La guerra cibernética llega a los Yanomami
Por Nònimo Lustre. LQSomos.
El domingo 20.III.2022, los aviadores venezolanos de la Base de Seguridad Fronteriza Parima B, asesinaron a cuatro indígenas Yanomami: Isnardo Borges, 21 años; Cariban González, 22; Jhonatan Silva, 30; y Martina González, 45. Además, causaron un número indeterminado de heridos de bala, entre ellos Sifonte Borges (16 años) quien, junto con otros dos indígenas, fue trasladado con urgencia al hospital de Puerto Ayacucho, capital del Amazonas venezolano. Sobre el territorio yanomami planeaba de nuevo el ominoso recuerdo de la masacre de Haximú –en 1993, también en el Alto Orinoco, 22 garimpeiros asesinaron en dos tandas a 16 Yanomami, ocho dellos niños.
El desencadenante de la desigual batalla entre los 16 milicos de la base aérea y el pueblo yanomami circundante fue el uso de un router propiedad de los Yanomami. Alguien entre los milicos se apropió del dispositivo comunal y disparó para negárselo a los indígenas –léase, se lo robó. Un policía de la capital declaró: “El militar es relativamente nuevo, no sabe cómo tratar a los indígenas. Le cambió la clave al router, los indígenas fueron a pedírsela y él les respondió que no se la iba a dar. Según la entrevista que se le hizo a un sargento adscrito al comando, el militar de más alto rango [¿un teniente?] respondió a los Yanomami: ´Eso es de nosotros, no de los indios.
O se van o les caigo a tiros”
En el fondo, este robo manifiesto forma parte de una política general que consiste en regalar oficialmente patrimonio a los pueblos indígenas para luego negarles su uso y administración. Paremiológicamente hablando, podríamos recordarles a los uniformados que al que regala y quita, el diablo le visita –aunque el diablo visitó a los justos, no a los compadres de Lucifer. Otros detalles contados por voceros no yanomami: “Ese fatídico domingo, el capitán de la aldea y otros nativos fueron al comando castrense y solicitaron acceso a internet, pero los funcionarios se negaron a compartir el servicio. Ante eso, la comunidad pidió entonces la entrega del aparato. Los militares se negaron, la comunidad se alteró y los militares procedieron a detener al segundo capitán y fue entonces cuando el hijo de la autoridad indígena le quitó el armamento a uno de los militares e hirió a dos funcionarios para intentar liberar a su padre. Entonces los militares dispararon a matar.”
Por ahora, sin poder consultar a las víctimas, no podemos certificar la exactitud de esta narrativa. Pero sí encontramos en ella varios prejuicios racistas de los que seleccionamos dos. 1) “la comunidad se alteró”. No sabemos si alguien entre los Yanomami de Parima B posee una escopeta de caza pero sí sabemos que, en el fragor de la masacre y del posterior asedio al cuartel, sólo usaron arcos y flechas. Ergo, de haberse alterado sólo lo hicieron según la pauta universal de la indignación ante cualquier robo, en este caso el robo de su patrimonio electrónico. Ahora bien, quienes se alteraron de verdad fueron los poseedores de las armas de fuego. 2) el “segundo capitán” de los indígenas es una afirmación etnopolíticamente confusa; aceptemos que, acuciados por la obsesión en encontrar un interlocutor válido, los invasores nombraron a un primer capitán. Pero nombrar a un segundo es un eufemismo para ocultar la jerarquización abusiva que se ha impuesto a un pueblo que, en puridad, no tiene capitanes, ni primeros ni segundos.
Por desgracia, estos prejuicios se enmarcan en unas nociones etnográficas tan obsoletas como insidiosas. Según escribe un oficial que otrora fue destinado a las Parimas, “Las tareas ordinarias de la comunidad yanomami están claramente identificadas. Los hombres cazan y las mujeres cosechan y ambos pescan” (los varones también cosechan); “La violencia en el poblado yanomami se origina en prioridad por tres cosas. Mujeres, tierras agrícolas y cotos de caza.” (las mujeres son la mitad de la comunidad ergo es lógico que sean prioritarias pero incluir el término ‘tierras agrícolas’ induce a error en un paisaje al que todavía no ha llegado la frontera agrícola) ;“El objetivo general de esta guerra yanomami no es matar a su oponente, y sí lograr satisfacción y restauración del honor hollado en el ejercicio del poder”, representa una grosera traslación del imaginario europeizante a un pueblo que dista mucho de Occidente (ver Teniente Coronel Antonio Guevara “Yanomamis y la guerra”, El Nacional, 19.V.2021) Precisemos: el concepto de honor es polisémico y hasta poli-étnico pero es más cierto que el waitheri yanomami guerrea para matar; si mata, asciende de waitheri a unokai (homicida) La selva tropical lluviosa es así, los animales matan para vivir y las plantas, por ejemplo los matapalos, también. Por ende, mejor dejemos el buenismo del soldado humanitario para otras culturas, no para el monte amazónico.
No obstante, todas las guerras se mueven para conquistar, antiguo nombre de obtener algún botín enmascarado como restauración y satisfacción. Los indígenas de Parima B han sido inicuamente agredidos, robados y asesinados. Tienen derecho a rebelarse lo cual, antes o después, les llevará a la Venganza. Vengarse es una reacción universal, no es exclusiva de los Yanomami. En todo caso, no conviene echar en saco roto algunas advertencias: “Yanomamis advierten que asesinarán a 4 militares si no resarcen daños: Guzamana. Comunidad indígena se negó a pagar en oro a militares para que le regresaran el router de Internet, según explicó el exdiputado [indígena no yanomami]… Denunciamos que no han operado a los yanomamis heridos… Los yanomamis harán justicia si no hay acuerdo de resarcir su daño” (23.marzo.2022)
Asimismo, “De acuerdo a versiones extraoficiales, uno de los [militares] heridos es el Comandante del puesto militar de Parima B, con rango de teniente quien presenta una herida punzo penetrante en la parte abdominal que al parecer perforó el intestino y su salud ha desmejorado en el pasar de estos cuatro días. Del otro herido, que igualmente desconocemos su nombre, también ha desmejorado en su salud, ya que presenta una herida por arma de fuego.” (Waka Noticias, Puerto Ayacucho, 23.marzo.2022) Por tanto, los Yanomami respondieron con arreglo a su historia de resistencia a la Invasión cumplimentando velis nolis esa imagen de fierce people (Chagnon dixit) que tanto prejuicio les ha causado. Los milicos genocidas, ¿dispararon porque habían interiorizado el terror que empaña la imagen popular de ese pueblo indígena? Quizá, pero no hemos psicoanalizado a aquella guarnición. Lo único que sabemos es que habitar en un cuartel sito en territorio usurpado no autoriza per se al uso automático de las armas reglamentarias.
Ciudadano Gobernador: en ningún lugar del mundo se consideraría irrelevante la matanza de Parima B. Cuatro personas acribilladas son muchas personas, independientemente de los detalles de los asesinatos y de que las víctimas mortales sean indígenas. Que Usted lo crea casi banal es racismo paternalista. El resto de su tuit se equivoca porque pretende desviar lo que es un delito gravísimo hacia las triquiñuelas de la interculturalidad. A nuestro juicio, esta maniobra es un intento –quizá involuntario, quizá no- para blanquear la masacre. Por supuesto que este delito hunde sus raíces en las diferencias culturales entre los Yanomami y los milicos pero esa raíz también está presente en muchos otros incidentes en los que choca el poder del Estado contra los pueblos indígenas. Vayamos por partes: el primer tópico gravita sobre un hecho nudo: los milicos estaban robando un artilugio –el router- que pertenecía a los indígenas. Al robo siguió el asesinato masivo. No se necesita ninguna formación intercultural ni antropológica para abordar estos delitos: robos y asesinatos son materia penal, no de las ciencias sociales. Es obvio que los milicos que invaden territorios indígenas deberían poseer una formación básica en respeto a los invadidos –empezando por el tte. cnel. antes citado. Pero, ni la ha habido ni la habrá. Por ello, ante los hechos nudos de Parima B, es urgente una contundente acción judicial.
Que se procese y se condene a los asesinos y luego, si nos queda tiempo, nos sumiremos en los pormenores culturales.
En 1961, la aviación brasilera abrió la pista de aterrizaje de Parima B creyendo que estaba en su territorio. La confusión duró poco. En 1968, los evangélicos de la New Tribes Mission (NTM, sede en Florida, USA) instalaron su base en las Parimas (A, B y, más tarde, C) hasta que, el 12.octubre.2005, día de la Resistencia Indígena, fueron expulsados de Venezuela por mandato del entonces presidente Chávez. La evangelización protestante de los Yanomami de aquellas altas sabanas había durado 37 años. Un mes después de la expulsión oficial de NTM, los Yanomami ‘misionalizados’ se manifestaron en Puerto Ayacucho contra esta medida declarando que ‘los misioneros gringos son los únicos que habían mejorado sus, hasta que llegaron al Amazonas, míseras vidas tribales’. Fueran espontáneos o acarreados estos manifestantes, es evidente que el pueblo Yanomami no es monolítico, necesite o no una cobertura electrónica.
Indígenas en internet
Es posible que el público profano menos consciente de que la cibernetización –paradigma de la globalización-, ha llegado a los pueblos indígenas más remotos, se pregunte desde cuándo los Yanomami de Parima B utilizan internet. La fecha exacta de su internetización es relativamente evasiva pero podríamos aventurar que data de hace diez años. Por ende, no fue novedoso que compraran el router que prendió ese ánimo homicida que parece reglamentario en todos los cuarteles del mundo. Simplemente, estos indígenas, aparentemente los menos civilizados, como buena parte de los amerindios, querían estar en el mundo moderno –y se indignaban como cualquier hijo de vecino ante el robo.
Antecedentes: Hace más de veinte años, entre 2001 y 2002, hicimos un sondeo de la cibernetización de las organizaciones indígenas amerindias cuyos resultados resumimos en dos trabajos [¿Virtualidad contra Virtud?: Organizaciones indígenas y Cibernética; junio 2002; 1.500 palabras. Y El Otro y el Tele-Otro: las organizaciones indígenas en Internet, abril 2003; 4.400 palabras] Este tópico estaba en sus orígenes como lo prueba que su bibliografía era mínima –sólo citamos a Ayriwa Pilco, Sami (2000) y, en general, Antropología del ciberespacio de Cucurella, Leonela (1999).
Item más, toda la episteme étnica no era apenas visible en el corpus cibernético de las págs.web (PW) Ejemplo, Pedro Gómez García ( cf. “Evolución de la diversidad cultural en la sociedad global informacional”, en Gazeta de Antropología nº 17, Granada) obtenía en 2001 los siguientes datos, que revisamos en Google a la baja sólo un año después:
Otras culturas 101.712 23.700
pueblos indígenas 73.949 60.700
minorías étnicas 63.456 22.100
diversidad cultural 131.385 26.800
tercer mundo 275.756 117.000
etnicidad 330.953 6.430
multicultural 424.625 23.400 (*)
museo de antropología 10.449 85
(*) cifra obtenida cuando se le pide al buscador que enumere sólo las PW en español. Si no se le especifica esta opción, al entender multicultural como palabra inglesa y buscar en toda la Red, la cantidad que ofrece Google asciende a 1.040.000 PW.
En realidad, estas cifras son poco fiables porque cada empresa de medición daba una cantidad distinta con diferencias de hasta el 200 %. Teniendo en cuenta esta caprichosa mensurabilidad, desglosándolas por países latinoamericanos, obtuvimos las siguientes cifras de PW’s:
Argentina 2
Bolivia 19
Brasil 5
Chile 8
Colombia 1
Costa Rica 2
Ecuador 8
El Salvador 1
Guatemala 4
Honduras 1
México 38
Nicaragua 3
Panamá 7
Paraguay –
Perú 10
Venezuela –
En total, 109 pw’s con gran mayoría de las mexicanas seguidas por las bolivianas. Obsérvese que, a principios del siglo XXI, los indígenas venezolanos no disponían aún de ninguna PW. Este centenar de sites, se incrementaba pero mínimamente con las PW’s de otras instituciones amerindias que, en su día, desglosamos en: internacionales y de exiliados, universidades indígenas, personales de indígenas y neo-indios (selección) Incluso podríamos haber añadido las PW’s de esos amerindios cibernéticos que tenían más presencia en internet que en el terreno indigenista entre las que cabía destacar a la inmensa mayoría de las reificaciones pseudo-étnicas debidas a los prolíficos grupúsculos esotéricos.
Es decir, que las imitaciones indigenistas nacieron en Ciberia antes que las organizaciones amerindias originales –un hecho algo grotesco que debemos tener en cuenta si buscamos autenticidad étnica. Por lo demás, es obvio que el panorama del 2000 ha mutado radicalmente. Ahora, sería cuasi imposible enumerar la infinidad de sites amerindios. Aunque sólo intentáramos una selección, las cantidades que obtendríamos en una somera navegación serían enormes. Por eso hoy, tras la masacre de Parima B, nos limitaremos a mencionar sólo dos organizaciones yanomami, una venezolana y otra brasilera pues el pueblo Yanomami habita ambos lados de la frontera: Horonami Organización Yanomami, creada en 2011 (alojada en https://twitter.com/horonami14?lang=es), hermana menor de la conocida mundialmente Hutukara Associação Yanomami, creada en 2004 (http://hutukara.org/)
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