Un Bolsonaro acorralado, aislado, furioso ¿sin salida?

Un Bolsonaro acorralado, aislado, furioso ¿sin salida?

Por Aram Aharonian*. LQSomos.

“Brasil tiene remedio, es posible crear empleos otra vez, el salario tiene que aumentar y ganarle el pulso a la inflación, es posible producir comida saludable a precio justo, para que vuelva a las mesas de las familias”, decía un optimista Lula

Como fiera acorralada, Jair Bolsonaro parece reaccionar movido por la desesperación del aislamiento y por la falta de perspectivas para solucionar su situación dentro del marco institucional. Al darse cuenta que sus posibilidades de ganar las elecciones en octubre del 2022 en un entorno de normalidad se reducen enormemente, parece decidido a apostar sus fichas al todo o nada.

Quizá sea el miedo a ser detenido tras las elecciones, ya que la colección de delitos aumenta cada día y ese temor también lo sienten sus hijos y su entorno militar. Por eso ataca a las elecciones electrónicas, al Congreso, al Supremo Tribunal Federal, a todos a la vez, en su desesperación.

Seguramente el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva tiene razón cuando afirma que basta salir a la calle para ver que el pueblo brasileño está sintiendo en la piel la destrucción del país, machacado por los despropósitos del ultraderechista Jair Bolsonaro, el partido militar y el ala más fanatizada de sus seguidores, que conforman alrededor de 15 por ciento de los 210 millones de brasileños.

Tras los bochornosos actos y las proclamas golpistas de Bolsonaro en el día de la independencia, camioneros, obedeciendo a sus patrones, los grandes empresarios del agro, cerraron carreteras en al menos seis provincias y, en Brasilia, trataron de acercarse, en una actitud claramente agresiva, tanto al Congreso como al Supremo Tribunal Federal, durísimamente atacado por el presidente en sus discursos del 7 de setiembre.

Bolsonaro se encuentra cada vez más aislado, sus asesores están preocupados por sus discursos. El jefe de Estado es capaz de movilizar una minoría barullenta y no pretende dejar el poder fácilmente. La reacción de los políticos osciló entre pedidos de apertura de un juicio de destitución (impeachement) en Diputados y comentarios discretos de los aliados más cercanos a Bolsonaro, que reconocieron que en sus manifestaciones hubo mucha menos gente que lo esperado y que éste estiró aún más una cuerda que está a punto de romperse.

Hasta Arthur Lira, el presidente de Diputados que hasta ahora engavetó todos los pedidos de juicio político, exigió que finalizara la escalada de Bolsonaro en sus ataques a las instituciones democráticas, mientras Rodrigo Pacheco, titular del Senado, condenó su autoritarismo y su ímpetu antidemocrático. Reiteró que para resolver los problemas del país, entre los que citó el hambre, el desempleo, la inflación y la pandemia, los poderes constituidos, de forma democrática, deben buscar convergencias por lo que realmente le interesa a los brasileños.

Cuatro de las cinco mayores centrales sindicales, en un comunicado conjunto, exigieron la apertura inmediata del proceso de destitución de Bolsonaro. “Fue deplorable la participación del presidente en los actos antidemocráticos (…) Es incuestionable que el objetivo del presidente y sus seguidores es dividir a la nación, empujar el país hacia la inseguridad, el caos y la anarquía”.

En un mensaje al país, Lula señaló que Brasil retrocedió porque el gobierno federal dejó de invertir en el crecimiento y en los programas que ayudan el pueblo. Cortaron el presupuesto para las escuelas, para los hospitales, para la agricultura familiar. Se redujo la ayuda a las familias. Y ningún país del mundo –ninguno–, progresa sin inversión pública. Pararon las obras que generan empleo y hacen la economía avanzar y, a la vez, aumentaron los impuestos a los pobres más que a los ricos.

“Son esas las injusticias a las que nos tendremos que enfrentar de nuevo para que Brasil se vuelva a poner de pie. Por eso digo que la solución para el país es poner al pobre en el presupuesto y al rico en el impuesto de la renta. Es preciso seguir en la lucha para superar este momento, del mismo modo que superamos otras crisis en el pasado”, dijo Lula, quien según las encuestas derrotaría a Bolsonaro en una eventual segunda vuelta.

En su discurso en Brasilia, Bolsonaro dio a entender que convocaría al Consejo de la República, a quien compete pronunciarse sobre intervención federal, estado de defensa y estado de sitio y las cuestiones relevantes para la estabilidad de las instituciones democráticas, según la Constitución. Obviamente, se trató de una nueva amenaza, ya que no existen motivos para decretar ninguno de los estados de excepción.

Ante el discurso de Bolsonaro, el senador Randolfe Rodrigues presentó un pedido de investigación al mandatario por la «grave amenaza al libre funcionamiento del Pode Judicial y por el uso de recursos públicos para financiar los actos antidemocráticos».

Luis Nassif señala que en cualquier organización criminal, la cohesión depende de la capacidad del jefe para ser poderoso. Cuando comienza a flaquear, se produce el desembarco de los aliados ocasionales y, principalmente, los involucrados en acciones delictivas.

Cuando Bolsonaro aumentó su conflicto con el Supremo Tribunal Federal, sus principales seguidores fueron engullidos por acusaciones y juicios: los hermanos Weintraub, Ricardo Salles, el general Pazuello. La Comisión Parlamentarria Investigadora de Covid aceleró el proceso, denunciando a los militares involucrados en el fraude a la salud.
Hubo un tira y afloje entre Alexandre de Morais, ministro del STF y Bolsonaro. Éste sabía que si no se enfrentaba y ganaba la puja, habría una estampida para su grupo y por ello apeló a las Fuerzas Armadas, hizo desfiles de motocicletas, convocó a seguidores para manifestaciones, utilizó lo que pudo de la Oficina del Odio (a través de los medios y las redes) que dirigen sus hijos desde el palacio del Planalto.

El Supremo Tribunal Federal (STF) de Brasil afirmó que despreciar sus decisiones representa un atentado a la democracia y un crimen de responsabilidad a ser analizado por el Congreso, en respuesta a las amenazas formuladas antier por el presidente Jair Bolsonaro ante decenas de miles de sus seguidores, y advirtió: nadie cerrará esta corte.

“Este tribunal nunca aceptará amenazas a su independencia ni intimidaciones al ejercicio regular de sus funciones. Nadie lo cerrará. Lo mantendremos en pie, con sudor y perseverancia, y no dejará de pregonar su fidelidad a la Constitución”, aseguró Luiz Fux, presidente del STF.

Y pareciera que hay dos Bolsonaros, el de la realidad virtual, que camina de la mano de Steve Bannon el exasesor de Donald Trump y que trata de animar a sus seguidores, y el del mundo real, donde aparece rodeado de una mediocridad de generales tan jubilados como oportunistas. Jef Miola señala que solo un analfabeto político como el ministro de Defensa, Braga Netto, trataría de amenazar al Congreso y al TSF para tener que callarse cuando las instituciones le respondieron.

Steve Bannon, el gran ideólogo de Trump y de la derecha internacional, dice que la de Brasil es la segunda elección más importante en el mundo. Sin duda hay similitudes entre los seguidores de Bolsonaro y el magnate estadounidense, quien dejó la presidencia denunciando fraude electoral, la misma estrategia electoral a la que apelaría Bolsonaro ante una posible derrota frente a Lula. Ambos grupos comparten además la arenga en nombre de dios y el orden e invocan a las Fuerzas Armadas en sus discursos.
Un hombre en cuero, con una cruz pintada en su torso y un casco con cuernos y plumas en la manifestación bolsonarista puso en evidencia las similitudes entre los fanáticos del presidente brasileño y el movimiento ultraderechista Qanon, los seguidores de Donald Trump que tomaron el capitolio en Estados Unidos, donde hubo víctimas fatales.

Pareciera que la clase empresaria despertara de su alucinamiento con las promesas del neoliberal ministro de Economía Paulo Guedes y su voluntad de entregar al mercado los grandes acuerdos de privatización, como forma de disfrazar su incapacidad y anomia ante los graves y acuciantes problemas económicos, financieros y sociales del país. La realidad fue desnudando sus cangos de sirena.

Hagamos un repaso de daños. Bolsonaro perdió la batalla ante el STF, después de un desastroso intento de individualizar los objetivos en los magistrados Luis Roberto Barroso y Alexandre de Moraes. Obtuvo la unanimidad del Supremo en defensa de los suyos.

Asimismo, se le apagó el farol de una intervención militar y sólo pudo movilizar a las Fuerzas Armadas, a lo que hay que sumar la amenaza del ministro de Defensa Braga Netto al Congreso: tuvo que aceptar una audiencia donde se le puso en claro que si no cumplía con la Constitución sería detenido. Junto a ello, el presidente del Senado, se animó a atacar las amenazas bolsonaristas a las elecciones.

Mientras, Guedes le falló en el financiamiento de su campaña para la reelección, con la desarticulación de la reforma tributaria y el intento de equilibrarse entre las ayudas de emergencia, imprescindibles para la reelección de Bolsonaro, y la Ley de Techo.

Una partida de ajedrez no es lo mismo que una de damas. Para jugar al ajedrez hay que tener conocimiento, preparación y pensar cada jugada. Bolsonaro arremete como si jugara a las damas. Pero se le puso difícil, porque si va más lejos, quedará prendado, y si no avanza, perderá su base.

“A pesar de todo, Brasil tiene remedio, es posible crear empleos otra vez, el salario tiene que aumentar y ganarle el pulso a la inflación, es posible producir comida saludable a precio justo, para que vuelva a las mesas de las familias”, decía un optimista Lula, en campaña electoral.

* Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

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