Pie de foto: Pushkin que estás en los cielos
Por Iñaki Alrui*
Los ojos se me encendieron al ver en un “media” cómo desmantelaban en Kiev el monumento a Pushkin, al gran poeta y escritor ruso
El monumento a Aleksandr Pushkin, el poeta ruso más célebre del siglo XIX y considerado el fundador de la lengua rusa moderna, ha sido desmantelado la pasada semana en la capital de Ucrania, una escueta noticia que no tendrá más trascendencia dentro de esa campaña de rusofobia que se inició con la guerra de Ucrania, y es que a estas alturas ya hemos pasado por ver cómo se prohibía el estudio de autores clásicos como Fiódor Dostoyevski, la cancelación de las actuaciones de los ballets rusos por toda Europa, también se sacaba a Chaikovski de la programación de la orquesta de Zagreb, o se despedía a Valery Gergiev en la filarmónica de Múnich, casi al mismo tiempo que se cancelaba la temporada en el Metropolitan de la soprano Anna Netrebko, o el cierre de la emisiones de “RT” y “Sputnik”, un largo etcétera de barbaridades contra la cultura y la libertad… y no, no me olvido de un cocinero iluminati español-USA que quitó la palabra “rusa” a la majestuosa ensaladilla. ¡Bárbaro!
En las imágenes se puede ver cómo una grúa instalada en un camión retira la estatua, que ya había sido manchada con pintura roja. Parece ser que a Pushkin le asocian a la época soviética, o esa es la excusa, porque falleció en 1837. Pero lógicamente cualquier sistema político o estado, con unas pocas luces, reivindicaría su figura, como poeta y escritor, pero también como disidente amante de las obras de Byron, Molière, Voltaire o Shakespeare. Aleksandr Pushkin, el portavoz de los literatos radicales tras haber escrito algunos poemas sediciosos como Oda a la libertad, que vivió en constantes destierros con el zar Alejandro I, que fue la parte poética de la rebelión de los decembristas…
Pushkin vuela en la fotografía colgado de la grúa, vuela para seguir siendo referente para maravillosas y eternas lecturas, una tristeza para Ucrania renunciar a sus obras dramáticas, a sus cuentos, a La dama de picas, a Eugenio Oneguin, a Ruslán y Liudmila, a Borís Godunov, a El jinete de bronce…
Una estatua siempre es un recuerdo, un encuentro en metáfora con un personaje, una conversación en silencio ante el pedestal. ¡Pushkin vive! Inmutable en el cielo de la literatura.
* Miembro del Colectivo LoQueSomos. Otras notas del autor
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