La medieval guerra posmoderna
Por Nònimo Lustre
En un ensayito anterior nos centrábamos en el uso de drones entendiendo estos artefactos como uno de los más eficaces indicios para observar una hipotética guerra posmoderna. En la segunda parte de este poste seguiremos analizando esa supuesta modernidad pero, antes, permítannos una breve introducción que muestre las coordenadas ideológico-políticas dentro de las cuales nos movemos -si desconfía o discrepa dellas, puede no seguir leyendo.
Desde el génesis
Es de obligado cumplimiento comenzar con las primeras palabras de ese palimpsesto llamado la biblia. En los cientos de versiones que, durante siglos, han luchado entre sí mismas para imponerse, encontramos un primer entuerto a desfacer. A saber, el lugar que, en el imaginario colectivo occidental, ocupan Caín y Abel, dioscuros que entendemos como los genuinos fundadores terrenales del pueblo hebreo -notoriamente más allá de Adán+Eva:
“Abel fue pastor de ovejas y Caín labrador de la tierra. Aconteció después de un tiempo que Caín trajo, del fruto de la tierra, una ofrenda a Jehovah. Abel también trajo una ofrenda de los primerizos de sus ovejas, lo mejor de ellas. Y Jehovah miró con agrado a Abel y su ofrenda, pero no miró con agrado a Caín ni su ofrenda. Por eso Caín se enfureció mucho y decayó su semblante… Caín habló con su hermano Abel. Y sucedió que, estando juntos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató” (Génesis 2-8)
Popularmente, se cree que el sedentario Caín es violento, es cainita, mientras que el nómada Abel es todo lo pacífico que deben ser los agricultores -surge una primera duda: ¿existió una agricultura nómada?: dejemos el tema para otra ocasión. Sin embargo, el primer homicidio/asesinato que registra Yavé ocurrió exactamente al revés: el labriego Caín perpetra su fratricidio contra el ganadero Abel porque se lo aconseja Yavé. ¿Quizá porque la labranza era signo de modernidad durante unos siglos en los que no existía el hoy dominante prurito de modernidad?, ¿quizá porque los arbitrarios amanuenses de la Biblia, orgullosos precursores del urbanismo, no querían ser confundidos con los bárbaros cazadores-recolectores que, in illo tempore, apenas habían llegado a esbozar la domesticación del ganado?
Sea como fuere, el galimatías cainita malo/abelito bueno, perdura hasta nuestros días bajo formas de inversión semántica que añaden desorden al ya de por sí resbaladizo tema de la identidad hebrea. Lo cual no sería reseñable si se limitara al ámbito popular. Pero no es el caso puesto que ha contaminado a la militante intelectualidad sionista, sumida como está en otro desorden: el que se desarrolla en el contexto étnico de unos pueblos que hablan unas lenguas próximas puesto que se engloban en la amplia familia lingüística semita. Para entenderse entre parientes dentro del maremágnum lingüístico, hacia finales del siglo XVIII (Achlözer, 1781) la intelligentsia hebrea se vio obligada ex oficio a acentuar las diferencias entre los entonces llamados acadios, babilonios, asirios, amoritas, arameos, cananeos, árabes y hebreos -todos ellos semitas o cercanos. Lingüísticamente hablando, dependiendo de respectivas historias de los lugares geográficos y olvidando por coyunturales los conflictos interétnicos -sangrientos, a veces-, podríamos decir que este conglomerado de pueblos semitas llegó a un plurisecular pacto de convivencia que duró hasta principios del siglo XX… Hasta que, tras la fatídica carta de Balfour a Lord Rothschild, se materializaron los delirios británico-sionistas de dominación del Oriente. Léase, comenzó la guerra -ayer genocida y mañana, posmoderna.
[Dos párrafos de esa diabólica carta del 02.XI.1917 (“sympathy with Jewish Zionist” y “the establishment in Palestine of a national home for the Jewish people”) llevan causados más millones de muertos que cualquier declaración formal de hostilidad entre naciones consolidadas. Por ende, deberían recordarse en la Historia Universal de la Infamia]
Item más, todavía estamos en el comienzo del siglo XX y es plausible suponer que, dada la proverbial belicosidad de ese siglo, los socios del Lord Banquero, los sionistas de la primera hora, fueron arrastrados y/o seducidos por el feroz expansionismo autoritario europeo para, imitando las costumbres del imperialismo británico, abocarse, no a la guerra por el territorio (el Lebensraum teutón apenas despuntaba en el horizonte) sino a la guerra de exterminio.
Otra aclaración: en aquellos años, el British Empire preconizaba que el dominio indirecto era económicamente y políticamente más más eficaz que las matanzas contra los rebeldes. Tal era la política que administró al medio mundo hiperpoblado y productivo -para London, el otro medio, el menos rentable, simplemente no existía. Entonces, es llamativo que Israel (76 años recién cumplidos) no haya respetado la falsilla impuesta por el actual Reino Unido. ¿Por qué?, ¿porque ha cambiado de amo al casarse morganáticamente con los EEUU?
En la India del indirect rule, pedicura para el master.
El resultado de tal mudanza ha sido un incremento de las contradicciones latentes y patentes en un mundo ‘hebreo’ que se guía por el Viejo Testamento, el Talmud, la Torá y el Corán, sagrados palimpsestos que los semitas comparten, quizá porque es cuasi imposible distinguirlos entre sí.
La más paradójica de esas contradicciones es la aparición subliminal de la Envidia. Los sionistas jamás lo confesarán pero envidian a esos mismos gazatíes y cisjordanos que están exterminando -también los verdugos europeos declaran que están haciendo un favor a los ejecutados porque les envían a “un mundo mejor”. Naturalmente, sin dejar de ser criminal, esta paradoja se disfraza de misericordia amparándose en un imaginario modelo social según el cual los nómadas que los sionistas fueron otrora, sienten que los sedentarizados palestinos han llegado antes que ellos a la estabilidad que durante siglos de dispersión geográfica dicen siempre soñaron.
Visto desde el lenguaje oculto que utiliza la íntima doxa sionista, los gazatíes son indígenas pero no por las características étnicas prescritas por los códigos etnográficos sino porque se han sedentarizado. Hasta la implantación del Estado de Israel, era relativamente difícil distinguir entre nómadas y sedentarios; después de 1948, se han invertido los signos de manera que los (ayer) huidos de los guetos, hoy han escogido la seguridad que dice darles la modernidad entendida como tierra firme y fija. Ayer, los hebreos se refugiaban en las riquezas portátiles (las joyas, el oro, los bancos remotos) como siempre han hecho los pueblos amenazados -véanse los gitanos y los quinquis.
No obstante, al modernísimo traje que visten los hodiernos sionistas, se le abren las costuras. Por una razón elemental: porque Sión sigue siendo parcialmente religioso y ya sabemos que las religiones aborrecen el fraccionamiento: son todo o nada. Léase, antagónicas a ‘lo moderno’. Este colosal obstáculo se manifiesta en el genocidio. El eterno victimismo hebreo dicho en román paladino: Ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio (to see the mote in somebody else’s eye and not the beam in one’s own) o su equivalente semántico Negro, dijo la sartén al cazo (the pot calling the kettle black)
La modernidad, hoy
El 13.abril.2017, los EEUU presididos por Trump lanzaron sobre las cuevas de Achin, en la provincia afgana de Nangarhar, la megabomba MOAB, técnicamente etiquetada como GBU-43/B Massive Ordnance Air Blast. Sin embargo, MOAB seguía siendo una bomba convencional… salvo que pesaba 10 toneladas y su acrónimo reverberaba con ecos bíblicos de una suma destrucción del troglodítico Achin que dizque no llegó a ocurrir dizque porque el bombardeo había sido avisado (¿)
Dejando aparte la infinidad de nuevas clases de armas que hoy inventan sus opulentamente pagados mefistofélicos científicos -desde las termobáricas hasta las viejísimas pero siempre perfeccionadas bombas de racimo o cluster bombs-, hubo un tiempo gringo en el que se discutió un siniestro dilema: ¿había que fabricar más gigantescos Moabs o bien era más letal todo lo contrario: fabricar enjambres de micro-drones?
Hoy, es evidente que los mariscales evaluaron los requerimientos aéreos para las hipotéticas nuevas Moabs -ejemplo, los aviones necesarios para cargar semejantes toneladas- y optaron por perfeccionar los drones capaces de portar misiles. Como escribimos en otro poste, los susodichos mariscales y sus socios del complejo militar-industrial (Eisenhower dixit) adjudicaron a los drones (unmanned combat aerial vehicle, UCAV), el comienzo de la guerra posmoderna, sinónima de cero bajas propias contra millones de despanzurradas ajenas. Y voto al chápiro verde (¿) que la industria de la muerte se puso inmediatamente manos a la obra. Hace pocos años, sólo tres países disponían de drones armados: USA, UK e Israel. Hoy, docenas de países disponen de esta mefítica tecnología; incluso la tienen organizaciones dizque terroristas como el Estado Islámico y/o los cárteles del narco -ahora, ya existen hasta drones submarinos que trabajan tanto de torpederos como de dragaminas
Amputaciones
En tiempos de guerra, es fama que los oficiales recomiendan a sus subordinados que disparen al vientre del enemigo. Ello por varias razones: porque el abdomen es más voluminoso que la cabeza, porque ‘acertar’ en esa diana garantiza la muerte pavorosa del contrario… y, sobre todo, porque mientras dura la larga agonía ese tipo de heridas mortales consume la mano de obra de los numerosos soldados adscritos a los equipos sanitarios y logísticos.
Sin embargo, en tiempos de paz fría, se olvidan las tripas y sólo se hacen prisioneros. De cara a la galería, para pastorearlos se archivan las convenciones que regulan (para los sionistas, regulaban) el derecho internacional humanitario en caso de guerra. Los más citados: los cuatro protocolos de Ginebra 1949. Con o sin humanitarismos, el ejército vencedor es de natural sádico. Así, pues, debe seguir demostrando tanto su victoria como su inhumanidad y en ello cada banda armada, santificada y bendecida, dispone de cierta autonomía. El Tsahal opta por la mutilación del prisionero.
Como el tema es harto desagradable, permítannos abrirlo con una anécdota que algunos encontrarán incluso chistosa: Antonio López de Santa Anna, hijo de altos burgueses españoles, 11 veces presidente de México, acusado de la micro-masacre de El Álamo contra los texanos independentistas (y, por ello, bestia negra de Hollywood), in illo tempore se alistó en el ejército monárquico y hasta combatió contra el ejército insurgente del Prócer Miguel Hidalgo. Hasta 1821, defendió el Virreinato pero, después, cambió de trinchera alcanzando en 1933 la poltrona presidencial. Poco antes de asumir la Presidencia, unos franceses se negaron a pagar los pasteles que habían devorado en el restaurante de Remontel, nimio incidente que, sin embargo, provocó la invasión de 10 barcos militares galos que arribaron a Veracruz. En la subsiguiente Guerra de los Pasteles, un cañonazo francés tronchó una pierna de Santa Anna quien ordenó que enterraran su media pierna con los máximos honores -en 1844, unos rebeldes robaron el despojo y, en rigor, todavía no se sabe qué hicieron con él. El Presidente Mocho ordenó que le hicieran una prótesis de madera que lució con orgullo y solemnidad. Pero por poco tiempo porque, en 1847, guerreó contra los EEUU perdiendo en la batalla de Cerro Gordo su querida pata de palo -capturada por los milicos gringos junto con un pollo y 16 pesos en oro y hoy prisionera en un museo militar gringo.La pierna amputada de Santa Anna que tuvo un ostentoso funeral en Reforma, México DF.
La prótesis que usaba Santa Anna, hoy almacenada en el Museo de la Guardia -Camp Lincoln, Springfield, EEUU
No nos interesa saber si México pide la repatriación de la más ilustra prótesis que pisó (es un decir) el palacio presidencial. Si hemos narrado este episodio histórico ha sido exclusivamente para demostrar la importancia política de las mutilaciones -y no digamos las importancias individuales de los mutilados.Antiguas herramientas para amputar. Los sionistas no usan ni las antiguas ni las modernas: amputan arbitrariamente -y sin anestesia
Ahora bien, hasta que Tel Aviv decidió emprender la Segunda Napba, mucho más allá de que Hamás ostentara la presidencia de su Congreso Autónomo, Gaza tenía una organización administrativa similar a la que, en España, ostentan Catalunya o la ciudad de Melilla. Por mucho que la Brigada Mediática occidental se empeñe en confundir a Hamás con Santa Anna, la Franja nunca caerá en la chusca peripecia de aquella pata de palo. Y eso que casos no le faltarían puesto que se cuentan por decenas de miles los gazatíes (y cisjordanos) desmembrados por el ‘modernísimo’ sionismo.
El Tsahal, Amo perpetuo del Estado dizque democrático de Israel, asesina también democráticamente porque su Justicia es la más ciega de todas las Justicias: su motto, “mata bien y no mires a quien”. Pero debe hacerlo con un ojo puesto en sus auténticos dueños -huelga añadir por enésima vez, los EEUU. En estos meses de Invasión genocida contra Gaza, Tel Aviv no acepta la pena de muerte –una aberración incompatible con la democracia à la occidental. Pero ha solucionado este crucial horror especializándose en ‘matar en diferido’, es decir, en hacer muchos prisioneros para que mueran en las cárceles sionistas. De ahí que, sean pastores o niños escolares, encadena a los que arbitrariamente etiqueta como rebeldes palestinos mediante el uso abusivo de grilletes. El problema comienza cuando esos ganchos o esposas se aprietan demasiado; en tal caso, se coagula la circulación de las extremidades y la gangrena puede aparecer en cualquier momento. En tal caso, ¿qué hacen los cirujanos y/o enfermeras invasoras? Lo prescrito en los protocolos de la ciencia médica: amputar.
El alambre de púas es todavía peor que los grilletes.
Amputar a mansalva es la especialidad que ha hecho famoso al cuartel de Sde Teiman. Primero encadenan -a la espalda lo cual no es irrelevante- las extremidades de los presos, luego les vendan los ojos, después les alimentan con pajitas porque sus destrozadas mandíbulas son inútiles para masticar e incluso sorber, luego sobrevienen los pañales… y siempre les sustituyen los nombres por números -acreditada costumbre de los lager nazis. Por su parte, los hospitales civiles se niegan rotundamente a admitir presos ‘terroristas’.
Finalmente, hemos subrayado el delito universal de las mutilaciones pero no podemos olvidar la escala de las sevicias criminales perpetradas por los sionistas. Solo un ejemplo: Adnan Al-Bursh, director del ala ortopédica en el hospital de Shifa (ahora destruido) en la ciudad de Gaza. Desde que comenzó la Segunda Napba, corrió de un hospital demolido a otro arrasado pero, en diciembre, se perdió su rastro. Ahora hemos sabido que, hace pocos días, fue asesinado por las torturas sufridas en la cárcel (Gideon Levy, 16 mayo, en Haaretz) ¿Otro médico gazatí torturado hasta la muerte? Pues sí, y ya son demasiados…
–Fotografía de portada: Un precario taller palestino, incapaz de fabricar la inmensidad de prótesis que necesita Gaza.
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