Crucifixión, franquismo y neofranquismo

Crucifixión, franquismo y neofranquismo

Por Nònimo Lustre. LQSomos.

Gibraleón (Huelva), agosto 1936.- “Una jauría enarbolando banderas y cantando el Cara al Sol gritan: “A por él, a por él”. En cabeza van Chaparro y el Leperillo. Buscan al guardia Diego por todos los lugares de la casa, remueven ropas, armarios, el doblado, hasta que finalmente le hallan en los trasteros, en el pajar… Una vorágine de golpes cae sobre él. Se le araña, arrastra, insulta… La madre se abraza al hijo profiriendo alaridos… Cuando la madre perdió el conocimiento, lo sacaron a rastras quedando rodeado por la jauría que en el valle esperaba. A través de todo el camino le fueron vejando, haciéndole caminar a empujones mientras le arañaban, golpeaban e insultaban… La ermita es el lugar seleccionado para el sacrificio previo a la muerte definitiva… Les ataron a la verja en cruz con alambre espino… con ironía y gesto burlón aquellas hienas fueron desfilando ante los crucificados pronunciando la frase ritual “les acompaño en el sentimiento”, para anunciarles la inmediata muerte que iban a tener… A renglón seguido comenzó un delirio macabro. Una chusma desatada entre la que se encuentran falangistas, la vanguardia de asesinos, “señoras” encopetadas y la flor y nata del bajo fondo vengador, escupen y golpean despiadadamente a las indefensas víctimas a las que pinchaban con leznas en los costados mientras les insultaban… El Leperillo les lanzó un café hirviendo al rostro… Sufrían la quemazón de las heridas, la sed provocada por el tormento… nuestra casa iba a ser arrasada, como lo fue una vez consumada la crucifixión… Apeados del camión, son situados junto a la tapia elegida. Una voz que expele vahos de alcohol, rompe el silencio: “¡Vais ahora a demostrar los cojones que tenéis!” Les bajan los calzones y así, a carnes desnudas, les cercenan en vivo los órganos viriles. Las víctimas se desploman profiriendo gritos de dolor. Todavía sumidos en la demencial carrera exterminadora, les disparan al vientre “para que vuestra muerte sea lenta -exclama Chaparro”. (nuestras negrillas; cf. Crucificados en pleno siglo XX. Vida y tortura hasta la muerte de Diego Redondo Macías y su primo Juan Rodríguez Redondo. Boltxe 2012-06-18)

Es evidente el paralelismo entre el atroz asesinato de Diego y Juan y la narrativa canónica de la crucifixión de Jesús, alias el Cristo. De hecho, son tantas las torturas característicamente bíblicas infligidas por los franquistas a aquellos inmolados laicos que sería plausible sospechar que los sayones Chaparro y Leperillo -ultracatólicos meapilas- delinearon su crimen inspirándose en el Nuevo Testamento.

Item más, no es plausible suponer que los atroces asesinatos de Gibraleón fueran excepcionales; al contrario, es muy probable que los genocidas de 1936 perpetraran regular y burocráticamente esta suerte de Pasiones (o Procesiones) Vivas. Por ende, podríamos preguntarnos: ¿cuántas crucifixiones literales de republicanos perpetraron los franquistas desde 1936 hasta 1975? Simbólica y políticamente, es obvio que hubo millones de crucificados. Hoy, citando la tremenda introducción, queremos recordar unos vía-crucis físicos que no están bien documentados -a menudo, porque el Vaticano aborrecía que los ateos descreídos tuvieran semejanza alguna con su idolatrado Cristo; no tan a menudo, porque las familias de los asesinados detestaban que la chusma franquista añadiera el agravio a la injuria contra sus deudos -muchos dellos, tirados en cunetas y en fosas comunes.

Los mitos de la Pasión destrozados por Hollywood

“Has visto un ciclo en televisión de cine en tiempos de Franco… / Hasta que aquella bici de mi niñez se fue quedando sin frenos / Y en la peli que pusieron después nunca ganaban los buenos … Juegos de manos, siempre daban una de romanos” (Joaquín Sabina, Una de romanos, 1988)

En aquellos años, la llamada Semana Santa (SS) era sobrevivida por el pueblo llano español con una angustia muy superior a la que hoy propala la propaganda occidental -no hace al caso que exagere o dulcifique- cuando nos describe las tiranías de Irán y Afganistán. El franquismo fue decididamente más siniestro puesto que los ayatolas y los talibanes no se proponen oficialmente exterminar a la mitad de sus respectivos súbditos mientre que el hijo luciferino de la sra. Bahamonde, Mola, Queipo de Llano y no digamos los cardenales Gomá y Segura, sí que abogaron explícitamente por el genocidio. Todo lo que ahora nos cuenten de aquellos detestables 40 años, se queda corto: ¿que las iraníes y afganas no pueden salir a la calle?: eso fue ampliamente superado por un franquismo que, durante la SS, no dejaba salir a la calle a nadie. ¿Qué en esos santos días arriesgabas el gañote si comías carne?: pues podemos entenderlo como un Ramadán patrio. Y tal régimen no se limitó a la inmediata posguerra; recordemos que, cuando se cansaron de fusilar a troche y moche, aquellos genocidas continuaron con el exterminio habitacional a base de pisos para pobres construidos con saliva que diseñó J.L. Arrese (1905-1986; ministro de Vivienda 1957-1960), amparado en sus desmanes por su colegueo con Pilar Primo de Rivera -hermana del Ausente-, lesbiana que persiguió con saña a esas otras lesbianas que, ¡oh paradoja!, estadísticamente nunca existieron (volveremos sobre ello al final del siguiente parágrafo)

En esta SS de 2023, la Brigada Mediática tiempo ha que sabe que las películas que obligó a emitir in illo tempore, no funcionan; quizá porque eran calcadas a las ortodoxas de las catequesis obligatorias o quizá porque eran demasiado inaguantables. Cuando llegó ‘la democracia’ (¿cuál?) llegaron los bodrios de Hollywood que ya no abundaban en los clavos del Mesías sino en acontecimientos periféricos a la Palestina del año Cero (¿debería ser el año 33?) okupada por los romanos. Fue la moda de los Ben Hur (hoy, Bin-Hur), Moisés y hasta del borrico Sansón y su némesis, la sutil peluquera Dalila.

El martes ‘santo’, todavía intento recuperarme de que ¡la televisión pública! emita sin rubor esas deleznables cintas religiosas disfrazadas de ‘históricas’. Saben perfectamente esos malvados burócratas que así pervierten a los hipotéticos telespectadores con productos que Jólibu (sic) utilizó para desvirtuar, confundir y menoscabar algunos mitos literarios nacidos en Europa. Y no menos saben que son mercancías caducadas que no verá nadie -¿por qué esa política económicamente suicida?: para que no se enfaden el Vaticano y la Zarzuela.

Del niño extático a los jóvenes devotos

Subtítulo: de Marcelino pan y vino a La Llamada. La película Marcelino y etc. (Ladislao Vajda, 1954, con Pablito Calvo como protagonista infantil) es el claro antecedente de La Llamada. Ambas están unidas por su rotunda negación a mencionar a los curas pederastas. Pero olvidemos este ‘pequeño detalle’ y saquemos leche de una alcuza: ese dizque espectáculo musical, exitazo de Los Javis, veremos en próximos párrafos que representa la enésima demostración de que la moral católica es utilitarista y extremadamente acomodaticia. Vista hoy, Marcelino nos describe cómo unos frailes secuestran a un niño. Por su parte, Los Javis (gays modelnos contra los que no tengo nada y neofranquistas contra los que tengo todo), intentan secuestrar lo poco que queda del patrio buen gusto artístico -tras unos pocos párrafos, se les unirán otros personajillos tan píos como fachas.

Antes, una generalización: España es una anomalía: lítica entre los pregonados ‘países de nuestro entorno’ (europeo) y, peor aún, es una anacronía política diseñada por Franco para que le heredaran los Borbones y, todavía más infame, es también un Estado policíaco donde un tal Villarejo, un vulgar comisario mal hablado, vigila a un establisment -desde la Corona hasta la Bolsa- que come en su mano. Pero, fuera ya de todo atisbo de racionalidad à la occidental, España es un Estado católico y militar -sangrienta burla de la aconfesionalidad inscrita en la Constitución- como demuestra que, en este año 2023, la SS esté protagonizada por los militares en no menos de 39 procesiones repartidas por 12 provincias -bendecidos y en amor y buena compaña con sus cómplices, los clérigos que ayer fusilaban compulsivamente y hoy sólo (¿) matan la dignidad infantil.

Aunque en esas performances católicas participen los “cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado” (maderos, picoletos, Ejército Marina, Aviación y la purrela de Somatenes, Legionarios de Cristo, Granaderos de la Virgen y Húsares del Gólgota), buena parte está teatralizada por la Legión, siendo su espectáculo más famoso el apuntado en este titular: “Una docena de legionarios del Tercio ‘Duque de Alba’ 2º de la Legión portarán sobre sus hombres y elevarán con sus manos la talla del Cristo de la Buena Muerte en Málaga este Jueves Santo, mientras cantan El novio de la muerte.”

La Legión, ayer Extranjera y hoy compuesta por Caballeros Legionarios, siempre nos recordará que, en los transportes públicos, existía un asiento reservado a los Caballeros mutilados. Mujeres -incluso embarazadas-, enfermos, ancianos y niños sabíamos que ‘usurpar’ esos asientos’ acarreaba indecibles castigos. Pero, cuando lo intentaba un “jodío cojo” -alter ego del Caballero Legionario-, entonces el escarmiento alcanzaba niveles trágicos. De ahí que nos resulte especialmente cruel este titular: “Una imagen ‘guerracivilista’ de un Cristo mutilado divide a las cofradías malagueñas. Integristas defienden el desfile de un crucificado mutilado por ‘impíos marxistas’ y ‘hordas rojas’”. A ese Cristo arropado por docenas de lejías (dicho en la jerga despreciativa que en las cárceles arrostran los legionarios), le falta una pierna. Pero, indudablemente, no es la de un ‘jodío cojo’.

Pero no creamos que el neofranquismo hodierno es tan zafio como lo fueron sus progenitores. Hoy, se disfrazan de inclusivos tolerantes. Con el aplauso del Vaticano, es el caso antecitado de Pilar Primo de Rivera y de su hiper-machista Sección Femenina, de Los Javis y… de la Reina de la Pesadilla bañada en purpurina sintética, marquesa de Gruñón (sic) por más señas, una Pija Borderline amancebada en pecado mortal los días impares y predicadora disléxica los días pares. Parafraseando el título de una peli italiana de la época, “la empresa [vaticana] perdona un momento de locura”. Pero, ay, nos maliciamos que ésta nuestra definición será aplastada por la amoralidad de los jugosos contratos exclusivos que disfruta esa cuadrilla del colorín.

Una honestísima proposición

Sobre el pueblo de la espeluznante crucifixión con la que comenzamos estas notas, los nobles ancianos recordamos un reportaje de V.M. Reviriego (“Gibraleón. Los negros andaluces”, cf. Triunfo, nº 234, 26.XI.1966) Pero, el porcentaje de melanina que exista en ese poblachón onubense, hoy nos interesa menos que el vía-crucis de Diego y Juan con el que abríamos este pasquín.

Nuestra propuesta es sencilla: puesto que en Gibraleón se perpetró una crucifixión real, ¿por qué no recodarla y escenificarla en la SS y materializarla en uno, dos o cien pasos procesionales? Tenemos las inmarcesibles figuras de Diego Redondo Macías y de Juan Rodríguez Redondo cuyo suplicio fue infinitamente peor que el de cualquiera de esos santos, vírgenes y cristos que procesionan en estos días ‘santos’. Item más, ¿quién nos asegura que los adinerados monigotes que pasean a bombo y platillo a hombros de los costaleros no serán defenestrados mañana por el mismísimo Vaticano? Ya les ocurrió a san Cugat-Cucufato (“los cojones te ato y hasta que no los encuentres no te los desato”), Filomena, Expedito y otros bastante más idolatrados -Valentín, Cristóbal, Verónica, Bárbara, Úrsula, ¡incluso san Jorge!

Con Diego y Juan no sufriríamos la estresante amenaza de la innoble descanonización. Además, honraríamos a sus deudos en más y mejor medida que lo haga -si algún siglo lo hace- la flamante ley de Memoria Democrática. Puede que, aunque sólo fuera municipalmente, llegaríamos a instituir los venerables Días de Diego y de Juan. Y, puestos en el disparadero, hasta fomentaríamos el turismo republicano en Gibraleón. Incluso algún ingenuo espabilao se vanagloriaría de cumplir a rajatabla con la aconfesionalidad constitucional…

Fin del sueño: hasta que la SS no se sustituya por una conmemoración republicana, no habrá justicia en los camposantos -y la ultrajante SS seguirá siendo una provocación fascistoide. Y, sobre todo, hasta que llegue ese venturoso día, no creeremos en los pajaritos preñados de la democracia española.

– Ilustración de cabecera de J. Kalvellido
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