El día que quisieron matar al 15M
Madrid, 23 de noviembre 2013. Sábado frío y soleado. Están previstas dos manifestaciones en el centro de la capital. Objetivo: denunciar las políticas reaccionarias del gobierno. Una partirá de la glorieta de Atocha hacia la puerta de Alcalá. La otra arrancará de la plaza España hacia la puerta del Sol. Ambas tienen anunciado su comienzo a las doce de la mañana. Y ahí acaban las coincidencias.
La primera está patrocinada por los dos sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT, y cuenta con el respaldo de la Cumbre Social, una constelación de asociaciones y colectivos, con algunas Plataformas y Mareas ciudadanas, y a su frente van conocidos líderes sindicales y políticos del PSOE e IU. Las pancartas que les identifican son: ¡Salvemos lo público! ¡Salvemos las personas! ¡Salvemos las pensiones! Esta convocatoria ha sido ampliamente difundida con antelación por muchos medios de comunicación, prensa, radio y televisión, públicos y privados, y redes sociales.
La segunda nace bajo el auspicio del 15M en sus distintas asambleas y el Tribunal Ciudadano. La secundan el sindicalismo alternativo (CGT, CNT, Solidaridad, entre otros) y se han adherido también Ecologistas en Acción y varias Mareas y Plataformas. En el recorrido se observa personas que llevan la chapa de EQUO. Los emblemas que abren la marcha, sostenidos por colectivos de excluidos y precarios (parados, inmigrantes, etc.), repiten los mismos lemas de la otra manifestación más uno nuevo muy profuso que pide ¡Juicio a la Banca! Prácticamente ningún medio de comunicación la ha divulgado previamente.
Sin embargo, contra lo que podía esperarse, es la marcha que se desarrolla por la transitada Gran Vía madrileña la que recibe el apoyo de más gente. Pero no es esa la característica más destacable. Lo notable está en el calado de sus mutuas reivindicaciones y los representantes que las vocean.
En una aparecen siglas y dirigentes relacionados con casos de corrupción y desfalcos que están todos los días en las páginas de esos mismos periódicos que les han publicitado ex ante (EREs, Ivercaria, Mercasevilla, etc.). Organizaciones y personas que forman parte del problema y no de la solución por haber pactado con el anterior gobierno la primera reforma laboral, agravado la cobertura de las pensiones y la congelación del salario de los empleados públicos (CCOO y UGT). Y que incluso formaron parte de los consejos de administración de las entidades financieras del expolio, permitiendo con su derroche que el Estado liquidara las cajas de ahorros, la única parcela de banca pública que existía. Además de aceptar la reforma exprés del artículo 135 de la Constitución que da prioridad al pago de la deuda pública ante cualquier otra necesidad de tipo social.
En otra van las gentes que se echaron a la calle cuando nadie se oponía a las políticas de la Troika aplicadas por el ejecutivo del PSOE. Cuando ni las instituciones y los agentes representativos rechistaban. Las mismas personas que inventaron nuevas formas de hacer oposición al régimen y al sistema en su conjunto. Herramientas de participación social en espacios públicos basadas en el asambleísmo, la deliberación y la toma horizontal de decisiones que suponían un revés para las prácticas jerárquicas y delegativas del sindicalismo convencional y los partidos de la izquierda nominal. Las que consiguieron que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo tumbara el lado más oprobioso de los contratos hipotecarios. Activistas a tiempo completo que ayudaron material, política y moralmente a las plataformas antidesahucios, a los damnificados de las preferentes y a los colectivos por la defensa de la educación pública y la sanidad. Hombres y mujeres que en vez de resignarse ocuparon entidades bancarias y trascendieron su indignación a las cabeceras de los medios internacionales, forzando que los jueces anularan las clausulas suelo. Ciudadanos y ciudadanas que formaron escudos humanos para impedir ejecuciones judiciales y crearon el clima solidario necesario para experimentar con éxito las primeras huelgas indefinidas en muchos años de estéril consenso. Sin esperar la recompensa de ser votados en unas elecciones.
Efectivamente, la exigencia de ¡Juicio a la Banca! era lo que separaba a las dos convocatorias. Un cartel que portaban muchos quincemayistas mostraba el abismo político que las distanciaba. Bajo la expresión “SE BUSCAN”, tres fotos identificaban a Miguel Blesa, ex presidente de Bankia, Gerardo Díaz Ferran, antiguo capo de la CEOE, y un menos conocido Juan Antonio Moral Santin, ex vicepresidente de Bankia. Debajo, en grandes caracteres los cargos: “POR GENERACIÓN ILEGAL DE DEUDA”. El bando venía a ser el banderín de enganche con que el autoconstituido Tribunal Ciudadano de Justicia (TCJ) anunciaba la presentación de la primera querella del 15M contra la banca responsable del saqueo social.
Pero al mismo tiempo el cartel servía para remarcar dos formas radicalmente opuestas de entender la democracia. Porque ese “SE BUSCAN” implicaba una denuncia clara y precisa del falso compromiso de muchos dirigentes que encabezaban la manifestación institucional. Hablamos de unos sindicalistas (Toxo y Méndez) que no tuvieron reparo en aceptar sentarse a la mesa de negociaciones con el líder de la patronal, Díaz Ferrán, al mismo tiempo que vaciaba varias de sus empresas dejando en la calle a los trabajadores. Hablamos de miembros de las cúpulas de CCOO y UGT que integraron la dirección de Bankia que dio el visto bueno a la descomunal estafa de las preferentes, cobrando por ello. Hablamos de un vicepresidente de Bankia en representación de Izquierda Unida (IU), Moral Santin, que sirvió al gobierno de Esperanza Aguirre para maquillar la estrategia de la entidad financiera que sería privatizada cuando pensaban obtener beneficio con su salida a bolsa y luego intervenida para socializar las pérdidas. Hablamos, ya fuera de cartel, de otros “camaradas”, como el responsable del Banco de España durante la crisis, Miguel Ángel Fernández Ordoñez; el comisario Joaquín Almunia (¿asistió a la manifestación?) o el ex ministro Solbes, al que ningún “matón” le ha enseñado un zapato.
Por eso no había posibilidad de acuerdo entre esas protestas. Ni la del trayecto Atocha-Alcalá admitió llevar el eslogan ¡Juicio a la Banca!, ni la que dio el chupinazo de salida con una enorme colgada de Greempeace contra la “Ley Antiprotesta” se plegó a la petición de unidad que aquellos reclamaban. ¿Unidad para qué? ¿Cómo conciliar mundos y modos y éticas tan contradictorias?
Pero demos un paso más. ¿Por qué ese intento de engullir al 15M, si según muchos locuaces dirigentes políticos y sindicales es una causa sin futuro? Avancemos algunas sospechas de esa creciente y misteriosa enemistad. Puedes ser porque a pesar del tiempo trascurrido, las zancadillas y la censura de los medios, el 15M resiste; porque ha contagiado su inédita forma de hacer política radical a las mareas y plataformas; porque sigue contando con un fuerte apoyo popular más allá del ámbito de sus propios activistas e incluso porque ha empezado a empatizar con el mundo laboral minando el coto cerrado del sindicalismo pactista con huelgas indefinidas. También porque se acercan años de elecciones y el tábano del 15M y sus afluentes aparecen como una compañía nociva cuando lo que el sistema necesita es sosiego para que el cuerpo electoral llene las urnas. O incluso porque la agitación en la calle es el primer valladar para tratar de aparcar sine die los muchos casos de corrupción al por mayor que afectan a instituciones, partidos, sindicatos y sistema financiero. De ahí la batería de proyectos mordaza, tipo Código Penal, Ley de Huelga, Ley de Seguridad Ciudadana, Ordenanzas Municipales, etc.
Son ejemplos que, sin embargo, no explican la dinámica de unos acontecimientos que en teoría muestran una rivalidad entre la derecha en el poder y las izquierdas en la oposición. Un escenario verbalizado a cara de perro que parece desmentir un entendimiento secreto entre las dos patas del banco que conforman el duopolio dinástico hegemónico. Aunque si se observa con detenimiento, en lo fundamental siguen siendo cómplices y rehenes del “y tú más”. PP y PSOE, han votado en contra del derecho a decidir. PP y PSE han secundado la política de la Troika. PP y PSOE han recortado el principio de Justicia Universal”. PP y PSOE están orgullosos de su borbonismo. Incluso en aspectos donde a primera vista hay diferencias, en cuanto se echa mano del Carbono 14 de las hemerotecas, se desvanecen. Caso de la declaración de Los Toros como patrimonio cultural (el PP votó a favor, el PSOE se abstuvo). Caso de la privatización de la gestión de la Sanidad Pública (tiene su origen en la Ley 15/97 propuesta por el PP y apoyada por el PSOE).Caso Ley de Huelga (un borrador del PSOE en el año 92 se quedó en el cajón por discrepancias internas de última hora). Caso Ley de seguridad Ciudadana (enmienda la Ley Corcuera). Caso de la colocación de cuchillas en las vallas de Ceuta y Melilla (en 2009, siendo ministro de Interior Rubalcaba, una persona murió desangrada al intentar saltar la alambrada).
Concluyamos. ¿Entonces qué? Cómo en la UE estaría mal visto una salida a la egipcia para la “primavera española”, los indicios señalan a una estrategia de la tensión que fomente la cizaña entre el movimiento de los indignados (ahí está la recuperación mediática del “coco anarquista”) y de paso trate de enfriar algo su apoyo ciudadano. ¿Para qué? Para que venza el mejor y nada cambie. Y el mejor puede ser el PP de Mariano Rajoy, en brusca involución por la embestida intestina del aznarismo a causa de la anulación de la doctrina Parot. O puede ser su opositor socialista, si el derrumbe conservador le hace insolvente en las urnas y los desmemoriados electores buscan refugio en el voto útil perdonándole al PSOE su pasado. La resolución de la Conferencia Política del PSOE, aceptando como necesarias las contrarreformas del gobierno Zapatero, y la presencia estelar del ex presidente en la elección de la nueva secretaria general del Partido Socialista de Andalucía (PSA), son gestos que deben entenderse como un brindis “a quien corresponda” de que si el PSOE vuelve al poder el statu quo prevalecerá.
Por cierto, para casi todas las televisiones, el 23-N solo hubo una manifestación en Madrid: la menos numerosa y visible.