“La sociedad (PALESTINA) no existe”
Por Nònimo Lustre
La sociedad (palestina) no existe es una frase que día y noche rubrican Pissrael y Netanyahu pero que, hace pocos años, la hubieran firmado los Tres Cerditos (Thatcher, Reagan y Juan Pablo II) o el Trío de las Azores -pero nunca el trío de los Hermanos Marx. Obviamente, es una paráfrasis del conocido exabrupto La sociedad no existe. Sólo existen hombres y mujeres individuales, que fue pronunciado por Margaret Thatcher en una entrevista (cf. revista Womann’s Own, Lo propio de la mujer; 1987) y que acabó resumiendo para la Historia su programa político.
Los antecedentes económico-políticos del venturoso aforismo son bien conocidos y arrancan desde que el austríaco Friedrich von Hayek publicó su libro Camino de servidumbre (1944), una refutación de Keynes en la que abundaba en la servidumbre del consumidor no ante unas hipotéticas políticas democráticas sino ante el Estado Redistribuidor -por tanto, nada que ver con el clásico Discurso sobre la servidumbre voluntaria que escribió en 1548 un joven de 18 años, Étienne de La Boétie.
Hayek recibió el Nobel en 1974 y, cuando Thatcher ascendió a Premier en 1979, le apadrinó como su economista de cabecera. En consecuencia, restringió el gasto público social (nunca el militar) de manera que, entre 1980 y 1986, la inflación en el Reino Unido (UK) cayó del 18% al 4% (hoy, Milei está orgullos de parecido triunfo)… pero, si contamos los 11 años de mandato de la baronesa de Kesteven, la pobreza del pueblo británico se disparó del 9% al 24% -Thatcher eliminó la sanidad pública, se desataron el desempleo y las mal llamadas ‘privatizaciones’ (subastas del tesoro común a precio de gallina flaca) y, last but not least, defendió a Pinochet, torturó a los mineros y asesinó a los huelguistas de hambre del IRA.
Thatcher llegó a Downing St. para desmantelar el incipiente Estado de Bienestar que, según los socialdemócratas, había empezado el laborista Harold Wilson. Sin embargo, mis datos personales de aquellos años no coinciden con tan flamboyante propaganda. En efeto, el UK era un país donde la policía todavía no cargaba armas, los ciudadanos no tenían carnet de identidad, la odontología era gratis y el aborto, cotidiano -metas primeras de cualquier Estado del Bienestar. Pero, entre otras medidas reaccionarias, Wilson instituyó la campaña Back Britain (ayuda a Gran Bretaña) que, en la práctica, derivó a un ataque continuo contra los comercios de los inmigrantes. Lo estudié in situ: bandadas de niños de 13-14 años, con botas terminadas en giletes o en acero, arrasaban las tiendas de los pakis -pakistaníes. Eran el germen de los skinheads pero no tenían nada de rojos -al contrario, eran sumisos ante la autoridad.
Cuando crecieron aquellos niños pre-thatcherianos, algunos (no estos de la foto) se hicieron neonazis
Volviendo a Pissrael: también allí han alternado los Jefes socialdemócratas/laboristas y los conservadores pero con algunos distintos matices: los hipotéticos red-skinheads apenas existen -sólo ha habido media docena de desertores del Tsahal- mientras que, al revés, los sionistas y los neonazis proliferan no sólo en el Tsahal sino en la criminal sociedad colonialista de eso que llaman Galilea, West Bank o, simplemente, Cisjordania. Aquel Back Britain del UK laborista es ahora una política estatal belicista que, si miramos a Líbano, Siria e Irán, está encaminada a lograr un Eretz-Gran Israel en permanente expansión territorial. Por la parte consumista, ¿qué mercancías autóctonas podrían consumir los pissraelitas en un país subalterno de los EEUU?, ¿artesanías árabes?, ¿barbies disneyanas?, ¿sistemas estatales como Pegasus?
Ahora bien, ¿cómo compaginar la thatcheriana sociedad inexistente con la tradición del pueblo judío? Para la ortodoxia hebrea, los judíos no sólo son una fuerte sociedad claramente definida aunque hable oficialmente en yidis askenazi -un patois/pidgin alemán que difiere profundamente de las herencias sefardita, etíope (falasha en amárico, ahora Beta Israel) y no digamos árabe, palestina y/o beduina. ¿Cómo elevar esta miríada de individuos al ente compacto que presupone la categoría de sociedad? Muy fácil para el filosóficamente hiper-thatcheriano Netanyahu: alistándoles en el Tsahal y/o en la industria militar. Dicho de otro modo, la sociedad pissraelita existirá siempre que sea militar e imperialista. Por lo pronto, so pretexto de la guerra contra los gazatíes, cisjordanos, libaneses, etc., Netanyahu y sus acólitos solucionan así lo que, después de todo, sólo es la ocurrencia de una política británica de hace medio siglo. No obstante, la atomización -por no decir anomia- de los individuos europeos es un hecho rampante no compartido por los pissraelitas. Lo cual refuerza la evidencia de que el descarado apoyo de Europa al genocidio practicado por Pissrael es una prueba incontestable de que los jefazos de la UE son ultra-neoliberales de corazón -en España, encabezados intelectualmente por think tanks como el Instituto Juan de Mariana, el Cato Institute, la FAES, etc.
Naturalmente, en el caso pissraelita la sociedad existe gracias a la creación del Enemigo -un hecho compartido por cualquier nacionalismo. En el UK de hace décadas, el enemigo fueron los proletarios y, en Tel Aviv, son los palestinos -y los pueblos vecinos. Aquí interviene la (supuesta) envidia cochina de una sociedad de aluvión que se enfrenta a un pueblo con un evidente sentido de que constituye una sociedad férreamente única aunque bien a su pesar -los genocidios unen mucho.
Thatcher tuvo tan fácil la invención de su Enemigo que hasta tuvo dos: el Interno y el Externo. El proletariado y la esmerada conservación del British Empire. Los sindicatos y los salvajes que no creían en el Kipling de la ‘pesada carga del Hombre Blanco’ -i.e., civilizar al mundo nativo. Pero no es el caso de Tel Aviv porque sólo tiene enemigos externos. Pero, ¿acaso los palestinos no son el enemigo interno? Pues no. Aquí empieza la deshumanización: los palestinos no son seres humanos ergo no pueden elevarse a la categoría de enemigo. Son trasgos y víboras, terroristas todos, que han de ser eliminados. Aun así, Tel Aviv cae presa de la proverbial logorrea hebrea y perora y perora clasificando en dos grupos a los palestinos que, sólo ahora, son vistos no como reptiles sino como mano de obra: un grupo son los que, so pena de bombardeo, no pueden evitar convertirse en individuos -eso sí, genéticamente terroristas. Pero un segundo grupo son los que, contra viento y marea, se aferran a Palestina y siguen siendo parte individual/colectiva. Estos son doblemente terroristas y triplemente bestias ponzoñosas.
El genocidio une mucho. Y el uniforme, también.
Y, en un ejército moderno, el sexo y la seudo pornografía, ni les cuento cuánto unen.
Un niño palestino -¿futuro fedayin?- con el brazo roto ha sido apresado por un soldado enmascarado que, seguramente, ha ‘neutralizado’ al pariente palestino que yace oscuramente a la izqda. de la foto.
Los sionistas están maquinando una estrambótica actualización del pensamiento político (¿) de Thatcher: si la baronesa alumna de Hayek quería ser eficaz en su pragmatismo anti-societario, Netanyahu y su clan son aún más expeditos y eficaces. Asesinados todos los palestinos, se acabaría una sociedad enemiga -ellos dirán, “muerto el perro, se acabó la rabia”, donde la palabra clave no es muerte sino el inmundo perro.
En los campos de exterminio erigidos por los nazis, no murieron todos los presos -judíos u otros-sino que, por obvias razones de tiempo y de derrota militar, fue un genocidio truncado. Netanyahu & Co. han tomado nota y maquinan lo mismo: no pueden asesinar a todos los palestinos sino sólo a “unos cuantos”. Lamentablemente, no contemplan la cortedad de su tiempo ni, menos aún, una derrota militar. Pero saben de sobra que tienen a su alcance una Solución Final: la sociedad palestina no existirá cuando exterminen a (casi) todos sus individuos. En ello están -con especial atención a los niños.
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