El indescifrable ´valenciano´ del VI a. C.

El indescifrable ´valenciano´ del VI a. C.
El íbero fue la primera lengua escrita desarrollada en tierras valencianas, con un semisilabario de 27 signos influido por fenicio y griego, y nunca se ha podido traducir.
 
«Una polémica no; una provocación sin interés». Así califica la catedrática de Arqueología Carmen Aranegui la propuesta del PP que conecta el valenciano actual con el pueblo íbero. Al menos, sirve para retomar el interés por aquella civilización anterior a la romana cuya escritura „extendida entre el sureste de Francia y la alta Andalucía„ duró cinco siglos y se extinguió con la romanización. Nunca se ha descifrado.
 
PACO CERDÀ Sostiene el PPCV, en una proposición no de ley presentada en las Corts, que el valenciano hunde sus raíces en «la más profunda prehistoria» y que la llengua elevada a arte por Ausiàs March, Joanot Martorell o Vicent Andrés Estellés «se escribe ya desde el siglo VI antes de Cristo con el lenguaje ibérico». Las autoridades académicas y lingüísticas más reconocidas ya han desacreditado la boutade popular. Pero surge una pregunta tras la polémica: ¿Qué hablaban y escribían los habitantes de esta tierra en el siglo VI antes de Cristo y en qué cultura se movían? La respuesta es fácil de resumir. Hablaban y escribían el íbero o ibérico: «una lengua extinguida, aislada y, en consecuencia, indescifrable», cuyo misterio impenetrable a la hora de traducirse ha llegado casi intacto hasta nuestros días.
 
Así lo explica la catedrática de Arqueología de la Universitat de València, Carmen Aranegui, en su reciente libro Los iberos ayer y hoy. Arqueologías y cultura. (Ed. Marcial Pons). Cuenta la profesora Aranegui que «precisamente en el siglo VI a. C. se produjo un cambio cultural en las tierras levantinas de la Península Ibérica y el factor principal de ese cambio fue el contacto con las civilizaciones del Mediterráneo». Fenicios y griegos empezaron a interesarse por la Península Ibérica y establecieron contactos con nuestra orilla. Gracias a esas relaciones, «las poblaciones autóctonas, avanzaron más en su proceso de evolución social y se convirtieron en sociedades estructuradas». Así fue cómo apareció en tierras valencianas, por primer avez, la escritura, un auténtico avance civilizatorio que llegó al Mediterráneo occidental en el siglo VIII antes de nuestra era.
 
«Los íberos „precisa Carmen Aranegui„ no adoptaron ni la escritura de los fenicios ni la de los griegos. Inventaron una escritura propia. Fue en 1922 cuando, el profesor Gómez Moreno, pionero de la lectura de las escrituras paleohispánicas, descubrió que el signario ibérico más utilizado en la península era un semisilabario „pues no era ni alfabeto ni silabario, sino una escritura mixta„ de 27 signos básicos, más numerales, con valor simple para las vocales y para siete consonantes, pero en el que labiales, guturales y dentales se escribían con valor silábico.
 
Los rastros de esa lengua escrita, anterior al indoeuropeo, se han localizado en más de dos mil inscripciones epigráficas, por lo general muy breves, que se conservan sobre plomo, piedra, cerámica o hueso. El ámbito del idioma ibérico era muy amplio: incluía parte del Roselló, del Languedoc occidental y de Aquitania en la actual Francia, y cruzaba los Pirineos para estar presente en los actuales territorios de Cataluña, el Aragón oriental, la Comunitat Valenciana, Murcia, Albacete y la alta Andalucía. Aquella área territorial era la casa de la lengua ibérica. «Se hablaba igual desde el sureste de Francia hasta la zona de la alta Andalucía», resume Aranegui.
 
Un callejón sin salida
 
Desde la segunda mitad del siglo V antes de Cristo hay inscripciones ibéricas. Pero el esplendor de esta cultura, la primera cultura alfabetizada peninsular, fue arrasada por la romanización. «La lengua ibérica duró cinco siglos en un sentido estricto. Era una más de las lenguas preindoeuropeas, lo cual quiere decir que no tenía nada que ver con las lenguas latinas posteriores. Sólo el euskera resistió de entre las lenguas preindoeuropeas. De hecho, la extinción del íbero y su sustitución por la escritura latina a lo largo de la antigüedad es un hecho probado. No se produjo de forma violenta ni muy rápida. Su esplendor se acabó en el siglo I d. C. Y, de forma residual, aguantó en algunos puntos aislados hasta el final de la romanización, hacia al siglo IV o V d. C., pero en ese momento ya no podía decirse que estuviera viva la lengua ibérica. A lo largo de la Edad Media ya no aparece ningún vestigio. Y no hay ninguna prueba que permita desmentir que esta lengua desapareció», explica la catedrática de Arqueología de la Universitat de València.
 
Por desgracia, no podemos entender nada de aquellas inscripciones ibéricas más allá de reconocer topónimos, como Saitabi (Xàtiva) Edeta (Llíria) o Ilici (Elx), y poco más. Desencriptar la lengua ibérica se ha convertido en un callejón sin salida para los investigadores. «La leemos, pero no la podemos comprender. Porque la incógnita de descifrar una lengua extinguida no tiene una fácil solución. La única solución sería, como ha ocurrido con otras lenguas de la historia antigua, encontrar un texto bilingüe o trilingüe para poderla comparar. Pero eso no ha sucedido», lamenta.
 

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