Un año en guerra, con Europa como subsidiaria de los intereses de EEUU
Por Aram Aharonian*. LQSomos.
En febrero de 2022, hace un año, tras la invasión rusa, empezó una guerra en Ucrania. Y en febrero de este año, el periodista estadounidense Seymour Hersh ha explicado que lo del atentado del gasoducto Nord Stream fue de autoría estadounidense-noruega. Por los visto hasta ahora, la guerra será larga; ambos se sienten fuertes sobre el terreno y no están dispuestos a deponer las armas y sentarse en la mesa de negociación, mientras el peligro nuclear se incrementa…
Esta guerra puede ser una guerra entre abusadores de Ucrania contra exabusadores de Irak. Pero no es nítidamente una guerra democracia-autoritarismo, como la quiere disfrazar el terrorismo mediático trasnacional. La estrategia de Occidente pasa por convertir a Rusia en un Estado paria: promulgar su aislamiento internacional desde todos los ámbitos: financiero, energético, cultural y político.
Esta semana, Estados Unidos sembró dudas sobre la postura equidistante de China asegurando que Beijing está pensando en vender armas a Rusia, algo que le ha costado a Irán importante sanciones europeas. Otro capítulo del terror mediático.
Lo que describió Hersh en su denuncia es una Europa sin soberanía, subsidiaria de EEUU, y la desconfianza de Washington hacia Alemania, hasta el punto de haberle saboteado los gasoductos a Alemania, en plena guerra, pata impedir que ésta no siguiera a pie juntillas sus órdenes y pensara en sentarse en una mesa de diálogo.
Wang Yi, máximo responsable de la diplomacia de Beijing, expuso en Moscú los detalles de la iniciativa china para la paz, que no incluye el retiro de tropas rusas que Kiev exige para dialogar, propuesta que también ya hizo del conocimiento del gobierno de Ucrania. Mientras, Putin señaló que “Nos quieren asestar una derrota estratégica y meterse en nuestras instalaciones nucleares.
Los marcianos y David
Los memoriosos recuerdan que el Pentágono –el ministerio de Defensa estadounidense- no descartaba que varios objetos voladores no identificados, derribados recientemente en EEUU, fueran extraterrestres. Las apariciones extraterrestres fueron un sello de la Guerra Fría. Para Washington no hay guerra fría -intensa, invisible, terrorífica-…sin marcianitos.
Con marcianos o sin ellos, la amenaza nuclear, la guerra final, sigue latente, Rusia no se retira, pero suspende temporalmente su participación en el tratado Start-III, el último convenio de limitación de armamento nuclear ofensivo vigente con Estados Unidos hasta 2026, anunció el presidente Vladimir Putin. Rusia declaró que tiene las manos libres para desarrollar cualquier tipo de armas nucleares y realizar los respectivos ensayos, pero asegura que no será el primero en hacerlo.
“Necesitamos derrotar al Goliat ruso”. Así definió el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, el papel de su país y su gobierno en la guerra que cumple su primer año de vida y muerte, en su discurso durante la inauguración de la Berlinale, el Festival Internacional de Cine de la capital alemana, la noche del 16 de febrero. Y recordó una expresión de la época de la Guerra Fría entre el capitalismo y el comunismo: “Todos somos el David del Mundo Libre”.
El esfuerzo por enmarcar las acciones dentro del marco bíblico evoca comparaciones. En la narración bíblica, el pastor David vence al gigante Goliat porque tiene tras de sí la fuerza de Jehová, el Señor de los Ejércitos de Israel, invocado por él. Zelenski, que se proyecta como David, tiene a sus espaldas todo el peso del Occidente resucitado: Estados Unidos, Reino Unido, la OTAN y la Unión Europea, que le suministran miles de millones de dólares y euros en armamento.
Su esfuerzo retórico es convencer al mundo de que, junto a la fuerza de las armas que implora continuamente, tiene la fuerza superior de la razón y la ética, lo que le da una dimensión histórica y mesiánica.
Del lado ruso, el esfuerzo de. Vladímir Putin es ante el reto de convertir la invasión de otro país en un gesto defensivo, apelando a la referencia al heroísmo ruso para la “desnazificación” de Ucrania.
Flavio Aguiar se pregunta qué significa a palabra “victoria” para Zelenski y sus patrocinantes y aliados. ¿Expulsar a los rusos de los territorios ocupados a partir del 24 de febrero de 2022, reconquistar Crimea, fundir la economía rusa y derribar a Putin? Ninguno de estos objetivos parece hoy alcanzable.
Mientras, Rusia parece no tener condiciones de ocupar toda Ucrania –política, económica ni militarmente. ¿Qué sería, entonces una victoria? Quizás mantener los territorios ocupados como tapón para proteger a Crimea, donde tiene bases militares y navales, objetivos que tienen un costo enorme para la economía rusa, acosada por las sanciones económicas,
Las usina de terror mediático de EEUU fallaron: Putin no cerró las fronteras de Rusia, no decretó una movilización general de la población, no amenazó con asestar un golpe nuclear táctico en caso de producirse una ofensiva ucraniana, no efectuó cambios en la cúpula del ejército o del gobierno, no incorporó a la Federación Rusa a las dos regiones de Georgia que se declararon independientes (Abjazia y Osetia del Sur), y tampoco propuso a Ucrania iniciar negociaciones de paz bajo sus condiciones.
Putin dejó en claro que “cuanto mayor sea el alcance del armamento suministrado a Ucrania, más nos veremos obligados a alejar de nuestras fronteras la amenaza” y destacó dos éxitos: “que el de Azov ya es un mar interno de Rusia y que tenemos un corredor terrestre que une la península de Crimea con el resto del país”.
Para Putin, el pueblo de Ucrania es rehén del régimen neonazi y de sus patrones extranjeros que de hecho ocuparon ese país en el sentido político, militar y económico y sólo utilizan a la población como simple carne de cañón.
La capacidad productiva militar desatada por Rusia, China y EEUU y la asunción del consenso de los socios europeo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) de alcanzar el 2% de sus PIB en desembolsos armamentístico para abastecer la remodelada estructura de esa alianza bélica ha engendrado otra carrera por lograr posiciones hegemónicas en un nuevo orden global más peligroso y sometido a riesgos sistémicos y decisiones unilaterales de las grandes superpotencias.
Estados Unidos y sus aliados han gastado ya 150 mil millones de dólares en armas, mientras enviaron a los países más pobres ayuda por apenas 60 mil millones.
La administración de Joe Biden ha trabajado durante un año para disuadir a China de entregar armas u otra ayuda significativa a Rusia. Era el mensaje del asesor de seguridad nacional Jake Sullivan en marzo de 2022 y fue la advertencia del secretario de Estado Antony Blinken este fin de semana .
Washington se ha estado protegiendo contra dos tipos de escaladas de la guerra. Primero, la posibilidad de un conflicto directo entre la OTAN y Rusia, que Biden ha advertido que podría desembocar en la Tercera Guerra Mundial. En segundo lugar, la posibilidad de que China se comprometiera a ayudar a Rusia, lo que transformaría el conflicto en una lucha mucho más global, con las potencias con armamento nuclear enfrentadas.
Cuando Biden llegó a Kiev, el principal diplomático de China, Wang Yi , estaba en Moscú para conversaciones. China y Rusia, a veces conocidas como “potencias revisionistas” porque buscan reescribir el ADN del sistema internacional a su favor, habían proclamado una asociación “sin límites” poco antes de la guerra. Mucho depende de si Beijing decide realmente consumar ese voto.
El negocio de las armas
El problema es que la carrera armamentística al cumplirse el primer aniversario de la Guerra de Ucrania se dirige a la resolución de conflictos con alta tecnología, aunque sin descuidar las armas de la «vieja escuela» militar, cuando la factura global superó en 2021 los 2,1 billones de dólares, cantidad similar al PIB de Italia, según el último informe del Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI).
EEUU, China, India, Reino Unido y Rusia, por este orden, están al frente del top-five en el año y juntos contabilizan el 62% de los desembolsos en Defensa del planeta.
Con promesas de rentabilidades de tres dígitos para este año, hay un tridente ganador, según los gestores de fondos: Lockheed Martin, donde fabrican el F-35 Joint Strike Fighter, el caza más caro del planeta; Boeing, cuya división militar es uno de los tiburones del sector y Northrop Grumman, vinculado al segmento nuclear y con una cartera de inversiones notable en el ámbito aeroespacial.
Prácticamente la totalidad de las potencias occidentales y los principales países emergentes han aumentado desproporcionadamente sus presupuestos en Defensa. El Congreso estadounidense aprobó en diciembre recursos valorados en 857.900 millones de dólares, para el Pentágono y para programas de Seguridad Nacional vinculados al Departamento de Energía para vigilar infraestructuras estratégicas. Son 45.000 millones más que la propuesta inicial de la Administración Biden. También Japón aumentó en 60% sus gastos para el lustro en curso y dejó de lado su estatus de país pacifista desde 1945, aduciendo a veces la escalada nuclear en China, otras las exhibiciones atómicas del líder norcoreano Kim Jung Un, y ahora también los bombardeos con objetivos civiles de Rusia en Ucrania.
Mientras, Alemania hizo suya la teoría del aumento de la peligrosidad y los riesgos latentes de un mundo en pleno desmoronamiento geoestratégico, a pesar de que, como Japón, su sociedad ha disfrutado de décadas de prosperidad con su invariable ideología de neutralidad desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Y, de paso, dejó sin efecto la prohibición constitucional de suministrar armas en conflictos armados y al nutrir con 100.000 millones de dólares un fondo especial en Defensa solicitado por Washington.
Hay que tener en cuenta que el verso del Bienestar, la forma de “democracia” en Europa occidental, es irrecuperable en su dimensión anterior a los años 70. Los Estados superan la cosmovisión democrática cuando realizan un acto de guerra en el Báltico –el atentado al gasoducto- contra un Estado aliado, sustentado, además, en la posterior desinformación de ese hecho. El promocionado estado de bienestar, está en caída libre.
Pero más allá de los gobiernos, en general votados por sus ciudadanos, coexisten objetos no electos que tienen cada vez mayor trascendencia en Europa. En la crisis de 2008 –la Troika, el Banco Central Europeo, la Comisión Europea– fueron trascendentales, pero el periodismo, que ha perdido el compromiso con la democracia no lo perdió con sus políticos y sus mandantes. Es preciso hablar de que desde 2008, Europa vive abiertamente una crisis democrática tan desmesurada que tendría que tener su propia serie de dibujos animados, señala el analista Guillem Martínez, en Público.es.
El Este vs. el Oeste
Los países de Europa del Este como Polonia han sido más agresivos a la hora de proporcionar a Ucrania las armas y la ayuda económica que necesitan las potencias de la Unión Europea, Alemania y Francia, para hacer retroceder a las fuerzas rusas.
Este grupo de países de la OTAN conocidos como los 9 de Bucarest -Bulgaria, República Checa, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, Rumania y Eslovaquia- recibieron sus instrucciones directamente del presidente estadounidense, en el marco de su sorpresivo viaje a Kiev.
El incentivo de la visita a Biden a Polonia fue aumentar la presencia militar y de soldados estadounidenses en este país. El centro de gravedad europeo ha virado hacia la dirección oriental. Los países bálticos, antes con capacidad de influencia residual, son los que marcan el paso y ritmo de sus socios comunitarios en la guerra.
El grupo ha abogado por una línea más dura contra Rusia y más fuerza militar de la OTAN en el borde más oriental de la alianza. Biden prometió en Kiev que su país apoyará a Ucrania “durante el tiempo que sea necesario”. Pero su administración también ha estado advirtiendo a Ucrania sobre perder el apoyo de EEUU, en gran parte debido a la creciente oposición de los republicanos que ahora controlan el Congreso.
Cuando Biden estaba dialogando con el presidente ucraniano Volodomir Zelenski, el gobernador de Florida, el republicano Ron DeSantis, quien probablemente se postulará para presidente en 2024, se refirió con desdén en una entrevista de Fox News a la preocupación del presidente por “las fronteras al otro lado del mundo. Es un cheque en blanco abierto, eso no es aceptable”, dijo.
EEUU y amigos contra el Sur Global
En el aniversario del 24 de febrero de la expansión de la guerra de Rusia, Sudáfrica realiza ejercicios militares con China y Rusia. Sudáfrica y Rusia han sido amigos durante mucho tiempo. Obviamente, esa no es la muestra de solidaridad contra Rusia que esperaba Biden.
Las importaciones indias desde Rusia se han disparado un 400 por ciento durante el último año, impulsadas en particular por las compras de petróleo. Una base de datos de sanciones administrada por el grupo de expertos Atlantic Council encontró que, de las 1,498 entidades rusas atacadas, 866 solo estaban bajo sanciones estadounidenses.
El 25 de febrero de 2022, Biden pidió paciencia con la ola de sanciones económicas de represalia contra Rusia y solicitó a los escépticos que le dieran un mes antes de juzgar . Un año después, está claro que esas medidas han ensangrentado a Rusia pero no lograron doblegar a Putin.Y una de las razones es que el Sur Global no se ha unido realmente a las sanciones que Biden pensó que podrían cambiar el cálculo del Kremlin.
El canciller ruso Sergei Lavrov, ha disfrutado de una cálida bienvenida en repetidos viajes a África desde el 24 de febrero de 2022. Lavrov, quien recientemente visitó Malí, Mauritania, Sudán, Irak, Sudáfrica, Esuatini, Angola y Eritrea , se jactó de que “los planes de Occidente para aislar a Rusia rodeándonos con un cordón sanitario han sido un fiasco”.
Y aquí, en el Sur, seguimos bombardeados de información basura, esperando que mañana mismo termine una guerra que no entendemos, más allá de ver cómo Europa se va convirtiendo en una subsidiaria de los intereses de Estados Unidos y que gracias a ello vive una grave crisis alimentaria y energética. Y temiendo que en cualquier momento, a uno, al otro o al de más allá, se le de por apretar el botón de las armas atómicas, para que comprendamos de qué se trata el apocalipsis y corroboremos –o no- que, como dice la Biblia, “los que venzan llegarán a ser hijos de Dios”.
* Aram Aharonian es periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).
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