¡El miedo!
Javier Sáenz Munilla*. LQS. Octubre 2020
“No vale la pena vivir para ganar,
vale la pena vivir para seguir tu conciencia”
Eduardo Galeano. Vivir sin miedo.
¿Qué hubiese sucedido si Hitler hubiera ganado la guerra? ¿Y si en lugar de Franco, gana la República? Esto es pura ficción ucrónica, valga la redundancia. La moda de las llamadas ‘novelas ucrónicas’ se debe, según el autor francés Laurent Binet a “la percepción de que el mundo se acaba. La ucronía sirve para recordarnos que lo que ya ha sucedido no se puede cambiar, pero también que faltó muy poco para que las cosas sucedieran de otra manera”. Binet ha hecho en “Civilizaciones” que Atahualpa, el último inca, en lugar de ser agarrotado por Pizarro, huya y conquiste toda Europa, para construir una sociedad proto-socialista.
El miedo al Covid y a sucesivas pandemias, el miedo a las consecuencias del calentamiento global, el miedo al fin de la Humanidad; en definitiva, el miedo ancestral a la muerte, a la desaparición, se ha instalado ya en el subconsciente colectivo y, en consecuencia, en el pensamiento y en el discurso dominante, aunque sea para negar las evidencias, por puro miedo. El miedo: mala cosa.
El filósofo Theodore Zeldin dice que hay mucha gente obsesionada por el miedo. Cada vez hay más personas que quisieran atrincherarse en una fortaleza para protegerse de todo; principalmente de los otros, de los diferentes, los pobres, las enfermedades, la crisis económica. Aferrarse a sus propias opiniones y no admitir el diálogo con el que piensa distinto, es también un síntoma del miedo. Aferrarse a su propia religión y no querer convivir con personas de otras creencias y culturas distintas y pregonar además, que la tuya, la verdadera, está perseguida (“¡Persiguen a la religión!”) es también un síntoma del miedo.
Dani Domínguez escribe en La Marea: “Es agosto de 2020 y la guerra acabó hace más de ocho décadas. Sin embargo, una de las palabras más repetidas durante toda la mañana es ‘miedo”. Esto sucede ante una fosa donde hay enterradas 84 personas, en el cementerio de Fuentes de León, en Badajoz. Tratan de encontrarlas, identificarlas y enterrar sus restos con nombres y apellidos. Con dignidad. Y porque es su derecho: enterrar a los muertos. Es además una obligación incumplida por el Estado español y que, en este caso, se efectúa por un equipo de voluntarios del Proyecto de Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura (PREMHEX).
El 15 de septiembre el Consejo de Ministros aprobó el anteproyecto de la nueva Ley de Memoria. En ella se establece lo que debió haber sido siempre: Será la Administración General del Estado la encargada de dirigir y sufragar la búsqueda e identificación de los cuerpos de los asesinados durante la guerra y la Dictadura. ‘Los Tumbaos’.
Para Emilio Silva, presidente de la ARMH, el reconocimiento de la verdad debe “evitar que miles de españoles todavía bajen la voz al hablar de temas relacionados con la guerra civil y la Dictadura”. El miedo es otra de las funestas herencias del franquismo.
* Javier Sáenz Munilla, periodista y analista internacional @pepitorias
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