El salario y la ideología en la economía

El salario y la ideología en la economía

Por Pedro Andrés GR*

La forma concreta salario es un ejemplo del carácter acentuadamente ideológico que han venido tomando tanto el conocimiento económico (la teoría económica) como la práctica económica.

Dividiré esta colaboración en dos partes. En la primera, recordaremos la crítica de Karl Marx a la teoría sobre el salario de la economía política clásica (sección VI del libro I de El Capital). En la segunda, basándonos en los desarrollos del profesor Juan Emboñigo Carrera (1), mostraremos el objetivo ideológico que preside el comportamiento de una de las instituciones más “técnicas” del estado capitalista, el banco central.

Cuando Marx investiga la valorización del capital presenta, como punto de partida, la compraventa de la fuerza de trabajo, la relación entre el capitalista que entrega dinero (salario) a cambio de la capacidad de trabajo del obrero.

Hago un paréntesis aclaratorio. Allí, en la sección IV, nuestro autor nos dice que el salario es la forma fenoménica del valor de la fuerza de trabajo. Recordemos que el valor, el trabajo abstracto socialmente necesario realizado de manera privada e independiente, aparece necesariamente bajo la forma valor de cambio. El valor de cambio de una mercancía, o sea la cantidad de otra mercancía por la que se cambia, en dinero es el precio. En nuestro caso, el salario (el precio de la fuerza de trabajo) es la forma en que se expresa el valor de la fuerza de trabajo. Esto ya lo sabíamos, lo que Marx se propone investigar es por qué en la realidad económica el salario, que es una forma del valor de la fuerza de trabajo como hemos visto más arriba, se transmuta, o sea aparece como otra forma, en este caso el precio del trabajo.

Esta compraventa de la mercancía fuerza de trabajo, que es el contenido oculto, aparece en la superficie de la realidad económica como una compraventa de trabajo; la fuerza de trabajo, la mercancía comprada por el capitalista (y vendida por el obrero), aparece como trabajo; y, el salario, el dinero que paga el capitalista (y que cobra el obrero), aparece como precio del trabajo. Así, el precio del trabajo (forma) es la expresión del precio de la fuerza de trabajo o salario (contenido).

Así, Marx señala el carácter irracional de las expresiones “valor del trabajo” y “precio del trabajo”: primero, porque el trabajo no es una mercancía sino una acción, la puesta en funcionamiento de la fuerza de trabajo; segundo, porque el trabajo no se puede vender antes de realizarse; tercero, porque el trabajo, que se realiza bajo las órdenes del capitalista y en sus instalaciones, no pertenece al obrero sino al capitalista; y, cuarto, porque el trabajo crea valor pero no tiene valor.

No obstante, estas expresiones no son una invención arbitraria sino que surgen de la experiencia cotidiana, de las relaciones sociales tal y como se les presentan a las personas, y que la economía política las toma acríticamente, nos dirá nuestro autor.

Marx expresará que para descubrir el contenido tras la forma salario se requiere la investigación científica (2), que busca la esencia (contenido) tras la apariencia (forma); pero, particularmente en este caso, se requiere una ciencia que no se detenga ante la crítica al capitalismo y no se subordine a su justificación. Pondrá el ejemplo de Adam Smith, padre de la ciencia económica y uno de los representantes de la economía política clásica, que planteó al trabajo como fundamento del valor. Pero, cuando llegó a su teoría de la distribución se detuvo porque esto implicaba que el trabajador debía ser el destinatario de la mayor parte del valor de la mercancía poniendo en peligro la justificación de la parte del capitalista (beneficio). Siendo así la cosa que termina planteando que el valor es la suma del salario, el beneficio y la renta de la tierra, dando de lado a su primera teoría laboral del valor.

Insisto, el planteamiento de Smith sigue vigente, adornado de un aparato matemático que pretende imprimirle carácter objetivo, en las modernas teorías sobre la distribución, particularmente sobre el salario.

Como ejemplo de teoría económica convencional sobre el salario no nos resistimos a presentar brevemente la versión neoclásica mayoritaria en las universidades y ganadora de la mayor parte de los nobeles de economía.

El obrero es, para la teoría neoclásica, un individuo que persigue la máxima utilidad (placer, felicidad). Dicha utilidad depende de dos cuestiones: tiempo de ocio que le reporta placer, e ingresos por salario resultado de trabajar (el trabajo quita placer pero genera ingresos para adquirir medios de consumo). Además, en un día el tiempo de placer y el tiempo de trabajo suman 24 horas.

De esta manera, la elección entre tiempo de placer y tiempo de trabajo que ha de realizar el obrero para fijar su jornada y llevarse un salario, adopta la forma de un problema matemático de maximizacion de la utilidad sujeto a restricción (el salario a ingresar es igual al salario por hora por la jornada). La solución es que nuestro obrero trabaja hasta que el salario real por hora iguale las tasas marginales de sustitución de ocio por salario. A ver si me explico: el obrero empieza a trabajar porque el ingreso que obtiene supera la perdida de utilidad que le supone el menor tiempo de ocio, hasta que llega un momento de la jornada laboral en que el obrero considera que el salario por hora que le dan ya no compensa la perdida de utilidad por el ocio sacrificado. En ese momento, como el obrero es libre para decidir cuanto tiempo trabaja, le dice al capitalista que hasta mañana.

Este es el fundamento de la oferta individual de trabajo que cuando se suman todos los obreros nos da la oferta de trabajo. Esta oferta de trabajo junto a la demanda de trabajo que hace la clase capitalista permitirá calcular el salario y el empleo en el conjunto de la economía.

La forma salario no solo oculta su contenido (el valor de la fuerza de trabajo), sino que al aparecer como el precio del trabajo genera la ilusión de que el capitalista paga al obrero todo el trabajo que éste realiza para el primero, por tanto oculta que una parte del trabajo realizado por el obrero no le es pagado, el plustrabajo, de donde sale la plusvalía. Por tanto, la forma precio del trabajo oculta la explotación capitalista.

Esta ocultación de la explotación capitalista imprime el carácter ideológico a la conciencia que se deriva de la forma precio del trabajo; sea esta conciencia resultado espontaneo de la experiencia cotidiana, sea el resultado de una elaboración mental sobre aquella experiencia por mucho disfraz matemático, estadístico o econométrico del que se recubra.

El interés ideológico prevalece sobre el carácter objetivo en la teoría económica porque no somete a crítica al modo de producción capitalista. A la vista de esto, se entiende la necesidad de la crítica de la economía política, por dos razones: por compromiso con la verdad, y para que la clase obrera adquiera una conciencia objetiva alejada de la mera apariencia como paso previo al ejercicio de su misión histórica.

También le cabe la duda a uno de qué otras ramas del saber necesitan de una critica tal para que dejen de justificar el capitalismo y sirvan para explicar la realidad. En la segunda parte veremos que también la gestión práctica, sobre todo de las instituciones estatales, tienen muy en cuenta los objetivos ideológicos.

Notas:
1.-Taller sobre El Capital organizado por el CICP
2.-Apuntes sobre el método, introducción

* Autor del blog Criticonomia
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