No es fácil ser poeta
Hay quien cree que ser poeta es fácil.
Pero no.
Aceptar que el destino te ha puesto en mitad del silencio para que aúlles aunque nadie preste atención a lo que digas es amargo.
A mí esto me sucedió con 28 años.
A mí esto me sucedió con 28 años.
Un día ya no quise seguir y paré en seco. Me rebelé a la déspota que hasta entonces había sido.
Busqué significados y palabras como si fuera una exploradora en países de guerra y frío.
Vi que estaba llena de ausencias, de dolores que nunca habían sido nombrados, de terrores y vergüenzas sepultados en la memoria y los fui sacando uno a uno de las tinieblas, los fui amontonando sobre la tierra aún tibios, aún palpitantes.
Han pasado muchos años desde entonces, he aprendido que ser poeta exige estar con el oído alerta, siempre, aunque esté enferma, aunque la tristeza se clave en el tuétano y desee postrar mi corazón un rato.
No puedo claudicar, este oficio no debe rendirse a mis caprichos, debe mirar al frente con coraje, con idéntica valentía que los que están en primera línea, exigiendo pan o sal o techo o abrigo.
Por eso digo que no es fácil, para mí fue una putada, porque hasta entonces vivía con la sola responsabilidad de mi indiferencia y ahora que soy poeta, llevo el mundo a mi espalda tan cerca, tan cerca, que apresuro el paso y canto y canto, un poema tras otro, uno tras otro, pero este llanto no cesa, no cesa y debo de tener fuerza.
Hasta esa victoria que se acerca.
Viñeta de J. Kalvellido