Joan Baez, una voz a través del tiempo de dos generaciones y media
Joan Martí*. LQS. Agosto 2019
Compositora y cantante de voz cálida, como una caricia. Ha compuesto, recuperado y versionado un montón de canciones comprensivas de la sociología de los conflictos entre los grupos de humanos
Joan (Chandos) Báez, ya con 78, en la estela de su madre que llegó a los 100, es de aquellas personas que dijo Brecht -él hablaba en masculino omnicomprensivo- que luchan toda la vida y que son las imprescindibles, por lo que, pienso yo, no debería morirse nunca, siquiera fuera para quedar como testigo del mundo imperfecto e injusto que ella siempre ha combatido, para conocimiento de las generaciones del futuro. Ya lleva 60 años en los escenarios, superviviente de modas y movidas, en las que casi siempre estaba de cuerpo presente, a veces incluso detenida.
Testigo y protagonista en una era que arranca en los 60/70 con la Beat Generation expresada en la literatura de Ginsberg, (Aullido) Kerouac (En el Camino), Burroughs (El almuerzo desnudo), Bukowski (Cartero) y tantos otros tipos brillantes de la contracultura, la locura y el realismo sucio de aquella época en la que el Imperio USA comenzó a desplegar su colonialismo cultural tras la Segunda Guerra, tomando Joan Báez aliento musical y sonido del country folk del imponente Woody Guthrie, de Peter Seeger, Johnny Cash, Tom Paxton y otros trovadores de la América profunda atravesada por la historia de los grandes cambios culturales de la segunda mitad del siglo pasado y lo que llevamos de este.
Cuando las protestas contra la guerra de Vietnam, ahí estaba ella, y en la marcha de Luther King de agosto del 63 también estaba, compartiendo con Luther su I have a dream, porque ella siempre fue soñadora contra la injusticia y la discriminación donde quiera que se dieran y allí entonó el We shall overcome, pues que de eso se trata, de vencer, del “… que lo sepan los nacidos, y los que aún han de nacer; nacimos para vencer, no para ser vencidos…” que definió Fidel Castro en su oda a la Revolución Cubana del mau mau.
Compositora y cantante de voz cálida, como una caricia. Ha compuesto, recuperado y versionado un montón de canciones comprensivas de la sociología de los conflictos entre los grupos de humanos, en radiografía tanto de los colectivos como de los individuos, a veces en términos casuísticos; el Preso nº 9, Sacco y Vanzetti, Bangladesh…
Y por sobrevivir, sobrevivió hasta a Bob Dylan en eso de los afectos, un genio en su primera época, un tipo cínico que, aunque nos embelese con sus deslumbrantes trovas de su primera época, debió de ser particularmente tóxico para ella. Cuentan -ignoro si es cierto- que se sirvió de ella, que para ayudarle en la profesión le subía a su escenario de telonero o en duetto, para ascender de forma vertiginosa en el mundillo del folk. Joan y Bob, como en los cuentos, vivieron juntos y felices entre 1963 y 1965, pero el chico la dejó y se presentó casado con Sara Lownds después e pasar unos meses con ella en el famoso Chelsea Hotel de Leonard Cohen y de otros muchos. Había ganado una nueva canción (Went to see the Gypsy). De modo que cambió de aires y de ideas y se dedicó a cuidar su ego, olvidándose de la cosa social y llegando hasta hoy, en que se dedica a cuidar su Nobel en una vitrina del salón comedor, el que hace un par de años le regaló una pandilla de idiotas suecos en estado de embriaguez diciendo que era de Literatura, momento en el que todos comprendimos que el mundo había cambiado definitivamente, y que ya estábamos en la fase bíblica en que se dice que un día los idiotas gobernarán la tierra, -de hecho la pobre Patty Smith, enviada por Zimmerman desdeñosamente a recoger el premio en su nombre, balbuceó en la ceremonia unas estrofas que bien pudieran ser de la Marsellesa y a partir de ahí se atascó y no pudieron ya sacarle palabra-, cosa que ya habíamos intuido cuando unos años antes el mismo patronato de cretinos (no se sabe si bajo los efectos del mismo tipo de alcohol) le había dado el de la Paz a Obama dos meses antes de que fuera elegido presidente, seguramente intuyendo sus méritos en el futuro, como bien demostró a renglón seguido con más guerra en Afganistan e invadiendo Libia y matando unos cuantos centenares de miles de (paz)ientes árabes que, al contrario que los yankees, no tenían a dios de su parte, como en su época buena el jodío Dylan había cantado a voz en grito. Vivir para ver, un hombre de paz este Obama, sí señor!! y un hombre de principios (mercantiles) este Robert Allen Zimmerman, sí señor!!
El caso es que Dylan, que a todo le saca punta, también reflejó la relación entre él y Joan en el tema Visions of Johana, aunque Joan, por su parte, también despachó sus recuerdos de Dylan diez años más tarde con la tremenda Diamonds and Rust… lo cierto es que en su relación no llegaron a ponerse de acuerdo en si acaso el amor es sólo una palabra de cuatro letras o tiene más y algunas frases que se piensan pero no se dicen…
Es una buena noticia para la humanidad y las causas nobles que Joan aun siga cantando al genial Peter Seeger el “No, no nos moverán. No, no nos moverán. Igual que el pino junto a la ribera, no nos moverán. Si quieren disolvernos no nos moverán. Haciéndonos promesas no nos moverán. Si buscan esquiroles no nos moverán. Los viejos reaccionarios no nos moverán. Cambiando de chaqueta no nos moverán. Unidos venceremos, no nos moverán. No nos moverán, igual que a un pino en la ribera“, pero corren malos tiempos para la lírica, ya lejos de aquellos que soñaron los de la Beat generation, y el mismo Dylan en su época buena, y hasta podría decirse que ya nos tienen tan bien movidos que no hace falta que nos muevan más, y si acaso nos queda el último canto íntimo del gracias a la vida de Violeta Parra, canturreado desde la trinchera o desde la ducha cada día al levantarnos… Gracias a la vida, que me ha dado tanto. Me dio dos luceros, que cuando los abro, perfecto distingo lo negro del blanco, y en el alto cielo, su fondo estrellado…
Con eso ya firmamos…
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