunas desavenencias que, según la Teogonía de Hesíodo, se resolvieron cuando su hijo Cronos alcanzó a Urano y “empuñó con la derecha la prodigiosa hoz, enorme y de afilados dientes y apresuradamente segó los genitales [de su padre] y los arrojó a la ventura por detrás”.

“El que tenga los testículos mutilados o el pene cortado no será admitido en la asamblea del señor” (Deuteronomio 23:2) Sin embargo, otros santones bíblicos eran incluso tolerantes: “A los eunucos que observen mis sábados, que elijan lo que a mí me agrada y se mantengan firmes en mi alianza, yo les daré en mi casa y dentro de mis muros un monumento y un nombre más valioso que los hijos y las hijas: les daré un nombre perpetuo que no se borrará” (Isaías 56:3-5)

A pesar de la Biblia, desde el ya citado papa Nicolás V, en España proliferaron los seises. En Sevilla, la escuela ‘de capones’ duró desde 1633 ¡hasta 1960! E incluso, apadrinado por los jesuitas, el Colegio Portaceli se mantuvo hasta 1985. Por lo demás, en Andalucía, la tradición de bailar en el Corpus Christi se extendió a Granada, Guadix, Priego de Córdoba y Málaga -donde, en 2016, fue canonizado un ex seise, el obispo González García. Globalmente hablando y por desgracia, es probable que todavía existan, más o menos clandestinamente, escolanías donde se emascule a los niños para utilizar su voz blanca -por ejemplo, en la arquidiócesis de Guatemala, en pleno siglo XXI, quizá el Colegio San José de los Infantes cumple ese inconfesable papel.

En Italia, avanzando los siglos, otros castrati famosos fueron Gaetano Majorano Caffarelli, Gasparo Pacchiaroti y Luigi Marchesi. En el siglo XIX-XX, en el país transalpino todavía hubo castrados. Aunque algunos creen que el último fue Giovanni Battista Velluti -retirado en 1830-, es más cierto que tan dudoso mérito le corresponde a Alessandro Moreschi (1858-1922) Nacido en lo que eran los Estados Pontificios, este pequeño detalle nos anima a subrayar que, tras la unificación de Italia -radical enemiga de la castración-, los Papas se mostraron renuentes a perder sus infamantes “costumbres musicales”. Por ejemplo, en 1878, León XIII permitió que los castrati permanecieran en la Capilla Sixtina. Y, en 1903, Pío X continuó la experimentada política vaticana de que la mano izquierda no sepa qué hace la mano derecha y declaró el final de los castrati… salvo los que actuaran en los coros parroquiales.

Alessandro Moreschi, el ¿último? castrato

Volviendo a Moreschi, se dice que padeció una hernia inguinal de nacimiento, absurda excusa que se usaba para proceder a la emasculación. En 1873, fue invitado al coro de la Capilla Sixtina donde llegó a actuar como primer soprano. Pero, como ya se había prohibido la castración infantil, el joven artista esquivó la nueva ley alegando que su mutilación fue anterior a esa fecha. Su prestigio le llevó a cantar como estrella invitada en el funeral del asesinado rey Umberto I. Mucho más sustancial es que su voz es la única de castrato de la que ha quedado testimonio. En abril de 1902, en el Vaticano, hizo la primera de sus grabaciones; repetiría en 1904 dejando en total 17 pistas grabadas -hoy accesibles en CD. No obstante, se subraya que, durante esas históricas grabaciones, Moreschi tenía más de 40 años por lo que su voz no tenía la calidad que le hizo célebre. Finalmente, a sus 63 años, murió de neumonía y en soledad.

Sobre su aspecto físico, existe un testimonio directo y presencial: “La apariencia externa de Moreschi difiere poco de la habitual para un cantante. Tiene una estatura media o más bien pequeña. Su rostro simpático es completamente lampiño; su pecho es notablemente amplio y poderoso. Su voz al hablar tiene una calidad metálica, como un tenor de tesitura muy alta. Su voz y comportamiento causan una impresión juvenil, reforzada por su animada conversación, que se suma a la imagen totalmente encantadora que presenta el cantante” (Franz Habock, en su libro Die Kastraten und ihre Gesangskunst).

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