La primera vez en el Ecuador
Diego Farpón. LQSomos. Marzo 2016
Cinco meses después salgo del Ecuador…
He andado un buen rato por La Carolina y he pasado junto a una grada que mira a la carretera: una grada propia de una dictadura militar, hecha para los desfiles. En la avenida de los Shyris está, también, la sede de Alianza PAIS, que unos segundos antes he dejado atrás. El pasado y el presente del Ecuador frente a frente.
Desemboco en la Plaza Argentina. Argentina… Argentina ya no es la tierra de Videla y sus desastrosas consecuencias: es el país de María y de Juan y de Pedro.
Una de las paredes frente a la Plaza Argentina tiene una pintada con la que me oriento: la he pasado muchas veces, y en cada ocasión he fijado mi vista en ella… “Siempre voy a volver”. Son palabras bajo las cuales aparece el nombre de Guayasamín. Es fascinante. Es fascinante Guayasamín, y es fascinante encontrarse sus palabras, aunque sean esas poquitas. Y no, no le conocía antes de venir. Aún me falta mucho por conocer. Todavía recuerdo las palabras de Martín, en un ya lejano mes de septiembre… Me dijo que si me quería quedar en el Ecuador no fuese el típico europeo que viene a dar lecciones. Europa no disimula su supuesta superioridad intelectual. Aquí, en la tierra de México insurgente, de la Revolución Cubana, de Mariátegui, de Roque Dalton y de Chávez hay mucho que aprender. Durante este tiempo tuve la oportunidad de dar unas capacitaciones en Esmeraldas, gracias a Cecilia y a Milton, y otras en Quito, gracias a Bryan. Espero haberlo hecho bien.
Quizás ya no vuelva a pasar por esa pintada, mañana serán mis últimas horas en el Ecuador. Me dirijo a casa, a mi casa en Quito, que es la casa de David y de Martina, aunque ahora sólo está él y no le podré agradecer a ella todo lo que hicieron por mí. Él, David, es gracias a quien llegué al Ecuador, junto con Martín. Ambos montaron la escuela de formación de la Cancillería. Y Jairo me propuso, claro. Casi me empujó. Sin él, sin Julia… Piezas de una cadena en la que todas ellas son imprescindibles. Aún recuerdo las primeras reuniones con Julia y Jairo, también con Paco, en el patio de la sede de Izquierda Unida en Alicante. Mientras, Patxi aparecía esperando que acabase la reunión, mientras fumaba algún cigarrillo para hacer tiempo.
Aquí, en el Ecuador, descubrí también que la Revolución Cubana aún tiene esperanza, que Harold trata de profundizar en ella. No todo es la aparente rendición ante los Estados Unidos de América; y aquí aprendí que aunque ya no esté Chávez y la lucha regional haya perdido intensidad su semilla está en Arnaldo; y aprendí que en Italia la desaparición del PCI no acabó con Ciro ni con Danilo -y ambos combaten, sabiendo mejor que nadie qué es- a muerte al reformismo; y aprendí que, incluso en pequeños países cuyos nombres se empeñan en pronunciar de forma graciosa están Antonio y Viviana. Espero que un día nos den una sorpresa desde Costa Rica.
Veo el letrero: Plaza Argentina. No voy a poder visitar Argentina, ni podré visitar México y encontrarme allí con Isaac: hermano mejicano no bajes la bandera que aquí estamos dispuestos a cruzarnos la frontera. Tampoco visitaré, en esta ocasión, Bolivia. La Quebrada del Yuro queda pendiente. América, nuestra América, nuestra Patria Grande, es una. América, sumida en procesos de carácter nacional se contradice: la oposición al imperialismo sólo puede ser la construcción regional del socialismo. Las bases lo saben: como casi siempre están por delante de las direcciones políticas.
Me voy al Perú, la tierra de Lina y Magda, y más tarde a Cuba. He pasado casi cinco meses en el Ecuador, aprendiendo de este pequeñito país heterogéneo y complejo, observando cómo impacta el capital y se desarrolla y cómo impacta la misma crisis del capital para detener su avance y hacer aflorar todas las contradicciones del modo de producción capitalista.
Se quedan aquí un buen puñado de buenas personas, como Fabricio y Celsy, y se quedan, también, un buen puñado de recuerdos. Me faltó tiempo para la Universidad de Felipe y Adriana, y para visitar más el Ecuador, este pequeñito país de una enorme riqueza patrimonial. Falta mucho por expropiar, mucho país por recuperar: el pasado aún está muy presente en el Ecuador. El sometimiento del estamento y clase dominante a los intereses de la metrópoli y del imperialismo durante cientos y cientos de años aún se deja sentir.
Ecuador ama la vida: marca de la Revolución Ciudadana. Hace muy poquito tiempo aquí la vida no valía nada, como en la mayoría del mundo. Quizás el caso de los hermanos Restrepo sea el más conocido, pero no el único. Ellos, como Guayasamín, vuelven: vuelven para impugnar la historia del Ecuador y convertirlo en patria de quienes luchan por la vida y por el socialismo.