Mariátegui: los pueblos originarios y la construcción del socialismo

Mariátegui: los pueblos originarios y la construcción del socialismo

Por Daniel Alberto Chiarenza*

José Carlos Mariátegui, uno de los más influyentes teóricos marxistas latinoamericanos, nació en 1894 en Moquegua, Perú. Desde sus primeros pasos en el ámbito intelectual y político, Mariátegui destacó por su capacidad para integrar la herencia cultural europea con las tradiciones milenarias de la comunidad indígena. A través de su revista “Amauta” y su activismo, Mariátegui abogó por un socialismo adaptado a la realidad latinoamericana, resaltando la importancia de los pueblos originarios y su papel en la construcción de un nuevo orden social.

14 de junio de 1894: nacimiento del teórico marxista latinoamericano José Carlos Mariátegui

“Esta revista en el campo intelectual, no representa un grupo. Representa, más bien, un movimiento, un espíritu. En el Perú se siente desde hace algún tiempo una corriente -cada día más vigorosa y definida- de renovación. A los fautores de esta renovación se les llama vanguardistas, socialistas, revolucionarios, etc. La historia no los ha bautizado definitivamente todavía. Existen entre ellos algunas discrepancias formales, algunas diferencias psicológicas. Pero por encima de lo que los diferencia, todos estos espíritus ponen lo que los aproxima y mancomuna: su voluntad de crear un Perú nuevo dentro del mundo nuevo. La inteligencia, la coordinación de los más volitivos de estos elementos, progresan gradualmente. El movimiento -intelectual y espiritual- adquiere poco a poco organicidad. Con la aparición de Amauta entra en una fase de definición.
“Amauta ha tenido un proceso normal de gestación. No nace de súbito por determinación exclusivamente mía. Yo vine de Europa con el propósito de fundar una revista. Dolorosas vicisitudes personales no me permitieron cumplirlo. Pero este tiempo no ha transcurrido en balde. Mi esfuerzo se ha vinculado con el de otros intelectuales y artistas que piensan y sienten parecidamente a mí. Hace dos años, esta revista habría sido una voz un tanto personal. Ahora es la voz de un movimiento y de una generación”.
José Carlos Mariátegui: Amauta. Año I, N° 1. Lima, septiembre de 1926.

Mariátegui nació en Moquegua, Perú. Desde muy joven comenzó a trabajar de obrero gráfico; conseguía entrevistas al periódico “La Prensa” y llegó a ser jefe de redacción. En 1912 fundó la revista “Colónida”; inició su cuestionamiento al Estado burgués, a las clases dominantes y al modernismo literario. En 1918 tomó una renovada conciencia con la publicación de “Nuestra Época”, de tendencia socialista.

Fundó el periódico “La Razón”, en medio de un proceso de ascenso de masas, expresado en una combativa huelga por la jornada de 8 horas y contra el alza del costo de vida. Mariátegui apoyó al paro, pero le valió la marcha al exilio. Pasó brevemente por Francia y se quedó en Italia, recibiendo la influencia de Croce y Sorel.

En 1923 regreso a Perú, se contactó con el movimiento obrero y estudiantil, conducido por Haya de la Torre. Dictó conferencias en la Universidad Popular “González Prada”. Se encargó de la revista “Claridad”, moviéndose sutilmente para no chocar con el anarcosindicalismo y el nacionalismo democrático. Pero su actividad se vio restringida por la amputación de una pierna, que lo obligó a ir en una silla de ruedas. Sobreponiéndose al infortunio fundó la revista “Amauta” (1926), órgano de difusión del Frente Único junto al APRA. Pero pronto llegó la ruptura con Haya de la Torre y creó el Partido Socialista en 1928, colaborando con la organización de la Confederación General del Trabajo y en la publicación de su periódico “Labor”, hasta su muerte en 1930.

Mariátegui es uno de los primeros marxistas latinoamericanos en preocuparse por la cuestión de los pueblos originarios y la propiedad agraria, pues pensaba que los aborígenes podrían naturalmente construir el socialismo. A ese respecto manifestó en el programa del PS recién fundado: “El socialismo encuentra lo mismo en la subsistencia de las comunidades que en las grandes empresas agrícolas los elementos de una solución socialista de la cuestión agraria”. Sin embargo, era consciente de la imposibilidad de resurrección del llamado “socialismo incaico”, ya que el avance técnico –que impulsaría al socialismo- no permitiría el retorno a las formas antiguas de producción. Michael Löwy dice, el pensamiento de Mariátegui se caracteriza “por la fusión entre la herencia cultural europea más avanzada y las tradiciones milenarias de la comunidad indígena, en intento de asimilar, en un cuadro teórico marxista, la experiencia social de las masas campesinas”.

Mariátegui estaba planteando una revolución agraria, fundamentada en el movimiento indígena y que abordara de frente la cuestión nacional, ateniéndose a las especificidades de nuestro continente: “El nacionalismo de las naciones europeas, donde nacionalismo y conservadurismo se identifican y consubstancian, se propone fines imperialistas. Pero el nacionalismo de los pueblos coloniales –sí, coloniales económicamente, aunque se vanaglorien de su autonomía política- tiene un origen y un impulso totalmente diverso. En estos pueblos el nacionalismo es revolucionario y, por ende, concluye con el socialismo”.

Fue el primer marxista en visualizar la relación etnia-clase. Mientras que los marxistas de aquella época sólo ponían énfasis en la cuestión social, Mariátegui abordó creativamente la realidad de su pueblo, encima de inapropiados esquemas europeos: “El factor clase se complica con el factor raza en forma que una política revolucionaria no puede dejar de tener en cuenta. El indio quechua ve su opresor en el ‘misti’, en el blanco”. La dialéctica etnia-clase se iba profundizando a medida que el indígena se hacía proletario. Igual, Mariátegui decía que el proceso revolucionario debía ser hegemonizado por el proletariado, pero se daba cuenta que la cuestión indígena debía ser resuelta por los aborígenes: “La solución del problema del indio tiene que ser solución social. Sus realizadores deben ser los propios indios”. También tomaba en cuenta que el proletariado estaba cada vez más compuesto por indígenas, por lo que se vehiculizaba con mayor eficiencia la relación etnia-clase.

Mariátegui sostuvo: “De la confluencia o aleación del indigenismo y socialismo, nadie que mire al contenido y a la esencia de las cosas puede sorprenderse. El socialismo ordena y define las reivindicaciones de las masas, de la clase trabajadora. Y en el Perú las masas –la clase trabajadora- son en sus cuatro quintas partes indígenas. Nuestro socialismo no sería, pues, peruano –ni sería siquiera socialismo- si no se solidarizase, primeramente, con las reivindicaciones indígenas. En esta actitud no se esconde nada de oportunismo […] y en este ‘indigenismo’ vanguardista, que tantas aprensiones le produce a Luis Alberto Sánchez [aprista], no existe absolutamente ningún calco de ‘nacionalismo exótico’; no existe, en todo caso, sino la creación de un ‘nacionalismo peruano’ […] confieso haber llegado a la comprensión, al entendimiento del valor y el sentido de lo indígena en nuestro tiempo, no por el camino de la erudición libresca ni la intuición estética, ni siquiera de la especulación teórica, sino por el camino –a la vez intelectual, sentimental y práctico- del socialismo”.

Uno de los primeros en analizar el significado colonialista que tenía la inversión del capitalismo monopólico. También se dio cuenta de que el modo de producción capitalista, acelerado por esta vía foránea, comenzaba a comandar el proceso de acumulación, rompiendo así el esquema dualista de la economía. Podían subsistir variadas relaciones de producción, inclusive semiserviles en la sierra, pero subordinadas al modo preponderante de producción: capitalista.

El análisis del papel de la burguesía en nuestros países semicoloniales hecho por Mariátegui, fue visionario: “No existe en el Perú, como nunca existió, una burguesía progresista, con una sensibilidad nacional, que se reclame liberal y democrática”. Pues, sostenía Mariátegui, no cabe otro camino que la revolución socialista para cumplir las tareas nacional-antiimperialistas, realizar la reforma agraria e iniciar al mismo tiempo la construcción del socialismo: “solamente la acción proletaria puede estimular primero y realizar enseguida las tareas de la revolución democrático-burguesa que el régimen burgués es incapaz de desarrollar y acabar”. Esta apreciación sobre el carácter de la revolución puede considerarse como precursora de la estrategia para la revolución latinoamericana.

Mariátegui pudo llegar a estas conclusiones porque fue capaz de elevarse a la comprensión mundial de la fase que vivía el capitalismo internacional. En contraste con la afirmación de Haya de la Torre de que el imperialismo era la primera fase del capitalismo en América Latina, Mariátegui demostró que nuestra América estaba siendo colonizada, precisamente como parte de la última fase del capitalismo: el imperialismo. Decía: “Estamos en la fase de los monopolios, vale decir de los imperios. Los países latinoamericanos llegan con retardo a la competencia capitalista. Los primeros puestos están asignados. El destino de estos países, dentro del orden capitalista, es el de simples colonias”.

Y cuestionaba el supuesto antiimperialismo de la burguesía nacional: “El antiimperialismo, admitido que pudiese movilizar, al lado de las masas obreras y campesinas, a la burguesía y a la pequeña burguesía nacionalista (ya hemos negado terminantemente esta posibilidad) no anula el antagonismo entre las clases, no suprime su diferencia de intereses”.

Esa aplicación creadora del materialismo histórico a la especificidad latinoamericana, rompiendo con todos los modelos europeos, condujo a Mariátegui a postular un socialismo en el cual se tomaran en cuenta las realidades particulares de nuestro continente, en especial las comunidades indígenas como germen de colectivismo social. En tal sentido, sostenía en 1928: “Profesamos abiertamente el concepto de que nos toca crear el socialismo Indo-americano, de que nada es tan absurdo como copiar literalmente fórmulas europeas, de que nuestra praxis debe corresponder a la realidad que tenemos adelante”. Concluyendo: “No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América ni calco ni copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indoamericano”.

“En barco regresa al Perú, después de vivir unos años en Europa, José Carlos Mariátegui. Cuando se marchó era un bohemio de la noche limeña, cronista de caballos, poeta místico que sentía mucho y entendía poco. Allá en Europa descubrió América: Mariátegui encontró el marxismo y encontró a Mariátegui y así supo ver, de lejos, a la distancia, al Perú que de cerca no veía.
“Cree Mariátegui que el marxismo integra el progreso humano tan indiscutiblemente como la vacuna antivariólica o la teoría de la relatividad, pero para peruanizar al Perú hay que empezar por peruanizar al marxismo, que no es catecismo ni copia al calco sino llave para entrar en el país profundo. Y las claves del país profundo están en las comunidades indias, despojadas por el latifundio estéril pero invictas en sus socialistas tradiciones de trabajo y vida”.
Eduardo Galeano: Memoria del fuego 3. El siglo del viento. 2001.

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