Hurgando en el Capital de Marx. El primer Prólogo de El Capital
Antoni Puig Solé*. LQSomos. Febrero 2016
Con las entradas bajo el nombre: “Hurgando en el Capital de Marx”, comentaré párrafos de la obra de Marx, abriré interrogantes y les daré respuesta.
Empiezo con el primer Prólogo de El Capital.
Marx señala, en primer lugar, que el capítulo inaugural de El Capital, es la actualización del escrito “Contribución a la crítica de la economía política”, publicado en 1859. Luego, en relación con este mismo capítulo, dice:
Los comienzos son siempre difíciles, y esto rige para todas las ciencias. La comprensión del primer capítulo, y en especial de la parte dedicada al análisis de la mercancía, presentará por tanto la dificultad mayor. He dado el carácter más popular posible a lo que se refiere más concretamente al análisis de la sustancia y magnitud del valor . La forma de valor, cuya figura acabada es la forma de dinero, es sumamente simple y desprovista de contenido. No obstante, hace más de dos mil años que la inteligencia humana procura en vano desentrañar su secreto, mientras que ha logrado hacerlo, cuando menos aproximadamente, en el caso de formas mucho más complejas y llenas de contenido. ¿Por qué? Porque es más fácil estudiar el organismo desarrollado que las células que lo componen. Cuando analizamos las formas económicas, por otra parte, no podemos servirnos del microscopio ni de reactivos químicos. La facultad de abstraer debe hacer las veces del uno y los otros.
Aquí ya nos anticipa que la comprensión de la mercancía obliga a desvelar tres elementos del VALOR:
1. Su sustancia,
2. Su magnitud y
3. Su forma.
En cuanto a la explicación de las dos primeras (sustancia y magnitud del valor) considera que ya la ha popularizado. Por contra, sobre la tercera o sea, la forma del valor, advierte que la figura más acabada es la forma de dinero y que es justamente la más sencilla y al mismo tiempo la más difícil de estudiar “Porque es más fácil estudiar el organismo desarrollado que las células que lo componen”. Por otra parte, su estudio, y el de todas las formas económicas, debe abordarse con la abstracción.
Muchos creen que cuando una cosa es abstracta, entonces no es real sino vaga o poco clara. Esta opinión ha sembrado la idea de que lo que Marx explica en El Capital, es incomprensible para la mayoría de los comunes. No esconderemos que El Capital presenta dificultades para el lector, como el mismo Marx reconoce, pero estas dificultades son compartidas por la mayor parte de las obras científicas y no deberíamos atribuirlas a la utilización de la abstracción.
Entonces, ¿qué es para Marx la abstracción? Algo que permite observar minuciosamente los fenómenos (reales) prescindiendo de sus contenidos no esenciales. La abstracción debe hacer lo que en otros casos hace el microscopio o el experimento químico.
Ya hemos visto como Marx ha hablado de las dificultades del estudio de la célula, pero, ¿de qué célula nos habla? Lo explica a continuación:
“Para la sociedad burguesa la forma de mercancía, adoptada por el producto del trabajo, o la forma de valor de la mercancía, es la forma celular económica.”
Aquí ya nos indica que de entrada está interesado en estudiar la mercancía como producto del trabajo y que eso, ni más ni menos, obliga a tratar de la forma de valor y que ésta es la forma económica celular.
A quien crea que esto es una sutileza, le advierte:
” Se trata, en efecto, de minucias y sutilezas, pero de la misma manera que es a ellas a que se consagra la anatomía micrológica.”
La anatomía micrológica de la que habla Marx, no tiene que ver con la construcción teórica que la economía convencional ha hecho bajo el nombre de “microeconomía”. Hace justamente lo contrario: descubrir lo que a primera vista no se ve pero que forma parte del cuerpo (la mercancía en este caso) y que es esencial.
Una vez nos ha aclarado que recurre a la abstracción y por qué lo hace, Marx vuelve a comparar su modo de proceder con la del análisis científico y nos dice:
“El físico observa los procesos naturales allí donde se presentan en la forma más nítida y menos oscurecidos por influjos perturbadores, o bien, cuando es posible, efectúa experimentos en condiciones que aseguren el transcurso incontaminado del proceso. “
Pero, ¿cuál es el proceso que quiere analizar? ¿Cuál es el lugar adecuado para hacerlo? Lo aclara a continuación:
“Lo que he de investigar en esta obra es el modo de producción capitalista y las relaciones de producción e intercambio a él correspondientes. La sede clásica de ese modo de producción es, hasta hoy, Inglaterra. Es éste el motivo por el cual, al desarrollar mi teoría, me sirvo de ese país como principal fuente de ejemplos.”
Ahora bien. Marx alerta de que lo que ocurre con los trabajadores industriales y agrícolas ingleses, no es un fenómeno aislado, y dirigiéndose a los trabajadores de otros lugares les dice “¡A ti se refiere la historia!”.
Marx tiene interés en dejar claro que su análisis no es coyuntural sino que quiere investigar las leyes de una forma de producción que va a marcar todo un periodo de la historia de la humanidad y ya anticipa que el desarrollo del capitalismo será desigual pero que se irá imponiendo por todas partes.
“En sí, y para sí, no se trata aquí del mayor o menor grado alcanzado, en su desarrollo, por los antagonismos sociales que resultan de las leyes naturales de la producción capitalista. Se trata de estas leyes mismas, de esas tendencias que operan y se imponen con férrea necesidad. El país industrialmente más desarrollado no hace sino mostrar al menos desarrollado la imagen de su propio futuro.”
Refiriéndose precisamente a la situación de Alemania, donde entonces el capitalismo estaba menos desarrollado que en Inglaterra, explica los perjuicios que puede comportar este retraso en el desarrollo.
“Donde la producción capitalista se ha aclimatado plenamente entre nosotros, por ejemplo en las fábricas propiamente dichas, las condiciones son mucho peores que en Inglaterra, pues falta el contrapeso de las leyes fabriles. En todas las demás esferas nos atormenta, al igual que en los restantes países occidentales del continente europeo, no sólo el desarrollo de la producción capitalista, sino la falta de ese desarrollo. Además de las miserias modernas, nos agobia toda una serie de miserias heredadas, resultantes de que siguen vegetando modos de producción vetustos, meras supervivencias, con su cohorte de relaciones sociales y políticas anacrónicas. No sólo padecemos a causa de los vivos, sino también de los muertos.”
Hay una consideración que merece una atención particular. Es la siguiente:
“No debemos engañarnos. Así como la guerra norteamericana por la independencia, en el siglo XVIII, tocó a rebato para la clase media europea, la guerra civil norteamericana del siglo XIX hizo otro tanto con la clase obrera europea. En Inglaterra el proceso de trastocamiento es tangible. Al alcanzar cierto nivel, habrá de repercutir en el continente. Revestirá allí formas más brutales o más humanas, conforme al grado de desarrollo alcanzado por la clase obrera misma.”
No creo que valga la pena hablar de la diferenciación que Marx hacen entre lo que llama la “clase media” y la “clase obrera”. En cambio, vale la pena hacerlo sobre las razones por las que dice que se tocó a rebato. Se trata de advertir que la clase obrera debe estar alerta y saber lo que le viene encima con el desarrollo del capitalismo. Pero también insinúa que es, a la vez, la clase llamada a cumplir una gran misión histórica.
¿Cómo trata Marx la figura del capitalista?
“No pinto de color de rosa, por cierto, las figuras del capitalista y el terrateniente. Pero aquí sólo se trata de personas en la medida en que son la personificación de categorías económicas, portadores de determinadas relaciones e intereses de clase. Mi punto de vista, con arreglo al cual concibo como proceso de historia natural el desarrollo de la formación económico-social, menos que ningún otro podría responsabilizar al individuo por relaciones de las cuales él sigue siendo socialmente una criatura por más que subjetivamente pueda elevarse sobre las mismas.”
Para Marx, por tanto, no se trata de criminalizar al personal o de buscar “los responsables”, sino de poner al descubierto las características del sistema. Todo lo contrario de lo que se suele hacer hoy en día, cuando se atribuye la explotación, las crisis, las guerras o los crímenes que genera el capitalismo, a tal o cual persona, movida por la codicia, la corrupción, la incompetencia… o la maldad y se pretende arreglarlo todo sustituyéndolas por personas “honestas”.
En la parte final del prólogo Marx reconoce que el terreno de la economía política es peligroso y que mueve “las más violentas, mezquinas y aborrecibles pasiones del corazón humano: las furias del interés privado.”. Es evidente que ya era consciente del odio que sobre él caería y los intentos de ignorar o tergiversar su obra a los que se debería enfrentar. Sin embargo, Marx se muestra optimista y considera que el sistema se verá afectado por la lucha de clases.
“Son signos de la época, que no se dejan encubrir ni por mantos de púrpura ni con negras sotanas. No anuncian que ya mañana vayan a ocurrir milagros. Revelan cómo hasta en las clases dominantes apunta el presentimiento de que la sociedad actual no es un inalterable cristal, sino un organismo sujeto a cambios y constantemente en proceso de transformación.”