Julio Álvarez del Vayo: “Give me combat”
Tercera parte del artículo Julio Álvarez del Vayo: El Último olvidado, un artículo publicado en la revista Historia 16. Año XIV. nº 157, pags. 141-150 en Mayo de 1989. Por su interés recuperamos esta nota para el hilo de notas y colaboraciones, que estamos publicando a lo largo de este año 2019 en nuestro monográfico: Inolvidable: Julio Álvarez del Vayo
Vicente Pérez Plaza*. LQS. Julio 2019
La tragedia de España, marcada por la miseria material, el exilio en masa, el cansancio y una represión feroz se convierte al cabo de pocos meses en la tragedia de Europa y del mundo. Para los que como Álvarez del Vayo, intuían que la guerra civil era el prólogo de un conflicto internacional, el estallido de la II Guerra Mundial, la formación de la coalición de naciones y pueblos democráticos, el desarrollo de fuertes movimientos de Resistencia y la creciente conciencia antifascista que se extendió por todo el mundo, eran acontecimientos que venían a darle la razón.
Tras finalizar la guerra de España, Vayo participa en la constitución de diversos organismos de apoyo a los exiliados republicanos. De Francia marcha a América y se mueve, principalmente entre EE.UU., México y otros países latinoamericanos. Negrín fija en Londres su residencia y hacia finales de la guerra reinicia lo que él considera sus funciones de legítimo jefe del Gobierno republicano en el exilio, aunque se muestra dispuesto a dimitir ante las Cortes reunidas en México.
Mientras tanto, las potencias de la coalición antihitleriana convocan en San Francisco la Conferencia de las Naciones Unidas. Acuden destacados políticos de la España republicana tales como Negrín, Prieto, Gordón, Ordás… y Álvarez de Vayo, que asiste en calidad de simbólico ministro de Estado.
La conferencia de San Francisco duró varios meses. Los exiliados españoles plantearon en dicho foro internacional que la guerra civil española había sido el directo antecedente de la mundial, por lo que el resultado de esta última venía a ser una especie de final feliz de la primera… Finalmente, el 19 de junio de 1945, la conferencia adopta una resolución por la que se condenaban los regímenes que hubieran sido impuestos con la ayuda de las naciones fascistas, con referencia directa a la España de Franco.
Era un triunfo moral a medias, que no evitaría la tendencia a la disgregación de una unidad ya inexistente, de las fuerzas del exilio en torno a la defensa de las instituciones republicanas.
Para Vayo, Negrín goza de un prestigio al que no se acerca, ni de lejos ninguna otra personalidad de la República (10).
Pero lo cierto es que Negrín, Vayo, Lamoneda, González Peña y el grupo de dirigentes socialistas partidarios de mantener la unidad con los comunistas y un programa político entre frentepopulista y revolucionario, quedan aislados. A finales de 1945 y principios de 1946, son expulsados del PSOE por la tendencia contraria capitaneada por Indalecio Prieto, que parte de la imposibilidad de una política de enfrentamiento y se orienta más hacia una línea moderada, netamente diferenciada del Partido Comunista. Política abierta a compromisos con fuerzas e instituciones monárquicas e integrada en el marco de las democracias occidentales opuestas, en una guerra fría cada vez más evidente, a la URSS y a sus aliados del Este.
Cuando Rodolfo Llopis es encargado de formar Gobierno en el exilio el grupo de negrinistas se opone frontalmente y decide fundar el movimiento España Combatiente. Era el mes de febrero de 1947. Poco después Vayo encabezaba otro intento, la creación de Unión Socialista Española (USE).
Años más tarde, en marzo de 1964 y al calor de los primeros movimientos huelguísticos de cierta consistencia, Vayo y un reducido grupo fundan o al menos lo intentan, un Frente de Liberación Nacional –abierto a todos los partidos antifranquistas- cuyos ecos, más bien escasos, no atravesaron la barrera de los círculo exiliados, en un momento en que la nueva oleada de españoles se preocupaba más por el presente y el futuro que por reconstruir los avatares sufridos por el exilio político.
Sin embargo, Vayo no ve mermada su actividad de comentarista internacional de prensa ni tampoco su personalidad política. Asiste a conferencias de solidaridad. Participa en manifestaciones. Es invitado a visitar la Cuba de Fidel y entrevista al Che Guevara.
Sus primer libros sobre la guerra, que muchos autores citan hoy como referencia obligada, fueron Las batallas de la libertad y La guerra empezó en España, el primero editado en EE.UU. y el segundo en México.
Durante la Segunda Guerra y junto con otros exiliados europeos antifascistas (Sporze, Hambro, Deutsch…), crea el periódico Free World y recibe el premio del periodismo especializado en asuntos internacionales que le otorga la Asociación Internacional de Periodistas. En 1950, sale a la luz El último optimista, su tercer libro sobre la guerra civil.
La URSS y China
Desde los años veinte a los sesenta, Vayo fue un hombre muy próximo al Partido Comunista y más, quizás, a la URSS. Viajó diez veces a este país, y escribió libros en su defensa. Fue partidario de la unidad con el PCE en la guerra y asistió como invitado próximo a algún pleno del Comité Central de dicho partido. Convenció a Largo Caballero para que accediera a la unificación de las Juventudes Comunistas y Socialistas en 1936; mantuvo excelentes relaciones con el mítico Mijail Kolsov Litvinov, representante soviético en el Consejo de la Sociedad de Naciones. En 1946, no sólo fue recibido por Molotov (Comisario Soviético de AAEE), sino que también fue el primer político español que logró entrevistarse con Stalin en la posguerra.
¿Demuestran estos hechos que Vayo fuera un comunista infiltrado en el PSOE o un hombre de Moscú como peyorativamente se repite?
La biografía de Vayo no es tan corta ni tan lineal como para afirmarlo sin más. Vayo forma parte de ese grupo, de ese tipo de españoles, llámense Bergamín, Alberti, Pasionaria, que la historia colocó en el centro de su vendaval y que no obstante las dificultades, las tragedias en las que se vieron envueltos, supieron conservar su dignidad y grandeza personales. Su épica particular.
Invitado por las autoridades de la República Popular, Vayo visitó China por primera vez en 1957. Conoce a Chou-En-Lai, primer ministro, y escribe Reportaje en China, editado por Grijalbo-México, desde el que hace un pronóstico que no dejó de cumplirse:
Si hoy (1957) China apasiona, dentro de 10 años pesará en la política internacional de tal manera que los mismos que hoy tratan de ignorarla se apresurarán a cortejarla (4).
A consecuencia de este viaje, el Departamento de Estado le retiró el derecho de residencia en los EE.UU. y le prohibió la entrada en este país, prohibición que se mantuvo hasta la muerte de Vayo, si bien pudo viajar a Nueva York varias veces acreditado como periodista de la ONU.
Vayo volverá a China en 1961 –en plena Revolución Cultural- y en 1973. Escribirá otros dos libros sobre este país: China vence y China al alcance de todos, así como numerosos trabajos periodísticos.
Los viajes, su aproximación a China y su admiración por Mao-Tse-Tung, corren parejas con el auge, en muchos países del mundo, de lo que los franceses llaman gauchisme. Movimiento de izquierda radical que va desde la resistencia vietnamita a los Tupamaros, pasando por los Panteras Negras o Mayo de 1968; y cuenta con personalidades destacadas como Sartre, Rusell, Marcuse, Rudi Dutschke, Fanon, Castro, Che Guevara o H. M. Enzenberger, entre otros.
Vayo saluda con alegría la aparición de los movimientos izquierdistas que vienen a ser, según él, una nueva versión de los jacobinos –una punta de lanza de la izquierda-, del Club de los Cordeleros y de los partidarios de Babeuf. La llama jacobina –escribe Vayo- fulguró en el mundo entero. Las causas de que esta llama se reavivara en los años sesenta se debe a la desilusión producida en las filas progresistas por el viraje dado por la Unión soviética al morir Stalin y subir Khruchov al poder, especialmente por lo último. El izquierdismo, continúa se nutre de revolucionarios que no quieren tener nada que ver con los viejos grandes partidos (1).
Hasta el mismo día de su muerte, Vayo estará interesado en mantener contactos con la juventud combatiente: sus posiciones en los últimos años constituyen una mezcla de antifranquismo y antimonarquismo frontales, gauchismo y añoranza de la izquierda revolucionaria en el seno de un Partido Socialista renovado.
Semanas después del juicio de Burgos, el 16 de enero de 1971, Vayo participa en una reunión clandestina –con algún otro exiliado y representantes de pequeños grupos activos del interior– que se celebra en una vieja casa que Henry Miller le ha prestado en París. Al final de la misma, queda constituido el FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota).
No puede negarse que el FRAP dio que hablar en 1973 y 1975. Aupado en el auge del antifranquismo juvenil y en la ola del gauchismo que ya remitía en toda Europa excepto en España, esta unión de pequeños grupos simulo estar en la tradición de los Frentes Populares de los años 30-40, o de los Frentes de Liberación (Argelia, Vietnam, Laos, etc.). Dichas formaciones políticas no fueron sólo pequeños grupos de activistas, sino alianzas políticas amplias, surgidas mediante acuerdos logrados entre sindicatos y partidos políticos. Eran representantes efectivos de fuerzas sociales decisivas para los objetivos de la política nacional y no de mera agitación.
Pese a él mismo, Vayo vivía alejado por completo del proceso político real que estaba viviendo España. Para él todo seguía como en 1939. Las mismas fuerzas recuperadas de una prolongada derrota, tendrían que volver a actuar… Casi en los mismos términos que cuarenta años atrás. Sin embargo, algo continuaba vinculándole al PSOE, puesto que tuvo gestos e intentos, pese a su avanzada edad, de acercamiento. Así, en 1974 Vayo escribe a la oficina de París, pidiendo su regularización en la Partido y no mi ingreso porque no me había dado nunca de baja (4). Y Vayo aplaza la polémica sobre regularización o ingreso hasta poderla plantear en mejores condiciones.
En la madrugada del 3 de mayo de 1975, tras varios días de forcejeos con un amago de infarto, fallecía Julio Álvarez del Vayo en un hospital de Ginebra. Para quien vivió 40 años obsesionado con sobrevivir al dictador, su muerte no puede ser considerada sino prematura.
El 7 de mayo, en el Foyer John Knox, Vayo recibió el homenaje póstumo. Acudieron sus compañeros y numerosas personalidades como José Maldonado y Fernando Valera (Gobierno republicano en el exilio) Chavanne (presidente del Consejo de Estado del Cantón de Ginebra, socialista), el embajador de México, antiguos brigadistas, familiares, periodistas, etc.
Entre los mensajes de condolencia que se leyeron, cabe citar los de Pietro Nenni, Memet Shehu, Michael Foot, Jules Moch, Jean Cassou, Josep Tarradellas, Irujo, Julián Pacheco, Eduardo Arroyo, Javier Domingo y otros.
Los restos de Julio Álvarez del Vayo descansan en el cementerio ginebrino de St. George, en las afueras de la bella ciudad suiza. Años antes, Eduardo Arroyo había fijado su semblanza un una pintura que tituló, Julio Álvarez del Vayo, el último optimista o los zapatos del exilio.
Si alguna conclusión cabe sacar de estas notas, es que la biografía de Álvarez del Vayo está por escribir. Por lo pronto, parece haber quedado claro que se trata de la vida de un hombre que vivió mucho y en un mundo cuyos acontecimientos conoció muy cerca. Cuando murió, su gran amigo, el hispanista Jeas Cassou, le dedicó una bellas líneas de homenaje: Álvarez del Vayo hacía más que escribir. Participaba en la acción que él estudiaba. Era un historiador de la historia de actos, en el cual él era actor.
Cuando el 10 de enero de 1972, Abel Paz logra entrevistarle en un café de París, saca la conclusión de que Álvarez del Vayo podía tener de todo menos de diplomático. Poseía un fuerte control sobre si mismo y sobre su pensamiento, pero había una fuerte dosis de ingenuidad en su personas (11).
Hombre de Estado, ministro, diplomático, intelectual, activista político, periodista, diputado, conspirador, dirigente un día del partido que hoy gobierna democráticamente, Vayo transitó un largo camino de la reciente historia de España y del mundo y merece, cuando menos, ocupar su propio espacio en este complicado rompecabezas que es nuestra memoria histórica. Un espacio que merecerá valoraciones contradictorias pero que no se puede negar le corresponde por derecho propio.
Ver:
– Julio Álvarez del Vayo. El Último olvidado (Primera parte)
– Julio Álvarez del Vayo: El Frente Popular, la guerra (Segunda parte)
Notas:
*.- Historiador, nota publicada en la revista Historia 16. Año XIV. nº 157, pags. 141-150 en Mayo de 1989.
1.- J. Álvarez del Vayo, En la lucha-memorias, Grijalbo, 1973
2.- M. Aznar Soler y L.M. Schneider, II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas (1973); 3 tomos, Editorial Laia, Barcelona, 1978.
3.- Emilio Mola Vidal, Memorias, Editorial Planeta, Barcelona, 1977.
4.- Anónimo, En memoria de Julio Álvarez del Vayo, Ediciones Frente Unido, Madrid, 1976.
5.- Fernando Díaz Plaja, La historia de España en sus documentos (1923-1936), Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1964.
6.- Víctor Alba, El Frente Popular, Editorial Planeta, Barcelona, 1976.
7.- Amaro Del Rosal, Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XX, Editorial Grijalbo, 1975.
8.- Mijail Koltsov, Diario de la guerra española, Madrid, Aveal, 1978.
9.- Dolores Ibárruri y otros, Guerra y Revolución en España, Editorial Progreso, Moscú, 1966.
10.- Manuel Tuñón de Lara, La España del sigo XX, tomo 3, Barcelona, Laia, 1976.
11.- Abel Paz, “Habla Julio Álvarez del Vayo”, Tiempo de Historia, nº 65, abril, 1980.
Inolvidable: Julio Álvarez del Vayo
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