Cosas de Historia que no deberían aparecer en los libros de texto
Por Juana Navarro*. LQSomos.
Igual deberíamos parar un poco y recordar, recordarnos, que es nuestra responsabilidad educar personas en el método científico, en las ciencias y las artes, con un espíritu crítico, para que puedan ejercer plenamente su ciudadanía y para que puedan ser lo que quieran ser…
Decía Fernando Hernández Sánchez, en el curso que impartió STERM en la Universidad de Murcia sobre “Actualización didáctica en Historia Contemporánea y memoria democrática” (febrero-abril 2022) que la historiografía en España era, como no podía ser de otra manera, hija de su tiempo.
Tras 40 años de dictadura, las universidades españolas empezaron a actuar con libertad de cátedra tras la muerte del dictador, pero con claustros repletos de afines al régimen. Durante los primeros años de democracia, la gran mayoría de investigaciones históricas sobre la historia reciente del país provenían del extranjero. Hispanistas como Paul Preston o Hugh Thomas.
El franquismo había invertido enormes esfuerzos en adaptar la realidad a su propia visión del mundo, alterando la narración de la historia para justificar una idea de España católica, centralista e imperialista. La historia reciente de nuestro país se reinventó para justificar el “Alzamiento” y el régimen dictatorial del nacionalcatolicismo. ¿Cómo es posible que a día de hoy se sigan manteniendo mitos en los libros de historia que están ya absolutamente superados por la historiografía de nuestro país?
Una de las explicaciones es, obviamente, la falta de vías de comunicación entre las diferentes facultades de Historia y los centros educativos de Primaria y Secundaria. Otra, también muy importante, la falta de memoria democrática de la población general. No nos olvidemos tampoco de que estamos preparando el acceso a la función pública docente con temarios de 1993, que además de desfasados, no son acordes a la realidad de lo que se trabaja en el aula.
La generación de los boomers fue educada durante el franquismo, las primeras generaciones democráticas no llegaron en sus temarios a estudiar historia contemporánea, incluso hoy en día, nos encontramos con que gran parte del profesorado reconoce no llegar a tiempo para terminar los temarios (la Historia más reciente). Recordamos que en la Región de Murcia se intentó imponer el pin parental. ¿Cuánto profesorado se autocensura para no tener problemas con las familias? Hace falta más divulgación histórica, hace falta mayor relación entre la enseñanza universitaria y la no universitaria, hace falta actualización del profesorado a lo largo de su vida laboral.
La I Jornada de Docencia y Memoria Histórica en la Región de Murcia, celebrada en Alhama de Murcia el pasado 11 de febrero, sigue la estela de otros territorios en un intento por crear una red docente vinculada con la memoria democrática que nos sirva para actualizarnos y para compartir recursos y materiales.
Pedro Egea Bruno, Fernando Hernández Sánchez, Dolors Marín Silvestre, Raúl Gómez Tasias, Alfredo Marín Cano, Pablo Rodríguez Moreno, Pedro Javier López Soler, el Colectivo de Historia Social con Ana Cristina Belló Ruiz y Ana María Valencia Herrera, Julián Vadillo Muñoz, Alfonso Cayuela de la Federación de Asociaciones de la Memoria, Noelia Sánchez, Alfonso Cerón Aledo, Pablo Pino Martínez, Tony Morant i Ariño y Sergi Sanchiz Torres de la Xarxa Educación y Memoria nos han ido mostrando a lo largo de estos dos últimos años sobre qué tenemos que reflexionar.
La Reconquista no puede durar ocho siglos, además, con periodos de superposición de unas estructuras sobre otras que se mantienen por puro interés económico y político. Al-Andalus no puede ser solo un tema en el temario, cuando la mayor parte de la Historia Medieval del sur peninsular es andalusí. El uso político del reino de Asturias, con Alfonso II, de la historia de Pelayo y la Batalla de Covadonga son ya sobradamente conocidos y, sin embargo, siguen apareciendo en los libros sin mayor explicación.
No podemos seguir hablando tampoco de Austrias Mayores y Austrias Menores, terminología que usó Cánovas del Castillo en el siglo XIX. Ningún modernista utiliza esta terminología ya. Se habla de Monarquía Hispánica, de Austrias del siglo XVI o del XVII.
El Memorial del conde-duque de Olivares es una falsificación de los Borbones y sigue estando en los libros. No se debería hablar de la nación España antes del siglo XIX y, sin embargo, se hace.
La Guerra de Independencia se sigue marcando como un hecho patriótico, desgajada de la historia napoleónica. Los discursos de los afrancesados o de los liberales de Cádiz dicen prácticamente lo mismo, pero unos son los buenos y otros son los malos, desde el punto de vista de la creación de la nación España.
Otro melón es el del Liberalismo político del siglo XIX, que se minimiza. Tenemos revoluciones liberales al igual que el resto de Europa en las revoluciones liberales burguesas.
La Historia de España es una pugna entre el caos (movimiento revolucionario) y el orden (reacción). Así se narra en la mayoría de manuales de Historia. Cualquier país europeo pasa por un periodo convulso hasta estabilizar sus democracias. Los períodos revolucionarios aceleran el proceso. De igual modo se debería explicar nuestra historia.
La Restauración se trata como un período democrático, cuando solo deberíamos hablar de régimen liberal, ya que es profundamente antidemocrático. Es la sociedad la que presiona para que se avance en sufragio universal o derechos colectivos. El fraude electoral es permanente. ¿Cómo podemos hablar de democracia?
Igual que la historia del siglo XIX sirvió para apuntalar la justificación de la creación de los estados modernos. En el siglo XXI, la historiografía revisionista coincide en que los procesos revolucionarios paralizan el camino de modernización y democratización. No es exclusivo de España.
En los temarios aparecen juntas II República y Guerra Civil y el Franquismo como tema independiente. ¿Por qué? ¿No tendría más sentido hablar de Guerra Civil y Franquismo? ¿Causa y efecto?
La Transición se toca poco, porque está al final y no llegamos, y cuando se hace, también se simplifica sin atender a la complejidad del hecho histórico. Se relata como un proceso de élites sin reflejo del proceso popular ni los movimientos sociales, cuando sabemos que para hablar de la Transición hay que remontarse a los años 50.
Tampoco se habla sobre los diferentes proyectos de Transición (inmovilistas, rupturistas y republicanos). No fue pacífica y modélica, no solo hay que hablar de ETA y el GRAPO por la izquierda, también de los Guerrilleros de Cristo Rey y Triple A por la extrema derecha. Partidos y sindicatos estaban ilegalizados, pero no las asociaciones vecinales. Esto tampoco está en los libros.
La realidad de nuestras aulas nos exige que pongamos el foco en aspectos de la Historia que han quedado minimizados tradicionalmente en la Historia de España y en la Historia, en general: la presencia de las mujeres y la historia social, la historia del movimiento feminista y la del movimiento obrero, el Imperialismo hispánico desde una perspectiva complejizadora y crítica, la esclavitud y la trata en nuestra historia, las colonias hispánicas y las españolas.
Por otro lado nos enfrentamos a los problemas de la investigación histórica: la dispersión de las fuentes históricas, la dificultad del acceso a algunos documentos porque no se puede investigar a las personas hasta que lleven 50 años muertas, por el derecho al olvido, por la existencia de documentación clasificada que pervive del franquismo y la guerra, por pertenecer a archivos privados, la Ley de Amnistía de 1976…
No se debería salir de la educación obligatoria sin tener nociones de la historia reciente. Los temarios inabarcables y obsoletos, la falta de tiempo para formación en los centros educativos. Igual deberíamos parar un poco y recordar, recordarnos, que es nuestra responsabilidad educar personas en el método científico, en las ciencias y las artes, con un espíritu crítico, para que puedan ejercer plenamente su ciudadanía y para que puedan ser lo que quieran ser. Otro reto pendiente.
* Profesora, sindicalista con IntersindicalRM y STERM. Nota publicada en “El Diario de la Educación”
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