Ofensa borbónica a Picasso

Ofensa borbónica a Picasso

Por Arturo del Villar

Los reyes católicos nuestros señores Felipe VI de Borbón y su consorte han inaugurado este 14 de noviembre de 2023, en el museo extravagantemente llamado Reina Sofía, la exposición “Picasso 1906. La gran transformación”

Esa transformación llegó al año siguiente, cuando logró la más profunda renovación de la estética con el primer cuadro cubista, Les Demoiselles d’Avignon.

Como un prólogo de lo que iba a ser la revolución cubista, en 1906 pintó su Autorretrato con paleta, exhibido en el Museo de Arte de Filadelfia. Continuó la costumbre de los pintores de autorretratarse, pero lo hizo de una manera original, anuncio de lo que sería su arte posterior. Su cara es un avance del cubismo, y su figura una declaración ideológica: los autorretratos de los pintores de siglos pasados nos los muestran en su esplendor social, con ricas prendas y adornos, en tanto Picasso se representó en camiseta, como un obrero sin fortuna.

Aunque llegó a reunir una gran fortuna gracias al atractivo de su obra para los coleccionistas de arte, siempre continuó siendo un obrero, por lo que no sorprendió que en octubre de 1944, tras la liberación de París de la ocupación nazi, se afiliara al Partido Comunista Francés, y fue un militante modélico, que tradujo sus consignas a la pintura.

Lógicamente celebró la proclamación de la República Española en 1931, y permaneció fiel a ese sentimiento hasta su muerte. Por eso constituye una ofensa a su memoria que los actuales reyes acudan a inaugurar una exposición de sus obras: es seguro que Picasso no les hubiera permitido entrar, y tal vez hasta los caricaturizaría, como hizo con el general traidor que dirigió la guerra contra la República, y la ganó para desgracia nuestra.

El Gobierno legítimo le nombró director honorario del Museo del Prado en setiembre de aquel fatídico año 1936, cargo que aceptó muy complacido, aunque siguió residiendo en Francia, la patria de adopción en la que era más apreciado que en la natal. El artista comprometido con su ideario revolucionario sabemos que entregó dinero al Gobierno leal para ayudarle en la compra de armamento con el que defender la libertad de los españoles frente a la agresión nazifascista, y el silencio cómplice de las naciones supuestamente democráticas, salvo la Unión Soviética y los Estados Unidos Mexicanos, según sus posibilidades.

Una acusación permanente

Sabemos el espanto que le causó leer la noticia de que la aviación germánica al servicio de los militares monárquicos sublevados había bombardeado y destruido la villa foral de Gernika el 26 de abril de 1937. El dolor se transformó en rabia, y el 1 de mayo comenzó a trabajar en la obra que iba a convertirse en el icono del terrible siglo XX, titulada en castellano Guernica. Se conservan 62 apuntes o bocetos que fue trazando al mismo tiempo que realizaba su obra maestra, demostrativos de la atención que puso en su trabajo para conseguir ese resultado genial que clama contra la bestialidad de la aviación nazi al servicio de los traidores militares españoles.

El cuadro supera el motivo de su creación, y se ha convertido en un grito acusador contra la barbarie de la guerra en general, de manera que aunque un visitante del museo ignore la historia representada en él, se sentirá conmovido por la intensa reproducción del dolor capaz de escandalizar cualquier sensibilidad de quienes la tengan, es decir, que no sean nazifascistas. Esas figuras angustiosas clamarán para siempre contra el espanto de la guerra, como no lo consigue ninguna otra pintura.

Antes, los días 8 y 9 de enero realizó dos planchas grabadas al aguafuerte y al aguatinta con dieciocho dibujos caricaturescos sobre el mayor traidor de la historia de España. Su título en francés resulta más sonoro que en castellano, porque permite un juego de palabras: Songe et mensonge de Franco. Las viñetas se vendieron como postales independientes, y el dinero alcanzado se entregó al Gobierno leal.

En cuanto al Guernica, fue expuesto en varias naciones, después de su primera exhibición en el Pabellón Español de la Exposición Internacional de las Artes y Técnicas de la Vida Moderna, inaugurada el 24 de mayo de 1937. En todas esas exhibiciones se cobró la entrada, con la aclaración de que el dinero recaudado sería entregado al Gobierno legítimo de España para preservar su libertad contra la agresión nazifascista que sufría.

Después, ante el hundimiento de España en la más trágica noche de su historia, sometida a la criminal dictadura fascista del mayor traidor de todos los tiempos, Picasso decidió depositar el cuadro en 1940 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, hasta que pudiera ser entregado a su legítima propietaria, la República Española que se lo pagó al artista.

Picasso falleció en su exilio francés el 8 de abril de 1973, y los herederos de su impresionante legado no cumplieron sus instrucciones. Por ello, muerto el dictadorísimo fascista y entronizado el designado por él sucesor a título de rey para continuar su régimen criminal contra el pueblo español, el 10 de setiembre de 1981 llegó el Guernica a Madrid, sin que España hubiera recuperado la legalidad republicana, sino bajo la monarquía fascista instaurada por el dictadorísimo. Nunca lo hubiera tolerado Picasso. Y para mayor escarnio se muestra en un museo que lleva el nombre de una reina.

Pueden los borbones sucesores del dictadorísimo genocida declararse admiradores de Picasso, que no conseguirán borrar las conexiones del artista con los ideales representados por la República y por el Partido Comunista, a los que siempre fue fiel. Si los borbones tuvieran dignidad no se atreverían a mirar ninguna de sus obras.

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